lunes, 13 de febrero de 2012

PLANETA PERIODISMO


La revolución digital domina el periodismo mundial contemporáneo. Su primera consecuencia ha sido una crisis de modelo de negocio, seguido de una devaluación de la profesión. Hay varias circunstancias que han acarreado este escenario, entre las que destaca la irrupción de Internet como el principal medio de comunicación frente a los clásicos, prensa, radio y televisión. Otro motivo procede de dentro del gremio, a tenor de la pérdida de conciencia de los informadores de su papel de contrapoder.

Los 4.889 periodistas que han perdido su trabajo desde noviembre de 2008 a principios de febrero de este año, según el Observatorio de la crisis de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), forman parte de la tercera razón: la situación económica-laboral actual y, en concreto, la que atraviesa la profesión. Por último, se suman factores externos, como son las muestras de intrusión del poder político en el ejercicio de informar: ruedas de prensa sin preguntas o la difusión de noticias a través de breves notas de prensa.

Periodismo
Las rotativas en las imprentas, una instantánea cada vez menos común
Justin Sullivan/Getty Images
Algunas de estas causas, y otras muchas, vienen explicadas en el analítico y detallado libro del periodista español Ignacio Ramonet, La explosión del periodismo. De los medios de masas a la masa de medios.
Con una escritura clara y detallada, el ensayo no logra reflejar nuevas perspectivas periodísticas, ni hace un pronóstico del devenir de uno de los pilares de la democracia. Esto queda en evidencia con los dos últimos capítulos: se titulan bajo dos preguntas a las que no responde: ¿Hacia qué modelo de rentabilidad? y ¿sobrevivirán los diarios? Dos cuestiones que se vienen formulando desde hace unos años, sobre los que se ha escrito y debatido mucho y cuyo horizonte no está nada claro. Además, algunos de los temas que observa ya fueron tratados en el libro que escribió en 1999,La tiranía de la comunicación.
Los constantes cambios en el mundo de la información son la base argumental sobre la que se desarrolla el libro del director de la publicación Le Monde Diplomatique en español. La hipótesis que defiende viene marcada por la ilustrativa primera frase del ensayo: “El planeta Medios vive una conmoción nunca antes conocida”.
Para Ramonet, debido al impacto del meteorito Internet, cada ciudadano con acceso a la Red, es un “periodista” en potencia. Mediante los smart phones o las tablets un usuario puede publicar noticias, e incluso rumores, para que se propague por el ciberespacio. Así se puede entender el demérito de los profesionales hoy en día… al final todos somos, o podemos ser, relatores de sucesos y de exclusivas. La concepción del periodista entendido como aquella persona que encuentra una información, la trata, la contrasta, la analiza y la redacta para transmitirla al lector, está cada vez menos extendida. Como explica el autor, “pocos periodistas disponen del tiempo necesario para hacer su trabajo de forma concienzuda” debido al “sometimiento de la dictadura de la urgencia”. Ello se ve agravado con el remedio encontrado en muchas redacciones: coger, que no contratar, a estudiantes y jóvenes profesionales bajo la categoría de becarios para que hagan el trabajo como si de un redactor más se tratara; redacciones cubiertas en parte por este sector de la sociedad que trabaja gratis o con un salario mínimo, no es la solución.
No son solo los grandes grupos mediáticos los que se olvidan del objetivo cívico de actuar de cuarto poder, de control y denuncia de los abusos en los otros tres poderes, los periodistas también
La erosión de la cualidad de ser creíble por parte de los medios tiene su propio capítulo, de los siete que tiene el libro. Por que como asegura Ramonet, “los ciudadanos desconfían de una prensa perteneciente a un puñado de oligarcas que controlan además en buena medida el poder económico y que actúan,  a menudo, en connivencia con los poderes políticos”. Para ilustrar este hecho destaca la excesiva concentración de medios en grandes grupos multimedia que mezclan edición, fotografía, prensa, radio, cine, televisión e Internet, cuyos responsables buscan conquistar nuevos mercados y mantener sus gigantescos imperios.  Como señala en el ensayo, el poder del Ciudadano Kane era insignificante “en comparación con la artillería pesada de los nuevos mastodontes mediáticos”. Utiliza el caso más ilustrativo posible: el del antiguo primer ministro de Italia Silvio Berlusconi que “ha demostrado que cuando uno posee la primera fortuna de un país y controla su principal grupo mediático, ganar -democráticamente- unas elecciones nacionales constituye una simple formalidad”.
De todas maneras, Ramonet no se queda anclado en el pasado y expone efectos positivos de algunas innovaciones. Por ejemplo, destaca como el auge de las redes sociales actualiza el proyecto de una mayor democratización de la información. “Ahora, las noticias son un fluido tan viscoso que se escurren entre los dedos, se extienden por todas partes y cruzan fronteras”, escribe en una nota aclaratoria a pie de página en el primer capítulo. Para el autor la solución puede ser la creación de un quinto poder, “el poder del activismo social“. Como defiende, lo cierto es que en la actualidad es muy complicado que una información molesta o comprometida, que antes era más controlable, no salga a la luz de inmediato. Internet está aquí para quedarse y su importancia en el mercado publicitario ya es indudable. Las tendencias indican que seguirá subiendo mientras que las inversiones en prensa, radio y televisión seguirán disminuyendo.
Pero los periodistas también son culpables de provocar algunos de los problemas por las que pasa la profesión. Porque no son solo los grandes grupos mediáticos los que se olvidan del objetivo cívico de actuar de cuarto poder, de control y denuncia de los abusos en los otros tres poderes, los periodistas también. Pero en lugar de ir en esa dirección hay muchos que han optado por convertirse en meros portavoces del poder. Para ello se centran en defender una línea ideológica, ya sea suya o del medio, y construir su mensaje informativo alrededor y en base a la opinión. Este problema es uno de los que analiza Ignacio Ramonet: “resulta urgente exigir a los grandes medios que permitan a sus periodistas actuar en función de su libertad de conciencia y no en función de los intereses de los grupos, de las empresas y de los patronos que les contratan”. A ésta devaluación de la profesión periodística ha contribuido también algunos casos de fraude en el ejercicio de la labor informativa que enumera en el tercer capítulo.
En cuanto a las posibilidades de un próspero futuro para el periodismo, Ignacio Ramonet destaca algunos de los éxitos que se han conseguido en los últimos años. Un ejemplo es el periodismo sin ánimo de lucro, financiado por mecenas, fundaciones o donativos de ciudadanos que quieren información independiente. Una veintena de este tipo de diarios se han agrupado bajo la redInvestigate News Network (INN). Otra es la posibilidad de que se siga el método Wikileaks, organización que tiene su capítulo aparte, que publica información independiente a través de filtraciones anónimas. Su relevancia radica en que hace posible que el mundo conozca determinada información que concierne a los ciudadanos y que los poderes no quieren revelar. Es decir, el motivo básico por el que todo periodista serio desempeña su profesión.
Los cambios seguirán sucediéndose a esta velocidad vertiginosa. Es tarea de los medios, de sus responsables y de los periodistas salvaguardar un gremio que es el eje angular de cualquier democracia y de una sociedad con libertades plenas.

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