Razón número uno: cambio de régimen
Fue anunciado como el verdadero objetivo cuando el presidente francés Nicolas Sarkozy tomó el paso extraordinaria de reconocer a los rebeldes en Bengasi como “único representante legítimo del pueblo libio”. Este reconocimiento fue una violación extraordinaria de toda la práctica y principios diplomáticos. Significó no reconocer al gobierno libio existente y sus instituciones, que, contrariamente a las nociones mágicas que rodean la palabra “dictador”, no pueden ser reducidas a la personalidad de un solo hombre fuerte. Una importante nación europea, Francia, dejó de lado todas esas instituciones para proclamar que un oscuro grupo de rebeldes en una parte tradicionalmente rebelde de Libia constituía el gobierno legítimo de la nación norteafricana. Ya que no era realmente verdad, sólo podía ser la proclamación de un objetivo a ser logrado mediante la guerra. El anuncio francés fue equivalente a una declaración de guerra contra Libia, una guerra para derrotar a Gadafi y colocar en el poder en su lugar a los misteriosos rebeldes. Falso pretexto número dos: “para proteger a los civiles”. La falsedad de este pretexto es obvia, ante todo, porque la Resolución de la ONU que autoriza la acción militar “para proteger a los civiles” fue elaborada por Francia –cuyo objetivo era obviamente el cambio de régimen– y sus aliados occidentales. Si la verdadera preocupación del Consejo de Seguridad de la ONU hubiera sido “proteger vidas inocentes”, habría, podría haber, enviado una fuerte misión observadora neutral para descubrir lo que estaba sucediendo verdaderamente en Libia. No había pruebas de afirmaciones rebeldes de que el régimen de Gadafi estuviera masacrando civiles. Si hubiera habido pruebas visibles de semejantes atrocidades, podemos estar seguros de que habrían sido mostradas regularmente en la televisión a la mejor hora. No hemos visto pruebas semejantes. Una misión investigadora de la ONU podría haber determinado con precisión y muy rápido la realidad, y entonces el Consejo de Seguridad podría haber actuado sobre la base de información objetiva en lugar de afirmaciones de rebeldes que buscaban ayuda internacional para su causa. En su lugar, el Consejo de Seguridad, poco menos que instrumento de potencias occidentales, se apresuró a adoptar sanciones, la remisión de presuntos “crímenes contra la humanidad” presentes o esperados a la Corte Penal Internacional, y finalmente a autorizar una “zona de exclusión aérea” que seguramente sería interpretada por las potencias occidentales como autorización para librar una guerra hecha y derecha contra Libia. Una vez que EE.UU. y sus principales aliados de la OTAN fueron autorizados a “proteger civiles”, lo hicieron con los instrumentos que tienen a disposición: ataques aéreos, bombardeos y misiles crucero. Ataques, bombardeos y misiles crucero no están hechos para “proteger civiles” sino más bien para destruir objetivos militares, lo que inevitablemente lleva a matar civiles. Aparte de semejante “daño colateral”, ¿qué derecho tenemos a matar personal militar libio que dota de personal los aeropuertos y otras instalaciones de la defensa libia? ¿Qué nos han hecho? Razón número tres: Porque es fácil. Con fuerzas de la OTAN empantanadas en Afganistán, algunos líderes de la alianza (pero no todos ellos) podrían pensar que sería una gran idea obtener una victoria rápida y fácil en una linda “guerra humanitaria”. Esto, podrían esperar, podría reanimar el entusiasmo para operaciones militares y aumentar la débil popularidad de políticos capaces de darse aires de campeones de la “democracia” y de destructores de “dictadores”. Libia parece un objetivo fácil. Es un inmenso país, casi desierto, con sólo unos seis millones de habitantes. Las instalaciones de defensa del país están casi todas ubicadas a lo largo de la costa mediterránea, dentro de fácil alcance de los cazabombarderos de los países de la OTAN y de los misiles crucero de EE.UU. Las fuerzas armadas de Libia son pequeñas, débiles e inexpertas. Parece ser un juego de niños, no tan fácil como Granada, pero no más difícil que Serbia. Sarkozy y Cía. pueden esperar pavonearse enseguida con su victoria. Falso pretexto número cuatro: Los árabes pidieron esta guerra. El 12 de marzo, la reunión de la Liga Árabe en el Cairo anunció que respaldaba una zona de exclusión aérea en Libia. Esto suministró la cobertura para la operación semi-OTAN dirigida por Francia. “Estamos respondiendo a las demandas del mundo árabe”, pudieron afirmar. ¿Pero qué mundo árabe? Por una parte, Sarkozy presentó descaradamente su cruzada contra Gadafi como continuación de los levantamientos democráticos en el mundo árabe contra sus dirigentes autocráticos, mientras al mismo tiempo pretendía responder a la demanda de… los más autocráticos de esos dirigentes, es decir los príncipes de los Estados del Golfo, que ellos mismos estaban ocupados reprimiendo sus propios levantamientos democráticos. (No se sabe exactamente cómo la Liga Árabe llegó a esa decisión, pero Siria y Argelia expresaron fuertes objeciones.) Se esperaba que el público occidental no se daría cuenta de que esos dirigentes árabes tienen sus propios motivos para odiar a Gadafi, que no tienen nada que ver con los motivos para odiarlo expresadas en Occidente. Gadafi los ha criticado abiertamente, señalando su traición a Palestina, su alevosía, su hipocresía. El año pasado, a propósito el ex parlamentario británico George Galloway describió cómo, en contraste con la obstrucción del gobierno egipcio para la ayuda a Gaza, el cargamento de ayuda humanitaria de su caravana de ayuda fue duplicado durante una detención en Libia. Gadafi dio la espalda hace tiempo al mundo árabe, por considerar que sus dirigentes no tienen remedio, y se volvió hacia África. Mientras la posición interesada de la Liga Árabe contra Gadafi era saludada en Occidente, se prestó poca atención a la oposición unánime de la Unión Africana a la guerra contra el líder libio. Gadafi ha invertido inmensas cantidades de ingresos del petróleo en África sub-Sahara, construyendo infraestructura y en el desarrollo. Las potencias occidentales que lo derroquen seguirán comprando petróleo libio como antes. La principal diferencia podría ser que los nuevos gobernantes, instalados en su lugar por Europa, seguirán el ejemplo de los jeques de la Liga Árabe y transferirán sus ingresos del petróleo de África a la bolsa de Londres y a los mercaderes de armas occidentales. Verdadera razón número cinco: Porque Sarkozy siguió el consejo de BHL. El 4 de marzo, el dandi literario francés Bernard-Henri Lévy tuvo una reunión privada en Bengasi con Mustapha Abdeljalil, ex ministro de justicia que se dio vuelta la chaqueta para convertirse en líder del “Consejo Nacional de Transición” rebelde. Esa misma noche, BHL llamó a Sarkozy desde su teléfono móvil y obtuvo su acuerdo para recibir a los dirigentes del CNT. La reunión tuvo lugar el 10 de marzo en el palacio del Eliseo en París. Como informó en Le Figaro el veterano periodista internacional Renaud Girard, Sarkozy anunció a continuación a los deleitados libios el plan que había fraguado con BHL: reconocimiento del CNT como único representante legítimo de Libia, nombramiento de un embajador francés en Bengasi, ataques de precisión contra aeropuertos militares libios con la bendición de la Liga Árabe (que ya había obtenido). El ministro francés de exteriores, Alain Juppé, se sorprendió al conocer este dramático giro en la diplomacia francesa a través de los medios. Gadafi explicó en detalle después del levantamiento que no se le podía pedir que renunciara, porque no tiene ningún puesto oficial. Es, insistió, sólo un “guía”. A quien el pueblo libio se puede volver para obtener orientación sobre problemas controvertidos. Resulta que los franceses también tienen un guía espiritual extraoficial: Bernard-Henri Lévy. Mientras Gadafi lleva trajes pintorescos y vive en una tienda, BHL se pone camisas blancas impecables abiertas sobre su pecho masculino y pasa el tiempo en la sección de Saint Germain des Près de París. Ninguno de los dos fue elegido. Ambos ejercen su poder por caminos misteriosos. En el mundo anglo-estadounidense, Bernard-Henri Lévy es visto como un personaje cómico, igual que Gadafi. Su “filosofía” tiene aproximadamente tantos seguidores como el Pequeño Libro Verde del guía libio. Pero BHL también tiene dinero, mucho dinero, y es amigo de mucho más dinero. Ejerce una enorme influencia en el mundo de los medios franceses, sirve en el consejo de directores de los dos principales periódicos diarios de “centroizquierda”, Libération y Le Monde. Escribe regularmente en cualquier publicación de la tendencia dominante que quiera, aparece en cualquier canal de televisión que elija. Es ampliamente detestado por la gente de a pie en Francia. Pero no pueden esperar que una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU les ayude a librarse de su persona. ……….. Diana Johnstone es autora de Fools Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions. Para contactos escriba a: diana.josto@yahoo.fr © Copyright Diana Johnstone, Counterpunch, 2011 Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=23983
No hay comentarios:
Publicar un comentario