BEIRUT (Reuters) - Desde Israel a Irán, los vecinos de Siria están comenzando a contemplar la posibilidad de un futuro sin la familia Asad como "señores de Damasco" y, amigos o enemigos, a algunos no les gusta lo que ven.
Además, de hecho, algunos están negando lo que están presenciando. Hezbolá, el movimiento chií libanés considerado el delegado iraní en Oriente Próximo, pretende dar a entender que el Gobierno del presidente Bashar el Asad está sofocando una insurrección de bandas armadas de salafistas o fanáticos suníes.
En su relato del asalto del Ejército sirio sobre la localidad meridional de Deraa, epicentro de la revuelta que comenzó el mes pasado, Al Manar, la televisión de Hezbolá, reprodujo la versión oficial de que el Ejército respondía a las peticiones de los ciudadanos de poner fin a los "asesinatos y operaciones de terror llevadas a cabo por grupos extremistas".
Hezbolá se regocijó de las revueltas que derrocaron a los dictadores de Túnez y Egipto y defendió los derechos de los manifestantes bahreiníes contra la intervención militar saudí para sofocar las protestas chiíes. Pero claramente se muestra menos entusiasta ante el riesgo de perder el apoyo de un Gobierno sirio que no sólo es su principal protector sino el canal del suministro de armas de Irán.
Teherán, que considera a Siria un estrecho aliado en una región de mayoría suní que recela de Irán - un país no árabe y de mayoría chií - ha calificado la revuelta en Siria de "complot sionista".
Aún así, Israel tampoco parece muy contento con un cambio en la situación actual. Aunque están aún formalmente en guerra, Siria, con su actual presidente y con su difunto padre, Hafez el Asad, ha mantenido una frontera estable con el estado judío desde 1973, aunque Israel sigue ocupando los altos del Golán.
TEMOR A LOS ISLAMISTAS
El miedo de Israel - planteado más abiertamente por analistas familiarizados con las instituciones de seguridad que por políticos - es que un levantamiento pacífico pueda reemplazar al partido Baaz por un gobierno más radical, o uno menos capaz o con menos voluntad de mantener a raya a las fuerzas extremistas.
Aunque Asad apoya a las guerrillas de Hezbolá en Líbano y a los grupos extremistas palestinos Hamás y la Yihad islámica, ha tenido un papel cauto. Tras su estridente retórica panarabista y los lazos con Teherán, ha mantenido abierta la opción de paz con Israel y buscado el beneplácito de las potencias occidentales.
"Las implicaciones son enormes y totalmente impredecibles", dijo el analista de Oriente Próximo con sede en Líbano Rami Juri.
"Lo que hace peculiar a Siria es que el régimen y el sistema tienen estrechos vínculos estructurales con todo conflicto o actor en la región: Hezbolá, Hamás, Irán, Líbano, Israel, América, Irak, Turquía. En todos estos (casos), hay un vínculo sirio".
Las protestas se han extendido por el país y cobrado intensidad, dijo, y los manifestantes que comenzaron pidiendo una reforma del sistema exigen ahora "la caída del régimen".
En la mente de muchos está la experiencia de Irak, inmerso en años de caos y violencia sectaria tras la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 y la caída de Sadam Husein.
"Todo el mundo en la región está preocupado por la desestabilización de Siria, incluso aquellos a los que no gusta Asad, porque hay una cosa que aporta a la región: una cierta previsibilidad y estabilidad", dijo Juri.
"Mantuvo la tregua a lo largo de la frontera sirio-israelí, la gente sabe cómo se comporta su gobierno. Nadie sabe qué ocurrirá después", añadió.
Alex Fishman, periodista especializado en temas militares para el diario israelí de mayor tirada, Yedioth Ahronoth, resumió la aprensión israelí tras la incursión del Ejército sirio en Deraa.
"Por extraño que pueda sonar, el 'establishment' israelí guarda algo de sentimiento por la familia Asad. Mantuvieron sus promesas a lo largo de los años e incluso hablaron de un acuerdo con Israel según sus términos", escribió.
"Es difícil romper con la costumbre, pero los máximos responsables del 'establishment' político y de seguridad creen que el régimen sirio, en su formato actual, cambiará en semanas o meses", dijo Fishman.
Añadió: "El único interés que guía la conducta de Israel es: Si lo que ocurre en Siria debilita el eje Damasco-Irán-Hezbolá, nosotros lo seguiremos".
PADRE E HIJO
Para Hezbolá e Irán, perder a Asad sería claramente un revés.
"Si (Siria) se divide en estados minisatelitales, eso será una mala noticia para todo el mundo", dijo Juri, sugiriendo que como sucedió en Irak, eso podría proporcionar una puerta al extremismo islámico.
Al otro lado de la frontera, en Líbano, donde la guerra civil de 1975-90 absorbió a potencias regionales y mundiales y dejó a Siria con el control durante 29 años, también hay preocupación. Cualquier perspectiva de más tensiones entre suníes y chiíes, árabes y kurdos, o cristianos y musulmanes, produce estremecimiento.
"No creo que cualquier ser inteligente no esté preocupado por lo que ocurre en Siria porque es un vecino", dijo Talal Salman, director del diario de Beirut As Safir. "Cualquier seísmo en Siria sacudirá Líbano con su frágil composición. Nos interesa la estabilidad siria".
Por ahora, Asad ha decidido seguir los pasos de su padre y recurrir a la fuerza militar, y no a la reforma, para sofocar unas protestas que se han cobrado hasta ahora más de 400 vidas, según grupos de derechos humanos.
El despliegue de tropas en Deraa el lunes parece un indicador de lo que puede venir. Una fuente cercana al Ejército sirio dijo que Asad y sus instituciones de seguridad habían tomado la decisión de hacer la guerra a los manifestantes en todo el país.
Sin embargo, Ali al Atasi, destacado activista sirio cuyo padre fue un ex presidente encarcelado durante 22 años por Asad padre, dijo que "otra Hama" era imposible. En 1982, Hafez el Asad envió al Ejército a aplastar un levantamiento islamista armado en esta localidad, matando a más de 30.000 personas.
"Siria ha alcanzado un punto de no retorno. No puede volver a donde estaba", dijo Atasi.
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