Andrei Fediáshin,
RIA Novosti
El 7 de febrero, en Varsovia se reanudaron las cumbres del Triángulo de Weimar, reuniones de los Jefes de Estado o de gobierno de Polonia, Alemania y Francia.
Lo más intrigante de esta reunión fue que el presidente de Polonia, Bronislaw Komorowski, por primera vez en la historia del “triángulo” invitó al presidente ruso, Dmitri Medvédev, a participar en las cumbres como miembro invitado.
Antecedentes históricos
En la reunión celebrada en el palacio de Wilanow, cerca de Varsovia, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y la canciller de Alemania, Angela Merkel, anunciaron que les agradaba la postura de Polonia de hoy hacia las relaciones con Moscú.
Esta invitación marca el inicio de unas nuevas relaciones entre los dos estados, y para apreciar la magnitud de este gesto, es importante recordar la historia del Triángulo de Weimar y de la actitud de Varsovia hacia éste.
La última cumbre tripartita tuvo lugar en 2006, con Lech Kaczynski al poder. Los participantes solían discutir en estas reuniones las relaciones con los vecinos orientales de Polonia, sobre todo con Rusia.
El foro de este año abarcó más temas: las recientes elecciones en Bielorrusia, los disturbios de Egipto, la crisis del euro y la presidencia en la Unión Europea (UE) que asumirá Polonia el 1 de julio.
El primer Triángulo de Weimar fue reunido en 1991 por iniciativa de Alemania y tuvo lugar en la ciudad alemana de Weimar que le dio su nombre. Fue pensado para preparar a Polonia a su ingreso en la OTAN que aconteció en 1999 y en la UE (2004).
La idea principal de los organizadores de Europa occidental fue diseñar un instrumento para manejar suavemente Polonia para que siguiera su camino hacia el nicho europeo preparado para ella y en ningún caso en dirección al espacio post-soviético.
Era obvio que debido a la pobreza de Polonia de aquel entonces (incluso hoy el PIB de Polonia es 6 veces inferior al de Francia y 7 veces al de Alemania) el triángulo no era nada equilátero, aunque lo intentaron disimular.
Fue pensado como el foro a nivel de ministros. Todo intento de cambiar su formato fracasó. Los polacos, sobre todo en la era de Kaczynski, lo veían como una reunión convocada para que ellos pudieran expresar sus incesantes quejas a Rusia y hacer reclamaciones contra ésta, así como para mostrar que Polonia desempeñaba un especial papel de líder en la política oriental de la UE.
París y Berlín lo veían de otro modo: como una plataforma para discutir la política de UE, para integrar a nuevos estados y para elaborar una postura común hacia vecinos. Hoy el foro parece que cumple esa función.
La Varsovia de antes no lo habría admitido
La última cumbre de Weimar tuvo lugar en diciembre de 2006 en Mettlach (Alemania), estando Kaczynski en poder. La conferencia planeada para el verano del mismo año había sido pospuesta por la indisposición del presidente polaco. La cita fue marcada por el rencor de Polonia contra Rusia que impuso un embargo a la carne de cerdo polaca.
Kaczynski en el período de su presidencia logró estropear relaciones no sólo con Rusia sino también las que tenía con sus aliados occidentales. El Triángulo de Weimar cayó víctima de la arrogancia y hostilidad genética sin control y límites de Varsovia hacia Rusia
Polonia fue como hueso atravesado en la garganta de la UE, porque frenaba muchos planes de desarrollo de relaciones con Moscú. Sin embargo, Bruselas tenía que tomarla en cuenta. Las cumbres quedaron suspendidas, porque se convirtieron en una pérdida de tiempo.
No obstante, Polonia apreciaba el que Berlín hubiera construido relaciones de igualdad con ella y no admitía que nadie se acercara al “triángulo”. Letonia, Ucrania, República Checa tenían ganas de ser admitidos al menos a algunas de las cumbres, pero nunca fueron invitados.
Como lo explicó sinceramente el ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Adam Rotfeld, Varsovia no pudo pactar con ellos “la exclusividad del Triángulo de Weimar”. Por lo visto, todo cambia. Rusia ya participó en las discusiones el año pasado, e incluso Ucrania acudió en calidad de invitada.
Un triángulo de cuatro lados
Después de la catástrofe aérea cerca de Smolensk en que fallecieron Kaczynski y sus acompañantes (96 personas en total) y de las elecciones presidenciales en Polonia, el nuevo presidente Komorowski está dando pasos desde el mes de septiembre pasado para restablecer la cumbre pero no como una plataforma para quejarse de los vecinos, sino para coordinar la política en el campo de seguridad, energía, relaciones exteriores, etc.
En junio pasado por primera vez en casi 20 años en las discusiones a nivel de ministros participó el ruso ministro del Exterior Serguei Lavrov. Entonces fueron alcanzados acuerdos para simplificar el régimen de visas para los viajes de Kaliningrado (exclave ruso que limita con Lituania y Polonia) a Polonia.
Lavrov dio a entender en aquella cita que Moscú no estaría en contra de convertirse en el cuarto lado del triángulo. Por ahora este asunto no se plantea, pero el que haya aparecido un lado especial, el de invitados, siendo Rusia este invitado, ya es un hecho elocuente.
Es posible la formación de un foro permanente para solucionar problemas ruso-polacos con ayuda y participación de Alemania y de Francia. Hasta ahora, después de la segunda tragedia en Katyn del año pasado, la normalización de relaciones entre las dos partes había sido ilusoria.
En realidad, Moscú y Polonia no se han alejado mucho todavía del enfriamiento de la época de Kaczynski. Como muestra la reacción de los polacos a los resultados de la investigación del siniestro del avión presidencial en abril, la confrontación puede volver. Las causas reales de ésta serán de origen polaco interior: el desafío a Moscú puede servir de triunfo en las elecciones al Sejm el próximo otoño.
Komorowski anunció la cumbre en el palacio de Wilanow como cumbre “de restablecimiento”. Le seguirán otras reuniones, de carácter regular.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
El 7 de febrero, en Varsovia se reanudaron las cumbres del Triángulo de Weimar, reuniones de los Jefes de Estado o de gobierno de Polonia, Alemania y Francia.
Lo más intrigante de esta reunión fue que el presidente de Polonia, Bronislaw Komorowski, por primera vez en la historia del “triángulo” invitó al presidente ruso, Dmitri Medvédev, a participar en las cumbres como miembro invitado.
Antecedentes históricos
En la reunión celebrada en el palacio de Wilanow, cerca de Varsovia, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y la canciller de Alemania, Angela Merkel, anunciaron que les agradaba la postura de Polonia de hoy hacia las relaciones con Moscú.
Esta invitación marca el inicio de unas nuevas relaciones entre los dos estados, y para apreciar la magnitud de este gesto, es importante recordar la historia del Triángulo de Weimar y de la actitud de Varsovia hacia éste.
La última cumbre tripartita tuvo lugar en 2006, con Lech Kaczynski al poder. Los participantes solían discutir en estas reuniones las relaciones con los vecinos orientales de Polonia, sobre todo con Rusia.
El foro de este año abarcó más temas: las recientes elecciones en Bielorrusia, los disturbios de Egipto, la crisis del euro y la presidencia en la Unión Europea (UE) que asumirá Polonia el 1 de julio.
El primer Triángulo de Weimar fue reunido en 1991 por iniciativa de Alemania y tuvo lugar en la ciudad alemana de Weimar que le dio su nombre. Fue pensado para preparar a Polonia a su ingreso en la OTAN que aconteció en 1999 y en la UE (2004).
La idea principal de los organizadores de Europa occidental fue diseñar un instrumento para manejar suavemente Polonia para que siguiera su camino hacia el nicho europeo preparado para ella y en ningún caso en dirección al espacio post-soviético.
Era obvio que debido a la pobreza de Polonia de aquel entonces (incluso hoy el PIB de Polonia es 6 veces inferior al de Francia y 7 veces al de Alemania) el triángulo no era nada equilátero, aunque lo intentaron disimular.
Fue pensado como el foro a nivel de ministros. Todo intento de cambiar su formato fracasó. Los polacos, sobre todo en la era de Kaczynski, lo veían como una reunión convocada para que ellos pudieran expresar sus incesantes quejas a Rusia y hacer reclamaciones contra ésta, así como para mostrar que Polonia desempeñaba un especial papel de líder en la política oriental de la UE.
París y Berlín lo veían de otro modo: como una plataforma para discutir la política de UE, para integrar a nuevos estados y para elaborar una postura común hacia vecinos. Hoy el foro parece que cumple esa función.
La Varsovia de antes no lo habría admitido
La última cumbre de Weimar tuvo lugar en diciembre de 2006 en Mettlach (Alemania), estando Kaczynski en poder. La conferencia planeada para el verano del mismo año había sido pospuesta por la indisposición del presidente polaco. La cita fue marcada por el rencor de Polonia contra Rusia que impuso un embargo a la carne de cerdo polaca.
Kaczynski en el período de su presidencia logró estropear relaciones no sólo con Rusia sino también las que tenía con sus aliados occidentales. El Triángulo de Weimar cayó víctima de la arrogancia y hostilidad genética sin control y límites de Varsovia hacia Rusia
Polonia fue como hueso atravesado en la garganta de la UE, porque frenaba muchos planes de desarrollo de relaciones con Moscú. Sin embargo, Bruselas tenía que tomarla en cuenta. Las cumbres quedaron suspendidas, porque se convirtieron en una pérdida de tiempo.
No obstante, Polonia apreciaba el que Berlín hubiera construido relaciones de igualdad con ella y no admitía que nadie se acercara al “triángulo”. Letonia, Ucrania, República Checa tenían ganas de ser admitidos al menos a algunas de las cumbres, pero nunca fueron invitados.
Como lo explicó sinceramente el ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, Adam Rotfeld, Varsovia no pudo pactar con ellos “la exclusividad del Triángulo de Weimar”. Por lo visto, todo cambia. Rusia ya participó en las discusiones el año pasado, e incluso Ucrania acudió en calidad de invitada.
Un triángulo de cuatro lados
Después de la catástrofe aérea cerca de Smolensk en que fallecieron Kaczynski y sus acompañantes (96 personas en total) y de las elecciones presidenciales en Polonia, el nuevo presidente Komorowski está dando pasos desde el mes de septiembre pasado para restablecer la cumbre pero no como una plataforma para quejarse de los vecinos, sino para coordinar la política en el campo de seguridad, energía, relaciones exteriores, etc.
En junio pasado por primera vez en casi 20 años en las discusiones a nivel de ministros participó el ruso ministro del Exterior Serguei Lavrov. Entonces fueron alcanzados acuerdos para simplificar el régimen de visas para los viajes de Kaliningrado (exclave ruso que limita con Lituania y Polonia) a Polonia.
Lavrov dio a entender en aquella cita que Moscú no estaría en contra de convertirse en el cuarto lado del triángulo. Por ahora este asunto no se plantea, pero el que haya aparecido un lado especial, el de invitados, siendo Rusia este invitado, ya es un hecho elocuente.
Es posible la formación de un foro permanente para solucionar problemas ruso-polacos con ayuda y participación de Alemania y de Francia. Hasta ahora, después de la segunda tragedia en Katyn del año pasado, la normalización de relaciones entre las dos partes había sido ilusoria.
En realidad, Moscú y Polonia no se han alejado mucho todavía del enfriamiento de la época de Kaczynski. Como muestra la reacción de los polacos a los resultados de la investigación del siniestro del avión presidencial en abril, la confrontación puede volver. Las causas reales de ésta serán de origen polaco interior: el desafío a Moscú puede servir de triunfo en las elecciones al Sejm el próximo otoño.
Komorowski anunció la cumbre en el palacio de Wilanow como cumbre “de restablecimiento”. Le seguirán otras reuniones, de carácter regular.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
No hay comentarios:
Publicar un comentario