BBC Mundo
Miles de manifestantes en Yemen salieron este jueves a las calles de la capital, Saná, para pedir la salida del presidente Ali Abdullah Saleh. En Egipto, ya suman seis los muertos por las protestas en contra del presidente Hosni Mubarak, que iniciaron el martes.
Y todo empezó en Túnez, donde tras semanas de movilizaciones contra la corrupción, el hambre y el desempleo, la presión popular logró la salida del presidente Zine al-Abdine Ben Ali.
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Las tensiones también se acumulan no sólo en los otros países del Magreb -como se conoce a la región del norte de África a la que pertenecen Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Mauritania- sino también en varios países del Medio Oriente.
Y, en esta última región, los problemas particulares que enfrentan la Autoridad Palestina y el gobierno de Líbano tampoco contribuyen a una mayor estabilidad. Después de todo, estamos ante un inmenso territorio conectado por vínculos históricos, religiosos y culturales que está siendo sacudido por una mezcla de malestar social, tensión internacional e inestabilidad política que puede resultar explosiva.
BBC Mundo le trae algunas claves para entender qué estando haciendo subir la temperatura de una zona que ya es, de por sí, un polvorín.
El ejemplo de Túnez
Los sucesos de Túnez, en donde una revuelta popular terminó desalojando del poder a Ben Ali después de 24 años como presidente, han inspirado a otros pueblos de la región, que se sienten agobiados por los mismos problemas que afectan a los tunecinos: una pobreza creciente, una juventud frustrada, limitadas libertades civiles y mandatarios que llevan largo tiempo en el poder.
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Y las protestas que se han producido en varios países árabes resaltan objetivos comunes como la lucha contra la corrupción y cambios en el manejo de la economía.
En Marruecos ya van cuatro individuos que se han prendido fuego en imitación del joven en Túnez cuya inmolación en protesta por el desempleo desató la revuelta popular.
En Argelia también ha habido intentos de suicidio público y la policía tuvo que reprimir manifestaciones antigubernamentales en la capital, Argel, en los que se pedían mayores libertades.
Los enfrentamientos han dejado por lo menos cinco muertos y varios heridos. Y aunque las protestas en ese país son ilegales, la corresponsal de la BBC, Chloe Arnold, informó que muchos argelinos se sienten inspirados por los hechos en Túnez y creen que les llegó el turno de presionar para el cambio.
La desilusión con el gobierno se ha extendido hasta Egipto, un país donde las protestas son poco comunes y el presidente Hosni Mubarak poco tolerante las discrepancias.
No obstante, miles se han volcado a las calles de El Cairo en protestas que ya han dejado seis muertos y provocado cientos de arrestos.
Las olas del descontento también cruzaron el mar Rojo para hacerse sentir en Yemen, donde el presidente Ali Abdullah Saleh ya lleva más de 30 años en el poder, e incluso a Jordania, país considerado durante mucho tiempo como la más estable nación árabe.
Los jordanos están afectados por el creciente desempleo -que algunos estiman ronda el 30%- y el alza en el costo de vida: la capital, Amán, es considerada la ciudad más cara en el mundo árabe, aunque uno de cada cuatro jordanos vive por debajo de la línea de la pobreza.
En Jordania no se han producido escenas similares a las de Túnez, Egipto o Yemen, pero el temor de revueltas similares ha motivado a un grupo de ex altos militares a exhortar al gobierno a formular reformas -antes de que sea demasiado tarde.
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Los "papeles palestinos"
El principal foco de tensiones en la región del Medio Oriente, sin embargo, históricamente ha sido el conflicto entre Israel y los palestinos.
Y las recientes filtraciones de documentos confidenciales sobre las negociaciones de Palestina con Israel -los llamados "papeles palestinos", algunos de los cuales el principal negociador palestino, Saeb Erekat, ya reconoció como legítimos- añaden más leña al fuego.
Los documentos revelan que los palestinos estaban dispuestos a hacer concesiones a los israelíes jamás antes pensadas, como permitir los asentamientos ya construidos en territorios ocupados y limitar a solo 10.000 el retorno de los 5 millones de palestinos en el exilio.
Según el analista diplomático de la BBC, Jonathan Marcus, las filtraciones dejan a la Autoridad Nacional Palestina en una situación muy débil frente a su propio pueblo y, más importante, frente la facción rival islamista Hamás, que controla la Franja de Gaza y podría perfilarse como representante más auténtico de las aspiraciones del pueblo palestino.
Israel, por su parte, también deteriora su imagen -ya criticada en ámbitos internacionales- por su aparente intransigencia. Y el gobierno de derecha israelí no da indicaciones de querer ceder un centímetro. Esto, combinado a los levantamientos populares en la región podría terminar de enterrar el moribundo proceso de paz en el Medio Oriente.
Aunque las manifestaciones tiene una cualidad "democrática", parte de los agravios del pueblo van en contra de gobiernos que son considerados pro Occidente. Y al caer estos gobiernos, como en Túnez, se crea un vacío político que podría ser aprovechado por grupos islámicos radicales en auge.
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Islamismo y la influencia de Irán
Un ejemplo de lo anterior ya se está dando en Líbano, donde el presidente de ese país acaba de nombrar como primer ministro designado a Najib Mikati, quien es apoyado por el grupo islamista Hezbolá. Aunque Mikati, quien ya empezó consultas para formar gobierno, negó tener vínculos con Hezbolá en una entrevista con la BBC.
La caída del anterior primer ministro, Saad Hariri -quien contaba con el respaldado de occidente- se produjo cuando Hezbolá le retiró su apoyo en protesta por una investigación internacional sobre el asesinato de su padre, Rafiq Hariri, acaecido en 2005.
Según Hezbolá, la investigación -que vincula a varios de sus miembros con el asesinato de Hariri- estaba motivada políticamente. La secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, dijo que un gobierno dominado por el movimiento militante Hezbolá en el Líbano repercutiría en las relaciones con Washington.
Y es que esta fuerza política regional es apoyada por Irán, cuya influencia en Líbano, Siria, y ahora en Irak, también preocupa a Occidente.
Washington y sus aliados ya están enfrentados con Teherán en torno al polémico programa nuclear iraní, pero acusan a ese país de injerencia indebida en la región, sobre todo en Irak, que no acaba de iniciar los primeros pasos hacia un gobierno democrático después la guerra e invasión liderada por EE.UU.
Los viejos y nuevos focos de volatilidad son la mecha que podría encender la pólvora y la yesca del Magreb y el Medio Oriente.
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