Por Juan González
Las relaciones
de América Latina con Estados Unidos (EE.UU.) se configuraron en base a la
Doctrina Monroe que expresa: “América para los Americanos”. Al plantear
esta doctrina en la primera mitad del siglo XIX, EE.UU. como potencia emergente
dejaba delimitado su área de influencia ante las potencias europeas de
aquel momento.
Con
la Doctrina Monroe América Latina quedó subordinada a EE.UU. en un
proceso que inició con la expansión hacia el sur a través de la
Guerra México-Americana en la que arrebató aproximadamente el 50% del
territorio al país azteca. Así como la Guerra hispano- Americana de 1898 en
la que EE.UU. derrotó a España y se quedó con el control de Cuba y Puerto
Rico.
En el
ámbito financiero, varios países de la región que habían tomado préstamos
a las potencias europeas para organizarse luego de la independencia estaban
bajo amenaza de invasiones al no poder cumplir con sus compromisos
crediticios. En 1862 las tropas francesas invadieron a México por
la cesación de pagos. Aunque Venezuela no fue invadida en 1902 las
tropas británicas bloquearon sus puertos. Ante esta situación EE.UU.,
decidió comprar los títulos que tenían los europeos con deudas de América
Latina para aumentar su control sobre la región.
Desde el
final del siglo XIX, EE.UU., ha promovido reuniones e instituciones
de carácter continental para mantener a la región apegada a sus valores y
bajo su dominio: la Conferencia Panamericana, la Organización
Panamericana de la Salud (OPS), la Organización de Estados
Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Cumbre
de las Américas, entre otras.
Con el
surgimiento de la Guerra Fría y la posterior Revolución Cubana en
1959, algunos países latinoamericanos pidieron a EE.UU.
revisar sus relaciones con la región. Planteaban que estas
solo se circunscribían a lo jurídico, político y militar, pero excluía
las cuestiones económicas y sociales.
Los
reclamos aumentaron con la visita del Vicepresidente de EE.UU.,
Richard Nixon en 1958 a Caracas y Lima, que inicialmente
incluía siete países pero las protestas escenificadas en estas dos
ciudades por la llegada del segundo hombre al mando del gobierno estadounidense
varió la agenda.
Ese
momento de enfriamiento en las relaciones de EE.UU. y AL fue aprovechado por el
Presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, para proponer la Operación
Panamericana. Una propuesta que se
inspiraba en la Plan Marshall, implementado por EE.UU. para reconstruir varios
países de Europa devastados por los efectos de la Segunda Guerra Mundial.
La
Operación Panamericana sirvió de paradigma al Presidente de EE.UU. John F.
Kennedy para lanzar en 1961 la Alianza por el Progreso, en Punta del Este,
Uruguay.
La Alianza
por el Progreso fue el más ambicioso proyecto de ayuda y cooperación de
EE.UU. hacia América Latina. Contemplaba el desarrollo de infraestructuras,
educación, salud, promoción de la democracia, libre comercio y la
implementación de una reforma agraria en cada uno de los países. Sin embargo, ese gran sueño de cooperación continental
no llegó a hacerse realidad, lamentablemente se fue a la tumba con el
Presidente Kennedy.
En estos
momentos las relaciones de EE.UU. y América Latina se encuentran en una
situación similar a la que se vivió después de la Revolución Cubana.
La influencia de EE.UU. en la región se ve amenaza por la presencia de China. El año 2000 el intercambio comercial entre China y América Latina fue de tan solo $10 mil millones de dólares y en la actualidad supera los $200 mil millones de dólares.
Otro
ejemplo, es que China se ha convertido en el principal socio
comercial de Brasil, desplazando a EE.UU. Además, debemos agregarle la
concesión dada a una empresa de China para construir un canal
interoceánico en Nicaragua similar al de Panamá con una inversión
estimada en 40 mil millones de dólares.
En mayo del 2013, el Presidente de EE.UU., Barack
Obama y su Vicepresidente Joe Baiden, realizaron visitas puntuales a
América Latina. Barack Obama, se reunió con el Presidente de México, los
presidentes de los países centroamericanos y el de la República Dominicana,
teniendo como temas de agenda principalmente, el comercio y el
narcotráfico.
Mientras
que Joe Biden, realizó su periplo por Suramérica (Colombia, Brasil y
Trinidad y Tobago) para tratar la situación post-electoral de Venezuela, los
acuerdos de paz con la guerrilla (Colombia) y el intercambio comercial.
EE.UU.
mantiene un déficit comercial anual que se aproxima a los 450 mil
millones de dólares y quiere reducirlo ampliando su intercambio comercial con
la región que posee un mercado con más de 500 millones de consumidores.
Las
relaciones de EE.UU. con América Latina no deben centrarse únicamente en el
comercio, en los temas migratorios y en el combate al narcotráfico, es
necesaria una nueva “Alianza para el Progreso” que impulse el desarrollo de la
región.
EE.UU.
será el mayor beneficiario del progreso de América Latina porque recibirán
menos inmigrantes, venderán más productos a la región, tendrán más
seguridad en las fronteras, se reducirá el flujo de drogas y podrán tener
acceso a recursos humanos de alta calificación.
Finalmente,
pienso que EE.UU. debe de dejar de considerar a América Latina su patio trasero
y cultivar una vecindad armoniosa que descanse en el respeto a la soberanía y
en la no injerencia de los asuntos interno de los países de la
región. América Latina y EE.UU. tienen intereses comunes que deben
preservar y cultivar mediante la cooperación.
El autor
es politólogo, analista de temas internacionales.
2 comentarios:
Me importa conocer las relaciones políticas entre los distintos países. Por eso trato de viajar mucho y recorrer las naciones del continente. El ultimo verano pude obtener pasajes a brasil y conocer una nación que creo esta creciendo mucho en los últimos años
Excelente escrito, sin desperdicios. El maestro Juan Ganzalez siempre compartiendo sus conocimientos para nutrir a la poblacion.
Publicar un comentario