¿Cuáles son las
luces que arroja sobre los problemas muy particulares post-Brexit que enfrenta
el gobierno británico en sus esfuerzos de desplegar una diplomacia nueva y
optimista bajo la bandera de la "Global Britain"?
En primer
lugar, ¿era esta crisis inevitable? Las cosas pudieron haber sido muy
distintas.
Durante más de
dos décadas, la mayor parte de los gobierno en Occidente tuvieron la esperanza
de que la irrupción de China en la escena internacional ocurriría de una forma
muy específica.
China, se decía, se convertiría en un "accionista responsable"
en la comunidad internacional.
En otras
palabras, cumpliría con los acuerdos y normas internacionales porque, como
parte del sistema, se beneficiaba tanto de estas como el resto de países.
Quizá en ese
tipo de mundo, el acuerdo suscrito entre los gobiernos de Reino Unido y de China
sobre el futuro de Hong Kong habría sobrevivido.
Pero las
cosas no resultaron así.
Potencias distraídas
El ascenso de China fue rápido y decidido. Se convirtió en una superpotencia militar, al menos en su propia
región donde incluso los poderosos Estados Unidos tendrían
dificultades para enfrentar.
Pero su
emergencia ocurrió en un momento en el cual Occidente, en general, y Estados
Unidos, en particular, estaban distraídos.
Había una
guerra contra el terrorismo y una crisis en Siria. Europa tenía la distracción
del Brexit.
Y entonces
estaba el gobierno de Trump en Estados Unidos que, de hecho, apenas ha sido
consistente en su política sobre China y al que le ha faltado un
sentido estratégico en toda su política exterior.
El ascenso de
China durante los últimos cinco años no solamente ha coincidido con un declive
relativo de la posición de Washington en el mundo, sino con un deterioro
absoluto que ha hundido en una crisis el sistema de alianzas de EE.UU. en Asia,
Europa y Medio Oriente.
Mientras crecía
el número de problemas entre China y Occidente, no había una respuesta integral
que viera todos estos elementos -tensiones comerciales, rivalidades
tecnológicas, asuntos estratégicos, etc.- como parte de un "problema
chino" mayor que requería una respuesta coordinada y concertada.
Ese era el
mundo al borde de la crisis por la pandemia de covid-19, un drama que tuvo su
origen en China a la que inicialmente causó muchos problemas, pero que Pekín
está claramente decidido a utilizar a su favor.
No es por
accidente que el resultado ha sido un tono más estridente en la política china
que va desde las tensiones con Estados Unidos y Australia hasta las rivalidades
con la India por la frontera común, para terminar con la
decisión de Pekín de anular los fundamentos de su acuerdo con Reino Unido sobre
Hong Kong.
De hecho, la
crisis de la pandemia le dio a Pekín la oportunidad de poner fin a la crisis en
Hong Kong.
Independientemente de cuánto dure la pandemia, hay una consecuencia
clara: la trayectoria de la política más asertiva de
Pekín probablemente no cambiará a menos que se concrete una
presión real y concertada.
Y, pese a
todas las condenas públicas en contra de la actitud de China hacia las
libertades del pueblo de Hong Kong, es difícil ver que eso ocurrirá.
Una prueba para Reino Unido
Esto coloca
al gobierno de Reino Unido en una situación difícil.
Atascado en
medio de la pandemia, por cuyo manejo ha sido muy criticado el gobierno del
primer ministro Boris Johnson, esta es la primera gran prueba para la nueva y
optimista política exterior británica rebautizada con el nombre de "Global
Britain".
Nadie sabe realmente qué significa "Global
Britain". "Sacar lo mejor de una mala situación", es lo que
quizá dirían cínicamente los opositores al Brexit.
Para ser
justos, con la pandemia ocupando una parte tan grande del tiempo del gobierno,
simplemente es demasiado pronto para emitir cualquier tipo de juicio sobre
"Global Britain" tomando como base lo que está ocurriendo en Hong
Kong.
Lo que sí hace
esta disputa con China es destacar las fortalezas y debilidades de la actual
posición diplomática de Reino Unido. Es importante dejar de lado la retórica de
alto vuelo y observar la cruda realidad.
Hong Kong es
parte de China. Reino Unido es la antigua potencia colonial
que no tiene mucho peso en Pekín.
Se cree
que China ha roto su acuerdo, además de seguir una gran variedad de políticas
de seguridad interna desagradables. Pero China es una suerte de superpotencia,
algo que Reino Unido definitivamente no es.
Entonces,
¿dónde deja esto a gobierno de Boris Johnson?
Muchos comentaristas
dirían en su favor que ha tomado una posición basada en principios morales al
ofrecer refugio a unos tres millones de personas de Hong Kong.
Esta es una
cifra extraordinaria y es más notable por el hecho de que Johnson pertenece al
Partido Conservador, cuya base es muy escéptica ante el tema de la inmigración.
El hecho de que
China quizá no permita que muchas personas se vayan, que muchos decidan
quedarse o que otros, incluso si se van, se dirijan a otra parte del mundo, no
altera el hecho de que Johnson, al enfrentarse a la presión china, ha
intentado mantener una posición de altura.
Pero la
diplomacia está hecha de muchas cosas.
La acción
basada en principios (muchos podrían decir que hay muy poco de eso en las
relaciones internacionales) es una cosa, pero lograr los objetivos de
política exterior es un deporte de equipo. Se trata de ganar la
confianza y el apoyo de los aliados, crear posiciones conjuntas y desarrollar
una acción colectiva.
Aquí, a pesar
del gran apoyo retórico a la posición del Reino Unido en Hong Kong, ha ocurrido
poco más allá de las palabras.
Los
estadounidenses están retirando algunas de las ventajas comerciales que
ofrecían a Hong Kong, pero este es un año electoral y Trump considera que
ponerse duro ante Pekín es un elemento de la estrategia con la que espera
mantenerse en la Casa Blanca.
Pero
"Global Britain" permanece inusitadamente aislada. Está parcialmente
separada de Europa, mientras continúan sus complicadas negociaciones sobre su
futura relación con la Unión Europea.
Y su relación
con los estadounidenses es complicada, por decir lo menos.
A pesar de la afabilidad entre Johnson y Trump, Reino Unido necesita urgentemente un acuerdo comercial con
Washington y siempre se sentirá incómodo ante la idea de
cualquier quid pro quo que pueda
requerirse a cambio del apoyo de Estados Unidos.
De hecho, la
pandemia pone en evidencia tales problemas en términos claros.
Trump nos ha
ofrecido una muestra adicional del significado de "Estados Unidos
primero" con su decisión de comprar la mayor parte del suministro del
remdesivir, medicamente crucial para el tratamiento de covid-19 elaborado por
una farmacéutica estadounidense.
La UE intenta
negociar suministros para sus estados miembros. Sin embargo, no está del todo
claro en qué situación se encuentra Reino Unido en todo esto, aunque los
informes de prensa citan a los funcionarios diciendo que el país ha asegurado
suministros suficientes para sus necesidades.
Esto resalta la posición actual de Reino Unido: en Europa pero sin estar del todo en la UE y cerca de Washington
pero no tanto.
Esto también
es un poderoso recordatorio del creciente peso de la economía y de la
tecnología en los asuntos globales.
Reconectar con el mundo
Durante gran
parte del siglo pasado, se pensaba que los tanques o las bombas nucleares eran
la moneda con la que se demostraba el poder global.
Pero esta era una lectura superficial de las cosas, que ocultaba
el hecho de que cualquiera que sea la importancia del equipamiento militar, la
verdadera razón por la que Estados Unidos dominó en el mundo posterior a la
Segunda Guerra Mundial fue su extraordinaria fortaleza
económica y sus capacidades de investigación.
Ahora China
también tiene esos atributos. Ese es el nuevo orden mundial en el que tendrá
que navegar el barco de "Global Britain".
Reino Unido
tiene muchos atributos. Sigue siendo una nación relativamente rica.
Aún retiene una
silla entre los directores de la política internacional, el Consejo de
Seguridad de la ONU. Pero va a tener que encontrar una forma de reconectarse en
un mundo post-Brexit y postpandemia.
En todo el
mundo, hay
signos de una creciente frustración con las políticas agresivas de Pekín,
las cuales quizá realmente ahora deberían ser llamadas "China
primero".
El legado
colonial le ha dado a Reino Unido un papel protagónico en el desarrollo del
drama de Hong Kong.
Ahora necesita
hacer su parte ayudando a construir un nuevo consenso
internacional para relacionarse con Pekín: uno que al mismo
tiempo de haga retroceder la presión china siga buscando de forma positiva
comprometerse con los gobernantes chinos en los grandes temas globales que
importan.
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