Diego Caballero
El temor a un desastre nuclear aumenta con las horas. Nuevos incendios y explosiones en la central de Fukushima y seísmos de fuerte intensidad en la región de Tokio describen un panorama apocalíptico. Terremotos y sucesivas réplicas, el devastador tsunami con olas de hasta diez metros y las explosiones nucleares se han sucedido en Japón, que vive la peor catástrofe desde la Segunda Guerra Mundial, con miles de muertos y desaparecidos.
La radiactividad no tardó en afectar a la capital, Tokio, donde se inició el derrumbe de las bolsas. El debate sobre este tipo de energía se reaviva en todo el mundo ante las señales de alarma. Son muchos los países que se disponen a revisar la seguridad de sus programas y a apostar por las energías alternativas. La primera explosión, de hidrógeno, sacudió el reactor número 3 de la central de Fukushima, la más afectada por el terremoto de 9 grados en la escala de Richter que el viernes anterior sacudió la costa noreste de Japón.
Las autoridades ordenaron a la población que permaneciera dentro de los edificios. Con la segunda se extendió la alarma. La tercera explosión en el reactor número 2 y un incendio en el 4 de la misma central, que con 40 años es la más antigua de la zona, produjeron una fuga radiactiva que obligó al desalojo de la población en un perímetro de 30 kilómetros. De tal gravedad que la radiación fue hasta 33 veces superior al límite legal en Utsunomiya, la capital de la provincia de Tochigi, al norte de Tokio. También se midió radiación nueve veces por encima de lo normal en Kanagawa, al sur de la ciudad. Hasta cuatro reactores sufrían problemas en esos instantes.Se daba por cierto que la vasija que rodea al reactor 2 estaba dañada.
La empresa operadora de la instalación, Tokyo Electric Power, ya no descartaba que pudiera haber fusiones parciales del núcleo de los reactores. Hasta admitía que el receptáculo de seguridad que lo protege pudo quedar deteriorado por la caída de la presión en su interior a raíz de la combustión de hidrógeno. La radiación iba extendiéndose. El Gobierno francés está seguro de que el accidente es bastante peor de lo que admite el Ejecutivo nipón.
El pánico corre veloz. La gente, si puede hacerlo, huye de Tokio, donde se han detectado nuevas partículas radiactivas, a 240 kilómetros de distancia, y de las principales ciudades afectadas por la catástrofe. A pesar de lo cual, en un ejemplo de civismo, no existen saqueos en las tiendas ni se elevaron los precios. Sólo se forman largas colas para lograr lo imprescindible en los supermercados o en las gasolineras.El terremoto, el más fuerte registrado en Japón hasta ahora, paralizó la actividad de once centrales nucleares.
El temblor y el posterior tsunami afectaron gravemente de entrada al menos a dos de los seis reactores de la central nuclear de Fukushima, unos 150 kilómetros al sur de Onagawa, en la costa oriental de Japón. Lo que se intentó fue inyectar agua marina a presión en los reactores para enfriar de manera natural el material radiactivo.
Los generadores que alimentan el sistema de refrigeración automática quedaron destruidos por el terremoto y la posterior ola gigantesca.Naoto Kan, el primer ministro de Japón, expresó su confianza en superar la situación provocada por los temblores de tierra y el posterior tsunami del viernes, tras asegurar que la crisis nuclear generada en el noreste del país no es comparable al desastre que ocurrió en la ciudad ucraniana de Chernóbil en 1986, donde un problema en un reactor de la central y varias explosiones posteriores causaron un desastre medioambiental y la muerte de al menos 200.000 personas en Ucrania, Rusia y Bielorrusia. “Se ha liberado radiación al aire, pero no hay ningún dato que apunte a que haya sido una gran cantidad”, declaró Kan, cuando ya se había perdido la esperanza de encontrar algún superviviente en la prefectura de Miyagi, inundada por las aguas, a la espera de que los cadáveres fueran saliendo a flote o se sacaran de las viviendas derruidas.
Articulo completo en el 2051 de la edición impresa de Cambio16.
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