jueves, 6 de junio de 2013

Joe Biden: El ascenso del continente americano

THE WALL STREET JOURNAL


La semana pasada, durante un viaje de cinco días por América Latina y el Caribe, visité un cultivo de flores cerca de Bogotá, Colombia, un trayecto de una hora en auto desde el centro que hubiera sido imposiblemente peligroso hace 10 años. En el camino, pasé por complejos de oficinas, salas de cine y parcelas, intercaladas con pequeñas fincas y empresas familiares.
En el cultivo de flores, un cuarto de los trabajadores son mujeres que son cabeza de familia. Los claveles y las rosas que cortaban llegarían a tiendas en Estados Unidos en cuestión de días, libre de impuestos.
Lo que vi en el cultivo fue solo una señal del florecimiento económico registrado en el año desde que entró en efecto un acuerdo de libre comercio entre EE.UU. y Colombia. Durante ese período, las exportaciones estadounidenses al país han aumentado 20%.
La experiencia de EE.UU. con Colombia refleja un auge económico más amplio en el Hemisferio Occidental que ofrece muchas oportunidades emocionantes de alianzas para empresas estadounidenses. En Rio de Janeiro, me reuní con líderes empresariales de EE.UU. y Brasil —que representaban los sectores aeroespacial, de energía, de construcción y manufactura— y quienes presentaron una visión impresionante de la prosperidad que cubre al continente americano. Como indicaron estos líderes empresariales, América Latina hoy es una región transformada. Las elecciones, que antes eran una excepción, son ahora la norma. En un creciente número de lugares, los conflictos entre izquierda y derecha han dado paso a una forma de gobierno pacífica y práctica. Y en el proceso, la clase media de América Latina ha crecido 50% solamente en la última década. Según ciertos cálculos, es casi del tamaño de la población equivalente en China.
Hay un potencial enorme —económica, política y socialmente— para EE.UU. en sus relaciones con los países del Hemisferio Occidental. Y por eso, el gobierno del presidente Barack Obama ha lanzado el periodo más prolongado de diálogo de EE.UU. con el continente americano en mucho tiempo, que incluye el viaje del presidente a México y Costa Rica el mes pasado; mi propio viaje reciente a Colombia, Trinidad y Brasil; la participación del secretario de Estado, John Kerry, en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en Guatemala; la visita del presidente de Chile a Washington esta semana y una visita programada a Washington del presidente de Perú. La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, llegará a Washington en octubre para su primera visita de Estado durante su segundo término.
Conforme los líderes de la región trabajan para sacar a sus ciudadanos de la pobreza y diversificar sus economías desde un crecimiento encabezado por los commodities, EE.UU. cree que la mayor promesa —para los estadounidenses y para sus vecinos— depende de una integración y apertura económica más profunda.
El proceso está más avanzado de los que se podría pensar. No solo EE.UU. está profundizando lo que ya es una relación comercial de US$1 billón (un millón de millones) con México y Canadá, también tenemos acuerdos de libre comercio que se extienden casi de manera continua desde Canadá hasta Chile.
Uno de los avances más prometedores es la Alianza del Pacífico entre Chile, Colombia, Perú y México. Este pacto, que abarca a los países de crecimiento más rápido de la región, ahora cuenta con naciones de todo el mundo que buscan participar o ejercer un papel positivo de apoyo. 

Nosotros somos una de esas naciones. Con un compromiso de disminuir los aranceles e integrar los intereses comerciales y diplomáticos, los miembros de la alianza están demostrando que el pragmatismo, y no la ideología, es el secreto del éxito. El esfuerzo también sirve de recordatorio de los profundos vínculos entre nuestra mayor integración en este hemisferio y nuestro reequilibrio Asia-Pacífico.
Para Brasil, como para EE.UU., una de las áreas más importantes es la energía. Desde el biocombustible hasta las reservas petroleras en aguas profundas pasando por el gas de esquisto y la hidroelectricidad, Brasil es rico en energía, y eso tiene implicaciones gigantes a nivel global. Brasil ya es un país experto en la energía renovable y la extracción en aguas profundas, pero ambos países pueden llegar más lejos si trabajan juntos. Sé por mi reunión con la presidenta Rousseff que Brasil está igualmente comprometido con una alianza de energía.
Al fin de cuentas, todas estas oportunidades económicas son sostenidas por las protecciones democráticas y la seguridad de la ciudadanía. A través de la Carta Democrática Interamericana, las naciones del hemisferio se comprometieron a promover y defender la democracia representativa; este compromiso sigue siendo tan importante como nunca para el éxito del continente. Y desde México al Caribe hasta llegar a Colombia, seguimos participando en alianzas a largo plazo de seguridad. EE.UU. permanecerá junto a Colombia conforme busca poner fin al conflicto de mayor duración del continente e inspira a otros países en la región a superar sus propios retos.
Eso implicará algunas conversaciones honestas como la que se llevará a cabo la próxima semana en la Asamblea General de la OEA sobre las políticas contra las drogas. Igualmente, muchos países tienen serias preocupaciones sobre el flujo de armas desde EE.UU. y están molestos con nuestra política de deportación de criminales por su falta de transparencia. No nos alejaremos de este tipo de debates difíciles.
Aquí en EE.UU., necesitamos reformar nuestro sistema inmigratorio porque es lo adecuado para nuestro propio país. Pero también fortalecerá nuestra postura en el hemisferio. El éxito en las relaciones internacionales, como cualquier otra relación, depende del respeto. Y satisfacer por entero el potencial de estas nuevas relaciones implicará tratar a personas de otras naciones que viven dentro de nuestras fronteras con respeto.
Los cambios en curso invitan a EE.UU. a ver a América Latina y el Caribe de una forma muy distinta. La pregunta clave para la política de EE.UU. ya no es "¿qué podemos hacer por el continente americano?" Es "¿qué podemos hacer juntos?"
En la década de los 90, imaginamos a una Europa integrada, libre y en paz. Ahora, pienso que podemos creíblemente concebir un continente americano con una clase media sólida, y que es seguro y democrático, desde el Circulo Ártico hasta Tierra del Fuego y en todos lados en el medio.
— Joe Biden es el vicepresidente de Estados Unidos.

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