Por Juan González
Las relaciones de Estados Unidos con
América Latina se configuraron en base a la doctrina Monroe que expresa:
“América para los Americanos”. Al plantear esta doctrina ante el Congreso
norteamericano en 1823, el presidente James Monroe advertía a los imperios de
Europa que en América ya no había espacio para sus intereses territoriales.
Con la Doctrina
Monroe América Latina quedó subordinada a los Estados Unidos en un
proceso que inició con la expansión hacia el sur a través de la
Guerra México-Americana en la que arrebató aproximadamente el 50% del
territorio al país azteca. Así como la Guerra hispanoamericana en
1898 en la que derrotó a España y se quedó con el control de Cuba y Puerto
Rico.
En el ámbito financiero, varios
países de la región que habían tomado préstamos a las potencias europeas para
organizarse luego de la independencia estaban bajo amenaza de invasiones
al no poder cumplir con sus compromisos crediticios. En 1862 las
tropas francesas invadieron a México por la cesación de pagos. Aunque
Venezuela no fue invadida en 1902 las tropas británicas bloquearon
sus puertos. Ante esta situación
Estados Unidos decidió comprar los títulos que tenían los europeos
con deudas de América Latina para aumentar su control sobre la región.
Para mantener los países de la región
apegados a sus valores y bajo su influencia, Estados Unidos ha promovido
desde el siglo XIX, reuniones e
instituciones de carácter continental como: la Conferencia Panamericana (1889),
la Organización Panamericana de la Salud (1902), la Organización de
Estados Americanos (1948), el Banco Interamericano de Desarrollo (1959),
la Cumbre de las Américas (1994), entre otras.
Con el surgimiento de la Guerra Fría a
partir de 1945 y la posterior Revolución Cubana en 1959, algunos
países latinoamericanos pidieron a Estados Unidos revisar sus
relaciones con la región, planteaban que estas solo se
circunscribían a lo jurídico, político y militar, pero excluía las cuestiones
económicas y sociales.
Los reclamos aumentaron con la
visita del vicepresidente Richard Nixon en 1958 a Caracas y Lima,
que inicialmente incluía siete países pero las protestas escenificadas en
estas dos ciudades por la llegada del segundo hombre al mando del gobierno
estadounidense varió la agenda.
Ese momento de enfriamiento en las
relaciones de los Estados Unidos y
América Latina fue aprovechado por el Presidente de Brasil, Juscelino
Kubitschek, para proponer la Operación Panamericana. Una propuesta que se
inspiraba en la Plan Marshall, implementado por EE.UU. para reconstruir varios
países de Europa devastados por los efectos de la Segunda Guerra Mundial.
La Operación Panamericana sirvió de modelo
al presidente John F. Kennedy para
lanzar en 1961 la Alianza por el Progreso, en Punta del Este, Uruguay.
La Alianza por el Progreso fue el
más ambicioso proyecto de ayuda y cooperación de los Estados Unidos hacia la
región. Contemplaba el desarrollo de infraestructuras, educación, salud,
promoción de la democracia, libre comercio y la implementación de una
reforma agraria en cada uno de los países. Sin embargo, ese gran
sueño de cooperación continental no llegó a hacerse realidad, lamentablemente
se fue a la tumba con el Presidente Kennedy.
En los momentos actuales, las
relaciones de los Estados Unidos y América Latina se encuentran en una
situación similar a la que se vivió después de la Revolución Cubana.
La influencia de Estados Unidos en la región se ve amenaza por la presencia de China, Rusia y otras potencias emergentes. Cabe destacar que el año 2000 el intercambio comercial entre China y América Latina fue de tan solo $10 mil millones de dólares, mientras que en la actualidad ronda los 300 mil millones de dólares, según informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En ese mismo orden, China se ha
convertido en el principal socio comercial de Brasil, Venezuela, Argentina,
Nicaragua, entre otros. Además, hay que agregarle, los proyectos de
infraestructuras que están en carpeta, que van desde un ferrovía transcontinental en América
del Sur hasta hidroeléctricas y perforación petrolera en varios países.
Ante la realidad de los cambios geopolíticos
y geoeconómicos que se suscitan en el mundo fruto del ascenso de potencias
emergentes como China y Rusia, Estados
Unidos se expone a perder su influencia en la región sino reenfoca sus relaciones
bajo una nueva visión, basada en el respeto de la soberanía y en un reforzamiento
de la cooperación.
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