domingo, 26 de febrero de 2012

Hezbollah apoya a Asad y paga el precio

Walid Jumblatt


A principios de enero de 2011, Hezbollah y sus aliados tomaron las riendas del gobierno del Líbano, después de asegurar el colapso de la coalición dirigida por el entonces primer ministro y líder del bloque “14 de marzo”, Saad al-Hariri. Hezbollah necesitaba formar una coalición que se opusiera firmemente al Tribunal Especial sobre el Líbano - que investiga el asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq al-Hariri.

Sin embargo, muchos comprendieron que el surgimiento del gobierno de la coalición del bloque “8 de marzo” tenía un significado mucho más importante. Parecía ser la última fase del ascenso inexorable del movimiento islamista chií libanés, fundado bajo el patrocinio de la Guardia Revolucionaria de Irán en 1982.

Hezbollah sobrevivió el ataque de Israel, en 2006, y se lanzó a intimidar, con éxito, a sus rivales internos en la mini-guerra civil de mayo de 2008.

Con el aporte de Teherán, que se estima en 200 millones de dólares anuales, Hezbollah construyó un Estado dentro del Estado. Desarrolló una capacidad militar y de seguridad inigualable, independiente de los órganos del Gobierno libanés, y en su mayor medida, más potente.

 En enero de 2011, Hezbollah parecía que iba a absorber al Estado anfitrión (Líbano). Hoy, sin embargo, en gran medida, todo esto está en tela de juicio. Hezbollah ya no se ve tan inexpugnable. El movimiento ha sido uno de los que menos ha mencionado a las víctimas de los levantamientos árabes de 2011. Echemos un vistazo para entender cómo ha sucedido.

Durante las últimas dos décadas, Hezbollah se autodefinió en base a una serie de conceptos o líneas paralelas, cada uno de las cuales parecía - antes de 2011 - apoyar a los otros. El movimiento era, al mismo tiempo, un representante sectario de los libaneses chiítas, un aliado regional de Irán y Siria, un defensor de los libaneses contra las supuestas intenciones agresivas de Israel, y un líder de una más vagamente definida “resistencia” árabe y musulmana contra Israel y Occidente.

Como resultado de los eventos de 2011, estos conceptos diferentes, que parecían apoyarse mutuamente, han empezado a contradecirse entre ellos. Esto reduce la influencia de Hezbollah - aunque siga siendo físicamente inexpugnable; mientras sobreviva el régimen de Asad en Siria-.

Al inicio de la “Primavera Árabe”, Hezbollah podía avalarla alegremente. Debido a que sus tres primeras importantes manifestaciones - en Egipto, Túnez y Bahréin la “Primavera Árabe” se dirigieron contra los regímenes pro-occidentales, anti-iraníes. Y en Bahréin, mejor aún, la población chií se estaba levantando contra un monarca sunita pro-occidental.

Los problemas comenzaron con el estallido de la revuelta contra el régimen de Asad en Siria. Siria es un miembro fundador de la alianza regional pro-iraní a la que Hezbollah también pertenece. También es un conducto estratégico vital para la organización, proporcionándole profundidad estratégica, un potencial refugio seguro en caso de guerra con Israel, y una ruta para el suministro de armas iraníes. Por todas estas razones, Hezbollah está decidido a que Assad sobreviva. 

Fuentes confiables indican que los miembros de Hezbollah están implicados en la infiltración de los grupos de oposición en Siria y proporcionan inteligencia al gobierno de Asad.

Esta gran inversión en la supervivencia de Asad destaca cuál de los cuatro aspectos de la identidad de Hezbollah, antes mencionados, es el más importantes para éste. 

El vínculo con la alianza liderada por Irán y el mantenimiento de la capacidad bélica contra Israel son sus intereses cardinales. Para mantenerlos, Hezbollah debe sacrificar, en gran medida, su imagen nebulosa de sí misma como líder de la “resistencia” pan-islámica. Los sunitas sirios que dirigen el levantamiento contra Asad ahora cuentan con Hezbollah entre sus enemigos. La bandera del movimiento ha sido quemada en las concentraciones de la oposición.


De hecho, el levantamiento en Siria ha quitado el velo de la “resistencia” de la faz de Hezbollah. Su verdadera cara sectaria ha sido revelada. Hezbollah ha quedado expuesto como una fuerza sectaria chií aliada a Irán, apoyando a una dictadura no-sunita, pro-iraní en su guerra contra su propio pueblo mayoritariamente sunita.

Las encuestas muestran, como resultado, la desaparición del alto aprecio que se le tenía en el mundo árabe.

Por supuesto, que mientras sobreviva la dictadura de Asad; esto no tendrá consecuencias físicas inmediatas para Hezbollah. Y a pesar de las predicciones excesivamente entusiastas de algunos occidentales e israelíes; el régimen de Asad podría tal vez continuar durante bastante tiempo.

Pero en el Líbano, ya hay señales de que las comunidades no-chiítas, largamente irritadas bajo la bota de Hezbollah, están empezando a impacientarse. La coalición gobernante ya no tiene una posición unificada sobre Siria. El eterno político veleta, el líder druso Walid Jumblatt, ahora apoya la salida del dictador sirio.

Más inquietante aún, hay indicios de una creciente inquietud sunita en el terreno. La naturaleza sectaria del conflicto en Siria se está extendiendo través de la frontera.

Operativos de Hezbollah han participado en el arresto de opositores de Siria, que buscaban refugio en el Líbano, y su envío de vuelta al régimen de Asad. El gobierno libanés afirma que la ciudad fronteriza de Arsal se ha convertido en un refugio para los elementos de“ Al-Qaeda”. 
En la ciudad de Tarshish residentes de la región, en octubre, impidieron físicamente que Hezbollah extienda sus redes de telecomunicaciones en la de la ciudad.

Hezbollah también participa en la represión de la oposición dentro de su propia comunidad. Dos clérigos chiítas están por enfrentar cargos de “conspiración con Israel”. Ambos, el jeque Hassan Mchaymech y Sayyed Mohammad Ali al-Husein son conocidos por sus posiciones independientes y sus críticas hacia Hezbollah.

Nada de esto augura la inminente desaparición de Hezbollah. Lo que revela es una organización nerviosa y contraída, que ha perdido en toda la región la mayor parte del carisma que obtuvo mediante su lucha contra Israel.

La lógica del emergente Oriente Medio post-2011 es de un islamismo y sectarismo. En este contexto, Hezbollah ha quedado expuesto como un gendarme de Irán y del fundamentalismo islámico chiíta en el Levante. El movimiento, al igual que su amigo Bashar Asad, se aferra al poder cada vez más por la fuerza. Esto se puede continuar solamente mientras siga siendo el contendiente más fuerte.

Y así será, todo el tiempo que Bashar permanezca en su asiento. Si se cae, los enemigos de Hezbollah en el Líbano (y en Siria) lo estarán esperando.

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