SUSANA HIDALGO
Más de dos millones de personas en España no tienen ingresos suficientes para comprar alimentos a diario. La mitad de la población mundial ha tenido que cambiar sus habitos alimentarios, según una encuesta de Oxfam.
Beatriz, peluquera y madre de dos hijos, no tiene problemas económicos para darles de comer, pero sí que ha notado cómo por culpa de la crisis su cesta de la compra ha sufrido cambios importantes, "como la renuncia a ciertos pescados o la sustitución de algunas carnes por otras más baratas", explica esta mujer.
El ajuste de la economía doméstica a la compra de alimentos es un fenómeno que la crisis a extendido por todo el mundo, lógicamente con mayor incidencia en unos países que en otros, según una encuesta a nivel mundial (17 países, más de 16.000 personas) realizada por la ONG Oxfam (Intermón Oxfam en España).
El informe señala que en los últimos dos años el 46% de los españoles ha cambiado sus hábitos alimenticios (han tenido que renunciar al menos a un alimento o han cambiado unos productos por otros). De ellos, un 33% lo ha hecho por motivos económicos y un 21% por motivos de salud. A nivel mundial, las cifras se elevan: hasta un 54% de personas ha tenido que trastocar en los últimos dos años sus comidas.
El principal motivo que hay detrás de estos cambios alimenticios está en la subida de los precios. El índice de precios de los alimentos que realiza la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en sus siglas en inglés) llegó a sus niveles máximos el pasado febrero, impulsado por la subida de los precios de los cereales.
Aparte de los cambios alimenticios, hay un problema más grave. Los que no tienen ni para comer a diario. En España, un 5% de la población (más de dos millones de personas) no tienen ingresos para comer todos los días. Estas son las personas que tienen que acudir a diario a instituciones sociales para poder sobrevivir. "En los últimos tiempos hemos notado un cambio y es que atendemos a familias que vienen a pedirnos alimentación básica, como arroz o legumbres", señala Javier Baeza, sacerdote de la parroquia San Carlos Borromeo, situada en Entrevías, una de las zonas con más necesidades de Madrid.
Precisamente esta semana la Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), Cruz Roja y Cáritas han alertado de que la ayuda alimentaria que la UE destina a los más desfavorecidos puede reducirse el año que viene en España en un 75%, una situación que afectaría a más de 1.700.000 personas. El motivo: la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE, dictada el 13 de abril a instancias de Alemania y Suecia, que limita los alimentos destinados al Programa Europeo de Ayuda a los más necesitados (PEAD) a que haya excedentes.
Los cambios en las comidas han relegado a los más saludables a la última fila. Pollo, pizza, arroz... Son alimentos baratos que se han colado en la cesta de la compra a nivel mundial y copan los primeros puestos en cuanto a los más comprados. "Lo que comemos está cambiando rápidamente y, para demasiadas personas, lo está haciendo a peor", advierte Ariane Arpa, directora general de Intermón Oxfam en España. Esta organización ha comenzado a nivel mundial una campaña, llamada Crece, y con el principal objetivo de que "todas las personas del plantea tengan comida suficiente".
Nutrición y acceso
Pero los verdaderos problemas se dan en los países en desarrollo. El aumento de los precios preocupa al 66% de los encuestados, pero con diferencias: en los países desarrollados preocupa sobre todo que los alimentos sean nutritivos y saludables, mientras que en los países más pobres lo que preocupa es tener acceso a esos alimentos.
"Una gran cantidad de personas, especialmente en los países más pobres, están reduciendo la cantidad o la calidad de los alimentos que consumen por el aumento del precio", apunta Arpa. "Los líderes mundiales, especialmente los del G-20, deben actuar ahora para arreglar el sistema alimentario, que no funciona", agrega. En Kenia, por ejemplo, un 76% de los encuestados afirmó haber cambiado su dieta y, de todos los que han cambiado sus comidas, el 79% culpó a los precios.
Además, una de cada dos personas encuestadas en países en desarrollo como Kenia y Tanzania, asegura que no tiene suficiente para comer a diario, cifra que se reduce a sólo el 6% en países desarrollados como Reino Unido, Alemania, Australia y EEUU, y hasta el 5% en el caso de España.
El informe de Oxfam recopila declaraciones de personas que lo pasan mal a lo largo del planeta. Como las de Edson James Kamba, habitante de Malawi: "Me gustaría comer arroz, pero es demasiado caro. El precio de la comida sigue subiendo, como el del arroz y la carne. Me gustaría beber leche, pero no puedo".
La ONG exigió una mayor regulación de los mercados de productos alimentarios, reformar las políticas de biocombustibles e invertir en los pequeños productores de los países en desarrollo. Para potenciar el debate, Oxfam cuenta con el apoyo del expresidente de Brasil Lula da Silva; Desmond Tutu, arzobispo y premio Nobel de la Paz, y el actor mexicano Gael García Bernal.
Cultivar un futuro mejor
Ayer expertos en alimentación participaron en Madrid en una mesa redonda. En ella, Gonzalo Fanjul, asesor de Intermón y autor del informe Cultivar un futuro mejor, señaló el cambio climático como uno de los factores más a tener en cuenta a la hora de hablar de la crisis alimentaria y también denunció los abusos de los grandes propietarios del terreno. "En Guatemala, por ejemplo, existe un problema atávico. El 8% de los propietarios tiene el 80% del suelo", afirmó Fanjul, que habló de "tiburones especulativos" y de "sistema alimentario roto".
Un ejemplo más concreto está en el negocio del grano. Tres compañías norteamericanas (Archer Daniels Midland, Bunge y Cargill) controlan el 90% del comercio mundial de grano, lo que contribuye a la "volatibilidad de los precios de los alimentos", reportando beneficios millonarios a estas empresas.
La solución: tomar medidas en el corto y el medio plazo. "Proponemos una agenda política basada en incrementar la capacidad de las personas más pobres y reducir los factores que están disparando la vulnerabilidad de estas personas", señaló Fanjul. A corto plazo, las medidas pasarían, en primer lugar, por la reforma del sistema de ayuda alimentaria (para Oxfam, actualmente está al servicio de los donantes o se queda en intermediarios como las compañías navieras).
Para José María Sumpsi, catedrático de Economía y Política Agraria de la Universidad Politécnica de Madrid, es "inadmisible e intolerable que en un mundo con todos los adelantos tecnológicos, mil millones de personas pasen hambre. Hay algo que no funciona". Para este experto, exempleado de la FAO, en los últimos años se ha dado un paso importante en la toma de conciencia mundial sobre el problema del hambre, "pero no es suficiente".
Egoísmo inteligente
José Esquinas, director de la cátedra de Estudios sobre Hambre y la Pobreza de la Universidad de Córdoba, va más allá y afirma "que ya no se trata de solidaridad, sino de egoísmo inteligente", ya que, si las cosas no cambian, nos vamos a cargar el planeta. "40.000 personas mueren a diario por desnutrición, más que por cualquier peste. Los muertos en dos años por gripe A suponen la mitad de esa cifra", agregó Esquinas. "El hambre tiene un problema, no es contagiosa. Si no, ya estaría resuelto", añadió este experto.
Las ONG denuncian además que no existe una institución de referencia a la hora de tratar este problema. ¿Qué papel tiene que jugar el Banco Mundial, Naciones Unidas, o la FAO?. "No existe una conexión entre ellos a la hora de trabajar", denunció Fanjul.
La muerte de un niño
Sólo queda entonces confiar en la labor de personalidades concretas que luchan contra la hambruna. Por ejemplo, Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, hace suyas las palabras de su antecesor en el cargo, Jean Ziegler: "Cuando un niño muere de hambre en el mundo, él o ella han sido asesinados".
En una entrevista reciente con este diario, De Schutter, partidario de la agroecología, apostó, a la hora de luchar contra el incremento de los precios por "aumentar la inversión en las pequeñas explotaciones, apoyar al pequeño agricultor, mejorar su protección social y reforzar las organizaciones campesinas".
Entre tanta visión apocalíptica, hay historias para la esperanza. Brasil, por ejemplo, ha reducido a la mitad numero de personas que pasan hambre, gracias a la reducción de la vulnerabilidad y aumentando la agricultura familiar. Y Vietnam ha incrementado un 50% sus explotaciones de arroz, a la vez que ha reducido el consumo del agua a través de un programa especial para la agricultura sostenible.
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