sábado, 9 de abril de 2011

China exhibe su programa espacial militar



* Alexandre Calvo

China ha lanzado en 2010 entre 12 y 15 satélites militares. Todo un récord para Pekín que se sitúa así en el mismo ritmo que Estados Unidos. Esta aceleración se interpreta como una demostración de poder, al mismo tiempo que un intento por parte del Gobierno de ofrecer mayor transparencia sobre la modernización del ejército. El creciente gasto militar efectuado por China en los últimos años ha provocado gran preocupación en algunos países asiáticos y Estados Unidos, que se preguntan sobre las intenciones últimas de los dirigentes de Pekín.

Estos movimientos han despertado la curiosidad, y hasta el temor, de numerosos analistas, sorprendidos por un progreso tan rápido en un campo clave para las Fuerzas Armadas modernas. Andrew S. Erickson, experto en las fuerzas navales y espaciales chinas del Naval War College norteamericano, destaca el "rápido ritmo" de lanzamiento de los satélites militares chinos y advierte que "China se está convirtiendo en una potencia militar espacial en un contexto global"

Las claves de una rápida expansión

El número de satélites operativos ha alcanzado una cifra respetable. Desde 2006 se han puesto en órbita 13 la clase Yaogan, de los que sólo uno ha dejado de ser operativo. Actualmente, el país dispone de, al menos, 15 aparatos capaces de captar imágenes, sumando a la clase Yaogan la CBERS (codesarrollada con Brasil) y numerosos modelos de menor tamaño.

¿Qué está permitiendo a China sostener este ritmo tan elevado de lanzamientos? Hay que destacar dos aspectos clave: el uso de microsatélites y la estandarización.

En primer lugar, muchos de los satélites chinos son de reducidas dimensiones. Se calcula en unos cuarenta los de peso inferior a los 500 kilos puestos en órbita hasta la fecha. Estos pequeños satélites tienen un coste de diseño y fabricación mucho menor que los tradicionales, especialmente los denominados "microsatélites", algunos de los cuales tan solo pesan unos pocos kilos. Sus capacidades son limitadas, pero se compensa en parte por su número, así como por el menor tiempo necesario para desarrollar nuevas versiones más avanzadas.

Un segundo factor multiplica estas ventajas: la estandarización. En lugar de optar por la construcción de unidades diseñadas a medida y modelos únicos, el programa espacial militar chino se basa en gran medida en el uso repetitivo de modelos. Esta producción en serie supone costes menores y, mediante la sustitución de componentes más avanzados manteniendo la carcasa del satélite, permite su modernización sin tener que diseñar desde cero un nuevo modelo. En otras palabras, se trata de sistemas modulares.

Hay que destacar el empleo muy extendido de las tecnologías de doble uso. Aunque en parte se trata de ocultar las capacidades militares y esconder parte del presupuesto militar en partidas civiles, no son éstas las únicas razones. China parece haber entendido que, a menudo, no tiene sentido desarrollar sólo componentes militares, tristemente famosos por su enorme precio y grandes retrasos, cuando disponen de tecnologías civiles probadas que pueden adaptarse a finalidades bélicas con pequeñas modificaciones.

Podemos pues decir que China ha optado por la cantidad, la estandarización y los sistemas modulares, dejando atrás la "artesanía" que aún hoy caracteriza muchos programas de satélites militares.

Objetivos prioritarios

El tipo de satélites que China ha ido lanzando la última década permite intuir cuatro de sus objetivos principales: la navegación, el estudio de las condiciones del mar, la inteligencia y la guía de misiles.

En relación al primero, China no quiere depender de ninguna tecnología extranjera. Su alternativa al GPS es una red de 35 satélites Beidou 2, cinco en órbita geosincrónica y otros 30 a media altura. Pekín confía en desplegarlos todos entre 2015 y 2020, obteniendo una cobertura global. Como ha puesto en evidencia el conflicto libio, las ambiciones de Pekín han dejado de ser regionales.

El estudio de las condiciones meteorológicas marítimas es un objetivo fundamental del programa espacial chino y uno de los elementos clave para el desarrollo de una auténtica Armada oceánica. Un estudio publicado por la Armada de Taiwán advierte que diversos satélites de la clase Haiyang serán dedicados a dicha misión con objeto de facilitar información sobre los campos de batalla de un hipotético conflicto aeronaval en el Pacífico.

La obtención de inteligencia y la provisión de datos sobre objetivos a sistemas de misiles son quizás las tareas que han recibido más atención por analistas y prensa especializada los últimos años. Pekín busca disponer de la capacidad de impedir, o hacer muy costoso, el despliegue de medios navales cerca de sus costas con vistas a un golpe de mano para conseguir la finlandización o Anschluss de Taiwán.

Enfrentado a una tecnología norteamericana mucho más avanzada y a la necesidad de competir con programas espaciales como el indio y el japonés, el Imperio del Centro parece haber concluido, como lo hicieron la Unión Soviética y Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial con el T-34 y el Sherman, que es mejor optar por la estandarización y la cantidad que por la artesanía de lujo.

El énfasis en las capacidades espaciales forma parte del proceso de transformación de las Fuerzas Armadas chinas, que devienen poco a poco más ligeras, avanzadas tecnológicamente, e integradas. A su vez está relacionado con la transformación de su economía, que ya no puede basar su crecimiento en los bajos salarios y la inyección continua de crédito, y busca generar más valor añadido.

* Alexandre Calvo CristinaProfesor de relaciones internacionales, European University.

No hay comentarios: