jueves, 22 de septiembre de 2011

EUROPA: ¿UNA FUTURA PEQUEÑA PENÍNSULA DE ASIA?




Nika Prislan


El auge de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), el declive de la Unión Europea o la fragmentación del poder europeo son frases que se pueden leer diariamente en periódicos de todo el mundo. Airear el éxito de los BRIC, sobre todo en aspectos económicos, pero también en otras áreas, se ha convertido en un lugar común, especialmente en el caso de China. El ascenso de los BRIC ha sido elegido como el acontecimiento número uno de la última década por el columnista de Foreign Policy, David Rothkopf, por encima de la crisis de la eurozona y la crisis de las hipotecas subprime de 2008 que se originó en EE UU.

En paralelo, el supuesto declive del proyecto europeo ha sido citado también en incontables ocasiones. Las debilidades y la marginación de la UE, la primacía de los intereses nacionales en detrimento de los europeos en cuanto a la política exterior de la Unión y las divisiones y presiones centrífugas introducidas por las carencias en el diseño del euro han llenado las portadas de los periódicos internacionales. En este contexto el auge de los BRIC ha ayudado a subrayar el declive de Europa en los ojos del mundo internacional y al mismo tiempo ha debilitado seriamente la autoestima de los propios europeos. Mientras que los BRIC crecen sostenidamente, los europeos están en crisis y les suplican que les ayuden a resolver sus problemas económicos.

Desde la última década, las cifras y la información que hemos conocido sobre los logros de los BRIC demuestran que su nueva posición en el sistema internacional no es discutible. Por ejemplo, las predicciones de Goldman Sachs sobre cuándo alcanzarían los países emergentes a los miembros del G-6 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) han tenido que ser revisadas sistemáticamente, ya que han subestimado el potencial de los BRIC. En 2003 las predicciones decían que China rebasaría a Japón en 2016 y a EE UU en 2041, pero el gigante asiático ya superó a su vecino en 2010 y muchos pronostican que China sobrepasará a Estados Unidos en menos de diez años.


Además, las predicciones sobre el tamaño de las economías de los BRIC han tendido siempre a infravalorar su crecimiento económico: en 2003 se decía que en 2008 el PIB brasileño sería de 667.000 millones de dólares (unos 490 millones de euros). Sin embargo, al final alcanzó la cifra de 1,5 billones de dólares, casi duplicando la previsión original. Pero los BRIC también lideran en dos magnitudes esenciales: energía y demografía. Rusia es un actor energético importante, ya que tiene las primeras reservas mundiales de gas y las octavas de petróleo mientras que China se convirtió en 2009 en la primera consumidora de energía del planeta con un consumo un 4% superior al de EE UU. E India, aunque cuenta hoy con 140 millones de personas menos que China, está destinada a ser el país más poblado del mundo en menos de veinte años. Y no deberíamos olvidar que detrás de los BRIC están corriendo los grupos de Estados conocidos como CIVETS, EAGLES y VISTA, reforzando el auge del resto.

Pero detrás de los milagros de los BRIC también se esconden algunas miserias muy notables que demuestran claramente que Europa no es la única con grietas y que muchos admiradores de los BRIC pasan por alto algunas estadísticas muy reveladoras. China se convirtió el año pasado en la segunda economía mundial, pero la pobreza sigue siendo un problema muy importante en el país, ya que ocupa el puesto 103 en las tablas de renta per cápita, un puesto por debajo de El Salvador. Este hecho está muy bien explicado por el director de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, en sus siglas en inglés), José Ignacio Torreblanca, en su libro La fragmentación del poder europeo, quien plantea en términos provocadores, “que China no es más que un El Salvador con 1.300 millones de habitantes o, si se quiere una Albania (que se sitúa en el puesto 101) que ocupara todo un continente”.


Además, el resto de los BRIC también son culpables de sus propias debilidades. Rusia sufre de la enfermedad holandesa, ya que el 60% de su economía depende de los ingresos de sus exportaciones de gas y petróleo e India posee más móviles que retretes, además de tener la misma cantidad de pobres que los 26 países del África subsahariana. Brasil, por el otro lado, está intentando lidiar con una economía que está sobrecalentándose con una inflación del 7,1%, unos tipos de interés entre los más altos del mundo (12%) y una corrupción que está arruinando la credibilidad del gobierno de Dilma Rousseff.


El rápido crecimiento económico de los BRIC, con unas poblaciones inmensas y en expansión, y el poder que tienen en áreas estratégicas como los recursos naturales, ha hecho a temblar a los europeos. Pero quizás de forma exagerada. Aunque Europa está pasando por una época en la cual su declive parece asegurado, todavía tienen bastantes ases en la manga como para temer el nuevo mundo emergente.

Los europeos tienen unas de las más altas esperanzas de vida (en España es de 81,3 años) y un PIB per cápita que puede avergonzar a los BRIC (el PIB per cápita de la UE es de 32.845 en dólares corrientes mientras que el de India es 1.192). Sin embargo, parece que psicológicamente Europa ha dejado de luchar por su futuro, dejando no solo que los países emergentes les intimiden, sino también que les manejan a su antojo. Por ejemplo, la crisis de la deuda soberana en la eurozona ha permitido a China dividir y enfrentar a los Estados europeos mediante la compra de deuda de los países económicamente más débiles de la periferia de la Unión.

Lo que parece la gran diferencia entre los europeos y los BRIC es que Brasil, Rusia, India y China sufren de sus debilidades en silencio y, al contrario que la UE, no dejan que la escena internacional les intimide. Los europeos deberían tomar en cuenta lo que dice el politólogo estadounidense Joseph Nye, que las naciones “no son seres humanos con esperanzas de vida tasadas” y aunque el auge de los BRIC y su posición en la primera fila del poder mundial es irreversible, igualmente cierto es que el declive de Europa no tiene porque serlo.

Nika Prislan ha sido asistente de investigación en el libro La fragmentación del poder europeo (Icaria Editorial y Estudios de Política Exterior S.A., Madrid, 2011), cuyo autor es José Ignacio Torreblanca, investigador principal y director de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR).

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