Por Juan González
El aumento constante de los
precios del petróleo entre 2010 y 2014 incentivó que muchos países abrazaran
otras fuentes energéticas como gas natural, carbón mineral y petróleo no
convencional (petróleo de esquito), para cubrir sus necesidades.
Cabe destacar que EEUU aprovechó
esta coyuntura para convertirse en el principal productor mundial de petróleo de
esquito, a pesar de la fuerte oposición de los ambientalistas de ese país.
En el aumento de la
producción y consumo de estas fuentes energéticas comenzaron a quitar espacio
del mercado al petróleo convencional, provocando que a partir del mes de
septiembre del pasado año se iniciara un descenso en los precios.
Ante este escenario, las
monarquías del Golfo Pérsico, lideradas por Arabia Saudita principal productor
de petróleo del mundo, consensuaron que a pesar del descenso de los precios no
podían hacer un recorte a la producción porque esto iba a reducir aún más su
cuota del mercado.
La propuesta de Arabia
Saudita fue llevada al seno de la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP), la cual encontró el rechazo de países como Venezuela, Irán,
Irak y Nigeria, que tienen gran dependencia de este recurso, y sin embargo,
terminaron aceptándola a regañadientes.
Los efectos de la medida de
la OPEP de no recortar la producción ya está provocando que algunos productores
de petróleo norteamericano hayan tenido que cerrar sus empresas de extracción
porque no resisten competir con un barril de petróleo convencional por debajo
de los 60 dólares.
Los sauditas han dejado
claro que no van han reducir la producción de petróleo aunque los precios bajen
a 20 dólares el barril. Consideran que el mercado debe ajustarse solo.
Por lo pronto, los precios
se mantendrán oscilando en un rango de 40 a 60 dólares, salvo que ocurra un conflicto que
afecte a uno o a varios de los principales productores del oro negro.
El autor es politólogo,
analista de temas internacionales.
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