lunes, 12 de junio de 2017

Estados Unidos debe volver su mirada hacia América Latina

Por Juan González

Las relaciones de Estados Unidos con América Latina se configuraron en base a la doctrina Monroe que expresa: “América para los Americanos”. Al plantear esta doctrina ante el Congreso norteamericano en 1823, el presidente James Monroe advertía a los imperios de Europa que en América ya no había espacio para sus intereses territoriales.

Con la Doctrina Monroe  América Latina quedó subordinada a los Estados Unidos en un proceso que inició con la  expansión hacia el sur a través  de la Guerra México-Americana en la que arrebató aproximadamente el 50% del territorio al país azteca.  Así  como la Guerra hispanoamericana en 1898 en la que derrotó a España y se quedó con el control de Cuba y Puerto Rico.

En el ámbito financiero, varios  países de la región que habían tomado préstamos a las potencias europeas para organizarse luego de la independencia estaban bajo amenaza de invasiones  al  no poder cumplir con sus compromisos crediticios.  En 1862 las tropas francesas invadieron a México  por la cesación de pagos. Aunque Venezuela  no fue invadida en 1902  las tropas británicas bloquearon sus puertos.  Ante esta situación  Estados Unidos decidió comprar los títulos que tenían  los europeos con deudas de América Latina para aumentar su control sobre la región.

Para mantener los países de la región apegados a sus valores  y bajo su influencia, Estados Unidos ha promovido desde el siglo XIX,  reuniones e  instituciones de carácter continental como: la Conferencia Panamericana (1889),  la Organización Panamericana de la Salud (1902),   la Organización de Estados Americanos (1948), el Banco Interamericano de Desarrollo (1959),  la Cumbre de las Américas (1994), entre otras.

Con el surgimiento de la Guerra Fría a partir de 1945 y la posterior Revolución Cubana  en 1959,  algunos países latinoamericanos  pidieron a Estados Unidos  revisar sus relaciones con  la región, planteaban que estas solo  se circunscribían a lo jurídico, político y militar, pero excluía las cuestiones económicas y sociales.

Los reclamos aumentaron con la  visita del vicepresidente Richard Nixon  en 1958  a Caracas y Lima, que inicialmente incluía siete países  pero las protestas escenificadas en estas dos ciudades por la llegada del segundo hombre al mando del gobierno estadounidense  varió  la agenda.

Ese momento de enfriamiento en las relaciones de los  Estados Unidos y América Latina fue aprovechado por el Presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, para proponer la Operación Panamericana.  Una propuesta que se inspiraba en la Plan Marshall, implementado por EE.UU. para reconstruir varios países de Europa devastados por los efectos de la Segunda Guerra Mundial. 

La Operación Panamericana sirvió de modelo al presidente  John F. Kennedy para lanzar en 1961 la Alianza por el Progreso, en Punta del Este, Uruguay.

La Alianza por el Progreso fue  el más ambicioso proyecto de ayuda y cooperación de los Estados Unidos hacia la región. Contemplaba el desarrollo de infraestructuras, educación, salud, promoción de la democracia, libre comercio y la implementación de  una  reforma agraria en cada uno de los países.  Sin embargo, ese gran sueño de cooperación continental no llegó a hacerse realidad, lamentablemente  se fue a la tumba con el Presidente Kennedy.

En los momentos actuales, las relaciones de los Estados Unidos y América Latina se encuentran en una situación similar a la que se vivió después de la Revolución Cubana. 

La influencia de Estados Unidos en la región se ve amenaza por la presencia de China, Rusia y otras potencias emergentes.  Cabe destacar que el año 2000 el intercambio comercial entre China y América Latina fue de tan solo $10 mil millones de dólares, mientras que en la actualidad ronda los 300 mil millones de dólares, según informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En ese mismo orden, China  se ha convertido en el principal socio comercial de Brasil, Venezuela, Argentina, Nicaragua, entre otros. Además, hay que agregarle, los proyectos de infraestructuras que están en carpeta,  que van desde un ferrovía transcontinental en América del Sur hasta hidroeléctricas y perforación petrolera en varios países.

Ante la realidad de los cambios geopolíticos y geoeconómicos que se suscitan en el mundo fruto del ascenso de potencias emergentes como China y Rusia,  Estados Unidos se expone a perder su influencia en la región sino reenfoca sus relaciones bajo una nueva visión, basada en el respeto de la soberanía y en un reforzamiento de la cooperación.




No hay comentarios: