Estocolmo, la capital de Suecia, vive en estos días una situación muy parecida a la que Londres vivió en 2011 y París en 2005, con decenas de coches incendiados y comercios, escuelas, una biblioteca, un banco, una estación de policía, agentes y bomberos atacados por grupos dispares, difíciles de clasificar, pero claramente enojados.
Todo comenzó la semana pasada, cuando en el suburbio de Husby la policía disparó y mató a un hombre mayor que supuestamente los había amenazado con un arma blanca.
La noticia encendió la mecha en esa zona, donde comenzaron desmanes que se han replicado todas las noches en otras áreas de la periferia de la ciudad. Activistas locales señalaron que la reacción llegó por parte de jóvenes que acusan a la policía de brutalidad y racismo.
La policía de Estocolmo rechaza estas acusaciones y su portavoz, Kjell Lindgren, afirmó el miércoles que no se podía definir a quienes causaron los desmanes "como un grupo determinado".
"Mis colegas dicen que la gente en las calles es una mezcla de todos los tipos de personas que uno pueda imaginar", señaló. Residentes de los suburbios aseguraron que las protestas eran contra la falta de puestos de trabajo.
Desigualdad
Lindgren también dijo algo que se escuchó de boca de las autoridades de Londres y París en 2011 y 2005: "No sabemos por qué están haciendo esto".
Y es la gran pregunta que se está haciendo también la sociedad en Suecia, un país tradicionalmente percibido como tolerante, con un fuerte estado de bienestar y abierto a la inmigración.
Muchos señalan como un posible factor el incremento en la brecha entre ricos y pobres. De acuerdo con cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en los últimos 25 años Suecia ha registrado el mayor incremento de desigualdad entre los países desarrollados.
Los inmigrantes, que representan un 15% de la población total del país, tienden a concentrarse en las áreas más pobres, como Husby, donde comenzaron los desmanes. Más del 80% de los alrededor de 11.000 habitantes de esta zona tienen sus orígenes fuera de Suecia; fundamentalmente en Turquía, Medio Oriente y Somalia.
La imagen y la realidad
El primer ministro, Fredik Reinfeldt, dijo que todos deben asumir la responsabilidad de restablecer la calma en Estocolmo.
"Es importante recordar que quemar el coche de tu vecino no es un ejemplo de libertad de expresión, es vandalismo", indicó el miércoles.
El gobierno de Reinfeldt ha bajado impuestos y reducido beneficios estatales, lo que ha permitido mantener la economía estable, pero también ha contribuido a ese referido aumento de la desigualdad, que golpea mayormente a los inmigrantes. Aje Carlbom, antropólogo social de la Universidad de Malmo, explicó que el gobierno tiene que aceptar que lo más probable es que los inmigrantes que llegan al país sin una educación adecuada se queden sin empleo.
Y agregó: "Tal vez haya que invertir mucho dinero en inmigrantes de segunda y tercera generación para asegurarse de que aprendan sueco; creo que la generación de sus padres es, desafortunadamente, una causa perdida en términos de integración".
Pero es difícil ver cómo lograrán hacerlo con un reducido gasto público. Puede que la imagen que se tiene de Suecia haya empezado a dejar de coincidir con la realidad.
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