martes, 27 de diciembre de 2011

Cinco mitos de la Primavera Árabe




Redacción 
BBC Mundo

Durante este año la primavera árabe inundó de información al mundo entero a través de los medios de comunicación tradicionales y a través de las redes sociales.

En medio de tantos datos es difícil quedarse con una idea clara de lo que aconteció en cada país y de lo que continúa sucediendo hoy en día. Sobre todo teniendo en cuenta las diferencias entre países como Túnez, Egipto, Siria o Libia, por ejemplo. 

No es difícil cometer el error de dar por sentado que se trata de un proceso homogéneo. Este es uno de los principales mitos de la primavera árabe, según señala para la BBC el analista Roger Hardy, investigador visitante en el Centro de Estudios Internacionales de la London School of Economics. 

Pero no el único. Según el autor de La rebelión musulmana: un viaje por el Islam político, otro mito es creer que los jóvenes, la generación de las redes sociales, tiene un cuota de poder importante, pero al pasar por el filtro de los comicios no es tal.

Lo mismo ocurre con la premisa de que los islamistas están preparados para asumir el control político en el Oriente Medio árabe, con la de que la situación de Palestina ha quedado olvidada o que Occidente puede moldear el destino de los países árabes. Poniendo luz sobre estos aspectos, Hardy da una vuelta de tuerca a temas que muchas veces se dan por sabidos o conocidos y que, en su opinión, carecen de sustento en la realidad. 

 A continuación un resumen de algunos de los mitos que rodean a los levantamientos según Roger Hardy. 

  La Primavera Árabe es una sola 

Puede que los árabes estén unidos por la rabia y la frustración, pero siguen estando obstinadamente divididos por fronteras y por accidentes históricos y geográficos. Túnez camina hacia la democracia y en Egipto, aunque hay elecciones parlamentarias, los manifestantes vuelven a la calle. 

El régimen de Muamar Gadaffi concluyó trágicamente en Libia, pero alcanzar consenso nacional sobre el futuro no está resultando fácil. La lucha por el poder hace estragos en Yemen, a pesar de que su gobernante ha aceptado dimitir. 

Y mientras un atribulado gobierno sirio se aferra al poder, Marruecos celebró comicios parlamentarios, los primeros desde la implementación de reformas constitucionales. 

¿Pero pueden todos estos acontecimientos -con sus dramáticas esperanzas y decepciones- considerarse una primavera árabe?

 Cada revuelta, cada proceso revolucionario, tiene un marcado carácter nacional. Y todos los actores políticos -incluidos los polémicos islamistas- han debido aceptar este hecho.

 Es el momento de la generación Facebook 

 Después de lo que considera el inicio de la primavera árabe, con la inmolación del joven vendedor Mohamed Bouazizi en Túnez, las protestan se vertebraron a través de las principales redes sociales, Facebook y Twitter. 

Por las características de estos canales de comunicación fueron los más jóvenes los que más tiempo dedicaron a difundir las protestas y a convocar a más y más gente a participar.

 Lo mismo ocurrió en la Plaza Tharir de El Cairo, y sigue ocurriendo hoy en Siria. Sin embargo, para su propia decepción, los jóvenes activistas que desataron la primavera árabe tuvieron que admitir que no han sido sus principales beneficiarios. Es cierto que se ganaron el corazón de la opinión pública occidental, pero carecen de una base de seguimiento sólida, que al final es más importante. 

 Los islamistas están preparados para asumir el control del Medio Oriente árabe 

 Esta también es una interpretación errada para Hardy. Los islamistas sólo han tenido éxito en lugares como Túnez, porque han aprendido de los errores del pasado. Y son conscientes de que no pueden darse el lujo de perder a la clase media o a los estados occidentales de los que dependen para el comercio y el turismo.

  Palestina ya no importa

Este mito, según Hardy, se rompió bruscamente cuando multitudes egipcias atacaron la embajada israelí en El Cairo en septiembre. Los levantamientos árabes no están ligados esencialmente a asuntos externos, como el problema palestino-israelí ola política occidental en la región. Pero el sentimiento anti-israelí y anti-estadounidense no ha desaparecido. "¿Y por qué habríamos de esperar que así fuese?", se pregunta. Y a medida que vayan surgiendo, los gobiernos libremente elegidos reflejarán con mayor fidelidad la voluntad de los pueblos, tanto en temas extranjeros como nacionales.

  Occidente puede moldear el destino de los árabes

Este es otro mito que, en opinión de Hardy, debería haber muerto. Los países occidentales no pueden definir el futuro del mundo árabe, ni siquiera en Libia, el único país en que han intervenido. De hecho voces críticas con la intervención de la OTAN expresaron su preocupación de que esa operación militar acabara configurando un "borrador" para intervenciones similares en futuro. Para Roger Hardy, gran parte del éxito de los tunecinos -sean cuales sean los retos que aún les queden por delante- es que derrocaron a su mandatario ellos mismos. ¿Podrán los demás países hacer lo mismo? Para el analista este interrogante aún no tiene respuesta.

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