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Lena Mellin
Lena Mellin
Las revueltas que han estallado estos días en los suburbios de Estocolmo demuestran que ha fracasado la integración de los numerosos inmigrantes que habitan en esta zona. Entre los motivos se encuentra la falta de voluntad política del Gobierno de actuar en el ámbito de la educación y del empleo.
Los apedreamientos y los incendios de coches en Husby [en las afueras al norte de Estocolmo] reflejan el fracaso de una política. Para llegar a esta situación, ha tenido que transcurrir mucho tiempo. Y también se necesitará mucho tiempo para volver a la normalidad.
Husby se parece a otros muchos suburbios con problemas de aglomeración en Estocolmo. Tienen en común una alta población de origen inmigrante, un número elevado de beneficiarios de ayudas estatales, un alto nivel de fracaso escolar entre los jóvenes y un índice de desempleo muy elevado.
Según las cifras de la agencia sueca para el empleo, el 20% de los jóvenes de Husby no se dedicaba a ninguna actividad en 2010. Uno de cada cinco jóvenes de 16 a 19 años no tenía trabajo o no estaba escolarizado. Sobre el papel, no hacían nada.
Pero como el hombre por naturaleza tiene que buscarse una ocupación, estos jóvenes, en su mayoría chicos, encontraron unas actividades nuevas a las que dedicarse. Por ejemplo, quedarse apostados en los puentes y apedrear a los coches de policía o incendiar el coche del vecino. No es que afirmen que más vale armar follones y destruir cosas que no hacer nada, pero en cualquier caso es lo que hacen y ahí está el problema.
Formación de guetos
De los cuatro jóvenes detenidos hasta ahora [el 22 de mayo] tras los disturbios de Husby, el mayor tiene 18 años. A todos, excepto a uno, se les han imputado delitos anteriormente. Incluso al joven de 15 años, que desde hace poco también es responsable penalmente de sus actos [pues la edad de responsabilidad penal en Suecia se ha fijado en 15 años].
No hay que ser demasiado perspicaz para entender que estamos ante un rotundo fracaso político.
El problema estriba en la formación de guetos. De los 12.000 habitantes de Husby, algo más del 60% han nacido en el extranjero. Si a estos se añaden los que han nacido en Suecia pero cuyos dos progenitores han nacido en el extranjero, esta proporción se eleva al 85%.
El problema viene también del colegio. El primer ministro, Fredrik Reinfeldt, mencionó el 21 de mayo que se iban a destinar nuevos recursos a la educación nacional. Es una buena noticia, pero quizás es algo que tenía que haberse hecho hace ya tiempo. Cuando uno de cada cinco jóvenes de educación secundaria no acude al colegio, significa que la enseñanza local ha fracasado.
El problema también reside en el empleo. El empleo, que es el primer vector de integración. En el trabajo es donde se perfecciona el dominio del idioma, donde se establece una red de contactos, donde se gana dinero.
Más recursos a la educación
Los suburbios que acogen muchos inmigrantes exigen sencillamente una enorme atención, algo que no les han prestado los responsables políticos.
Desgraciadamente, esta falta de gestión no es algo nuevo, sino que es un problema ante el que se han cerrado los ojos. Desde hace tiempo ni siquiera teníamos derecho a decir que un barrio que contaba con no menos de 114 nacionalidades exigía más recursos y más atención que los barrios que acogían claramente menos. En lugar de ello, los suburbios con alta densidad de inmigración se presentaban como destinos exóticos donde se podían comprar verduras a buen precio.
El problema no se solucionará de la noche a la mañana. Será necesario destinar importantes recursos a la educación, desde el parvulario.
Cuando los jóvenes comienzan a desviarse desde la adolescencia, como ha sido el caso de los jóvenes detenidos, las posibilidades de retomar el buen camino son escasas. Cuando se tiene unos padres y unos padres de amigos sin empleo, el hecho de no trabajar puede parecer perfectamente normal. Cuando al ir al colegio los niños sienten que están en un país extranjero, es fácil que dejen de asistir.
En Husby, la tasa de empleo se encuentra en aproximadamente el 40%, en comparación con el 65% en el conjunto de Suecia. En esta primera cifra es donde estriba el mal, o más bien, el peor de todos los males.
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