sábado, 16 de mayo de 2009

El simulacro de la distensión


APM
Por Sebastián Pellegrino

Antes del primer encuentro con su homólogo ruso, Dmitri Medvédev, el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, afirmó que su país y Rusia “mantienen ciertas discrepancias y no voy a decir que hayan desaparecido, pero también hay un amplio terreno de intereses recíprocos para trabajar". Irán, Afganistán, Asia Central y el arsenal nuclear son los temas que abonan ese terreno. Los gestos de Washington hacia Moscú parecen augurar un giro radical de la política internacional del país del norte.

Sin embargo, si los llamados “intereses recíprocos” están focalizados en territorios ajenos a la égida constitucional de ambos gobiernos, ¿asistimos al inicio de un nuevo trazado de áreas de influencia? ¿Qué significa trabajar en conjunto sobre la realidad de los países asiáticos que poseen las mayores reservas de hidrocarburos? ¿Cómo incorporar en esta trama geopolítica la sorpresiva propuesta de la cuestión nuclear?

El nuevo acercamiento entre las máximas potencias militares-nucleares se produce en un contexto, por un lado, de declive de la hegemonía global estadounidense, y por otro, de consolidación de las economías emergentes, que ya iniciaron la etapa de incursión de inversiones en los mercados energéticos de mayores perspectivas. Rusia representa la alternativa a los proyectos estadounidenses sobre el comercio de los hidrocarburos asiáticos.
Lejos de aspirar a la distensión, la Casa Blanca y el Kremlin se esfuerzan por encubrir una secuencia estratégica, a largo plazo, que podría recorrer los siguientes estadios: cooperación recíproca inicial, orientada al riesgo de expansión de la influencia Talibán sobre las repúblicas centroasiáticas; militarización de las áreas de influencia y disputa imperial por el tesoro energético que decidirá el destino de la hegemonía global del siglo XXI.

El fantasma de la reproducción Talibán
Estados Unidos y Rusia sólo tienen intereses comunes -y no recíprocos- en torno al crecimiento y expansión del radicalismo islámico en Afganistán, Pakistán y las ex repúblicas soviéticas del centro de Asia (Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán).
Los límites del dominio Talibán son los siguientes: más de tres cuartos del territorio afgano ya está bajo su control. Kabul, la capital del país, permanece prácticamente bloqueada por las milicias insurgentes ya que tres de las cuatro vías de acceso son áreas de secuestros, ejecuciones y ataques con bombas que escapan al control de las fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Las muertes de civiles afganos a causa de los ataques indiscriminados por parte de las fuerzas de coalición sólo provocan mayor rechazo y deslegitimación de la llamada Operación Libertad Duradera y un incremento proporcional del apoyo de jóvenes islamistas a los movimientos radicales.La frontera occidental de Pakistán aloja las principales bases donde se asientan los líderes Talibán. En los últimos meses los insurgentes lograron, por una parte, movilizar cientos de pakistaníes musulmanes contra el Ejército local, y por otra, controlar grandes ciudades a través de incursiones masivas.
La ciudad de Quetta, provincia de Baluchistán, continúa recibiendo una afluencia considerable de radicales musulmanes provenientes de Afganistán a través del sur pakistaní. La Casa Blanca y el Pentágono consideran la posibilidad de emprender una “Guerra encubierta” en el área que rodea la ciudad para terminar con los asentamientos que, a la luz de los acontecimientos, amenazan con extender el control sobre la vasta provincia.En el norte pakistaní, la situación es aun más delicada. A fines de abril, los Talibán tomaron el control de Buner, uno de los principales distritos de la provincia Frontera del Noroeste, donde residen cerca de un millón de personas.
El control efectivo de Buner, situada a sólo 100 kilómetros de Islamabad –capital de Pakistán- demostró el amplio consenso de grupos locales con la causa islamista y las dificultades de los funcionarios de Islamabad para repeler los desplazamientos continuos de los rebeldes. (Ver: “Un país con el termómetro en rojo”. APM 10/10/2008)
En cuanto a las repúblicas centroasiáticas, el periodista pakistaní Ahmed Rashid, experto en temas de Asia Central, sostiene que “el éxito de los Talibán en Afganistán y Pakistán está creando una ola de militancia en Asia Central, donde hay gobiernos muy represivos, sin oposición ni partidos políticos y donde los Talibán se han convertido en la única oposición”.
En este sentido, los países mencionados se presentan como un terreno propicio para la proliferación de adhesiones masivas al proyecto expansivo de los Talibán. Más, considerando los niveles de pobreza (superiores al 50 por ciento) y la influencia del Islam en la vida religiosa de esas naciones. El movimiento centrípeto del poder del integrismo islámico es la clave para examinar los motivos que llevan a Rusia y Estados Unidos a esbozar un programa para el “restablecimiento de las relaciones diplomáticas”.
En realidad, ambos países necesitan eliminar la amenaza Talibán de la región.Washington no puede abandonar el esfuerzo militar y financiero que sostiene en Medio Oriente desde hace casi una década. De hacerlo, no sólo perdería el protagonismo comercial en la distribución de los hidrocarburos asiáticos, sino también, dejaría libre el camino para la consolidación de regímenes autoritarios-religiosos, dispuestos a corregir los errores cometidos por la intervención extranjera.
Rusia, por su parte, tampoco permitirá perder la relativa estabilidad de las ex repúblicas soviéticas, donde ya ha ganado buena parte del “juego del petróleo” con inversiones en oleoductos y gasoductos negociadas con los gobiernos vecinos.
Hasta la misma seguridad interna rusa podría verse afectada por la expansión de los radicales musulmanes.En este marco se inscribe la aparente disposición rusa a colaborar con Estados Unidos en su intervención en Afganistán.
La posibilidad de que el país euroasiático permita el transporte de pertrechos, provenientes de Europa, a través de su territorio no sólo disminuiría la amenaza potencial de la expansión Talibán, sino que también permitiría a Rusia exigir al país del norte la cancelación del proyecto misilístico que se prevé para Europa del Este. Cabe insistir que los intereses comunes de ambas potencias en la región central de Asia no implican reciprocidad. Más bien, son la fuente de una especulación compartida y construida en términos de un “enemigo en común”.

Áreas de influencia y discusión nuclearEn 2008 se agudizaron las fuentes de tensión político militar entre Estados Unidos y Rusia. La Guerra del Cáucaso, desarrollada en agosto de 2008, puso en evidencia la disputa de la Casa Blanca y el Kremlin por lograr la tutela hegemónica de las administraciones que ocupan la región energética. Asimismo, los severos roces diplomáticos justificó el alineamiento de varios países europeos y asiáticos en torno a la nueva versión de polarización bipolar. (Ver: “Jaque de Moscú a Washington”. APM 17/08/2008)
Washington apoyó, aunque sólo diplomáticamente, al Gobierno georgiano. Para evitar la reacción de Moscú, la OTAN decidió postergar la inclusión de Georgia como miembro permanente de la alianza y creó una comisión con el objeto de evaluar los daños causados por la incursión rusa y evaluar la futura afiliación del país asiático al Tratado del Atlántico Norte. Una especie de incorporación informal.En paralelo a la Guerra del Cáucaso, la Casa Blanca firmó los acuerdos con República Checa y Polonia para la instalación de estación de radares en el primero, y una base de misiles en el segundo.
Estados Unidos justifica la instalación del escudo antimisiles ante posibles ataques, dirigidos contra Europa, lanzados desde Corea del Norte o Irán. Éstos encabezan la lista de supuestos “países de desarrollo nuclear con fines bélicos”. Por otra parte, Israel es el aliado principal de Estados Unidos en Asia. Durante la primera mitad de 2008, las amenazas recíprocas entre el Estado hebreo e Irán fueron objeto de la intervención subyacente de las potencias tutelares, respectivamente Estados Unidos y Rusia.
Lo mismo puede decirse del polémico lanzamiento de un satélite de comunicaciones por parte de Corea del Norte, en marzo de 2009, en torno al cual Rusia ofició, ante Estados Unidos y sus aliados del Extremo Oriente, como garante de los fines pacíficos de la operación.Resta nombrar el proyecto de ampliación de la OTAN en Europa del Este. El pasado 1 de abril, Croacia y Albania obtuvieron la membresía de la alianza atlántica, una nueva apuesta de la Casa Blanca y motivo de preocupación adicional para Moscú que asiste al progresivo cerco militar de occidente. (Ver: “Breves del tablero mundial”. APM 04/04/2009)
A partir de 2008, Rusia también reforzó su protagonismo en el tablero asiático para contrarrestar el desequilibrio de la relación de fuerzas generado por Estados Unidos. Obtener el liderazgo y la unificación de las repúblicas centroasiáticas en torno a Moscú es el objetivo principal del Kremlin.En febrero pasado, el Parlamento de Kirguistán sancionó una ley con la que canceló el acuerdo con Estados Unidos para la utilización de la base militar de Manas, ubicada en territorio kirguís. Tal decisión fue impulsada por el Gobierno de Kirguistán, luego de que Rusia concediera al país un crédito por 2.000 millones de dólares.
En paralelo al cierre de la base, Rusia y las ex repúblicas soviéticas firmaron el acuerdo para la creación de “fuerzas armadas colectivas de reacción” en el marco de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC). Los firmantes fueron Rusia, Armenia, Belarús, Kazajistán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán.El alineamiento de los países vecinos le permite a Rusia reforzar su calidad de vocero político militar del bloque frente a la OTAN y de intermediario forzoso para la negociación de los proyectos energéticos en Asia Central.Cabe agregar que Rusia y Bielorrusia -éste, limítrofe con Polonia- firmaron un acuerdo sobre la creación de un sistema unificado de defensa antiaérea, lo que constituye una clara respuesta a la OTAN respecto al sistema misilistico que prevé instalar en Europa del Este.
También el Gobierno de Abjasia acaba de confirmar que, en su territorio, se abrirá una base militar rusa. En suma, La Casa Blanca y el Kremlin llevan adelante sus respectivos proyectos geopolítico militar en torno al corazón energético asiático con epicentro en la región del Cáucaso. Pero si la división y militarización del continente avanzan, ¿cómo explicar la propuesta de Obama para el desarme nuclear? El pasado 24 de abril, Rusia y Estados Unidos iniciaron la primera ronda de consultas sobre un nuevo tratado de reducción de los arsenales nucleares.
El acuerdo todavía vigente expirará en diciembre de 2009. Más allá de la disposición de ambos gobiernos a negociar, las condiciones y estipulaciones del nuevo tratado no serán fáciles de resolver. ¿Cuál será la limitación del potencial nuclear de las partes y del desarrollo de sistemas de defensa? ¿Cómo superar la controversia en torno al escudo antimisil de Europa del Este, considerado por Rusia una amenaza directa contra su seguridad? En efecto, Dmitri Medvédev ya condicionó el diálogo del desarme nuclear hasta que Estados Unidos desista del proyecto misilistico, a menos que éste sea instalado por ambas potencias.
Y el temor del Kremlin no es injustificado. Un reciente informe de la Federación de Científicos Estadounidenses (FAS), recomienda al Presidente Barack Obama que reduzca el número de ojivas nucleares hasta el mínimo necesario para la defensa del país. En cuanto a los sistemas nucleares que apuntan hacia eventuales países agresores, los científicos aconsejan reorientar los misiles hacia las estructuras económicas en lugar de las ciudades, poniendo especial énfasis en Rusia.
La destrucción de la infraestructura productiva limitaría ampliamente la capacidad bélica rusa. Los términos del documento forman parte de una nueva concepción de disuasión nuclear. Acepta el desarme parcial del arsenal atómico, aunque ello podría transformarse en una ventaja inmejorable para Estados Unidos: de reducirse el arsenal ruso y construirse el escudo de misiles en Polonia, el gigante euroasiático podría quedar bloqueado en su capacidad de respuesta. Lo cierto es que la idea de “desarme nuclear” no se condice con las circunstancias geopolíticas reseñadas.
Tanto Rusia como Estados Unidos destinan miles de millones de dólares a la producción de armas, y la renovada lógica de disputa de áreas de influencia empaña cualquier esperanza de un mundo sin arsenales atómicos. Los temas de la agenda ruso estadounidense implican cambios, pero solo de formas y no del fondo de sus conflictivas relaciones. De ulteriores disputas y no de convivencia pacífica. Las fuentes de energía asiáticas van por debajo de la discusión. En la superficie, se agita el simulacro de la distensión.
spellegrino@prensamercosur.com.ar

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