Newsweek
Por Owen Matthews y Anna Nemtsova
Cuando Vladimir Putin habló de restaurar la grandeza de Rusia, evocó una profunda visión del siglo XX de usar la fuerza del Estado, el poder militar y la riqueza petrolera para inspirar respeto. Cuando su presidente actual, Dmitri Medvedev, habla de eso, lo hace sobre la idea de construir una “ciudad innovadora” en el suburbio moscovita de Skolkovo, donde el Estado dará libertad a las mejores mentes de la nación para que busquen los avances científicos y tecnológicos, el cimiento de una “economía de conocimiento” del siglo XXI.
Por Owen Matthews y Anna Nemtsova
Cuando Vladimir Putin habló de restaurar la grandeza de Rusia, evocó una profunda visión del siglo XX de usar la fuerza del Estado, el poder militar y la riqueza petrolera para inspirar respeto. Cuando su presidente actual, Dmitri Medvedev, habla de eso, lo hace sobre la idea de construir una “ciudad innovadora” en el suburbio moscovita de Skolkovo, donde el Estado dará libertad a las mejores mentes de la nación para que busquen los avances científicos y tecnológicos, el cimiento de una “economía de conocimiento” del siglo XXI.
La visión de Medvedev está diseñada para liberar a Rusia de lo que califica como una dependencia “humillante” de las exportaciones de petróleo y gas, y revivir la grandeza de una nación otrora conocida por sus logros científicos y tecnológicos. “El éxito del movimiento por una ‘Rusia Inteligente’ es una cuestión de vida o muerte para el país”, dice Zhores Alferov, el único ganador de un Premio Nobel que aún vive en Rusia, y que fue elegido en abril por Medvedev como director general del proyecto de Skolkovo. “La idea de Skolkovo es como el Arca de Noé: nuestras ideas de esperanza y supervivencia están puestas allí”, asegura.
Las probabilidades de que Rusia resurja como una gran potencia en el futuro cercano bien podrían estar determinadas por la campaña de Medvedev para revivir su lado inteligente. Pese a todas sus ineficiencias, el Estado soviético era un partidario generoso de la ciencia y la tecnología: construyó el primer satélite artificial del mundo y la cápsula que llevó al primer hombre al espacio. Después de la caída de la Unión Soviética, en 1991, el apoyo del Estado a las ciencias colapsó, los científicos huyeron al extranjero, y el mismo Estado se convirtió en un depredador: comprometido en teoría con el libre mercado, demasiado seguido practicaba el saqueo de empresas privadas por lucro.
Las probabilidades de que Rusia resurja como una gran potencia en el futuro cercano bien podrían estar determinadas por la campaña de Medvedev para revivir su lado inteligente. Pese a todas sus ineficiencias, el Estado soviético era un partidario generoso de la ciencia y la tecnología: construyó el primer satélite artificial del mundo y la cápsula que llevó al primer hombre al espacio. Después de la caída de la Unión Soviética, en 1991, el apoyo del Estado a las ciencias colapsó, los científicos huyeron al extranjero, y el mismo Estado se convirtió en un depredador: comprometido en teoría con el libre mercado, demasiado seguido practicaba el saqueo de empresas privadas por lucro.
En la generación que separó el vuelo espacial de Yuri Gagarin de la elección de Putin, en 2000, el PBI y la producción industrial de Rusia cayeron casi un 50 por ciento, y con ellos la inversión en ciencias cayó de un 6 por ciento del PBI a sólo un 1,5 por ciento, donde está estancada hoy. La fuga de cerebros empezó en la década de 1970, cuando judíos soviéticos cultos —como los padres del joven Sergey Brin, cofundador de Google— se dirigieron al Occidente libre.
Para finales del siglo, Occidente había “robado” a Rusia más de medio millón de sus personas más talentosas. Tanto Putin como Medvedev creen que el Estado puede resolver los problemas de Rusia; pero mientras que Putin ve a la burocracia como la fuente de su poder, Medvedev la ve como un obstáculo corrupto para crear una economía pospetrolera.
Skolkovo es la pieza central en la campaña de Medvedev para crearla. Suburbio de la era soviética a 40 kilómetros de Moscú, Skolkovo ya alberga la principal escuela comercial de Rusia, la cual es (crucialmente) privada pero recibe algo de dinero estatal para investigaciones.
Skolkovo es la pieza central en la campaña de Medvedev para crearla. Suburbio de la era soviética a 40 kilómetros de Moscú, Skolkovo ya alberga la principal escuela comercial de Rusia, la cual es (crucialmente) privada pero recibe algo de dinero estatal para investigaciones.
La nueva ciudad de la innovación está inspirada en la relación entre la Universidad de Stanford y Silicon Valley, o el Instituto de Tecnología de Massachusetts con las firmas tecnológicas de la Ruta 128 en las afueras de Boston: un lugar donde las mentes académicas pueden hallar los fondos privados y gubernamentales que necesitan para lanzar compañías.
La nueva Skolkovo será “una ciudad del futuro real”, dice el magnate petrolero Víktor Vekselberg, que ocupa el lugar 10 entre los hombres más ricos de Rusia, y contará con la elección de Medvedev para organizar el lado empresarial, seleccionando las mejores ideas, que el Estado deberá apoyar para que se inicien. La construcción ya está en marcha en un terreno de 300 hectáreas que será protegido por muros y puertas.
Si todo sale como se planea, para 2014 la nueva ciudad albergará a unas 40.000 personas. Víktor Ustinov, uno de los principales físicos de Rusia y ex pupilo de Alferov, dice que Skolkovo será un “Silicon Valley ruso”, dedicado a la innovación en comunicaciones y biomedicina, así como en tecnología espacial, nuclear e informática. Según Vladislav Surkov, el ideólogo en jefe del Kremlin, “sólo los mejores irán, y a los mejores se les dará las mejores condiciones”.
Muchas otras naciones también tratan de construir sus propios Silicon Valleys. Pero Medvedev, aunque tardíamente, declaró que el proyecto es la última y mejor esperanza de Rusia. Su programa de 2008 para la economía rusa, llamado “Estrategia 2020”, requiere que el sector tecnológico comprenda un 15 por ciento de las exportaciones, o de un 8 a un 10 por ciento del PBI, para ese año. Hoy suma un 1,1 por ciento del PBI, y mucho de ello es en equipo militar.
Muchas otras naciones también tratan de construir sus propios Silicon Valleys. Pero Medvedev, aunque tardíamente, declaró que el proyecto es la última y mejor esperanza de Rusia. Su programa de 2008 para la economía rusa, llamado “Estrategia 2020”, requiere que el sector tecnológico comprenda un 15 por ciento de las exportaciones, o de un 8 a un 10 por ciento del PBI, para ese año. Hoy suma un 1,1 por ciento del PBI, y mucho de ello es en equipo militar.
Así, Medvedev inyecta miles de millones en fondos estatales para proyectos que incluyen a Skolkovo, el mayor fondo de inversión en nanotecnología del mundo, y un programa diseñado para atraer a emigrantes rusos y sus compañías. Medvedev envió funcionarios a solicitar dinero para bonos de innovación, y destinó más de US$ 10.000 millones a inversión tecnológica.
La mayor probabilidad de éxito de Skolkovo se da porque sus empresas estarán protegidas de burócratas y policías rapaces. Hoy, los subsidios y privilegios especiales que el Estado soviético prodigó a proyectos científicos y empresariales dieron paso al robo puro. En un sondeo reciente de PricewaterhouseCoopers sobre delitos económicos globales, el 71 por ciento de las empresas rusas reportó haber sido objeto de tales abusos por la policía o funcionarios en 2009 (el peor de los 33 países en el estudio).
La mayor probabilidad de éxito de Skolkovo se da porque sus empresas estarán protegidas de burócratas y policías rapaces. Hoy, los subsidios y privilegios especiales que el Estado soviético prodigó a proyectos científicos y empresariales dieron paso al robo puro. En un sondeo reciente de PricewaterhouseCoopers sobre delitos económicos globales, el 71 por ciento de las empresas rusas reportó haber sido objeto de tales abusos por la policía o funcionarios en 2009 (el peor de los 33 países en el estudio).
El mismo Medvedev atacó la cultura rusa de corrupción estatal y trata de sellar a Skolkovo, que tendrá leyes simplificadas para los negocios, un régimen de visas más simple, beneficios tributarios y nada de burócratas ladrones. “No sólo crearíamos una nueva ciudad, sino un nuevo tipo de persona que vivirá allí; no habrá espacio para la corrupción en nuestra ciudad”, dice Vekselberg. “Alguien tiene que dar un ejemplo de cómo cambiar Rusia”, explica.
Pero las líneas de tendencia corren en contra de la Rusia Inteligente. En un par de décadas, la crema y nata de la intelectualidad soviética habrá muerto, dejando detrás un mal sistema educativo. La mayoría de los institutos tradicionales de investigación en Rusia perdieron desde hace tiempo a mucha de su mejor gente por las universidades mejor financiadas de Occidente, y ahora no hay una sola universidad rusa entre las 100 principales del mundo.
Pero las líneas de tendencia corren en contra de la Rusia Inteligente. En un par de décadas, la crema y nata de la intelectualidad soviética habrá muerto, dejando detrás un mal sistema educativo. La mayoría de los institutos tradicionales de investigación en Rusia perdieron desde hace tiempo a mucha de su mejor gente por las universidades mejor financiadas de Occidente, y ahora no hay una sola universidad rusa entre las 100 principales del mundo.
Así como el Estado ruso fue saqueado por sus servidores después de la caída del comunismo, los bienes de sus instituciones académicas fueron vendidos, rentados y robados por sus administradores. En 2009, el país publicó menos periódicos y revistas académicos que India o China, y los rusos sólo ganaron cuatro Premios Nóbel en la última década, en comparación con 67 de EE. UU. (y sólo uno, el premio de la Paz otorgado a Mijaíl Gorbachov, en la década de 1990).
En la clasificación del Foro Económico Mundial de las naciones más competitivas del mundo, Rusia cayó 12 lugares, al número 63, desde que Medvedev llegó a la presidencia, en 2008, y su sector de tecnología informática descendió cuatro lugares en el mismo tiempo, a un pésimo puesto número 74 entre 134 países. Algunos empresarios rusos, como el diseñador de software antivirus Yevgeny Kaspersky, se quejan de que el talento que aún queda parece enfocarse desproporcionadamente en la actividad ilegal, como la creación del troyano Storm, que infectó 1,5 millones de computadoras el año pasado. “Rusia es una nación de superhackers”, dice Kaspersky, cuyo Kaspersky Labs es una de las pocas empresas tecnológicas de Rusia, dedicada a bloquear ataques de hackers.
En cierta manera, el plan de Medvedev de crear un punto legítimo para el talento tecnológico es, en esencia, soviético. La idea de una ciudad de científicos se remonta a las ciudades construidas con propósitos tecnológicos dentro del Gulag por Stalin, donde científicos selectos trabajaban en condiciones privilegiadas, y lograron avances tales como la bomba atómica soviética. Pero en esta era “no se puede tener una economía innovadora planeada desde el centro”, advierte Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Estudios Postindustriales en Moscú.
El fracaso de la planeación central no significa necesariamente que a Skolkovo también le irá mal, porque Medvedev es guiado por una visión más moderna de cómo usar subsidios para impulsar el desarrollo empresarial. Ya hay algunas historias de éxito. Un ex estudiante de Alferov, Alexei Kovsh, está mudando su compañía de iluminación con eficiencia energética de Alemania a San Petersburgo, porque Alferov lo convenció de que podía obtener un financiamiento mejor en Rusia, con costos menores que en Occidente, y mejor protección de los copiadores de tecnología que en China.
En cierta manera, el plan de Medvedev de crear un punto legítimo para el talento tecnológico es, en esencia, soviético. La idea de una ciudad de científicos se remonta a las ciudades construidas con propósitos tecnológicos dentro del Gulag por Stalin, donde científicos selectos trabajaban en condiciones privilegiadas, y lograron avances tales como la bomba atómica soviética. Pero en esta era “no se puede tener una economía innovadora planeada desde el centro”, advierte Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Estudios Postindustriales en Moscú.
El fracaso de la planeación central no significa necesariamente que a Skolkovo también le irá mal, porque Medvedev es guiado por una visión más moderna de cómo usar subsidios para impulsar el desarrollo empresarial. Ya hay algunas historias de éxito. Un ex estudiante de Alferov, Alexei Kovsh, está mudando su compañía de iluminación con eficiencia energética de Alemania a San Petersburgo, porque Alferov lo convenció de que podía obtener un financiamiento mejor en Rusia, con costos menores que en Occidente, y mejor protección de los copiadores de tecnología que en China.
Kovsh vendió parte de la compañía, Optogan, a la paraestatal Rusnanotech y al magnate de los metales Mijaíl Projorov. Con el Estado como tercer socio, Kovsh se siente protegido. Alferov espera repetir la experiencia de atraer empresas similares a Skolkovo. Formados en contra de la Rusia Inteligente, están los burócratas que prefieren que Rusia siga tonta, porque sacan mucho dinero de ella. Medvedev está impulsando la innovación como una de sus “cuatro I”, o pilares de la modernización, siendo las otras tres las instituciones, la infraestructura y la inversión.
Pero no está avanzando mucho. Rusia construyó sólo 1.000 kilómetros de caminos el año pasado, en comparación con los 47.000 kilómetros construidos por China. Vladimir Ryzhkov, un ex legislador de la oposición, se queja de que las cuatro “i” reales de la modernización rusa son “la ilusión, la ineficacia, la inestabilidad y la incompetencia”. Yevgeny Gontmajer, uno de los principales miembros del grupo de investigadores favorito de Medvedev, el Instituto de Desarrollo Contemporáneo, dice que el defecto en la estrategia del presidente es que “esperan que los científicos vengan e inventen todo para ellos, de manera que no haya necesidad de reformar las instituciones políticas”.
Pero Medvedev entiende las fuerzas de la “Rusia Tonta”: “Los funcionarios corruptos no quieren el desarrollo, y lo temen”, escribió en su manifiesto de 2009, “Rusia hacia delante”. “Pero el futuro no les pertenece; nos pertenece a nosotros. Superaremos el atraso y la corrupción”. Ojalá que ganen los rusos inteligentes.
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