domingo, 29 de enero de 2012

Cómo evitar un regreso a Irak

Por Ivan Eland
El Instituto Independiente

Aunque la creciente violencia sectaria en un Irak post-Estados Unidos ha recibido la mayor parte de la publicidad de los medios de comunicación internacionales, hay otras señales indicativas de que una sangrienta guerra civil puede estar avecinándose en el horizonte. Existe una gran convicción en las áreas mayoritariamente sunitas—desconfiadas del cada vez más autocrático e intransigente régimen conducido por los chiitas del primer ministro Nouri al-Maliki—de formar gobiernos regionales con más autonomía del gobierno central. De hecho, la mayoría del consejo provincial de la provincia de Diyala dominada por los sunitas solicitó que el gobierno central celebre un referéndum sobre si la provincia debería formar una región semi-autónoma.

La Constitución de Irak permite a las provincias crear gobiernos regionales. Los kurdos en el norte de Irak han vivido de manera autónoma durante décadas, disfrutando de su propia democracia parlamentaria, prosperidad, seguridad, paz y control sobre sus propios recursos naturales, incluido el petróleo. Los kurdos realmente no desean ser parte de Irak pero han sido mantenidos en él por los autocráticos gobiernos iraquíes, la ocupación militar estadounidense y los temores de que Turquía los invadiría si declarasen su independencia (quizás inspirando a los kurdos en el sureste de Turquía a unírseles).
La inclinación hacia la autonomía o la separación en Irak se origina en el hecho de tener un gobierno demasiado centralizado para un país fracturado entre grupos etno-sectarios chiitas, sunitas, kurdos y numerosas tribus. Aunque la Constitución permite la descentralización mediante la creación de gobiernos autónomos regionales, los Estados Unidos y actualmente el gobierno central controlado por los chiitas han desalentado dicho traspaso de competencias. A pesar de la defensa del vicepresidente Joseph Biden, cuando era presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los EE.UU. durante la guerra civil iraquí de 2006 y 2007, de dividir Irak en tres estados federales para sofocar la violencia, los gobiernos estadounidenses de George W. Bush y Barack Obama han desalentado esta idea. Los Estados Unidos, como potencia del statu quo, presumiblemente consideraron, al igual que los británicos antes que ellos, que el control del petróleo podría lograrse mejor mediante el trato con un gobierno central fuerte en Bagdad. Sin embargo, Kurdistán ya está cerrando acuerdos petroleros con empresas extranjeras sin consultar con el Ministerio del Petróleo en Bagdad.
Dada la historia de Irak de un grupo—por lo general los sunitas—utilizando a un gobierno central fuerte para oprimir a los otros grupos, la continuación de cualquier grado significativo de autoridad en Bagdad dará lugar a conflictos entre los grupos por el dominio de ese gobierno. Los chiitas desean controlar el gobierno central para evitar un retorno de la dominación autoritaria tradicional sunita. Los sunitas temen que el gobierno de Malaki dominado por los chiitas vaya a reprimirlos como venganza por la era de Saddam Hussein—una buena apuesta dado que Maliki recientemente ha detenido o trató de arrestar a muchos sunitas, incluyendo al vicepresidente de Irak, y purgar a otros, incluido su viceprimer ministro. Los kurdos, un pueblo tradicionalmente oprimido, temen la represión de algún gobierno en Bagdad. Incluso algunos chiitas han abogado por una región autónoma para sí mismos en el sur de Irak. La delegación del poder en Irak reduciría y probablemente eliminaría la violencia sectaria, la cual generalmente se encuentra asociada con el nerviosismo acerca de quién controla el gobierno central.
Pero si a los gobiernos locales se les diese el control sobre sus propias fuerzas de seguridad, la justicia y las finanzas, ¿no proporcionaría esto un refugio para al-Qaeda y otros grupos militantes, como los partidarios de Maliki arguyen? No, la violencia en Irak se atenuó en 2007 después de que el movimiento del Despertar Sunita se hartó de la excesiva violencia de sus compañeros sunitas en al-Qaeda y trabajó en contra del grupo. Los combatientes locales del Despertar Sunita tenían mejor inteligencia respecto del grupo y de cómo éste podría ser diezmado que el lejano gobierno central iraquí o las fuerzas de los EE.UU..
Pero algunos argumentan que en virtud de que las líneas etno-sectarias en Irak no son siempre tajantes, traspasar el país a una confederación de tres regiones autónomas podría aún dejar a las subunidades con una población mixta. Por ejemplo, la provincia de Diyala es 60 por ciento sunita, 20 por ciento chiita y un 20 por ciento kurda.
Vale, pero en mi libro Partitioning for Peace: An Exit Strategy for Iraq señalé que la verdadera división debe dejarse en manos de los propios iraquíes y que muchas más de tres regiones podrían ser creadas. La investigación académica demuestra que los límites regionales no precisan dividir a la perfección a los grupos etno-sectarios (y a los que podrían enredarse con las tribus que tienen más de un grupo etno-sectario en ellas), pero no pueden dejar dentro de un límite fronterizo a una gran minoría que amenace a la mayoría dentro del mismo. Sólo pequeñas minorías, digamos el 10 por ciento o menos, pueden ser quedar “varadas” sin invitar a la represión por parte de la mayoría.
¿Qué pasa con la creación de sub-unidades demasiado pequeñas para ser económicamente viables? La investigación académica demuestra que esta posibilidad es un mito. Además, cualquier confederación gubernamental en Bagdad podría estar a cargo sólo de mantener una zona de libre comercio y tal vez una moneda común.
Después de que sus fuerzas se han retirado, ¿por qué deberían los Estados Unidos preocuparse con una delegación del poder en Irak? Porque si el poder no está descentralizado, Iraq está obligado a degenerar en una guerra civil que hará que el conflicto de 2006 y 2007 luzca suave. La violencia sectaria ya está aumentando. Y, por supuesto, los Estados Unidos, que son responsables del descalabro actual, pueden ser presionados por el gobierno central iraquí, otros iraquíes, o la comunidad internacional para regresar sus fuerzas a la mutuamente destructiva sangría a fin de detener la carnicería. Aunque el presidente Obama sostiene que las tropas estadounidenses no regresarán a Irak incluso si se reanuda la guerra civil, las promesas de no intervención han sido rotas más tarde por presidentes anteriores, especialmente después de las elecciones.
Eso no significa que los Estados Unidos deberían decirle a los iraquíes cómo organizarse, sino que podrían mediar en cualquier delegación de competencias iniciada por Irak pacíficamente negociada. Dicha mediación por lo menos sería un papel constructivo para alguno de los 16.000 miembros del personal de la embajada de los EE.UU. que quedaron en el país y podría prevenir futuros reclamos de un retorno de las fuerzas de los EE.UU. a Irak bajo circunstancias extremas y peligrosas.
Traducido por Gabriel Gasave
Ivan Eland es Asociado Senior y Director del Centro Para la Paz y la Libertad en The Independent Institute en Oakland, California, y autor de los librosRecarving Rushmore: Ranking the Presidents on Peace, Prosperity, and LibertyThe Empire Has No Clothes, y Putting “Defense” Back into U.S. Defense Policy.

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