Por Juan González
Las protestas en Brasil fueron motivadas al
inicio por el aumento de los precios de los pasajes en varias ciudades, pero a
medida que fue pasando el tiempo los manifestantes se enfocaron en
rechazar la organización de la Copa Mundial de Futbol
2014 y de los Juegos Olímpicos (JJOO) 2016 por el costo que
representan los dos principales eventos deportivos del planeta y su impacto
negativo en la clase media y en la
población de menores ingresos.
Brasil es
junto a México, Alemania y Estados Unidos, los únicos países del
mundo en ganar el derecho para organizar la Copa Mundial y los
Juegos Olímpicos de manera consecutiva.
Cuando
Brasil obtuvo la sede la Copa 2014 en el año 2007 y la de los JJOO 2016
en el 2009, el país se encontraba en medio de un notable crecimiento económico
que se reflejaba en toda la población, lo que motivó a los brasileños a celebrar tal hazaña sin que nadie
pensara en el compromiso económico de estos.
Entre
los años el año 2006 y 2010 la economía brasileña mantuvo un robusto
crecimiento del PIB, promediando alrededor del 5% anual, impulsado
por los altos precios de las materias primas en el mundo. Sin embargo, a
partir del año 2011 la economía ha comenzado a desacelerarse a tal punto
que el pasado año 2012 la economía creció menos de un 2%, en el 2013
aumentó ligeramente a 2,3% y para este año 2014 se proyecta un crecimiento de
1,8% del PIB.
Durante la gestión del ex presidente Luis
Ignacio Lula Da Silva, de los aproximadamente 200 millones de habitantes, más
de 25 millones salieron de la pobreza y otros 35 millones pasaron a
clase media. Sin embargo, Brasil sigue estando entre los países
con más desigualdad en América Latina, con amplios cordones de miseria
en ciudades como Sao Paulo o Rio de Janeiro y una gran pobreza rural acentuada
en la región nordeste.
La mayoría de
la población de Brasil carece educación, salud, vivienda y transporte público de calidad. A lo que se
agregan los altos niveles de inseguridad, a pesar del esfuerzo del
Gobierno federal, de los gobiernos estatales y de los gobiernos
municipales para enfrentar la problemática (anualmente mueren alrededor
de 40 mil personas por homicidios, la mayor cantidad en el mundo); y
el aumento de los precios de los bienes y servicios ha ido en
aumento en los últimos años.
Volviendo
a la organización de la Copa Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016, estos
pueden tener un costo para Brasil de hasta 30 mil millones de dólares,
realizando un cálculo preliminar; ya que hay que tomar en cuenta la
construcción de nuevas infraestructuras y la adecuación de las existentes
que van desde instalaciones deportivas hasta aeropuertos y la amplia logística
para el montaje.
Es
importante señalar que el costo de estos eventos puede ser un gasto o una
inversión para Brasil, dependiendo si son exitosos o se convierten en un
fiasco.
Es posible que Brasil haya cometido
un error al embarcarse en la celebración de estos dos magnos acontecimientos
deportivos mundiales por la gran inversión que representan. No obstante,
la suerte está echada y lo que corresponde ahora a los brasileños es soportar
la carga y tratar de que la organización de estos llenen las expectativas del
mundo. Porque sino, la imagen de Brasil de potencia
emergente que lucha por ocupar más espacios en los organismos de decisiones
globales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Consejo
Permanente de Seguridad de Naciones Unidas, entre otras instituciones, quedará
en entredicho y perderá el posicionamiento global que ha alcanzado en los
últimos años.
El autor es politólogo, analista de temas internacionales.
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