lunes, 13 de mayo de 2013

¿Está Assad ganando?

AURORA-ISRAEL

Jonathan Spyer

La inminente desaparición del régimen de Assad ha sido anunciada en numerosas ocasiones en estos últimos dos años de guerra civil en Siria. Pero el régimen ha persistido. A pesar de algunos avances de los rebeldes en el sur del país en los primeros meses de 2013, Assad no muestra signos de fracturas.

De hecho, en las últimas semanas, el ímpetu de la lucha en cierto modo ha cambiado. Las fuerzas del régimen han recuperado áreas en las que habían avanzado recientemente los rebeldes. Evidentemente, el bando del gobierno, bajo la tutela de Irán, ha mostrado una impresionante e inesperada capacidad de adaptarse a las cambiantes exigencias de la guerra.
Ya en el verano de 2012, el bando del gobierno demostró que era capaz de acomodarse manera creativa - aunque despiadada - a los acontecimientos. Cuando se hizo evidente que los intentos decididos por parte del ejército del régimen para aplastar la revuelta en la campiña norteña de Siria probaron ser infructuosos; las fuerzas de Assad realizaron una retirada estratégica.

En efecto, el régimen cedió grandes extensiones del norte y el este de Siria a los rebeldes árabes y a los separatistas kurdos. Assad se aferró a las ciudades del norte, a la costa oeste, a la zona de Damasco, y a las carreteras entre todos estos fragmentos.


El dictador y sus patrocinadores iraníes se dispusieron entonces a una guerra de desgaste - con el doble objetivo de preservar su propia área de gobierno y volver ingobernable la zona bajo control rebelde. Este objetivo último se intentó a través del uso de la fuerza aérea, la artillería y, últimamente, los misiles balísticos contra objetivos civiles. Ha tenido éxito hasta el momento en tanto que los rebeldes han demostrado ser notablemente incapaces de evitar que el área bajo su control se convierta en una zona caótica conformada por feudos rivales bajo el mando de varios comandantes locales y alianzas antagónicas.

Este ha sido el contorno del sangriento estancamiento que se ha instalado en Siria, hacia el segundo semestre de 2012.


En los primeros meses de 2013, los rebeldes hicieron un esfuerzo concertado para romper el estancamiento. Con la ayuda de las entregas de nuevos y mejorados sistemas de armamentos financiados por los sauditas y transportados vía Jordania, los rebeldes lograron avances significativos en el sur. La ciudad de Dael en la ruta de Damasco, hasta la frontera sur, sucumbió a finales de marzo. Gran parte de la provincia rural de Deraa, cuna de la revuelta, cayó en manos de las fuerzas rebeldes.


Más al norte, la ciudad de Raqqa pasó en manos de los rebeldes islamistas a principios de marzo. Raqqa ha sido la primera capital provincial en caer en manos de la oposición armada.

En ese momento, parecía que la batalla por Damasco estaba a punto de comenzar. Pero en el transcurso del mes de abril, el régimen lanzó una contraofensiva.


Damasco sigue siendo una perspectiva aterradora para cualquier fuerza rebelde que desee penetrar en ella. El régimen ha amAssado una gran cantidad de artillería y sistemas de misiles en el Monte Qassioun, una zona estratégicamente vital sobre lo alto de la ciudad.

Además, el gobierno ha atrincherado en la ciudad a sus combatientes más leales y capaces, incluyendo a la Guardia Republicana y a la Cuarta División Blindada. También ha traído a elementos del Hezbollah libanés y paramilitares alauitas entrenados por Irán.


Las fuerzas del régimenrecapturaron la última semana Otaiba, una ciudad al este de Damasco, que constituye un eslabón vital para los rebeldes, que tratan de traer armas y municiones desde la frontera jordana hacia los suburbios del este de Damasco.


Los combatientes de Hezbollah, que operan en nombre del régimen en la parte occidental del país y están apoyados por el poder aéreo del gobierno, han hecho retroceder a los rebeldes en el área de Qusayr, en la provincia central de Homs. De este modo, se han asegurado que la vital carretera Damasco-Homs permanezca abierta (aunque con grandes pérdidas, según los reportes). Hasta el momento, la rebelde Brigada Faruk ha impedido la entrada de Hezbollah en la ciudad de Qusayr. La lucha sigue siendo intensa.

Pero la recuperación del régimen ha tenido lugar no sólo en los campos de batalla. Assad ha tenido, desde el principio, una narrativa clara del conflicto, según la cual el régimen se enfrenta a la ofensiva de una alianza de jihadistas 'terroristas'.

La ironía de esta versión de los hechos es jugosa, dado que la dictadura en el pAssado cercano hizo un uso amplio de sus clientes jihadistas sunitas, empleándolos para desestabilizar al vecino Irak (a donde el gobierno de Bashar permitió a un flujo constante de jihadistas extranjeros utilizar el aeropuerto de Damasco como punto de entrada a la región en su itinerario para participar en la insurgencia suní contra EE.UU.) y el Líbano (donde el régimen patrocinó al grupo Fatah al-Islam como una herramienta para desestabilizar al país en 2007). Sin embargo, nunca nadie ha sospechado que los Assad tuviesen un excesivo sentido de la vergüenza.


Los atentados en la Maratón de Boston han vuelto a centrar la atención occidental en la amenaza del terrorismo jihadista sunita. La preferencia de Occidente por mantenerse al margen del apoyo directo a la rebelión dejó un vacío ha sido llenado, en gran parte, por los combatientes islamistas y los grupos jihadistas transnacionales.

Por lo que las predicciones del régimen constituyen ahora una especie de profecía autocumplida. Se trata de un relato de los hechos que tiene cierta resonancia más allá de los círculos naturales que simpatizan con Assad. El resultado es que la moral de los partidarios del régimen ha mejorado notablemente en las últimas semanas.


El régimen de Assad se ha beneficiado, en todos los niveles, del apoyo de una coalición internacional decidida que ha respaldado al dictador desde el inicio de la rebelión. Rusia, Irán, su cliente Hezbollah y el gobierno de Maliki en Irak están todos jugando un papel vital. 

Las últimas indicaciones son que EE.UU. y Occidente aún prefieren mantenerse al margen; a pesar del traspaso evidente de las hipotéticas 'líneas rojas' en cuanto a la utilización de armas químicas. Por lo que es probable que el régimen de Assad seguirá estando por algún tiempo.
Este régimen puede que sea un caso de estudio sobre vileza desde el punto de vista moral; pero Assad y sus aliados en estos últimos dos años han demostrado lo que puede lograrse cuando un objetivo estratégico claro está amalgamado a la voluntad de utilizar los medios más despiadados y asesinos. 

Es probable que sólo un nivel de cohesión y compromiso comparable por parte de la rebelión y sus partidarios sea suficiente para finalmente terminar con el régimen de Assad. Sin embargo, no aparece ningún signo de que esto esté por emerger. Por lo tanto, Assad no está ganando; a pesar de la nueva obstinación de sus seguidores. Pero, en este momento, tampoco está perdiendo.

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