Desde que el Partido Islámico de Justicia y Desarrollo (AKP) llegó al poder, en 2002, se especula sobre el derrotero de Turquía. En los primeros años, todo apuntaba a que el país seguía el camino hacia Occidente, pues el AKP presionaba por la membresía en la Unión Europea y pugnaba por implementar las reformas liberaldemócratas y de libre mercado necesarias para ingresar en el club.
Pero hoy el consenso general es que Turquía dio un giro de 180 grados y, conforme Europa manifiesta su resistencia a acoger a una nación de mayoría musulmana, Turquía está cada vez más dispuesta a posicionarse como el traficante de influencias regional de sus vecinos islámicos —como se reveló hace poco en su negativa a imponer sanciones de la ONU contra Irán.
Turquía se encamina hacia Europa, pero no a una moderna ni liberal, sino al modelo europeo oriental de la década de 1940, cuando los Partidos Comunistas llegaron al poder en elecciones democráticas y terminaron por abandonar la democracia, velando sus naciones detrás de la Cortina de Hierro.
Después de que el Partido Comunista checoslovaco ganó los comicios de 1946, de inmediato socavó una de las democracias más progresistas de Europa Oriental. Para 1948, los comunistas habían acallado la oposición por diversos medios, que incluyeron la famosa defenestración de un prominente político moderado en Praga. En el lapso de dos años, Checoslovaquia se había sumado al bloque comunista.
El surgimiento de un partido antiliberal que transformaría la política exterior del país presagió la conducta del AKP, décadas después, en Turquía. Con esto no afirmamos que el comunismo comulgue con el Islam; no obstante, los dos movimientos, arraigados en ideologías antiliberales, consideran que la democracia es un medio para alcanzar un fin, y por ello adoptan la mentalidad maniquea de “nosotros contra los demás”.
Desde sus inicios, el AKP recurrió a una visceral retórica antiestadounidense, prohibió la participación de las mujeres en puestos clave y ordenó detenciones y despidos de políticos rivales. Pero esas señales fueron eminentemente ignoradas, en aquellos días, porque el AKP también propuso la integración en la UE y la creación de vínculos pragmáticos con EE. UU. sin dejar, por ello, de atacar a Occidente.
Sin embargo, durante los ocho años de régimen del AKP, la retórica partidista moldeó de manera significativa la opinión mayoritaria. Más del 90 por ciento de los turcos leen y escriben sólo en turco, y obtienen información sólo de medios turcos, todos controlados por el AKP.
Bajo los auspicios del partido, la intervención telefónica de los opositores se volvió tan común que los restaurantes ofrecen servicios de guarda para los teléfonos celulares de los comensales, a fin de que éstos puedan disfrutar de una cena y charlar sin ser escuchados en secreto.
La retórica antioccidental del AKP dejó adivinar objetivos ocultos en política exterior que apenas ahora empiezan a ver la luz. Luego de debilitar el sistema democrático de frenos y contrapesos (imponiendo multas fiscales a los medios y sembrando audífonos ocultos para sofocar la disidencia), el AKP se siente lo bastante poderoso para casar su retórica con la política exterior y, así, seguirá apartándose de Occidente, aunque, de manera ostensible, permanezca como miembro de la OTAN.
Asimismo, el AKP seguirá defendiendo a los líderes islamistas (desde el sudanés Omar al-Bashir hasta el iraní Mahmud Ahmadineyad) contra las exigencias de la comunidad internacional. En el país, el AKP continuará pisoteando la libertad mediática, la igualdad de géneros y las salvaguardias democráticas.
Con todo, aún hay esperanza. Si tomamos como parámetro el calendario checoslovaco de la posguerra, Turquía se encuentra en el año 1947 y, de tal suerte, el partido autoritario no tiene todavía el control absoluto del poder. Turquía se mantiene como una democracia multipartidista y, según los resultados de las recientes elecciones, sólo una tercera parte de los votantes apoya al AKP.
Aunque el secular Partido Popular Republicano nunca había contado con una organización de bases comparable con la del AKP ni engendraba un sentimiento populista antioccidental como hizo el primer ministro del AKP Recep Tayyip Erdogan, ahora tiene entre sus filas a un líder auténtico en la persona de Kemal Kiliçdaroglu, carismático socialdemócrata. No obstante, la presión internacional aún puede obstaculizar las ambiciones del AKP, sobre todo si EE. UU. y otros países deciden hacerse escuchar. Y entre bastidores ya no hay tanques soviéticos listos para someter la voluntad de un pueblo.
Aun así, los turcos liberales se niegan a reconocer las realidades de su fracaso político, e incluso algunos todavía afirman (absurdamente) que los líderes europeos y estadounidenses dieron el poder al AKP. A fin de recuperar terreno en las elecciones de 2011, los no islamistas tienen que apoyarse en políticas dirigidas a la base popular.
Cagaptay y Pollock son miembros del Instituto Washington para Política del Cercano Oriente.
Este es un espacio que se enfoca en las tendencias globales que están transformando el mundo.
miércoles, 25 de agosto de 2010
El espeluznante modelo europeo
Newsweek
Por S. Cagaptay y D. Pollock
Mientras, Occidente debe hacer valer la democracia asegurando comicios libres y justos, y manteniendo en óptimas condiciones el terreno de juego político. Si los liberales no se unen de inmediato, el reloj avanzará a 1948.
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