viernes, 21 de enero de 2011

Profecías y vaticinios sobre el Imperio


Por Manuela Lasdica
internacional@miradasalsur.com

La caída del Imperio estadounidense es una realidad que auguran muchos de los politólogos más respetados del mundo, quienes parecen estar tirando números como si jugaran a una suerte de ruleta capaz de pronosticar el tiempo que demorará la inevitable caída. Uno de los apostadores que juega a los números más bajos es Alfred W. Mc Cay –historiador, docente de la Universidad de Columbia, activista por la prohibición mundial de la tortura y escritor de varios libros–, quien afirma que la decadencia de EE.UU. como superpotencia global podría sobrevenir mucho antes de lo que cualquiera imagina.


Mientras que los expertos en política internacional de la Casa Blanca apuestan a que el fin del imperialismo estadounidense se podría dar en el 2040 o 2050, el historiador ratifica que, en el marco de las actuales tendencias interiores y globales, dentro de sólo 15 años podríamos asistir a un cambio del contexto internacional donde la hegemonía estadounidense sería sólo un recuerdo.

Otro aspecto que diferencia el análisis del profesor de la de otros analistas, es que al contrario de los imperios anteriores, cuya declinación se produjo a través de guerras, el colapso de EE.UU. puede llevarse a cabo de manera tranquila y pacífica ya que Mc Cay ve en la crisis económica, las variaciones del precio del petróleo, y en el fracaso de las últimas guerras, las principales causas de esta caída. Son muchos los que no asimilan la realidad, como Joseph Nye, que en la edición de noviembre de la revista del establishment Foreign Affairs negó que haya algún deterioro del poder global de EE.UU.


No es ninguna novedad que, producto de la crisis internacional, EE.UU. ha pérdido su influencia en la economía, ya que su presencia en el comercio mundial ha sido superada por países emergentes entre los que se destaca China, cuyo crecimiento económico, desde el año 70 hasta ahora, ha crecido a pasos agigantados, logrando además conquistar otros mercados emergentes.


Como afirma Mc Cay, en 2008, EE.UU. ya había caído al tercer puesto en las exportaciones globales, con sólo un 11% en comparación al 12% de China. Siguiendo en el campo del análisis económico, el historiador estadounidense ve otro factor como causa del desprestigio de la economía norteamericana, el fin del estatus privilegiado del dólar como moneda mundial, ya que muchos países hace tiempo vienen reclamando una nueva reserva internacional. Cabe recordar, que en la cumbre del 2009 los países que forman parte del Bric propusieron desdolarizar sus comercios. A los que se le suman muchos países emergentes que ya han decidido intercambiar sus productos directamente en las monedas bilaterales.


Cabe destacar que la influencia de China no se debe sólo a su poderío económico, sino también al nivel de innovación tecnológica, ya que, como afirma Mc Cay, las solicitudes de patentes chinas aumentaron el 400% desde el año 2000, mientras que EE.UU. en 2009 llegó al punto más bajo en cuanto a la “competitividad global basada en la innovación” debido en mayor medida a que la fuente de futuros científicos e innovadores son extranjeros que en su mayoría volverán a casa.

Sin embargo más importante aún, es el crecimiento del potencial militar chino. Este país ya se encuentra en un alto grado de militarización, y la industria bélica destinada a la fabricación de misiles nucleares no deja de crecer, a lo que se le suma la colaboración con los tradicionales aliados militares de EE.UU., como Turquía. Sin embargo pese al crecimiento militar de la potencia asiática, EE.UU. no le pierde el paso. Si bien Mc Cay afirma que el declive del imperialismo norteamericano se debe también a la disminución de su poder militar, cabe destacar que la superpotencia no ha reducido su gasto en defensa nacional.


Hace poco tiempo atrás el Congreso estadounidense aprobó un presupuesto de defensa de 708.000 millones de dólares para el año 2011, lo cual representa un aumento de 18 millones de dólares respecto al año 2010, que era de 531.000 millones. A diferencia con otros tiempos, la industria militar estadounidense no puede costear por sí misma las inversiones necesarias para estar a la vanguardia armamentística, es por esta razón que las empresas norteamericanas trabajan en conjunto con empresas europeas, alemanas y inglesas, logrando de este modo amortizar los costos requeridos en innovación en altas tecnologías.


En definitiva, si bien son muchos los indicios de la decadencia del imperialismo norteamericano, mientras Washington sea capaz de mantener su poder militar, aunque en un mundo multipolar, seguirá siendo la mayor potencia mundial.

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