Por Peter Hakim
(Especial para INFOLATAM).- No hay un tema u objetivo principal que domine la visita del Presidente Obama a América Latina esta semana. En cada sitio seguirá una agenda distinta con diferentes objetivos. Los dos días que estará en Brasil constituirán la parte más importante de este viaje. Será la primera oportunidad para mantener un extenso diálogo con la nueva presidenta brasileña, Dilma Rousseff, desde que ésta tomó posesión de su cargo hace poco más de dos meses, el 1 de enero. El Presidente de los Estados Unidos buscará la manera de acabar con las múltiples tensiones que han surgido en las relaciones entre EE.UU. y Brasil, y encauzar esas relaciones hacia una vía más productiva eliminando posibles conflictos y fomentando la cooperación.
En Santiago, Obama hará hincapié en los grandes logros que ha conseguido Chile en los últimos años, señalando al país como un buen socio de EE.UU. y un ejemplo de lo que la región en su conjunto puede lograr. El viaje del presidente a El Salvador refleja la creciente preocupación que hay en Washington por la escalada de delincuencia y violencia en el país y en toda Centroamérica. Se espera el compromiso de Estados Unidos para reforzar el apoyo a las medidas de lucha contra la delincuencia y el desarrollo de programas sociales. Los colombianos se sorprendieron de que su país, considerado durante mucho tiempo como el aliado más cercano de EE.UU. en América del Sur, no haya sido incluido en el itinerario del presidente estadounidense y no les convenció la explicación ofrecida por la Casa Blanca de que Obama visitaría Colombia en 2012 con motivo de la Cumbre de las Américas.
Era necesario un viaje como el que el presidente va a realizar a América Latina. La última vez que estuvo fue en 2009, cuando participó en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago e hizo dos breves visitas a México – una, de camino hacia la Cumbre. Hillary Clinton, en cambio, ha viajado a América Latina más que cualquier otro Secretario de Estado de EE.UU.
Las relaciones de EE.UU. con América Latina no están en crisis. Estados Unidos goza, en muchos ámbitos, de una situación más favorable y prometedora que hace cuatro o cinco años. La campaña anti-americana desarrollada por la Venezuela de Hugo Chávez y sus aliados bolivarianos se ha debilitado. El “giro a la izquierda” electoral de mediados de los 2000 no tuvo serias consecuencias para EE.UU. La mayor parte de las veces se demostró que los conceptos de derecha e izquierda no son útiles a la hora de comprender la política Latinoamericana. La forma en la que los Gobiernos etiquetaron su ideología no fue más que un indicador de cómo gobernaron o si mantuvieron relaciones de cooperación con Estados Unidos.
En este próximo viaje el presidente Obama visitará dos países gobernados por partidos de centro-izquierda y uno por una coalición de centro-derecha. La mayoría de los países de la región se han comprometido a impulsar la democracia y estrategias económicas de mercado. Sus economías están disfrutando ahora de estabilidad, con un sólido crecimiento y un mayor progreso social que en cualquier otro momento de su historia reciente. En la región, las políticas democráticas son ahora la norma. Están demostrando capacidad de recuperación y sostenibilidad, incluso en lugares donde las instituciones políticas siguen siendo inestables.
También es evidente que los Estados Unidos y América Latina se han ido alejando. La mayor parte de los países de la región consideran hoy a EE.UU. más distante y menos relevante que antes para sus intereses, necesidades y opciones. Esto no debería ser visto como algo adverso para Estados Unidos o los países de la región. Con economías e instituciones más fuertes en casa, los latinoamericanos han diversificado y estrechado sus relaciones internacionales. Tienen menos dependencia de la ayuda y el asesoramiento de EE.UU., y un espectro más amplio de posibles socios inversores y comerciales.
(Especial para INFOLATAM).- No hay un tema u objetivo principal que domine la visita del Presidente Obama a América Latina esta semana. En cada sitio seguirá una agenda distinta con diferentes objetivos. Los dos días que estará en Brasil constituirán la parte más importante de este viaje. Será la primera oportunidad para mantener un extenso diálogo con la nueva presidenta brasileña, Dilma Rousseff, desde que ésta tomó posesión de su cargo hace poco más de dos meses, el 1 de enero. El Presidente de los Estados Unidos buscará la manera de acabar con las múltiples tensiones que han surgido en las relaciones entre EE.UU. y Brasil, y encauzar esas relaciones hacia una vía más productiva eliminando posibles conflictos y fomentando la cooperación.
En Santiago, Obama hará hincapié en los grandes logros que ha conseguido Chile en los últimos años, señalando al país como un buen socio de EE.UU. y un ejemplo de lo que la región en su conjunto puede lograr. El viaje del presidente a El Salvador refleja la creciente preocupación que hay en Washington por la escalada de delincuencia y violencia en el país y en toda Centroamérica. Se espera el compromiso de Estados Unidos para reforzar el apoyo a las medidas de lucha contra la delincuencia y el desarrollo de programas sociales. Los colombianos se sorprendieron de que su país, considerado durante mucho tiempo como el aliado más cercano de EE.UU. en América del Sur, no haya sido incluido en el itinerario del presidente estadounidense y no les convenció la explicación ofrecida por la Casa Blanca de que Obama visitaría Colombia en 2012 con motivo de la Cumbre de las Américas.
Era necesario un viaje como el que el presidente va a realizar a América Latina. La última vez que estuvo fue en 2009, cuando participó en la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago e hizo dos breves visitas a México – una, de camino hacia la Cumbre. Hillary Clinton, en cambio, ha viajado a América Latina más que cualquier otro Secretario de Estado de EE.UU.
Las relaciones de EE.UU. con América Latina no están en crisis. Estados Unidos goza, en muchos ámbitos, de una situación más favorable y prometedora que hace cuatro o cinco años. La campaña anti-americana desarrollada por la Venezuela de Hugo Chávez y sus aliados bolivarianos se ha debilitado. El “giro a la izquierda” electoral de mediados de los 2000 no tuvo serias consecuencias para EE.UU. La mayor parte de las veces se demostró que los conceptos de derecha e izquierda no son útiles a la hora de comprender la política Latinoamericana. La forma en la que los Gobiernos etiquetaron su ideología no fue más que un indicador de cómo gobernaron o si mantuvieron relaciones de cooperación con Estados Unidos.
En este próximo viaje el presidente Obama visitará dos países gobernados por partidos de centro-izquierda y uno por una coalición de centro-derecha. La mayoría de los países de la región se han comprometido a impulsar la democracia y estrategias económicas de mercado. Sus economías están disfrutando ahora de estabilidad, con un sólido crecimiento y un mayor progreso social que en cualquier otro momento de su historia reciente. En la región, las políticas democráticas son ahora la norma. Están demostrando capacidad de recuperación y sostenibilidad, incluso en lugares donde las instituciones políticas siguen siendo inestables.
También es evidente que los Estados Unidos y América Latina se han ido alejando. La mayor parte de los países de la región consideran hoy a EE.UU. más distante y menos relevante que antes para sus intereses, necesidades y opciones. Esto no debería ser visto como algo adverso para Estados Unidos o los países de la región. Con economías e instituciones más fuertes en casa, los latinoamericanos han diversificado y estrechado sus relaciones internacionales. Tienen menos dependencia de la ayuda y el asesoramiento de EE.UU., y un espectro más amplio de posibles socios inversores y comerciales.
China, en concreto, ha asumido un papel importante y en constante crecimiento como las economías de la región, desplazando a Estados Unidos como el socio comercial número uno para Brasil y otros países. Las disputas entre los países de la región están ahora dirigidas rutinariamente por los propios países. Los Gobiernos latinoamericanos están también llevando la iniciativa para crear sus propios acuerdos e instituciones que algunas veces refuerzan, pero también compiten con organizaciones inter-americanas como la OEA.
México
Por otra parte, la polarización política de Washington ha complicado el cambio de las políticas y métodos de Estados Unidos con América Latina sin importar cuán obsoletas o ineficaces sean. Las limitaciones políticas e institucionales de la política de EE.UU. en la región se plasman en la capacidad limitada de Estados Unidos para ayudar a México a hacer frente a sus graves problemas de criminalidad y violencia, hasta el momento. A pesar de su retórica sobre la “responsabilidad compartida”, Washington no ha sido capaz de cumplir sus promesas, ya sea para reducir el consumo nacional de drogas ilícitas o para frenar el flujo de armas y dinero hacia el sur. Después de cuatro años, el apoyo financiero y técnico de EE.UU. a México no parece haber contribuido mucho al éxito de las fuerzas de seguridad mexicanas o a la calidad de la coordinación entre los organismos mexicanos y estadounidenses que luchan contra el crimen.
Tampoco ha tenido éxito Washington para abordar otras cuestiones que son cruciales para América Latina. México y otros vecinos cercanos de América Central y el Caribe se han llevado uno de los mayores varapalos con el estancamiento de la reforma migratoria tantas veces prometida por EE.UU., un fracaso agravado por la hostilidad visible en muchas partes de los Estados Unidos hacia las comunidades de inmigrantes hispanos. Las victorias republicanas en las elecciones al Congreso del pasado mes de noviembre pueden permitir, finalmente, la ratificación de los Tratados de Libre Comercio con Colombia y Panamá que fueron firmados hace varios año, pero el resultado de las elecciones ha complicado que Estados Unidos dirija temas como las reformas sobre emigración o las relaciones con Cuba.
A pesar de la decepción de América Latina con las políticas de EE.UU., Obama recibirá una calurosa bienvenida en los países a los que acuda. Las encuestas muestran que el presidente estadounidense sigue siendo el líder extranjero más popular en cada uno de los tres países de su itinerario: Brasil, Chile y El Salvador. Su visita será un gran éxito para su diplomacia personal.
Llevarse bien con Brasil
La agenda de Estados Unidos en Brasil está clara. Washington quiere una relación basada más en la cooperación y menos en la confrontación – bilateralmente, regionalmente, y globalmente. Pretende sobre todo un mejor entendimiento entre los dos países en varios temas de vital importancia para EE.UU. Funcionarios de EE.UU. se sienten alentados por las declaraciones y decisiones de la presidenta Rousseff durante sus dos primeros meses en el cargo, y creen que la buena relación personal entre Obama y Rousseff ayudará a desarrollar unas relaciones más satisfactorias entre los dos países.
Lo que más disgusta a Washington es la defensa permanente de Brasil del programa nuclear de Irán, en un momento en que EE.UU. está luchando para poner fin a las actividades de enriquecimiento de uranio para evitar que consiga una gran capacidad armamentística. El año pasado solo Brasil y Turquía, – de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas- , rechazaron la propuesta liderada por EE.UU. para sancionar las violaciones nucleares de Irán. El propio programa nuclear de Brasil es otro punto de contención. Washington está muy preocupado, no por la perspectiva de Brasil para producir armas, sino por su tibio apoyo al régimen de no proliferación en el mundo.
Hay otros puntos de desencuentro entre Brasil y EE.UU. – sobre temas como el conflicto entre Israel y Palestina; los vínculos de Brasil con adversarios de EE.UU. como Cuba, Irán y Venezuela; el continuo estancamiento en Honduras; la oposición de Brasilia al acuerdo militar entre EE.UU. y Colombia; y en general, la percepción de EE.UU. de que la diplomacia brasileña se ha mantenido indiferente a las violaciones internacionales de la democracia y los derechos humanos. Ninguno de esos temas, más o menos importantes, se resolverán en el viaje de dos días de Obama, ni la política de Brasil va a cambiar drásticamente a corto plazo. Pero, con una nueva presidenta en Brasil y el primer viaje de Obama a América del Sur, se presenta una buena oportunidad para que los dos líderes analicen los problemas que afectan a la relación entre sus naciones.
¿Qué quiere entonces Brasil de Estados Unidos? Sobre todo, los brasileños están buscando que EE.UU. reconozca como debe el nuevo lugar que ocupa Brasil a escala mundial y regional. La visita de Obama a Río y Brasilia se medirá con el mismo rasero que la exitosa visita a Nueva Delhi del año pasado. El punto culminante de ese viaje fue el apoyo público de Obama a la consideración de la India como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Así, un respaldo inequívoco a la vieja aspiración de Brasil de un asiento permanente en el Consejo elevaría la importancia de la visita de Obama a Brasil. Los brasileños saben que es muy poco probable que suceda enseguida – precisamente por las muchas diferencias políticas que hay entre los dos países – pero es un tema que merece una minuciosa discusión.
Aunque carece del impacto de la aprobación de Naciones Unidas, Brasil también recibiría con los brazos abiertos una iniciativa seria y constante que proporcionara al país el acceso a los mejores recursos tecnológicos y científicos de EE.UU. Ése fue otro de los acuerdos del viaje de Obama a la India el pasado año. La visita del presidente a Brasil es una oportunidad para establecer las bases para la cooperación en Ciencia y Tecnología en varias áreas de alta rentabilidad. Por ejemplo, podrían convencer a Brasil para que comprara aviones de combate de Boeing con sede en EE.UU. (en lugar de a los competidores en Francia, Suecia o Rusia) si la venta fuera acompañada por una transferencia significativa de tecnología o si Boeing estuviera preparada para construir partes del avión en Brasil (quizás en cooperación con la compañía brasileña de alta tecnología Embraer, el tercer fabricante de aviones comerciales del mundo).
México
Por otra parte, la polarización política de Washington ha complicado el cambio de las políticas y métodos de Estados Unidos con América Latina sin importar cuán obsoletas o ineficaces sean. Las limitaciones políticas e institucionales de la política de EE.UU. en la región se plasman en la capacidad limitada de Estados Unidos para ayudar a México a hacer frente a sus graves problemas de criminalidad y violencia, hasta el momento. A pesar de su retórica sobre la “responsabilidad compartida”, Washington no ha sido capaz de cumplir sus promesas, ya sea para reducir el consumo nacional de drogas ilícitas o para frenar el flujo de armas y dinero hacia el sur. Después de cuatro años, el apoyo financiero y técnico de EE.UU. a México no parece haber contribuido mucho al éxito de las fuerzas de seguridad mexicanas o a la calidad de la coordinación entre los organismos mexicanos y estadounidenses que luchan contra el crimen.
Tampoco ha tenido éxito Washington para abordar otras cuestiones que son cruciales para América Latina. México y otros vecinos cercanos de América Central y el Caribe se han llevado uno de los mayores varapalos con el estancamiento de la reforma migratoria tantas veces prometida por EE.UU., un fracaso agravado por la hostilidad visible en muchas partes de los Estados Unidos hacia las comunidades de inmigrantes hispanos. Las victorias republicanas en las elecciones al Congreso del pasado mes de noviembre pueden permitir, finalmente, la ratificación de los Tratados de Libre Comercio con Colombia y Panamá que fueron firmados hace varios año, pero el resultado de las elecciones ha complicado que Estados Unidos dirija temas como las reformas sobre emigración o las relaciones con Cuba.
A pesar de la decepción de América Latina con las políticas de EE.UU., Obama recibirá una calurosa bienvenida en los países a los que acuda. Las encuestas muestran que el presidente estadounidense sigue siendo el líder extranjero más popular en cada uno de los tres países de su itinerario: Brasil, Chile y El Salvador. Su visita será un gran éxito para su diplomacia personal.
Llevarse bien con Brasil
La agenda de Estados Unidos en Brasil está clara. Washington quiere una relación basada más en la cooperación y menos en la confrontación – bilateralmente, regionalmente, y globalmente. Pretende sobre todo un mejor entendimiento entre los dos países en varios temas de vital importancia para EE.UU. Funcionarios de EE.UU. se sienten alentados por las declaraciones y decisiones de la presidenta Rousseff durante sus dos primeros meses en el cargo, y creen que la buena relación personal entre Obama y Rousseff ayudará a desarrollar unas relaciones más satisfactorias entre los dos países.
Lo que más disgusta a Washington es la defensa permanente de Brasil del programa nuclear de Irán, en un momento en que EE.UU. está luchando para poner fin a las actividades de enriquecimiento de uranio para evitar que consiga una gran capacidad armamentística. El año pasado solo Brasil y Turquía, – de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas- , rechazaron la propuesta liderada por EE.UU. para sancionar las violaciones nucleares de Irán. El propio programa nuclear de Brasil es otro punto de contención. Washington está muy preocupado, no por la perspectiva de Brasil para producir armas, sino por su tibio apoyo al régimen de no proliferación en el mundo.
Hay otros puntos de desencuentro entre Brasil y EE.UU. – sobre temas como el conflicto entre Israel y Palestina; los vínculos de Brasil con adversarios de EE.UU. como Cuba, Irán y Venezuela; el continuo estancamiento en Honduras; la oposición de Brasilia al acuerdo militar entre EE.UU. y Colombia; y en general, la percepción de EE.UU. de que la diplomacia brasileña se ha mantenido indiferente a las violaciones internacionales de la democracia y los derechos humanos. Ninguno de esos temas, más o menos importantes, se resolverán en el viaje de dos días de Obama, ni la política de Brasil va a cambiar drásticamente a corto plazo. Pero, con una nueva presidenta en Brasil y el primer viaje de Obama a América del Sur, se presenta una buena oportunidad para que los dos líderes analicen los problemas que afectan a la relación entre sus naciones.
¿Qué quiere entonces Brasil de Estados Unidos? Sobre todo, los brasileños están buscando que EE.UU. reconozca como debe el nuevo lugar que ocupa Brasil a escala mundial y regional. La visita de Obama a Río y Brasilia se medirá con el mismo rasero que la exitosa visita a Nueva Delhi del año pasado. El punto culminante de ese viaje fue el apoyo público de Obama a la consideración de la India como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Así, un respaldo inequívoco a la vieja aspiración de Brasil de un asiento permanente en el Consejo elevaría la importancia de la visita de Obama a Brasil. Los brasileños saben que es muy poco probable que suceda enseguida – precisamente por las muchas diferencias políticas que hay entre los dos países – pero es un tema que merece una minuciosa discusión.
Aunque carece del impacto de la aprobación de Naciones Unidas, Brasil también recibiría con los brazos abiertos una iniciativa seria y constante que proporcionara al país el acceso a los mejores recursos tecnológicos y científicos de EE.UU. Ése fue otro de los acuerdos del viaje de Obama a la India el pasado año. La visita del presidente a Brasil es una oportunidad para establecer las bases para la cooperación en Ciencia y Tecnología en varias áreas de alta rentabilidad. Por ejemplo, podrían convencer a Brasil para que comprara aviones de combate de Boeing con sede en EE.UU. (en lugar de a los competidores en Francia, Suecia o Rusia) si la venta fuera acompañada por una transferencia significativa de tecnología o si Boeing estuviera preparada para construir partes del avión en Brasil (quizás en cooperación con la compañía brasileña de alta tecnología Embraer, el tercer fabricante de aviones comerciales del mundo).
Del mismo modo, si los Estados Unidos pueden compartir tecnología de energía nuclear con la India (que cuenta con un arsenal de armas atómicas y se niega a firmar el tratado de no-proliferación de las Naciones Unidas), sin duda debería estar dispuesto a hacerlo con Brasil libre de armas nucleares. La energía renovable es otra área obvia de la colaboración bilateral. Es complicado comprender por qué los dos países que producen el 90 por ciento del etanol del mundo no han sido capaces de construir el tipo de cooperación firme sobre biocombustibles que acordaron hace cuatro años.
Celebración de Chile y América Latina
La escala en Chile será la más sencilla y la que presente menos complicaciones al presidente en sus cuatro días en América Latina. A lo largo de los últimos 20 años, tras el regreso de la democracia a Chile en 1990, EE.UU. y Chile han tenido una relación cercana y excepcionalmente cordial (interrumpida tan solo por un hecho – la oposición de Chile, entonces miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, a la invasión de Irak por parte de EE.UU. en 2003).
Celebración de Chile y América Latina
La escala en Chile será la más sencilla y la que presente menos complicaciones al presidente en sus cuatro días en América Latina. A lo largo de los últimos 20 años, tras el regreso de la democracia a Chile en 1990, EE.UU. y Chile han tenido una relación cercana y excepcionalmente cordial (interrumpida tan solo por un hecho – la oposición de Chile, entonces miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, a la invasión de Irak por parte de EE.UU. en 2003).
Chile fue el segundo país en América Latina (y el sexto en el mundo) en firmar un acuerdo de libre mercado con Estados Unidos. Al contrario de lo que ocurre con la agenda de Estados Unidos y Brasil, llena de preguntas sin resolver, las relaciones de Estados Unidos y Chile están libres de fricciones y ninguno tiene temas conflictivos con el otro. Chile y EE.UU. han establecido ya importantes programas de intercambio en sectores técnicos y educativos, y es probable que se amplíen próximamente.
El presidente Obama tendrá la oportunidad de contemplar los impresionantes logros políticos, económicos y sociales de los últimos años, que lo hacen hoy en día el país mejor gobernado y con mayores ingresos de América Latina y permite una estrecha colaboración para el desarrollo. Y no dejará de mencionar el sorprendente rescate de los 33 mineros chilenos atrapados bajo tierra.
El presidente Obama tendrá la oportunidad de contemplar los impresionantes logros políticos, económicos y sociales de los últimos años, que lo hacen hoy en día el país mejor gobernado y con mayores ingresos de América Latina y permite una estrecha colaboración para el desarrollo. Y no dejará de mencionar el sorprendente rescate de los 33 mineros chilenos atrapados bajo tierra.
El presidente, sin embargo, tendrá que equilibrar sus alabanzas a Chile, con el debido reconocimiento de los importantes progresos realizados en toda la región – y ofrecer la atención debida a todo el potencial de América Latina para construir sociedades más prósperas e igualitarias, afianzando sus instituciones democráticas, y siendo más activas en los asuntos globales y aquellos que conciernen al hemisferio. La experiencia chilena es una clara muestra de que esto se puede lograr.
Agitado El Salvador y América Central
A diferencia de sus visitas a América del Sur, el viaje de Obama a El Salvador tendrá la sensación y el contenido de una visita presidencial estadounidense a la América Latina más tradicional. Podría ser también el lugar donde se hicieran más negocios. Más que Brasil o Chile, El Salvador está estrechamente ligado a EE.UU., tanto demográfica como económicamente. Como país pequeño y pobre con una población muy deprimida, necesita y requiere gran ayuda de EE.UU. para encarar sus problemas urgentes.
Agitado El Salvador y América Central
A diferencia de sus visitas a América del Sur, el viaje de Obama a El Salvador tendrá la sensación y el contenido de una visita presidencial estadounidense a la América Latina más tradicional. Podría ser también el lugar donde se hicieran más negocios. Más que Brasil o Chile, El Salvador está estrechamente ligado a EE.UU., tanto demográfica como económicamente. Como país pequeño y pobre con una población muy deprimida, necesita y requiere gran ayuda de EE.UU. para encarar sus problemas urgentes.
El Salvador y los otros países de América Central tienen que hacer frente a una serie de amenazas que no pueden abordar por sí mismos. Sin embargo, merece la pena señalar que, incluso en América Central, EE.UU. ha influido considerablemente menos de lo que lo hacía hace una década. Washington, por ejemplo, se ha mantenido en gran medida al margen del conflicto fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua, aún sin resolver.
El presidente Obama tiene una agenda concreta para El Salvador. Primero, anunciará un nuevo refuerzo para el problema más urgente al que debe hacer frente América Central: la escalada de crímenes y violencia que se ha extendido por la región y está causando estragos en la seguridad pública y el Estado de Derecho; socavando la credibilidad del ejército de la nación, la policía y los sistemas de justicia; y desafiando a las autoridades federales y estatales.
En algunos países, hay una gran alarma porque el caos y la corrupción puedan poner en peligro los frágiles gobiernos democráticos. Es desalentador que incluso Costa Rica, con instituciones públicas más desarrolladas y una gestión eficaz, se sienta abrumada por la actual ola de violencia criminal. Sobre este tema hay un amplio acuerdo acerca de que los problemas deben ser coordinados regionalmente y no país por país. Hasta el momento, Estados Unidos ha proporcionado algo de ayuda a los países de América Central al igual que el apoyo prestado a México en su lucha contra la delincuencia, pero los planes se centran en un nuevo programa que dirigirá una mayor atención, recursos y ayuda técnica a América Central.
Complementando su financiación en materia de seguridad, Estados Unidos tratará también de aumentar su apoyo al desarrollo social y económico en El Salvador, incluida la ayuda para reforzar la eficacia del Tratado de Libre Comercio entre El Salvador y Estados Unidos. Esto es muy necesario. Los resultados económicos del país (y los de América Central en general) han sido irregulares y van a la zaga del resto de América Latina. América Central fue golpeada con más dureza por la crisis económica global que otras partes de la región, y ha tenido un periodo de recuperación más difícil, lo que refleja tanto sus estrechos vínculos con la economía de Estados Unidos (a través de las remesas, el turismo, las exportaciones y los flujos de inversión) como su fuerte dependencia de las importaciones de combustibles y alimentos.
Una cuestión fundamental que no será abordada adecuadamente en la visita de Obama es la continua frustración de El Salvador (y cualquier otro país de América Central) con las políticas de inmigración de los EE.UU. Con alrededor de un millón y medio de salvadoreños residentes en Estados Unidos, más de 200.000 de ellos solo con estatus legal temporal, y las remesas representando una parte considerable de la renta nacional, no hay ningún tema de más importancia para El Salvador en su relación con EE.UU.
Lo mismo ocurre en los casos de Guatemala y Honduras. Pero, como el problema ha generado más y más divisiones políticas, las perspectivas sobre posibles cambios en la ley de inmigración de EE.UU. se han desvanecido. Incluso las reformas mínimas – como la llamada Dream Act (acrónimo de Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros) para ayudar a niños que han llegado a los Estados Unidos como que los menores de edad obtengan la residencia legal, continúan siendo rechazadas.
Es inevitable que el viaje de Obama a América Latina – y particularmente el tiempo que pasará en Brasil – se comparen con su visita del pasado año a la India. Y es poco probable que esté a la altura de las circunstancias. Estados Unidos hizo un largo viaje para establecer una fuerte asociación con la India sobre cuestiones fundamentales de seguridad y tecnología, y para reconocer que el país debe desempeñar un papel central en los asuntos mundiales. Sin duda, América Latina tiene mucha menos importancia estratégica para Estados Unidos que la India (que limita con Pakistán y China), pero la región ha llegado a un punto en el que merece el mismo nivel de compromiso de Washington.
El presidente Obama tiene una agenda concreta para El Salvador. Primero, anunciará un nuevo refuerzo para el problema más urgente al que debe hacer frente América Central: la escalada de crímenes y violencia que se ha extendido por la región y está causando estragos en la seguridad pública y el Estado de Derecho; socavando la credibilidad del ejército de la nación, la policía y los sistemas de justicia; y desafiando a las autoridades federales y estatales.
En algunos países, hay una gran alarma porque el caos y la corrupción puedan poner en peligro los frágiles gobiernos democráticos. Es desalentador que incluso Costa Rica, con instituciones públicas más desarrolladas y una gestión eficaz, se sienta abrumada por la actual ola de violencia criminal. Sobre este tema hay un amplio acuerdo acerca de que los problemas deben ser coordinados regionalmente y no país por país. Hasta el momento, Estados Unidos ha proporcionado algo de ayuda a los países de América Central al igual que el apoyo prestado a México en su lucha contra la delincuencia, pero los planes se centran en un nuevo programa que dirigirá una mayor atención, recursos y ayuda técnica a América Central.
Complementando su financiación en materia de seguridad, Estados Unidos tratará también de aumentar su apoyo al desarrollo social y económico en El Salvador, incluida la ayuda para reforzar la eficacia del Tratado de Libre Comercio entre El Salvador y Estados Unidos. Esto es muy necesario. Los resultados económicos del país (y los de América Central en general) han sido irregulares y van a la zaga del resto de América Latina. América Central fue golpeada con más dureza por la crisis económica global que otras partes de la región, y ha tenido un periodo de recuperación más difícil, lo que refleja tanto sus estrechos vínculos con la economía de Estados Unidos (a través de las remesas, el turismo, las exportaciones y los flujos de inversión) como su fuerte dependencia de las importaciones de combustibles y alimentos.
Una cuestión fundamental que no será abordada adecuadamente en la visita de Obama es la continua frustración de El Salvador (y cualquier otro país de América Central) con las políticas de inmigración de los EE.UU. Con alrededor de un millón y medio de salvadoreños residentes en Estados Unidos, más de 200.000 de ellos solo con estatus legal temporal, y las remesas representando una parte considerable de la renta nacional, no hay ningún tema de más importancia para El Salvador en su relación con EE.UU.
Lo mismo ocurre en los casos de Guatemala y Honduras. Pero, como el problema ha generado más y más divisiones políticas, las perspectivas sobre posibles cambios en la ley de inmigración de EE.UU. se han desvanecido. Incluso las reformas mínimas – como la llamada Dream Act (acrónimo de Desarrollo, Alivio y Educación para Menores Extranjeros) para ayudar a niños que han llegado a los Estados Unidos como que los menores de edad obtengan la residencia legal, continúan siendo rechazadas.
Es inevitable que el viaje de Obama a América Latina – y particularmente el tiempo que pasará en Brasil – se comparen con su visita del pasado año a la India. Y es poco probable que esté a la altura de las circunstancias. Estados Unidos hizo un largo viaje para establecer una fuerte asociación con la India sobre cuestiones fundamentales de seguridad y tecnología, y para reconocer que el país debe desempeñar un papel central en los asuntos mundiales. Sin duda, América Latina tiene mucha menos importancia estratégica para Estados Unidos que la India (que limita con Pakistán y China), pero la región ha llegado a un punto en el que merece el mismo nivel de compromiso de Washington.
Aunque eso no es probable que ocurra inmediatamente, el presidente Obama puede y debería aprovechar su visita para empezar a moverse en esa dirección – demostrando su conocimiento del rápido ritmo de cambio que está viviendo América Latina y el reconocimiento del enorme potencial futuro de la región para el progreso económico, social e institucional y su gran influencia internacional. Estados Unidos puede no estar aún preparado para convertir a Brasil en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, pero es sin duda un tema que merece un debate serio entre los presidentes de Estados Unidos y Brasil – y la decisión puede ser únicamente cuestión de tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario