martes, 15 de junio de 2010

La lucha antidroga también precisa de un “reinicio”


Andrei Fediashin,
RIA Novosti

Los días 9 y 10 de este mes de junio, en Moscú se celebró el foro "Producción de drogas en Afganistán: un reto para la comunidad internacional".

Esta conferencia internacional ofreció una buena oportunidad para entender qué es lo que presenta más peligro, si la heroína afgana o los talibanes o si es posible luchar contra el primer problema sin haber superado antes el segundo. Tras haber arrancado el "reinicio" de las relaciones ruso-americanas en la esfera nuclear, nos estamos alejando, quizá, del posible "reinicio" de la lucha conjunta contra la producción y el tráfico de droga.


La nueva doctrina de la Administración del Presidente Barack Obama sobre el cultivo de opio parece ser completamente opuesta a la de George Bush, quien, a pesar de discrepar con Moscú en muchos aspectos, compartía la opinión de que había que apostar por la destrucción de los cultivos de adormidera en Afganistán.

A primera vista, el plan de Obama, que consiste en luchar contra los contrabandistas y los productores y renunciar a la destrucción de las plantaciones a favor de indemnizaciones para quienes se pasen a cultivos alternativos, parece estar dando resultados. Las áreas de cultivo de adormidera en el país se redujeron en un 22 % más que en el año pasado.

No obstante, siguen siendo más extensas que en 2006. La producción de opio en bruto se redujo en un escaso 10 %, como mucho. Según expertos británicos, los productores afganos consiguen extraer más jugo, materia prima para el opio, de las cabezas de adormidera que hasta hace unos años. Estamos hablando de 56 kilos por hectárea, un 15 % más que el año pasado.

El Director de la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas, Gil Kerlikowske, a mediados de pasado mes de mayo hizo pública la Nueva Estrategia Nacional de Control de Drogas que debe ser aplicada a lo largo de los próximos cinco años. En el documento se hace hincapié en las medidas de prevención y tratamiento de la drogodependencia, la reducción de la demanda, la protección de las fronteras y la erradicación del narcotráfico "a las puertas de los Estados Unidos".

El presupuesto para la lucha antidroga alcanzará los 15.500 millones de dólares, frente los 13.700 millones en 2008 y los 70 millones en 1969. De esta cantidad, para la lucha contra el narcotráfico internacional se asignará un 15%, mientras para Afganistán se destinarán unos 100 millones más, es decir, un 1% más que el año pasado. Ningún otro país del mundo destina tantos recursos para la lucha antidroga. Cierto es también, que ningún otro país del mundo consume tanta droga.

"Estas cifras generan una confusión,- opina el antiguo Director del Centro para investigaciones de la política antidroga de la influyente Rand Corporation, Peter Reuter.- Toda esta estrategia parece demasiado optimista. Podemos hacer que el narcotráfico se tambalee algo, pero no que se reduzca drásticamente. Es difícil operar en un país, teniendo tan poco conocimiento de cómo es la vida real allí. Los esfuerzos para erradicar las plantaciones tampoco parecen dar buenos resultados".

Moscú siempre se ha pronunciado a favor de la destrucción de los cultivos de adormidera. El director del Comité Nacional Antidrogas, Victor Ivanov, tomaría incluso unas medidas más drásticas, responsabilizando, no a los campesinos que viven en la miseria, sino a los propietarios de la tierra, confiscándoles los labrantíos.

De acuerdo con los datos disponibles, las asignaciones anuales de EE.UU. y la UE para la promoción de la agricultura alternativa en Afganistán, que suman 500 millones de dólares, no tienen un efecto apreciable en la reducción de las plantaciones, mientras que, en Colombia, los 50 millones asignados anualmente para la misma tarea "dan un resultado impresionante".

Merece la pena señalar que Moscú no insiste en que Estados Unidos y la OTAN vuelvan a destruir las plantaciones, dejando de asignar recursos para los cultivos de "plantas" alternativas. La postura de Rusia consiste en que el éxito sólo se conseguiría si se compaginan ambos métodos.

Un informe del Departamento de Estado de EE.UU. asevera que, a partir de 2001, el volumen de la adormidera cultivada en Afganistán aumentó en nada menos que un 44%, llegando este país a producir para finales del año pasado el 90% de toda la heroína en el mundo.

La postura de la OTAN es hasta cierto punto comprensible: parece demasiado costoso encargarles a las tropas que se ocupen de dispersar sustancias químicas sobre los cultivos del opio. El Ejército desde siempre ha tenido otras tareas, por lo que sería poco acertado arrastrarlo en las actividades agrícolas. No menos costoso parece mandar a Afganistán a personal civil subcontratado o a agentes de servicios antidrogas. Las tropas tendrían que protegerles para evitar víctimas. Y, sin embargo, tampoco parece acertado desperdiciar cientos de millones de dólares en la "agricultura alternativa".

Los representantes de la OTAN aseguran haber intentado destruir las plantaciones y haber obtenido resultados insignificantes. El Comandante de las Fuerzas de la OTAN y de EE.UU. en Afganistán, General Stanley McCrysthal, anunció que la "nueva política de la Alianza consiste en ganarse las simpatías de la población, para lo cual no se destruirán las plantaciones". Según datos de la OTAN, la destrucción carecería de sentido, ya que los talibanes parecen haber acumulado ya una cantidad de opio suficiente para un tráfico ininterrumpido durante varios años, incluso si no se cultiva más opio. Y, sin embargo, se sigue cultivándolo.

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