Mario López Areu
Los movimientos tectónicos que están teniendo lugar en el
equilibrio de poder en Asia entre China e India y sus vecinos hacen peligrar la
estabilidad de la región. ¿Cuáles son los factores que explican las causas del
conflicto y sus posibles consecuencias?
Una nueva
crisis ha brotado en la larga disputa fronteriza entre China e India a lo largo
de la conocida como Línea de Control Actual (LAC, en sus siglas en inglés) que
separa ambos Estados. Ya en 2017, las dos potencias nucleares mantuvieron una
tensa confrontación en el Alto del Doklam, en la sección oriental de la LAC.
Esta vez la crisis ha surgido en el sector occidental, en la región de Ladakh,
en la Cachemira india, donde el Ejército Popular de Liberación chino ha llevado
a cabo incursiones en varios lugares que India considera parte de su
territorio . Las tensiones entre ambos
ejércitos han dado lugar a las primeras muertes relacionadas con este conflicto
desde 1975.
A pesar de que una escalada a una guerra abierta entre ambos
países es poco probable en estos momentos, este conflicto representa un
importante foco de inestabilidad en Asia meridional y denota el cambiante
escenario geopolítico en Asia. ¿Qué factores ayudan a explicar las causas del
conflicto y sus posibles consecuencias a largo plazo?
La lógica china
Para comprender las motivaciones que han llevado a China a
iniciar las recientes hostilidades en la LAC, debemos tener en cuenta dos
niveles de análisis, uno local y otro regional.
Con el primero,
China ha mostrado preocupación en los últimos años por el desarrollo de
infraestructuras por parte de India a lo largo de la Línea . En enero de
2020, el Ministerio de Defensa indio anunció que había culminado la
construcción de once nuevas carreteras, en busca de su objetivo de completar un
total de 61, cubriendo unos 3.400 km. Esta iniciativa busca mejorar el acceso
del Ejército indio a la LAC. La percepción china es que estos desarrollos ponen
en peligro la superioridad militar que el Ejército Popular de Liberación ha
mantenido durante décadas sobre la LAC, particularmente en el sector
occidental. Esto, unido a la reciente reforma constitucional en Cachemira
llevada a cabo por el Ejecutivo indio, suspendiendo su autonomía e
incorporándola como un territorio más de la federación, ha levantado todas las
alarmas en el Gobierno chino, que ve en las acciones indias un intento
por modificar el statu quo en
una región muy disputada y donde Pekín ha llevado a cabo una fuerte inversión
estratégica con el Corredor Económico sino-pakistaní, parte del megaproyecto de
la Nueva Ruta de la Seda.
La preocupación
china por un cambio en el equilibrio de poder en Cachemira se ve reforzada por
el precedente de la crisis del Doklam en
2017, en el sector oriental de la LAC . Durante esa crisis,
India sorprendió a China con su contundencia al cruzar la LAC para defender sus
intereses geoestratégicos.
Por tanto, en
la esfera local, la lógica de las incursiones militares
chinas en Ladakh se explica por la necesidad de frenar la
consolidación militar india, la cual pone en peligro la preeminencia militar
china en el sector occidental de la LAC.
Pero las causas
locales solo nos ofrecen una explicación parcial de la lógica de las acciones
chinas. Para una comprensión completa es necesario también mirar a sus
motivaciones en la esfera regional. En 2014, Xi Jinping anunció un cambio en la política
exterior de China, abandonando la doctrina del crecimiento pacífico
– Tao
guang yang hui – inaugurada con Deng Xiaoping, en favor de una
doctrina más proactiva – Fen fa you wei. Este cambio se ve
reflejado en un importante número de iniciativas por parte del gigante
asiático; desde el significativo aumento en inversión militar, a
las tensiones comerciales con EE UU o la ya mencionada iniciativa de la Nueva
Ruta de la Seda . Pero si hay un ámbito en el que su nueva política
exterior más agresiva ha sido más evidente es en sus ambiciones territoriales.
En los últimos años, Pekín ha incrementado sustancialmente el
hostigamiento hacia sus vecinos, desde las tensiones con países como Vietnam y
Filipinas en el Mar del Sur de China, pasando por la promulgación de la nueva
Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong o los ejercicios militares en aguas
cercanas a Taiwán. En ese sentido, las tensiones con India en la LAC, tanto en
2017 como este verano, concuerdan con ese patrón.
A su vez, la
histórica percepción del Estado chino de India como una potencia de segundo
nivel parece estar cambiando. El fortalecimiento de las relaciones bilaterales
entre India y EE UU desde la presidencia de George W. Bush, además de la
consolidación de la alianza político-militar conocida como el quad democrático
– que aúna a las cuatro grandes democracias en Asia-Pacífico: Estados Unidos,
India, Japón y Australia – son ahora vistas como una amenaza al objetivo a
medio plazo de China de alcanzar una posición hegemónica en Asia. Si esta vio
en la crisis económica de 2008, que afectó particularmente a Occidente, una
oportunidad para debilitar la posición estadounidense en la región, la crisis
de la COVID19, de la que está saliendo más rápido que el resto del mundo,
parece ser una buena oportunidad para hacer lo mismo con su aliado,
India .
La lógica india
A la hora de
explicar el comportamiento de India en esta crisis es importante analizar sus
prioridades en política exterior desde la llegada al poder de Narendra Modi.
Este estableció como una prioridad de su política exterior la mejora de la cohesión
interna en la que ha sido históricamente la principal esfera de influencia
india, el Sur de Asia. Su política de neighbourhood first desde un
primer momento buscó consolidar el liderazgo de India en el subcontinente.
El Sur de Asia es una de las regiones peor integradas en la
esfera mundial, tanto internamente, entre sus Estados miembros, como
externamente. Esto ha supuesto un lastre importante para el crecimiento de
India. La Asociación para la Cooperación Regional de Asia Meridional (SAARC en
sus siglas en inglés) es una de las más disfuncionales del mundo, debilitada
fundamentalmente por la rivalidad entre sus dos principales miembros, India y
Pakistán . Tras su llegada al poder en 2014, Modi buscó revitalizar las
relaciones intrarregionales convocando una cumbre de la SAARC y realizando
acercamientos hacia Pakistán. Sin embargo, pronto estos brotes verdes quedaron
helados, principalmente por los propios errores indios. Con Pakistán, el
acercamiento inicial decayó por la escalada retórica antimusulmana del Gobierno
indio, primero, y continuó después con la crisis tras el atentado terrorista en
Pulwama de febrero de 2019 y el bombardeo en represalia de las fuerzas aéreas
indias del territorio pakistaní, y la ya mencionada suspensión por parte de
Nueva Delhi de la autonomía de Cachemira ese mismo año.
Las relaciones
con un aliado tradicional como Nepal también se han resentido, con el bloqueo
económico indio al país tras la aprobación de su nueva
Constitución en 2015 y en 2020 con una disputa territorial que
ha creado una importante animadversión social en el país del Himalaya hacia su
vecino del sur. La crisis de los refugiados rohingya y los recientes cambios
constitucionales para revocar la ciudadanía india a refugiados musulmanes de la
guerra de la independencia bangladesí, han dañado a su vez las otrora sólidas
relaciones entre Bangladés e India . Todos estos errores estratégicos por
parte de la diplomacia india en sus relaciones con sus vecinos han tenido una
importante consecuencia, el acercamiento de estos a China. Si a esto unimos la
consolidación de la presencia china en el Océano Índico con la adquisición del
puerto de Hambantota en Sri Lanka, el objetivo de la doctrina Modi de
garantizar la hegemonía de su país en Asia Meridional ha sido un absoluto
fracaso. En su lugar, lo que se ha conseguido ha sido ofrecer una oportunidad a
Pekín de erosionarla.
En este contexto, la iniciativa india para cambiar el equilibrio
de poder en la LAC puede ser percibida como un intento por frenar la intrusión
china en su esfera de influencia, particularmente en su flanco más débil, la
frontera norte.
El factor nacionalista y el futuro del orden regional
Existe un
amplio consenso entre los analistas de que una escalada del conflicto entre
China e India no interesa a ninguno de los dos países . Esta percepción se
ve corroborada por el hecho de que la muerte de los soldados indios tuvo lugar
durante un proceso consensuado de desescalada del conflicto y que se achaca a
errores por parte de los comandantes menos experimentados sobre el terreno. El propio Narendra Modi
en un discurso oficial adoptó una posición diplomática en relación al suceso.
Y por parte de China, la prensa oficialista ha mantenido un perfil bajo en
relación al conflicto, manteniéndolo fuera de sus portadas. Sin embargo, estos
intentos por calmar la situación por parte de ambos gobiernos podrían escapar a
su control por culpa de un factor, el nacionalismo.
Tanto Xi Jinping como Narendra Modi son dos líderes que se
caracterizan por poseer un importante sesgo nacionalista. En el caso de Xi,
este se ve reflejado en su visión del “Sueño Chino”, de la que la nueva
política exterior es un elemento importante . Modi, por su parte, ha hecho
del nacionalismo hinduista una piedra angular de su reelección en 2019. El
nacionalismo militante es un importante motor de la popularidad de ambos
líderes, pero uno que ahora puede volverse en su contra si sus ciudadanos
empiezan a demandar una posición más beligerante hacia la soberanía nacional en
la LAC. En India las redes sociales y los medios de comunicación ya han
empezado a reflejar un importante sentimiento antichino, incluso con boicots a
los productos y proyectos de inversión del país vecino o el bloqueo de apps de
compañías chinas, como TikTok o Weibo. En China, donde el gobierno tiene un
mayor control sobre la opinión pública, la indignación popular ha sido menor,
pero ya han emergido importantes voces desde el ámbito militar y político
llamando a la defensa de la integridad territorial china. El nacionalismo de Xi
ha hecho de los llamados cien años de humillación, el período entre la entrega
de Hong Kong a Gran Bretaña tras las Guerras del Opio y la ocupación japonesa
de China durante la Segunda Guerra Mundial, un símbolo nacionalista en favor de
una política territorial más agresiva . El renunciar a territorios en la
LAC que China considera como suyos, podría ser percibido por la ciudadanía como
una capitulación.
Más allá de su conclusión, sobre la cual se puede ser
moderadamente optimista a día de hoy, este último conflicto entre China e India
ilustra los importantes movimientos tectónicos que están teniendo lugar en el
equilibrio de poder en Asia. Con el aumento del poder económico y militar de
las potencias regionales, es inevitable que sus esferas de influencia acaben por
solaparse, no solo en el Sur de Asia, sino también en Asia Oriental y el
Sureste Asiático, dando lugar a un incremento de las tensiones regionales a
medio y largo plazo. La ambición china por la hegemonía en Asia-Pacífico
lógicamente está creando preocupación en sus vecinos, los cuales comienzan a
mostrarse más decididos a confrontar para evitarlo, en especial ante la notable
caída en la implicación estadounidense en la región durante la presidencia de
Donald Trump.
No hay comentarios:
Publicar un comentario