James Petras
LLa mayoría de los balances de la revuelta árabe de Egipto, Túnez, Libia, Marruecos, Yemen, Jordania, Bahrein, Irak y otros lugares se han centrado en las causas más inmediatas: la política, las dictaduras, el desempleo, la represión y los muertos y heridos entre los manifestantes. Se les presta mayor atención a la “clase media”, los activistas jóvenes, educados, sus formas de comunicación a través de Internet, (Los Angeles Times, 16 de febrero de 2011) y, en el caso de los sionistas de Israel y sus teóricos de la conspiración, a “la mano oculta” de los extremistas islámicos (Daily Alert, febrero).
Lo que falta es cualquier intento de proporcionar un marco para la revuelta, tomar en cuenta en hecho en gran escala, a largo y medio plazo, las estructuras socioeconómicas, además de los “detonadores” inmediatos de la acción política. El alcance y la profundidad de los levantamientos populares, así como las diversas fuerzas políticas y sociales que han entrado en conflicto, no permiten las explicaciones unidimensionales de la lucha.
Una mejor aproximación sería tomar un “marco en embudo” que en la punta más ancha (el largo plazo, las estructuras) se vea la naturaleza del sistema económico, las clases y el sistema político; que a mediano plazo se define por los efectos dinámicos acumulativos de estas estructuras en cambios en las relaciones políticas, sociales y económicas; y en las causas de corto plazo lo que precipita la respuesta socio-política-psicológica, o la conciencia social que lleva a la acción política.
La naturaleza de las economías árabes
Con excepción de Jordania, la mayoría de las economías árabes donde ocurre la revuelta se basan en la renta del petróleo, gas, minerales y el turismo, que proporcionan la mayor parte de las ganancias de exportación y los ingresos fiscales (Financial Times, 22 de febrero de 2011, p. 14). Estos sectores económicos exportadores son de hecho enclaves que emplean una pequeña fracción de la fuerza de trabajo y definen una gran especialización de la economía (Banco Mundial, Informe Anual 2009). Estos sectores de exportación no se articulan con una diversificación de la economía productiva nacional: el petróleo se exporta, mientras que todos los productos terminados así como los recursos financieros y los servicios de alta tecnología son importados y controlados multinacionales extranjeras vinculadas a la clase dominante expatriada (Económico y Político Semanal, 12 de febrero de 2011, p. 11). El turismo refuerza el carácter rentista de los ingresos, como sector proveedor de divisas y de ingresos fiscales a la clase -estado clánica. En esto se basa el subsididio al capital extranjero por el Estado y las conexiones políticas locales como “agentes inmobiliarios” de la inversión e importación extranjera.
Peones de la construcción
La economía basada en la renta puede generar una gran riqueza, especialmente cuando los precios de la energía se disparan, pero los fondos financieros los acumula una clase rentista que no tienen vocación o inclinación por la profundización y ampliación del proceso de desarrollo económico y la innovación. Los rentistas se especializan en la especulación financiera, las inversiones en el extranjero a través de firmas de capital privado, el consumo extravagante de la más alta gama de productos de lujo en cuentas privadas secretas de millones de dólares euros en el extranjero.
La economía rentista proporciona pocos puestos de trabajo en la actividad productiva moderna, el estrato superior es controlado por otros miembros de los clanes familiares y las instituciones financieras extranjeras a través de técnicos expertos expatriados, y los niveles bajos los ocupa el trabajo extranjero contratado, y la mano de obra calificada local que esté dispuesta a aceptar ingresos inferiores y peores condiciones de trabajo.
De la economía rentista de enclave resulta una clase dominante de base clánica que “confunde” propiedad pública y privada: lo que es “Estado” es en realidad monarcas absolutistas y sus familias extendidas que tiene en la punta a su líder tribal cliente, y el entorno político y los tecnócratas en el medio.
Son “clases dominantes cerradas”. La entrada es selectiva miembros del clan o dinastías familiares y a un pequeño número de individuos “emprendedores” individuos que puedan acumular riqueza al servicio del clan de la clase gobernante. El “círculo íntimo” vive de la renta, y de los pagos de sus socios en el sistema permisario que no está basado en capacidades sino solamente en permisos oficiales, concesiones de tierras, las licencias de importación y exenciones fiscales.
Más allá de pillaje del tesoro público, el clan de la clase dominante promueve la “libre comercio”, es decir, la importación de productos terminados baratos, con lo socavan cualquier creación de empresas nacionales productivas en manufactura, sector agrícola o técnico.
Como resultado de ello no hay capitalismo empresarial nacional ni “clase media”. Lo que aparenta ser una clase media son en gran parte empleados públicos (profesores, profesionales de salud, funcionarios, bomberos, policías, militares) que dependen de sus salarios, que a su vez depende de su sumisión al poder absolutista. No tienen ninguna posibilidad de subir a los niveles más altos o de encontrar oportunidades económicas para sus hijos educados.
La concentración del poder económico, social y político en un sistema cerrado de control de clase y clan da lugar a una enorme concentración de la riqueza. Dada la distancia social entre gobernantes y gobernados, la riqueza generada por los altos precios de los productos exportables produce una imagen muy distorsionada de la “riqueza” per capita, al sumar millonarios y multimillonarios en la franja superior y una masa de jóvenes subempleados de bajos ingresos, lo que da un ingreso promedio engañosamente alto 8Blog de Washington, 2/24/11).
La dominación: por las fuerza y por el asistencialismo
Para compensar estas grandes disparidades en la sociedad y para proteger la posición de la clase gobernante parasitaria rentista, ésta forma alianzas con corporaciones armamentistas multimillonarias con la protección militar de la potencia imperial dominante (EE.UU.)l. Los gobernantes participan en el sistema “neo-colonizal por invitación”, que ofrece su territorio para bases militares y campos de aviación, puertos para las operaciones navales, colusión en la contratación de mercenarios contra los adversarios del poder imperial, y la sumisión a la hegemonía sionista en la región (a pesar de criticas ocasionales sin consecuencias.
En el mediano plazo, el dominio por la fuerza se complementa con planes asistenciales paternalistas hacia la población rural pobre y los clanes tribales, los subsidios alimentarios para los pobres urbanos; y el empleo de trabajo precario para los desempleados de la juventud culta (Financial Times, 2/25/11, p. 1). Tanto las compras de costosas armas como los subsidios paternalistas reflejan la incapacidad para llevar adelante inversiones productivas. Miles de millones se se gastan en armas en vez aplicarse a la diversificación de la economía. Cientos de millones se gastan en planes asistencialistas de única vez en vez de inversiones a largo plazo para el desarrollo productivo.
La “goma arábiga” que mantiene unidas las piezas del sistema es la combinación de pillaje moderno del patrimonio público y los recursos naturales y la energía, con el uso de las tradiciones clánicas y el reclutamiento neo-colonial de contratistas mercenarios para controlar y reprimir a la población. Los armamentos modernos de origen norteamericano al servicio de las anacrónicas monarquías absolutistas y dictaduras, similares a los gobierno dinásticos del siglo XVIII.
La introducción y extensión de los sistemas actualizados de comunicación, los centros comerciales de arquitectura ultra moderna destinado a un estrato elitista de consumidores sintuarios ofrece un marcado contraste con la gran mayoría de los jóvenes cultos desempleados, excluidos de la franja superior y la presión desde abajo de los trabajadores inmigrantes precarios de bajos salarios.
La desestabilización neo-liberal
El sistema rentista de clase y de clan es presionado por las instituciones financieras internacionales y los banqueros locales para “reformar” sus economías: “abrir” el mercado interno y las empresas públicas a los inversionistas extranjeros y reducir el déficit derivado de la crisis mundial mediante la introducción de reformas neo-liberales (Economic and Political Weekly, 2/12/11, p. 11).
Como resultado de las “reformas económicas” los subsidios a los alimentos para los pobres se han reducido o eliminado y el empleo estatal se ha reducido, cerrando una de las pocas oportunidades para los jóvenes cultos, se incrementan los Impuestos a los consumidores y los trabajadores asalariados, mientras que los agentes inmobiliarios, los especuladores financieros y los importadores reciben exoneraciones de impuestos. La des-regulación ha exacerbado la corrupción masiva, no sólo entre los rentistas del clan de la clase gobernante sino también por su entorno inmediato de negocios.
El sistema de “tarjetas” de asistencialismo paternalista que ata a la clase media y baja a la clase dominante se han erosionado por las “reformas” neoliberales inducida desde el extranjero, que combinan la “moderna” explotación extranjera con las “tradicionales” formas vigentes de saqueo privado nacional. La clase dominante del régimen de clanes ya no puede confiar solamente en las lealtades tribales, clericales y clientelistas para contener a los sindicatos, estudiantes, pequeños comerciantes y los movimientos empleados públicos de bajos salarios.
La calle frente al Palacio
La “causa inmediata” de la revuelta árabe se centra en las contradicciones del sistema de economía rentista gobernado por la clase-clan y el cambio demográfico profundo. Las oligarquía gobierna sobre una masa de trabajadores jóvenes desempleados y subempleados que representa entre 50% y el 65% de la población menor de 25 años (Washington Blog, 2/24/11). La dinámica y “moderna” economía rentista no incorpora a los jóvenes de la nueva cultura a mundo laboral moderno, sino que los relega a los salarios más bajos y sin protección de la “economía informal” como vendedores callejeros, o empleados eventuales para delivery o personal de servicio. Para entrar en sectores ultra-modernos de petróleo, gas, bienes raíces, turismo y centros comerciales, se requiere padrinos a nivel político y militar respaldados en el clero tradicional o los líderes de clanes tribales, que están cobran su tajada pero nunca se “incorporan” al ámbito de la producción moderna. La moderna clase obrera urbana industrial tiene pequeños sindicatos independientes que están prohibidos. Las asociaciones civiles de clase media están o bien bajo control estatal o bien restringidas a hacer peticiones al estado absolutista.
El “subdesarrollo” de las organizaciones sociales vinculados a las clases involucrados en la actividad productiva moderna, significa que el eje de la acción social y política es la calle. Desempleados, subempleados precarios, y trabajadores informales, se encuentran en las plazas, quioscos, cafés, barras de la esquina, y mercados tradicionales, y se mueven por encima y por fuera de los centros del poder administrativo absolutista. La masa urbana no ocupa posiciones estratégicas en el sistema económico, pero está disponible para las movilizaciones de masas capaces de paralizar las calles y plazas por donde los bienes y servicios se transportan al exterior para la realización de beneficios. Igualmente importante, los movimientos masivos lanzados por los jóvenes desempleados proporcionan a los profesionales oprimidos, empleados públicos, personal de pequeñas empresas y trabajadores independientes, una oportunidad para participar en protestas sin ser objeto de represalias en sus lugares de trabajo disipando el “factor miedo” de perder el empleo.
La confrontación política y social gira en torno a los polos opuestos: las oligarquías clientelistas y las masas de la “calle árabe”. Lo primero depende directamente del aparato militar y policial del estado, lo segundo de las organizaciones locales amorfas, informales, cara a cara, e improvisadas. La excepción es la minoría de estudiantes universitarios que se mueven por Internet. Los sindicatos industriales organizados entran en la lucha más tarde y en gran parte se centran en demandas económicas sectoriales, con algunas excepciones como el caso de las empresas públicas controladas por jefes “de confianza” de la oligarquía, donde los trabajadores exigen cambios en esa forma de gestión.
Como resultado de las particularidades sociales de las formaciones rentistas, los levantamientos no toman la forma de lucha de clases entre el trabajo asalariado y el capital. Surgen como revueltas políticas masivas contra el Estado oligárquico. Los movimientos sociales callejeros logran demostrar su capacidad para deslegitimar la autoridad del Estado, paralizar la economía, y puede llevar a la caída de los autócratas gobernantes. Pero por su naturaleza, los movimientos masivos callejeros pueden llenar las plazas con relativa facilidad, pero también dispersarse cuando los símbolos de la opresión son removidos. Al movimiento callejero le falta la organización y el liderazgo para proyectar, y más aún para imponer una nueva política u orden social. Su poder se encuentra en su capacidad para presionar a las elites e instituciones ya existentes, no para sustituir el Estado y la economía. De ahí la sorprendente facilidad con la que el ejército egipcio respaldado por EE.UU., Israel y la UE pudo tomar el poder y proteger a todo el Estado rentista y su estructura económica, mientras seguía mantenimiento los vínculos con sus mentores imperiales.
Convergencia de las condiciones y el efecto demostración
La propagación de las revueltas árabes en el norte de África, Oriente Medio y los Estados del Golfo es, en primera instancia, un producto de similares condiciones históricas y sociales: los estados rentistas gobernado por un clan familiar dependen de la renta del petróleo y el uso intensivo de capital y las exportaciones de energía, los oligarcas que limitan la gran mayoría de los jóvenes a las de las actividades económicas marginales informales “en la calle”.
El “poder del ejemplo” o el “efecto demostración” sólo puede ser entendido por el reconocimiento de las mismas condiciones socio-políticas de cada país. La potencialidad de los movimientos de masa callejeros supone a la calle como el lugar de los principales actores económicos y la captura de las plazas como ejercicio del poder político y de demanda de proyectos sociales. Sin duda los éxitos parciales en Egipto y Túnez hicieron detonar los movimientos en otros lugares. Sin embargo, lo hicieron sólo en los países con un mismo legado histórico, las mismas polarizaciones sociales entre entre el clan rentisa gobernante y la mano de obra marginal de la calle y, sobre todo cuando los gobernantes estaban profundamente integrados y subordinados a las redes imperiales económicas y militares.
Conclusiones
La oligarquía rentista gobierna a través de sus vínculos con las instituciones financieras y militares de los EE.UU. la UE, con modernización de sus enclaves ricos y marginción de jóvenes de reciente formación, que son confinados a trabajos mal pagos e inseguros, especialmente en el sector informal, centrado en las calles de las ciudades capitales. Las privatizaciones neoliberales, la reducción de las subvenciones públicas (para la alimentación, subsidios de desempleo, servicios urbanos, gas, transporte, salud y educación) rompió el lazo paternalista a través del cual los gobernantes y las élites clericales y jefes tribales contenían el descontento de los jóvenes y los pobres. La confluencia de las clases y las masas, de lo moderno y lo tradicional, fue el resultado directo de un proceso de neo-liberalización desde arriba y la exclusión abajo. Las promesas de las “reformas” neo-liberales de que el “mercado” sustituiría con puestos bien remunerados de trabajo a la pérdida de los subsidios estatales paternalistas era falsa. Las políticas neoliberales reforzaron la concentración de la riqueza al tiempo que debilitaron los controles estatales sobre las masas.
La crisis económica del mundo capitalista llevó a Europa y los EE.UU. a reforzar sus controles de inmigración, eliminado una de las válvulas de escape de los regímenes, la fuga masiva de jóvenes cultos desempleados que buscan trabajo en el extranjero. La emigración ya no era una opción, las opciones se redujeron a luchar o sufrir. Los estudios demuestran que los que emigran suelen ser los más ambiciosos, los de mejor educación dentro de su clase y los que aceptan mayores riesgos. Ahora, confinados a su país de origen, con pocas ilusiones de oportunidades en el extranjero, se ven obligados a luchar por la movilidad individual en su país a través de la acción colectiva social y política.
Igualmente importante entre los jóvenes, es el hecho de que los EE.UU., como garante del régimen rentista, es visto como un poder imperial en decadencia: desafíado económicamente en el mercado mundial por China, enfrentado a la derrota como gobernante colonial de ocupación en Irak y Afganistán, y humillado como un siervo sumiso y mendaz de un cada vez más desacreditado Israel a través de su agentes sionistas en el régimen de Obama y el Congreso. Todos estos elementos de la decadencia imperial y descrédito de EE.UU. alientan a los movimientos democráticos a avanzar en contra de los clientes del imperialismo y reducen sus temores a que los militares de EE.UU. intervengan abriendo un tercer frente de guerra. Los movimientos de masas ven a sus oligarquías como regímenes de “tercer nivel”: los estados rentistas sometidos a la hegemonía yanqui que a su vez está bajo la tutela sionista. Con 130 países en la Asamblea General de la ONU y todo el Consejo de Seguridad menos EE.UU. condenando la expansión colonial israelí, con Líbano, Egipto, Túnez y los nuevos regímenes que se avizoran en Yemen y Bahrein como promesa de una política exterior democrática, los movimientos de masas comprenden que todas las armas modernas y 680.000 soldados de Israel no sirven de nada frente a su aislamiento diplomático total, su pérdida de los clientes rentistas regionales, y el total descrédito del militarismo grandilocuente de sus gobernantes y sus agentes sionistas en el cuerpo diplomático de EE.UU. (Financial Times, 2/24/11, p. 7).
Las mismas estructuras socio-económicas y políticas que detonaron la protesta democrática de los movimientos de masas, los jóvenes desempleados y subempleados organizados de “la calle”, ahora se enfrentan a un desafío mayor: ¿Puede esa masa amorfa y heterogénea convertirse en una fuerza organizada social y política capaz de tomar el poder del Estado, democratizar el régimen y, al mismo tiempo crear una nueva economía productiva para asegurar empleos estables y bien remunerados que hasta el momento no tienen en la economía rentista? El resultado político hasta la fecha es indeterminado: las fuerzas democráticas y socialistas luchan con los monárquicos, clericales y neoliberales empleados y financiados por EEUU.
Es prematuro para celebrar una revolución popular democrática…
Traducción: FM
LLa mayoría de los balances de la revuelta árabe de Egipto, Túnez, Libia, Marruecos, Yemen, Jordania, Bahrein, Irak y otros lugares se han centrado en las causas más inmediatas: la política, las dictaduras, el desempleo, la represión y los muertos y heridos entre los manifestantes. Se les presta mayor atención a la “clase media”, los activistas jóvenes, educados, sus formas de comunicación a través de Internet, (Los Angeles Times, 16 de febrero de 2011) y, en el caso de los sionistas de Israel y sus teóricos de la conspiración, a “la mano oculta” de los extremistas islámicos (Daily Alert, febrero).
Lo que falta es cualquier intento de proporcionar un marco para la revuelta, tomar en cuenta en hecho en gran escala, a largo y medio plazo, las estructuras socioeconómicas, además de los “detonadores” inmediatos de la acción política. El alcance y la profundidad de los levantamientos populares, así como las diversas fuerzas políticas y sociales que han entrado en conflicto, no permiten las explicaciones unidimensionales de la lucha.
Una mejor aproximación sería tomar un “marco en embudo” que en la punta más ancha (el largo plazo, las estructuras) se vea la naturaleza del sistema económico, las clases y el sistema político; que a mediano plazo se define por los efectos dinámicos acumulativos de estas estructuras en cambios en las relaciones políticas, sociales y económicas; y en las causas de corto plazo lo que precipita la respuesta socio-política-psicológica, o la conciencia social que lleva a la acción política.
La naturaleza de las economías árabes
Con excepción de Jordania, la mayoría de las economías árabes donde ocurre la revuelta se basan en la renta del petróleo, gas, minerales y el turismo, que proporcionan la mayor parte de las ganancias de exportación y los ingresos fiscales (Financial Times, 22 de febrero de 2011, p. 14). Estos sectores económicos exportadores son de hecho enclaves que emplean una pequeña fracción de la fuerza de trabajo y definen una gran especialización de la economía (Banco Mundial, Informe Anual 2009). Estos sectores de exportación no se articulan con una diversificación de la economía productiva nacional: el petróleo se exporta, mientras que todos los productos terminados así como los recursos financieros y los servicios de alta tecnología son importados y controlados multinacionales extranjeras vinculadas a la clase dominante expatriada (Económico y Político Semanal, 12 de febrero de 2011, p. 11). El turismo refuerza el carácter rentista de los ingresos, como sector proveedor de divisas y de ingresos fiscales a la clase -estado clánica. En esto se basa el subsididio al capital extranjero por el Estado y las conexiones políticas locales como “agentes inmobiliarios” de la inversión e importación extranjera.
Peones de la construcción
La economía basada en la renta puede generar una gran riqueza, especialmente cuando los precios de la energía se disparan, pero los fondos financieros los acumula una clase rentista que no tienen vocación o inclinación por la profundización y ampliación del proceso de desarrollo económico y la innovación. Los rentistas se especializan en la especulación financiera, las inversiones en el extranjero a través de firmas de capital privado, el consumo extravagante de la más alta gama de productos de lujo en cuentas privadas secretas de millones de dólares euros en el extranjero.
La economía rentista proporciona pocos puestos de trabajo en la actividad productiva moderna, el estrato superior es controlado por otros miembros de los clanes familiares y las instituciones financieras extranjeras a través de técnicos expertos expatriados, y los niveles bajos los ocupa el trabajo extranjero contratado, y la mano de obra calificada local que esté dispuesta a aceptar ingresos inferiores y peores condiciones de trabajo.
De la economía rentista de enclave resulta una clase dominante de base clánica que “confunde” propiedad pública y privada: lo que es “Estado” es en realidad monarcas absolutistas y sus familias extendidas que tiene en la punta a su líder tribal cliente, y el entorno político y los tecnócratas en el medio.
Son “clases dominantes cerradas”. La entrada es selectiva miembros del clan o dinastías familiares y a un pequeño número de individuos “emprendedores” individuos que puedan acumular riqueza al servicio del clan de la clase gobernante. El “círculo íntimo” vive de la renta, y de los pagos de sus socios en el sistema permisario que no está basado en capacidades sino solamente en permisos oficiales, concesiones de tierras, las licencias de importación y exenciones fiscales.
Más allá de pillaje del tesoro público, el clan de la clase dominante promueve la “libre comercio”, es decir, la importación de productos terminados baratos, con lo socavan cualquier creación de empresas nacionales productivas en manufactura, sector agrícola o técnico.
Como resultado de ello no hay capitalismo empresarial nacional ni “clase media”. Lo que aparenta ser una clase media son en gran parte empleados públicos (profesores, profesionales de salud, funcionarios, bomberos, policías, militares) que dependen de sus salarios, que a su vez depende de su sumisión al poder absolutista. No tienen ninguna posibilidad de subir a los niveles más altos o de encontrar oportunidades económicas para sus hijos educados.
La concentración del poder económico, social y político en un sistema cerrado de control de clase y clan da lugar a una enorme concentración de la riqueza. Dada la distancia social entre gobernantes y gobernados, la riqueza generada por los altos precios de los productos exportables produce una imagen muy distorsionada de la “riqueza” per capita, al sumar millonarios y multimillonarios en la franja superior y una masa de jóvenes subempleados de bajos ingresos, lo que da un ingreso promedio engañosamente alto 8Blog de Washington, 2/24/11).
La dominación: por las fuerza y por el asistencialismo
Para compensar estas grandes disparidades en la sociedad y para proteger la posición de la clase gobernante parasitaria rentista, ésta forma alianzas con corporaciones armamentistas multimillonarias con la protección militar de la potencia imperial dominante (EE.UU.)l. Los gobernantes participan en el sistema “neo-colonizal por invitación”, que ofrece su territorio para bases militares y campos de aviación, puertos para las operaciones navales, colusión en la contratación de mercenarios contra los adversarios del poder imperial, y la sumisión a la hegemonía sionista en la región (a pesar de criticas ocasionales sin consecuencias.
En el mediano plazo, el dominio por la fuerza se complementa con planes asistenciales paternalistas hacia la población rural pobre y los clanes tribales, los subsidios alimentarios para los pobres urbanos; y el empleo de trabajo precario para los desempleados de la juventud culta (Financial Times, 2/25/11, p. 1). Tanto las compras de costosas armas como los subsidios paternalistas reflejan la incapacidad para llevar adelante inversiones productivas. Miles de millones se se gastan en armas en vez aplicarse a la diversificación de la economía. Cientos de millones se gastan en planes asistencialistas de única vez en vez de inversiones a largo plazo para el desarrollo productivo.
La “goma arábiga” que mantiene unidas las piezas del sistema es la combinación de pillaje moderno del patrimonio público y los recursos naturales y la energía, con el uso de las tradiciones clánicas y el reclutamiento neo-colonial de contratistas mercenarios para controlar y reprimir a la población. Los armamentos modernos de origen norteamericano al servicio de las anacrónicas monarquías absolutistas y dictaduras, similares a los gobierno dinásticos del siglo XVIII.
La introducción y extensión de los sistemas actualizados de comunicación, los centros comerciales de arquitectura ultra moderna destinado a un estrato elitista de consumidores sintuarios ofrece un marcado contraste con la gran mayoría de los jóvenes cultos desempleados, excluidos de la franja superior y la presión desde abajo de los trabajadores inmigrantes precarios de bajos salarios.
La desestabilización neo-liberal
El sistema rentista de clase y de clan es presionado por las instituciones financieras internacionales y los banqueros locales para “reformar” sus economías: “abrir” el mercado interno y las empresas públicas a los inversionistas extranjeros y reducir el déficit derivado de la crisis mundial mediante la introducción de reformas neo-liberales (Economic and Political Weekly, 2/12/11, p. 11).
Como resultado de las “reformas económicas” los subsidios a los alimentos para los pobres se han reducido o eliminado y el empleo estatal se ha reducido, cerrando una de las pocas oportunidades para los jóvenes cultos, se incrementan los Impuestos a los consumidores y los trabajadores asalariados, mientras que los agentes inmobiliarios, los especuladores financieros y los importadores reciben exoneraciones de impuestos. La des-regulación ha exacerbado la corrupción masiva, no sólo entre los rentistas del clan de la clase gobernante sino también por su entorno inmediato de negocios.
El sistema de “tarjetas” de asistencialismo paternalista que ata a la clase media y baja a la clase dominante se han erosionado por las “reformas” neoliberales inducida desde el extranjero, que combinan la “moderna” explotación extranjera con las “tradicionales” formas vigentes de saqueo privado nacional. La clase dominante del régimen de clanes ya no puede confiar solamente en las lealtades tribales, clericales y clientelistas para contener a los sindicatos, estudiantes, pequeños comerciantes y los movimientos empleados públicos de bajos salarios.
La calle frente al Palacio
La “causa inmediata” de la revuelta árabe se centra en las contradicciones del sistema de economía rentista gobernado por la clase-clan y el cambio demográfico profundo. Las oligarquía gobierna sobre una masa de trabajadores jóvenes desempleados y subempleados que representa entre 50% y el 65% de la población menor de 25 años (Washington Blog, 2/24/11). La dinámica y “moderna” economía rentista no incorpora a los jóvenes de la nueva cultura a mundo laboral moderno, sino que los relega a los salarios más bajos y sin protección de la “economía informal” como vendedores callejeros, o empleados eventuales para delivery o personal de servicio. Para entrar en sectores ultra-modernos de petróleo, gas, bienes raíces, turismo y centros comerciales, se requiere padrinos a nivel político y militar respaldados en el clero tradicional o los líderes de clanes tribales, que están cobran su tajada pero nunca se “incorporan” al ámbito de la producción moderna. La moderna clase obrera urbana industrial tiene pequeños sindicatos independientes que están prohibidos. Las asociaciones civiles de clase media están o bien bajo control estatal o bien restringidas a hacer peticiones al estado absolutista.
El “subdesarrollo” de las organizaciones sociales vinculados a las clases involucrados en la actividad productiva moderna, significa que el eje de la acción social y política es la calle. Desempleados, subempleados precarios, y trabajadores informales, se encuentran en las plazas, quioscos, cafés, barras de la esquina, y mercados tradicionales, y se mueven por encima y por fuera de los centros del poder administrativo absolutista. La masa urbana no ocupa posiciones estratégicas en el sistema económico, pero está disponible para las movilizaciones de masas capaces de paralizar las calles y plazas por donde los bienes y servicios se transportan al exterior para la realización de beneficios. Igualmente importante, los movimientos masivos lanzados por los jóvenes desempleados proporcionan a los profesionales oprimidos, empleados públicos, personal de pequeñas empresas y trabajadores independientes, una oportunidad para participar en protestas sin ser objeto de represalias en sus lugares de trabajo disipando el “factor miedo” de perder el empleo.
La confrontación política y social gira en torno a los polos opuestos: las oligarquías clientelistas y las masas de la “calle árabe”. Lo primero depende directamente del aparato militar y policial del estado, lo segundo de las organizaciones locales amorfas, informales, cara a cara, e improvisadas. La excepción es la minoría de estudiantes universitarios que se mueven por Internet. Los sindicatos industriales organizados entran en la lucha más tarde y en gran parte se centran en demandas económicas sectoriales, con algunas excepciones como el caso de las empresas públicas controladas por jefes “de confianza” de la oligarquía, donde los trabajadores exigen cambios en esa forma de gestión.
Como resultado de las particularidades sociales de las formaciones rentistas, los levantamientos no toman la forma de lucha de clases entre el trabajo asalariado y el capital. Surgen como revueltas políticas masivas contra el Estado oligárquico. Los movimientos sociales callejeros logran demostrar su capacidad para deslegitimar la autoridad del Estado, paralizar la economía, y puede llevar a la caída de los autócratas gobernantes. Pero por su naturaleza, los movimientos masivos callejeros pueden llenar las plazas con relativa facilidad, pero también dispersarse cuando los símbolos de la opresión son removidos. Al movimiento callejero le falta la organización y el liderazgo para proyectar, y más aún para imponer una nueva política u orden social. Su poder se encuentra en su capacidad para presionar a las elites e instituciones ya existentes, no para sustituir el Estado y la economía. De ahí la sorprendente facilidad con la que el ejército egipcio respaldado por EE.UU., Israel y la UE pudo tomar el poder y proteger a todo el Estado rentista y su estructura económica, mientras seguía mantenimiento los vínculos con sus mentores imperiales.
Convergencia de las condiciones y el efecto demostración
La propagación de las revueltas árabes en el norte de África, Oriente Medio y los Estados del Golfo es, en primera instancia, un producto de similares condiciones históricas y sociales: los estados rentistas gobernado por un clan familiar dependen de la renta del petróleo y el uso intensivo de capital y las exportaciones de energía, los oligarcas que limitan la gran mayoría de los jóvenes a las de las actividades económicas marginales informales “en la calle”.
El “poder del ejemplo” o el “efecto demostración” sólo puede ser entendido por el reconocimiento de las mismas condiciones socio-políticas de cada país. La potencialidad de los movimientos de masa callejeros supone a la calle como el lugar de los principales actores económicos y la captura de las plazas como ejercicio del poder político y de demanda de proyectos sociales. Sin duda los éxitos parciales en Egipto y Túnez hicieron detonar los movimientos en otros lugares. Sin embargo, lo hicieron sólo en los países con un mismo legado histórico, las mismas polarizaciones sociales entre entre el clan rentisa gobernante y la mano de obra marginal de la calle y, sobre todo cuando los gobernantes estaban profundamente integrados y subordinados a las redes imperiales económicas y militares.
Conclusiones
La oligarquía rentista gobierna a través de sus vínculos con las instituciones financieras y militares de los EE.UU. la UE, con modernización de sus enclaves ricos y marginción de jóvenes de reciente formación, que son confinados a trabajos mal pagos e inseguros, especialmente en el sector informal, centrado en las calles de las ciudades capitales. Las privatizaciones neoliberales, la reducción de las subvenciones públicas (para la alimentación, subsidios de desempleo, servicios urbanos, gas, transporte, salud y educación) rompió el lazo paternalista a través del cual los gobernantes y las élites clericales y jefes tribales contenían el descontento de los jóvenes y los pobres. La confluencia de las clases y las masas, de lo moderno y lo tradicional, fue el resultado directo de un proceso de neo-liberalización desde arriba y la exclusión abajo. Las promesas de las “reformas” neo-liberales de que el “mercado” sustituiría con puestos bien remunerados de trabajo a la pérdida de los subsidios estatales paternalistas era falsa. Las políticas neoliberales reforzaron la concentración de la riqueza al tiempo que debilitaron los controles estatales sobre las masas.
La crisis económica del mundo capitalista llevó a Europa y los EE.UU. a reforzar sus controles de inmigración, eliminado una de las válvulas de escape de los regímenes, la fuga masiva de jóvenes cultos desempleados que buscan trabajo en el extranjero. La emigración ya no era una opción, las opciones se redujeron a luchar o sufrir. Los estudios demuestran que los que emigran suelen ser los más ambiciosos, los de mejor educación dentro de su clase y los que aceptan mayores riesgos. Ahora, confinados a su país de origen, con pocas ilusiones de oportunidades en el extranjero, se ven obligados a luchar por la movilidad individual en su país a través de la acción colectiva social y política.
Igualmente importante entre los jóvenes, es el hecho de que los EE.UU., como garante del régimen rentista, es visto como un poder imperial en decadencia: desafíado económicamente en el mercado mundial por China, enfrentado a la derrota como gobernante colonial de ocupación en Irak y Afganistán, y humillado como un siervo sumiso y mendaz de un cada vez más desacreditado Israel a través de su agentes sionistas en el régimen de Obama y el Congreso. Todos estos elementos de la decadencia imperial y descrédito de EE.UU. alientan a los movimientos democráticos a avanzar en contra de los clientes del imperialismo y reducen sus temores a que los militares de EE.UU. intervengan abriendo un tercer frente de guerra. Los movimientos de masas ven a sus oligarquías como regímenes de “tercer nivel”: los estados rentistas sometidos a la hegemonía yanqui que a su vez está bajo la tutela sionista. Con 130 países en la Asamblea General de la ONU y todo el Consejo de Seguridad menos EE.UU. condenando la expansión colonial israelí, con Líbano, Egipto, Túnez y los nuevos regímenes que se avizoran en Yemen y Bahrein como promesa de una política exterior democrática, los movimientos de masas comprenden que todas las armas modernas y 680.000 soldados de Israel no sirven de nada frente a su aislamiento diplomático total, su pérdida de los clientes rentistas regionales, y el total descrédito del militarismo grandilocuente de sus gobernantes y sus agentes sionistas en el cuerpo diplomático de EE.UU. (Financial Times, 2/24/11, p. 7).
Las mismas estructuras socio-económicas y políticas que detonaron la protesta democrática de los movimientos de masas, los jóvenes desempleados y subempleados organizados de “la calle”, ahora se enfrentan a un desafío mayor: ¿Puede esa masa amorfa y heterogénea convertirse en una fuerza organizada social y política capaz de tomar el poder del Estado, democratizar el régimen y, al mismo tiempo crear una nueva economía productiva para asegurar empleos estables y bien remunerados que hasta el momento no tienen en la economía rentista? El resultado político hasta la fecha es indeterminado: las fuerzas democráticas y socialistas luchan con los monárquicos, clericales y neoliberales empleados y financiados por EEUU.
Es prematuro para celebrar una revolución popular democrática…
Traducción: FM
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