martes, 1 de febrero de 2011

Sudáfrica se suma al BRIC


Veintitrés Internacional
Por Felix Peña*

Sudáfrica será el quinto país miembro de un foro informal interregional de naciones en el que participan Brasil, India, Rusia y China (BRIC
). Su próxima incorporación puede ser percibida como una decisión de ganancias mutuas con más alcance político que económico.


Los cuatro socios actuales ganarían en representatividad para sus gestiones orientadas a impulsar las necesarias reformas de instituciones internacionales que consideran superadas por nuevas realidades del poder mundial y, en especial, de las Naciones Unidas, incluyendo su Consejo de Seguridad. El nuevo socio, Sudáfrica, ganaría en protagonismo y prestigio. Especialmente en su propia región. Podría tornarse más atractiva para las inversiones internacionales.

Es temprano aún para estimar si las ganancias esperadas por unos y otros podrán concretarse. En todo caso para el gobierno sudafricano fue el mejor regalo navideño. Así lo consideró Maite Nkoana-Mashabane, ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación de la República de Sudáfrica, tras recibir un llamado telefónico el 23 de diciembre pasado de Yang Jiechi, su colega chino. Le anticipó la invitación que Hu Jintao, presidente de la República Popular China en ejercicio de la presidencia rotatoria del BRIC, le estaba enviando al presidente Jacob Zuma para participar de la tercera cumbre de ese grupo de grandes naciones a realizarse en abril próximo en Beijing.

La invitación era algo deseada aunque no necesariamente esperada en ese momento. El propio Zuma había gestionado el ingreso al BRIC cuando en agosto pasado hiciera una visita a Beijing.

También lo había hecho con sus colegas de los otros tres países. Pero hasta días antes de concretarse la invitación el resultado de sus gestiones seguía siendo incierto. En la prensa internacional se especulaba sobre cuál sería el próximo país invitado a ese exclusivo club. Incluso en África, Nigeria consideraba reunir las condiciones para ello. También se mencionaba a Corea del Sur, Turquía e Indonesia, entre otros.

La decisión de invitar a Sudáfrica habría sido impulsada por China. Pero en su anuncio telefónico Yang Jiechi precisó que la invitación la hacía en nombre de los otros miembros. Por lo menos dos, Brasil y Rusia, se apresuraron a darle la bienvenida a Sudáfrica.

Tras esta incorporación, al menos en el plano de la diplomacia económica multilateral el acrónimo original se transformará entonces en BRICS. O quizá más precisamente debería ser BRICSA. En su origen tuvo un sentido económico. Gradualmente adquirió un alcance simbólico. Reflejaba a grandes economías emergentes con capacidad para incidir en el diseño de un nuevo mapa de la competencia económica global. La membresía del grupo pasó a ser entonces una pertenencia que simbolizaba prestigio. Algunos consideraron que se había acuñado una marca atractiva para inversores ávidos de oportunidades en mercados más allá de los de la OCDE. En todo caso también le dio prestigio a Goldman Sachs, la institución financiera que inventó la criatura.


Fue Jim O’Neill, entonces el jefe de Investigaciones Económicas Globales de Goldman Sachs, quien lanzó la idea de los BRIC’s en el 2001 (Global Economics Paper N° 66, noviembre 2001).

Era un momento en el que los atentados del 9-11 habían conmocionado al mundo. El sentido del concepto original era esencialmente económico. Procuraba identificar naciones cuyos mercados, por su dimensión y potencial de crecimiento, podían tener un papel motor en la economía global del futuro. Su población representa el 40% de la mundial, con fuerte crecimiento de la población urbana y con ingresos de clase media. Sus economías podrían superar en tamaño a las del G7 para comienzos del 2030. Además, según el planteamiento de Goldman Sachs, el protagonismo de los cuatro países en la economía global conduciría a la reorganización de los foros de decisión económica internacional e, incluso, a incorporar nuevos miembros al G7 (club de las naciones más desarrolladas).

La idea pegó, los mercados la compraron y el acrónimo se transformó en una marca con impacto mediático. Luego O’Neill entusiasmado con su éxito inicial actualizó e incluso profundizó la idea. Inspiró una de las siguientes publicaciones de Goldman Sachs en la que se sostuvo que, en realidad, a los cuatro países originales sería necesario adicionar otros (Global Economics Paper N° 153, marzo 2007).


Se planteó entonces la idea del N11, es decir otras economías que, por su comportamiento probable en términos de aportes al crecimiento económico global, era necesario tomar en cuenta a fin de captar en toda su magnitud el futuro escenario económico internacional. Eran Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Corea del Sur, México, Nigeria, Paquistán, Filipinas, Turquía y Vietnam. No incluyó a África del Sur ni tampoco a la Argentina.

Desde entonces, la cuestión del número y del nombre de los países a ser considerados como protagonistas económicos globales relevantes se ha prestado a debate. Refleja un problema más de fondo, que es el de saber cuáles y cuántos países pueden aspirar a interpretar los intereses de otros países no invitados a las mesas de formulación de decisiones de alcance global.


Recientemente un estudio del BBVA Research (del pasado 15 de diciembre) considera superada la idea original de Goldman Sachs. Distingue dos tipos de países que por su potencial de crecimiento económico merecen ser destacados. Por un lado identifica lo que denomina los “águilas” (de “Eagles”, economías emergentes que lideran el crecimiento global y que en los próximos diez años superarán al promedio de las economías del G7: China, India, Brasil, Indonesia, Corea del Sur, Rusia, México, Egipto, Taiwán y Turquía).


Por el otro, identifica a los que están en “lista de espera” o en el “nido” y que tienen condiciones para volar como águilas (Tailandia, Polonia, Nigeria, Sudáfrica, Colombia, Argentina, Malasia, Vietnam, Bangladesh, Perú y Filipinas). Y agrega, quizá con razón, que el de las águilas a diferencia del de los BRIC’s, es un concepto dinámico ya que el listado requerirá ser revisado y actualizado periódicamente, tomando en cuenta la continua evolución de la economía global y la de los respectivos países.

Lo concreto es que muchos han cuestionado la relevancia económica otorgada a los BRIC’s. Si bien entre los años 2000 y 2008 los cuatro miembros del grupo aportaron cerca del 50% del crecimiento de la economía mundial y se estima que ese porcentaje aumentará al 61% hasta el año 2014, una parte significativa de tal aporte se origina en China y también en India.

A su vez China representa el 50% del PBI de los países del grupo. También se cuestiona la densidad de intereses comunes que existen entre ellos, sin dejar de considerar, además, el potencial de conflicto que se observa en el plano bilateral entre algunos de los miembros del grupo. Todo ello genera una sensación de estar frente a un fenómeno que en la medida que se lo considera como un conjunto, puede tener algo de espejismo mediático.

Pero la de los BRIC’s es una idea que ha trascendido el plano económico y a su planteamiento original. De hecho se ha transformado en el nombre de un foro informal de naciones que aspiran a incidir en las definiciones que se requieren para asegurar la gobernabilidad global. Ha adquirido entonces un claro sentido geopolítico. Se ha incorporado a la creciente constelación de coaliciones internacionales de geometría variable que caracteriza al actual escenario global, entre las cuales se destaca el denominado G20. Este último es una resultante de la crisis financiera internacional que se puso en evidencia en el 2008. Implica que el ya viejo G7 (transformado en G8 tras la incorporación de Rusia) no ofrece condiciones de reunir la masa crítica de poder mundial necesaria para brindar respuestas colectivas a los principales desafíos de la gobernabilidad económica global.

La nueva dimensión de los BRIC’s quedó manifiesta con el hecho que desde hace dos años los países del grupo se reúnen al más alto nivel político. La primera cumbre tuvo lugar en Ekaterimburgo, Rusia, en abril del 2009. Había sido precedida por reuniones de sus ministros de Relaciones Exteriores realizadas en Nueva York desde el año 2006 en ocasión de cada Asamblea Anual de las Naciones Unidas. La segunda cumbre tuvo lugar en Brasilia el 15 de abril del año pasado. La tercera será precisamente en Beijing en abril próximo.

Tras la primera cumbre el entonces canciller del Brasil, Celso Amorim, señalaba en un artículo en el diario Folha de São Paulo, que los cuatro países han decidido ampliar la agenda de actuación conjunta: “Buscan fortalecerse políticamente como un bloque que ayude a equilibrar y democratizar el orden internacional de este inicio de siglo”. Y puso luego énfasis en la necesaria reforma de las Naciones Unidas: “Postergar indefinidamente la reforma, inclusive la del Consejo de Seguridad, agravará el riesgo de la erosión de su autoridad”.

Luego, en la declaración producida por la Cumbre de Brasilia, queda nítida la importancia que para este grupo tienen las necesarias transformaciones institucionales que se requieren para asegurar la gobernabilidad global en todas las áreas relevantes de la agenda internacional de este comienzo del siglo XXI.

Reitera el apoyo a un orden mundial multipolar, equitativo y democrático, basado en el derecho internacional, la igualdad, el respeto mutuo, la cooperación, la acción coordinada y las decisiones colectivas de todos los países. En particular, expresa el firme compromiso a una diplomacia multilateral con las Naciones Unidas desempeñando un papel central en el tratamiento de los desafíos y amenazas globales.

Al respecto, reafirma la necesidad de una amplia reforma de la ONU para tornarla más efectiva, eficiente y representativa. Señala la importancia que le atribuyen al estatus de India y Brasil en los asuntos internacionales, y apoya sus aspiraciones a desempeñar un papel más relevante en la ONU.

Quizá sea a la luz de tal declaración que cobra todo el sentido político la incorporación de África del Sur al grupo de cuatro países. Cabe tener en cuenta al respecto que este año los países del nuevo BRICS serán todos miembros del Consejo de Seguridad. También lo es Alemania. La declaración publicada por Itamaraty, tras la invitación que se le formulara a Jacob Zuma para participar en la próxima Cumbre de Beijing, resalta este hecho. Y recuerda además que Brasil, India y Sudáfrica ya integran otro grupo informal denominado IBSA.

Concebido como un espacio geopolítico informal que apunta a incidir en la reformulación de los mecanismos formales de gobernabilidad internacional, el BRIC original se enriquece con el hecho de que Sudáfrica le otorga una dimensión africana de la que carecía. Es la economía mayor de la región. A su vez África está adquiriendo como conjunto una clara relevancia económica global.

Pero la dimensión económica de Sudáfrica es reducida con respecto a los BRIC’s, tanto en términos de población, de producto bruto interno y de participación en el comercio mundial. Y si se considera su incorporación al grupo informal interregional sólo a partir de criterios económicos pueden tener razón quienes señalan que no hubiera sido Sudáfrica un candidato ideal. Su producto interno bruto, por ejemplo, es sólo un cuarto que el de Rusia. El propio padre de la idea original, Jim O’Neill, lo ha señalado cuando hizo declaraciones al conocerse la invitación que recibió Jacob Zuma.

En buena medida se considera que ella refleja el creciente interés chino en intensificar su presencia africana en el plano del comercio, las inversiones y la cooperación para el desarrollo. Según datos oficiales chinos, el intercambio comercial de China con África pasó de 10 mil millones de dólares en 1990 a cerca de 120 mil millones de dólares en el 2010. El último año creció 43,5% y el intercambio es en valores relativamente equilibrado. A su vez las inversiones directas de origen chino en 49 países africanos pasaron de 490 millones de dólares en el 2003 a 9 mil millones en 2009. Las inversiones directas de empresas chinas en África tienen el apoyo de un Fondo de Desarrollo China-África que está creciendo de mil millones de dólares a 5 mil millones. A su vez las inversiones directas acumuladas de países africanos en China alcanzaron los 9,93 mil millones de dólares hacia fines del año 2009. Además de múltiples proyectos en el área social, hasta finales del 2009 China ha provisto asistencia para el desarrollo de 500 proyectos de infraestructura en países africanos y ha ofrecido 10 mil millones de dólares en créditos preferenciales para financiar proyectos de infraestructura en la región en el período 2010-2012. Al promover la incorporación de Sudáfrica en el grupo BRIC’s, China entiende enviar un mensaje al África acerca de la importancia que le atribuye a la región.

Sudáfrica tiene además una innegable proyección en África, cuya población será de 1.500 millones de personas en el 2030. Su carácter de miembro del grupo BRICS es percibida por los sudafricanos como algo que potenciará su protagonismo en el desarrollo africano. Y, a su vez, China ya tiene una especial presencia económica en Sudáfrica. Es el principal socio africano de China tanto por su intercambio comercial como en inversiones directas.

Si el nuevo BRICS aspira a lograr una participación significativa en la reforma de instituciones internacionales tales como la ONU –que parecería ser su objetivo inmediato al menos en el 2011–, tiene un fuerte desafío por delante. Es el de poder sostener que sus miembros hablan en nombre de sus respectivas regiones. La legitimidad de tal representación es crucial para la efectividad de su acción. Y es un desafío más fuerte aún para los dos países que aspiran a reflejar los intereses de regiones complejas y con marcadas diversidades de todo tipo. Es el caso del Brasil en América del Sur y de Sudáfrica en el África.

*Director de la Maestría en Relaciones Comerciales Internacionales de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación Standard Bank.

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