Carlos Chirinos
La gira del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, por América Latina pasará a la historia ensombrecida por la crisis militar en Libia y el limitado impacto que parece haber tenido en relanzar las relaciones entre Washington y la región.
Obama empezó el sábado su viaje en Brasil, pese a que durante toda la semana se había comentado que podría cancelarlo para atender la situación en Libia y también la crisis nuclear que por esos días se desarrollaba, incontenible, en Japón.
Sin embargo, el presidente cumplió con la agenda en un gesto que portavoces de la Casa Blanca han presentado como una demostración de la importancia que su gobierno da a las relaciones con el resto del hemisferio.
Pero en Estados Unidos la ausencia de Obama de la Casa Blanca fue muy criticada por quienes consideran que debía permanecer en el puesto de mando.
Mientras que muchos en la región, sobre todo líderes izquierdistas como el nicaragüense Daniel Ortega o el venezolano Hugo Chávez, cuestionaron que el mandatario estadounidense ordenara las operaciones en Libia mientras visitaba la región.
Como César
Libia fue el fantasma que persiguió a colaboradores y asesores de Obama, quienes le insistían al grupo de prensa que viajaba con el presidente que éste estaba en permanente contacto con su equipo de seguridad nacional.
En más de una ocasión dieron el horario detallado de las conversaciones que había mantenido con sus asesores de seguridad o con líderes extranjeros sobre el tema, pese a que podría contribuir a la sensación de que no se le estaba prestando total atención a los anfitriones.
Eso parece haber diluido el efecto de la ofensiva de relaciones públicas con la que Obama aspiraba relanzar la oferta de una nueva asociación con la región, que estaba pendiente desde la Cumbre las Américas de Trinidad y Tobago, en junio de 2009.
"Veni, vidi, vici (Vine, vi, vencí) fue el tweet de César a Roma tras una victoria. Veni, vidi y no dije nada será el tweet, hoy, de Obama", escribió en su cuenta de Twitter el ex ministro chileno José Piñera, hermano del presidente Sebastían Piñera, con quien Obama se reunió el lunes.
Influencia china
El objetivo expreso del viaje de Obama era establecer mecanismos para aprovechar el buen momento que vive casi toda la región para aumentar las exportaciones estadounidenses en beneficio de la recuperación económica.
Para eso, Washington debe contrarrestar la creciente influencia china en la región, que se ha convertido en el principal comprador de materias primas en Brasil y Chile, dos países visitados por el mandatario.
Claramente que no es una tendencia que pueda ser revertida con una simple visita presidencial, aunque ésta puede ayudar a movilizar el trabajo de las burocracias nacionales que son las responsables de la fluidez de la comunicación entre los gobiernos.
"Cuando un presidente viaja, sirve para nos pongamos las pilas los burócratas", dijo a BBC Mundo una fuente de la Oficina del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado en Washington que no quiso identificarse por no estar autorizada a hablar sobre el viaje.
Mejoras con Brasil
En el caso de Brasil, Obama parece haber establecido una buena relación personal con la presidenta Dilma Rousseuff, que contrasta con la más distante que tuvo con su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, en sus últimos dos años en el poder.
El presidente de EE.UU., que había alabado a Lula al llegar a la Casa Blanca, se distanció del brasileño después de que hizo gestiones para mediar en el contencioso por el programa nuclear de Irán, una iniciativa minimizada por las naciones occidentales que la consideraron "bien intencionada" pero sin posibilidades de éxito.
Tras la visita de Obama a Brasilia, quedó la sensación de que Rousseff puede ahora cultivar con el estadounidense una comunicación más personal que le permita discutir los problemas de la relación bilateral.
Para los brasileños, entre esos problemas está la política monetaria de EE.UU. que fortalece al real y encarece las exportaciones brasileñas, junto con las gestiones para lograr un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un proceso de reforma que las grandes potencias no terminan de poner en marcha.
Falla en Chile
Obama empezó el sábado su viaje en Brasil, pese a que durante toda la semana se había comentado que podría cancelarlo para atender la situación en Libia y también la crisis nuclear que por esos días se desarrollaba, incontenible, en Japón.
Sin embargo, el presidente cumplió con la agenda en un gesto que portavoces de la Casa Blanca han presentado como una demostración de la importancia que su gobierno da a las relaciones con el resto del hemisferio.
Pero en Estados Unidos la ausencia de Obama de la Casa Blanca fue muy criticada por quienes consideran que debía permanecer en el puesto de mando.
Mientras que muchos en la región, sobre todo líderes izquierdistas como el nicaragüense Daniel Ortega o el venezolano Hugo Chávez, cuestionaron que el mandatario estadounidense ordenara las operaciones en Libia mientras visitaba la región.
Como César
Libia fue el fantasma que persiguió a colaboradores y asesores de Obama, quienes le insistían al grupo de prensa que viajaba con el presidente que éste estaba en permanente contacto con su equipo de seguridad nacional.
En más de una ocasión dieron el horario detallado de las conversaciones que había mantenido con sus asesores de seguridad o con líderes extranjeros sobre el tema, pese a que podría contribuir a la sensación de que no se le estaba prestando total atención a los anfitriones.
Eso parece haber diluido el efecto de la ofensiva de relaciones públicas con la que Obama aspiraba relanzar la oferta de una nueva asociación con la región, que estaba pendiente desde la Cumbre las Américas de Trinidad y Tobago, en junio de 2009.
"Veni, vidi, vici (Vine, vi, vencí) fue el tweet de César a Roma tras una victoria. Veni, vidi y no dije nada será el tweet, hoy, de Obama", escribió en su cuenta de Twitter el ex ministro chileno José Piñera, hermano del presidente Sebastían Piñera, con quien Obama se reunió el lunes.
Influencia china
El objetivo expreso del viaje de Obama era establecer mecanismos para aprovechar el buen momento que vive casi toda la región para aumentar las exportaciones estadounidenses en beneficio de la recuperación económica.
Para eso, Washington debe contrarrestar la creciente influencia china en la región, que se ha convertido en el principal comprador de materias primas en Brasil y Chile, dos países visitados por el mandatario.
Claramente que no es una tendencia que pueda ser revertida con una simple visita presidencial, aunque ésta puede ayudar a movilizar el trabajo de las burocracias nacionales que son las responsables de la fluidez de la comunicación entre los gobiernos.
"Cuando un presidente viaja, sirve para nos pongamos las pilas los burócratas", dijo a BBC Mundo una fuente de la Oficina del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado en Washington que no quiso identificarse por no estar autorizada a hablar sobre el viaje.
Mejoras con Brasil
En el caso de Brasil, Obama parece haber establecido una buena relación personal con la presidenta Dilma Rousseuff, que contrasta con la más distante que tuvo con su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, en sus últimos dos años en el poder.
El presidente de EE.UU., que había alabado a Lula al llegar a la Casa Blanca, se distanció del brasileño después de que hizo gestiones para mediar en el contencioso por el programa nuclear de Irán, una iniciativa minimizada por las naciones occidentales que la consideraron "bien intencionada" pero sin posibilidades de éxito.
Tras la visita de Obama a Brasilia, quedó la sensación de que Rousseff puede ahora cultivar con el estadounidense una comunicación más personal que le permita discutir los problemas de la relación bilateral.
Para los brasileños, entre esos problemas está la política monetaria de EE.UU. que fortalece al real y encarece las exportaciones brasileñas, junto con las gestiones para lograr un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, un proceso de reforma que las grandes potencias no terminan de poner en marcha.
Falla en Chile
Santiago de Chile debió haber sido el punto culminante de la visita, por las expectativas que se habían creado en torno del discurso que Obama iba a dirigir desde allí a toda América Latina y que algunos compararon con el mensaje al pueblo árabe que dio en El Cairo en junio de 2009.
La coincidencia con los 50 años del lanzamiento de la Alianza para el Progreso de John Fitzgerald Kennedy infló las esperanzas de quienes esperaban que Obama propusiera algún tipo de asociación o programa para ayudar en el desarrollo regional.
Pero el discurso en Chile no alcanzó las expectativas, a juzgar por el tibio recibimiento que tuvo entre los asistentes al Centro Cultural de la Moneda, quienes escucharon el mensaje presidencial sin interrumpirlo en ningún momento con aplausos aprobatorios.
Portavoces de la Casa Blanca reconocieron que las palabras de Obama no contaron con el entusiasmo que despertó una alocución similar en Río de Janeiro, aunque lo achacaron a "problemas de acústica" y a la composición distinta de la audiencia.
Pesado equipajePero no fue sólo Libia lo que complicó las gestiones de Obama ante los latinoamericanos, sino algunos asuntos regionales con implicaciones en la política doméstica estadounidense.
El presidente llevaba en su valija varios lastres importantes, como los no ratificados Tratados de Libre Comercio con Colombia y Panamá, cuyo gobierno no ha sometido a la consideración del Congreso, porque no parece tener el capital político necesario para invertir en su promoción.
Además, cuando Obama dijo en Santiago que no hay que caer en "las trampas de la historia", algunos pensaron en la persistente rémora de la Guerra Fría que es la política del embargo hacia Cuba.
"Cualquier rehabilitación de las relaciones con América Latina pasa por Cuba, por el desmontaje de este degradante y ridículo embargo", le dijo a BBC Mundo Larry Byrns, director del Consejo para Asuntos Hemisféricos de Washington.
Obama ha reconocido la ineficacia de esa política, pero tampoco parece estar dispuesto o en capacidad de enfrentarse con un importante grupo de congresistas que considera cualquier cambio como una derrota ante el viejo enemigo, aliado de la desaparecida Unión Soviética.
La coincidencia con los 50 años del lanzamiento de la Alianza para el Progreso de John Fitzgerald Kennedy infló las esperanzas de quienes esperaban que Obama propusiera algún tipo de asociación o programa para ayudar en el desarrollo regional.
Pero el discurso en Chile no alcanzó las expectativas, a juzgar por el tibio recibimiento que tuvo entre los asistentes al Centro Cultural de la Moneda, quienes escucharon el mensaje presidencial sin interrumpirlo en ningún momento con aplausos aprobatorios.
Portavoces de la Casa Blanca reconocieron que las palabras de Obama no contaron con el entusiasmo que despertó una alocución similar en Río de Janeiro, aunque lo achacaron a "problemas de acústica" y a la composición distinta de la audiencia.
Pesado equipajePero no fue sólo Libia lo que complicó las gestiones de Obama ante los latinoamericanos, sino algunos asuntos regionales con implicaciones en la política doméstica estadounidense.
El presidente llevaba en su valija varios lastres importantes, como los no ratificados Tratados de Libre Comercio con Colombia y Panamá, cuyo gobierno no ha sometido a la consideración del Congreso, porque no parece tener el capital político necesario para invertir en su promoción.
Además, cuando Obama dijo en Santiago que no hay que caer en "las trampas de la historia", algunos pensaron en la persistente rémora de la Guerra Fría que es la política del embargo hacia Cuba.
"Cualquier rehabilitación de las relaciones con América Latina pasa por Cuba, por el desmontaje de este degradante y ridículo embargo", le dijo a BBC Mundo Larry Byrns, director del Consejo para Asuntos Hemisféricos de Washington.
Obama ha reconocido la ineficacia de esa política, pero tampoco parece estar dispuesto o en capacidad de enfrentarse con un importante grupo de congresistas que considera cualquier cambio como una derrota ante el viejo enemigo, aliado de la desaparecida Unión Soviética.
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