Andrei Fediashin
La Academia de las Ciencias de EEUU en un reciente informe recomiendó que la Armada estadounidense se dirija al Ártico sin perder tiempo para no ceder zonas estratégicas y ricas a otros países como Canadá, Rusia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Suecia y Finlandia. Cuando EEUU empieza a desplegar su marina de guerra en algún lugar siempre habrá consecuencias serias para todos.
En todo caso, las últimas directivas muestran que en el Ártico la situación será muy caliente. Entre las recomendaciones figura agilizar los preparativos para que la Armada, la infantería marítima y la guardia costera obtenga buques de clases árticos y nuevos rompehielos. Además, se recomienda instalar en el Ártico estaciones permanentes, tanto de superficie como submarinas, de seguimiento y monitoreo; modernizar el sistema GPS para las necesidades árticas, crear sónares de tipo nuevo para submarinos tomando en cuenta los cambios del agua, salinidad, densidad y otras características causados por el calentamiento del clima y por los cambios en las corrientes del océano. Es un enfoque pragmático y complejo en una causa seria, típica de EEUU.
La cooperación en el Ártico no se puede garantizar
El documento preparado para la Armada y titulado Las Consecuencias de Cambios Climáticos para la Armada de EEUU fue elaborado por un grupo especial de científicos y expertos de la Amada con la copresidencia del almirante retirado, Frank Bowman. El informe afirma que el calentamiento global es inevitable, y que para el año 2030 (o incluso antes), la zona ártica quedará libres del hielo en verano. Los cambios radicales afectarán la ecología, los mares, el estado físico del agua y del hielo.
También se producirán cambios en las relaciones entre los países que limitan con el Ártico, habrá una nueva delimitación de fronteras, repartición de las placas de hielo, lucha por los recursos naturales, las riquezas del mar, las rutas navegables. Hay que estar preparado para ello. El documento dice que aunque el potencial para los conflictos en el Ártico es bastante bajo, “la cooperación en el Ártico no se puede garantizar ni siquiera entre los socios más cercanos”.
Tampoco es verdad que antes Washington no prestó ninguna atención al Norte. Este informe es la continuación lógica de la directiva de George W. Bush del 2007 sobre la elaboración de la estrategia ártica de EEUU. Pero los autores reconocen que en el contenido de este documento y su preparación influyó mucho la actividad que realiza últimamente Rusia en el escenario ártico: desde la colocación en el fondo del mar de la bandera rusa en el polo por la expedición rusa en 2007, hasta la publicación en 2009de la nueva Estrategia de seguridad nacional de la Federación de Rusia hasta el 2020.
Cuando en el occidente leyeron la parte de la Estrategia que se refiere al Ártico, muchos se pusieron nerviosos. Sobre todo, acerca de las estimaciones estratégicas del papel y lugar de Rusia en el mundo y de las amenazas que enfronta. En esta sección se dice que en el futuro pueden surgir conflictos cerca de las fronteras de Rusia en torno a recursos de materias primas. Y más aún, que para los fines del arreglo de tales conflictos no se descarta el empleo de la fuerza militar.
Como cualquier concepto estratégico no es sólo una constatación de intereses nacionales y de los peligros que enfrentan, sino que además siempre es una advertencia, en muchas capitales del mundo ansiosas por obtener acceso a los recursos árticos sacaron una lógica conclusión: Moscú está dispuesta a defender sus intereses en el Ártico hasta el fin.
El emblema nacional ruso instalado en el fondo del Océano Glacial Ártico no es una broma. El informe se puede dividir en tres elementos: el científico, el pacífico y el estratégico (no muy pacífico). Es como una hoja de ruta en vías paralelas: la naval y la científico-jurídica. En lo que se refiere a la última, los autores insisten en que EEUU por fin ratifique la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar del 1982.
Es como una constitución marítima que regula todo lo que se pueda o no se pueda hacer en los territorios sobre, por debajo y dentro del océano. Estados Unidos firmó este documento pero no lo ha ratificado todavía. Cree que algunas cláusulas están obsoletas y hace falta un acuerdo nuevo. Rusia no considera necesario ningún acuerdo nuevo para el Ártico y afirma que basta con la convención. Pero sin firmarla, EEUU no puede participar en la repartición legal de los sectores árticos.
Los rusos obligan moverse a los demás
Los estadounidenses se sienten incómodos debido a la actividad de los rusos en torno a la capa de hielo de la Tierra. Para colmo, los días 22 y 23 de septiembre pasado en Moscú fue celebrada una gran conferencia “Ártico, territorio del diálogo”. A nadie le gustó el que Rusia se tomara un papel del líder en la regulación de problemas árticos, aunque el informe norteamericano reconoce abiertamente que el jefe de Estado, Vladímir Putin, llamó en el foro sólo “al diálogo y cooperación”.
También llamó atención el que el año pasado Rusia abrió para los extranjeros la Ruta Marítima del Norte por primera vez, dejando que navegaran por ella empresas de transporte alemanas: el carguero Fraternity de 12 mil toneladas y su réplica, el carguero Foresight.
Los canadienses aseveran que Rusia intenta robar casi 460 miles de millas cuadradas del fondo marítimo. Pero ellos son los que deberían quedarse callados, porque fue Canadá el iniciador de los conflictos en torno a la repartición del Ártico cuando en los años 50 del siglo pasado anunció su soberanía sobre el Polo Norte.
Entonces el Tribunal Internacional sentenció que si dentro de 100 años nadie mostraba que le pertenecía el fondo del Océano Glacial Ártico, éste pertenecería definitivamente a Canadá. Entonces todos comenzaron a presentar pruebas.
Es que el rendimiento sería alto. Según los cálculos del Servicio Geológico de EEUU (U.S. Geological Survey), la plataforma continental del Ártico puede ocultar más de una cuarta parte de reservas de petróleo y gas desconocidas por ahora.
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