domingo, 26 de abril de 2009

El papel de China en África y las implicaciones para la participación democrática


CASA ASIA
Charles MUTASA

En enero de 2006, China anunciaba su deseo de incrementar la cooperación con África mediante el texto titulado China’s African Policy, un documento que intentaba determinar las líneas básicas que debían marcar las relaciones con el continente africano y que continuaba lo que había venido a denominarse una “estrategia no intervencionista y no ideológica”. El texto preveía unos lazos más fuertes con África, que incluían un aumento del comercio, más ayuda a la cooperación y más ayuda crediticia.1

Las reacciones internacionales a las relaciones sino-africanas, especialmente en lo referente a las implicaciones que esta relación tiene sobre la mejora de la gobernabilidad y el desarrollo sostenible en los países africanos, son de muy diferente signo. Además, el debate sobre las mismas se ha convertido en un tema de especulación y controversia a lo largo de los últimos años.
Las alarmas que están sonando en varios círculos del mundo político, de la comunidad académica y de grupos de activitas, tienen su origen en lo que parece ser una duplicación por parte de China del mismo modelo económico de crecimiento, social y medioambientalmente destructivo, aplicado por Occidente. Además, la falta de referencias sobre las inversiones y los mecanismos de financiación utilizados por China alientan la preocupación.

Sin embargo, desde otros círculos internacionales, muchos se preguntan si la cuestión suscitada es genuinamente sobre África y el bienestar de la gente africana o si es, en realidad, una cuestión vinculada a la protección de los intereses occidentales en la región. Mientras la expansión china en África ha sido bienvenida por un gran número de países africanos por ser una fuente de financiación menos intervencionista políticamente, los donantes.

1 Líneas remarcadas en el Forum on China-Africa Cooperation 2006 (FOCAC) tradicionales occidentales y grupos de la sociedad civil que colaboran en el continente argumentan que el impacto de la presencia china en África puede frustrar los esfuerzos llevados a cabo por las agencias reguladoras del crédito exterior para la mejora de la responsabilidad y la transparencia de los gobiernos africanos; pudiendo hacer caer de nuevo a África en una trampa crediticia, además de profundizar su degradación medioambiental.

El reinicio de las relaciones

Las relaciones históricas entre China y África han transcurrido por varias etapas, pasando de estar basadas en la solidaridad socialista y antiimperialista durante la década de los años 60, a la cooperación para el desarrollo en la década de los años 90. Actualmente, están marcadas por el aumento del poder de China en las esferas geopolíticas y económicas internacionales, lo que ha permitido a muchos describir precipitadamente las relaciones actuales como un caso de nuevo colonialismo, donde los países africanos suplen con materias primas los posteriores envíos de productos manufacturados chinos bajo el paradigma del nuevo mercado mundial.

En el año 2000, el primer China-African Co-operation Forum (FOCAC) celebrado en Beijing señaló la renovación del interés de China por África. Pero este interés era ya más económico que ideológico y se debía en gran parte a las mismas razones que Europa tuvo en el siglo XIX. Es decir, China comenzaba a convertirse en uno de los poderes económicos y comerciales más importantes del mundo. En la actualidad, China ya compite en concursos internacionales con empresas occidentales por la mayoría de proyectos de infraestructuras, poniendo sobre la mesa costes más bajos y otros condicionantes que alientan sus ventajas comparativas. En el World Economic Forum de 2006, se analizó por primera vez el papel del comercio chino con África, reconociéndose que China se había convertido en el tercer socio comercial del continente.2

En ese mismo foro de cooperación sino-africana del año 2000, también se acordó un programa social y económico conjunto, fundamentado en la doctrina desarrollista de “los cinco principios básicos de coexistencia pacífica”, que de forma simplificada serían: la “política del win-win”, el no intervencionismo, el respeto de la diversidad, el desarrollo económico y la no intromisión en lascuestiones relativas a la soberanía nacional. Esta declaración de intenciones se concreto en la conferencia sino-africana de diciembre de 2003, en la cual China canceló parte de la deuda de los países africanos. Es decir, China condonó parte de la deuda exterior africana mucho antes de que el G8 comenzase a debatir sobre el tema en el año 2005.

En el 2006, coincidiendo con el 50 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y los países africanos, el papel de China en África pasó a ser objeto de debate público, alcanzando un interés internacional nunca visto. En junio de 2006, el presidente chino Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao visitaron diez países africanos. En noviembre de ese mismo año, figuras políticas de alto nivel de 48 países africanos se encontraron en Beijing con los representantes políticos chinos en la mayor cumbre entre China y África celebrada en toda la historia.
En esta cumbre, el gobierno chino prometió un paquete de medidas que incluían diversos tipos de ayudas para el desarrollo, como por ejemplo: la concesión de préstamos preferenciales, la cancelación de parte de la deuda y varios tipos de iniciativas para contribuir al comercio y desarrollo de África. Más concretamente, el valor de los préstamos preferenciales alcanzaba los 3.000 millones de dólares americanos para los tres siguientes años. Asimismo, el presidente Hu Jintao prometió construir un centro de conferencias para la Unión Africana como ejemplo del deseo de China de “apoyar los esfuerzos de África para autofortalecerse a través de la unidad” y “apoyar al proceso de integración africano”.3
En esta misma cumbre, se firmaron numerosos acuerdos de financiación, ejecución y aseguración, vinculados a proyectos de sectores económicos como las infraestructuras, la comunicación, las nuevas tecnologías y la energía.

En enero de 2007, Hu Jintao se embarcó en un nuevo tour que le llevó a ocho países africanos: Camerún, Liberia, Sudán, Zambia, Namibia, Sudáfrica, Mozambique y Seychelles. Meses después de esta visita, en mayo de 2007, se celebró el encuentro anual del African Development Bank (AfDB) en la ciudad china de Shanghai. Era la segunda vez en los 42 años de existencia de la institución que el encuentro se celebraba fuera de África.4
Los mediosde comunicación enfatizaron las reflexiones hechas para lograr un mayor desarrollo en el continente, reflexiones discutidas en una serie de seminarios y sesiones de trabajo. Entre las conclusiones de las sesiones realizadas en esta importante cumbre, se destacaba y se profundizaba en el necesario el fortalecimiento de las relaciones entre China y África.

Una de las preguntas clave que cabe plantearse es cómo percibe China su propio y nuevo papel en África, tanto en el momento actual cómo en el futuro. Es decir, que significa ese tipo de relación denominada “win-win”, que es como el gobierno chino describe las relaciones económicas entre la República Popular China y África. Otra de las preguntas que cabe plantearse es si China puede convertirse en ese nuevo agente internacional conductor del crecimiento y la prosperidad de las sociedades africanas.

La percepción china de las relaciones sino-africanas

El gobierno chino es consciente de que las relaciones sino-africanas plantean la necesidad de llevar a cabo una diplomacia simbólica, basada en el aumento de la ayuda para la cooperación y en el establecimiento de acuerdos de colaboración estratégicos.
Pero, principalmente, China también percibe que las relaciones están condicionadas por la necesidad de nuevos mercados y oportunidades de inversión, y la exigencia de asegurarse nuevos recursos energéticos. No es ningún secreto que China es la economía que más rápido crece en el mundo, despertando un enorme apetito por los recursos naturales y una creciente búsqueda de mercados para sus cada vez más potentes compañías e industrias locales.

El principal factor fortalecedor de las relaciones es la insaciable necesidad de aprovisionamiento de energía. Beijing está invirtiendo en muchos lugares de África. La China Nacional Pretoleum Corporation ha invertido miles de millones de dólares para hacerse con el control de la producción petrolífera de Sudán, estimada en unos 15.000 barriles diarios. Otra compañía china acordó en enero de 2006 pagar 2.300 millones de dólares por una de las mayores fuentes de extracción del campo petrolífero de Nigeria.
En Zimbabwe, en 2007, el presidente anunció que en el país había uranio y que empresas chinas estaban preparadas para comenzar los trabajos de exploración. Además, al igual que la mayoría de inversores occidentales, una de las razones de iniciar actividades en África es bajar los costes de producción a niveles quese encuentran incluso por debajo de los existentes en China.
En Zambia, empresas chinas han contratado a gente con contratos de poca duración y, en algunos casos, obligando a firmar contratos en los que declaran que están trabajando por su propia cuenta y riesgo, de forma que no puede haber compensaciones en caso de accidente.5

Las relaciones sino-africanas vistas por los africanos

En una primera mirada al interés chino por los recursos naturales, da la sensación de que China se ha convertido en una especie de bendición para África. La demanda china de recursos naturales ha contribuido significativamente a las exportaciones africanas.
Entre 1996 y 2006, las exportaciones totales de la región pasaron de 86.300 millones a 172.400 millones de dólares, con un crecimiento total de 86.100 millones. De este incremento, las exportaciones de materias primas a China representan 18.200 millones de dólares o el 21,2%. En el período entre 1996 y 2005, China compró material crudo africano por un valor acumulado de 40.000 millones de dólares. Por lo que se refiere al comercio total entre China y África, éste se incrementó de 3.900 millones de dólares en 1995 a 73.500 millones de dólares en 2007.

Asimismo, la demanda china de recursos ha dado lugar ha un cierto aumento del PIB en varios países africanos. El PIB real de los países subsaharianos ha aumentado en un porcentaje del 4,4% entre los años 2001 y 2004, superior al 2,6% de los tres años anteriores. Más recientemente, la economía africana creció alrededor del 5,5% y se calcula que el crecimiento ha sido superior en los años 2006 y 2007.6 Paralelamente, la República Popular de China continúa ganando importancia como fuente de inversión extranjera directa.
Los flujos de capital chino hacia los proyectos de excavación y extracción de recursos naturales no son nada en comparación con las masivas inversiones de las principales firmas internacionales pero, sin embargo, los gobiernos africanos son bien conscientes que el país asiático está preparado para ofrecer mucho más.

Finalmente, las empresas chinas están construyendo carreteras, rehabilitando infraestructuras y estableciendo sistemas de comunicación sin cableado en lugaresdonde las líneas terrestres no llegan, especialmente en zonas rurales. Estas empresas chinas están relacionadas fundamentalmente con las infraestructuras de extracción, telecomunicaciones y transporte. China está haciendo lo económicamente imposible para África. Por ejemplo las empresas mineras chinas están deseando invertir en costosos proyectos de exploración que muchas otras compañías han rechazado por ser demasiado costosos. Este es el caso de Gabón, donde la compañía Sinopec dio un nuevo leasing para la obtención de nueva maquinaria para campos de extracción que abandonados por Total y Agip.
Del mismo modo, en 2006, China dio 2.000 millones de dólares para restaurar la refinería de petróleo de Kaduna en Nigeria. Lo mismo ocurrió con la decisión de Minmetals de comenzar excavaciones en la remota región de Belinga en Gabón, decisión que llegó después de que el gobierno local intentase durante años atraer las inversiones.

Parece que, aparte de los beneficios directos, los países africanos se están aprovechando indirectamente. Desafortunadamente, las inversiones chinas en África no son todavía lo suficientemente trasparentes en lo que se refiere a los volúmenes de negocio y a los procesos de licitación comercial. Una de las razones por las que la transparencia financiera es difícil de establecer es porque muchos trabajos son llevados a cabo basándose en el simple trueque.
A modo de ejemplo, después de la aprobación por parte del gobierno del país donde se realizarán las obras, el gobierno chino envía una compañía china de construcciones, que normalmente recibe apoyo crediticio del China Exim Bank, para llevar a cabo una serie de actividades.
A cambio de esta provisión de infraestructuras, el gobierno prestatario entrega a una compañía china que opera en el campo de los recursos naturales, principalmente petróleo y minerales, el derecho a la extracción de los recursos naturales a través de la adquisición de participaciones en una empresa petrolera nacional y de licencias para la producción.

Otro de los grandes problemas es la sostenibilidad del crédito. China se ha convertido, con un amplio margen, en el mayor confesor de créditos del grupo de nuevos donantes de África. Los viejos donantes acusan a China de actuar como un agente “free-riding”por lo que se refiere a los esfuerzos de la comunidad internacional por limitar el imparable aumento del débito de los países con bajos ingresos, ello sin olvidar el hecho de que China está favoreciendo el fuerte endeudamiento.

China parece ser la alternativa a las prescripciones económicas occidentales que establecen condicionantes a la ayuda y una innecesaria interferenciaextranjera en la soberanía nacional. En consecuencia, la política china de no interferencia en las cuestiones de gobernanza política y económica de estos países parece ser uno de sus factores de mayor atracción.
Sin embargo, la ciudadanía también percibe que las cuestiones relacionadas con los derechos humanos, la participación democrática y la buena gobernanza, se desplazan bajo la alfombra y la colaboración en materia de cooperación para el desarrollo humano continúa dejando mucho que desear. Mucho queda todavía por hacer para que el fortalecimiento de las relaciones sino-africanas permita asegurar un beneficio político, social y económico mutuo.

A pesar de ello, en la mayoría de países del África Subsahariana, China es percibida por los gobiernos como un nuevo “mesías económico”, lo que alienta el resentimiento occidental. China está actualmente tomando ventaja de este creciente resentimiento versus Occidente y se presenta a si misma como una alternativa7, ofreciendo ayuda sin mencionar ninguna de las onerosas condiciones que los donantes occidentales establecen.
Esta es una música muy dulce para las naciones africanas, quienes durante mucho tiempo han protestado por la hipócrita insistencia de los países occidentales para que los gobiernos africanos abriesen sus mercados, mientras las mismas naciones occidentales subvencionan sus sectores agrícolas y mantienen tarifas arancelarias prohibitivas.

Además, es cierto que el interés de China en África ha proporcionado a las naciones africanas más opciones de negociar mejor los acuerdos comerciales con los competidores occidentales. Las corporaciones y gobiernos occidentales ahora deben hacer frente a la competencia china. Esto puede dar a los estados africanos más margen de maniobra y una alternativa a la hora de aceptar los dictámenes de las instituciones financieras internacionales.
En el pasado, los países africanos habían forzosamente aceptado los pobres acuerdos ofrecidos por los países occidentales. En términos de política global, muchos africanos ven que China es un potencial aliado en un mundo donde los intereses africanos son ignorados por los grandes poderes. Pero lo que falta es una visión integradora, planteada especialmente por los investigadores y activistas que trabajan sobre el terreno, y la creación de un foro continuado que permita erigir una respuesta común de África para el medio y largo plazo.

Las implicaciones sociales

Mientras tanto el impacto de la presencia china continua haciéndose sentir sobre la gobernanza y la gobernabilidad en el continente africano. Por lo que se refiere al respeto de los derechos humano, China sigue prestando apoyo a algunos de los países bloqueados por consenso internacional, incluso cuando estos países tienen una más que cuestionable política doméstica, recibiendo a cambio acceso preferencial a los mercados y recursos naturales.
China tiene una de las mayores inversiones en los campos de petróleo de Sudán y presta apoyos muy importantes al régimen sudanés el cual es responsable del conflicto interno que ha causado millones de muertos y desplazados. China cuenta con el 65 % de todo el petróleo de Sudán y el 35% del petróleo angoleño vendido en el exterior.

También es importante el rechazo de China a negociar y discutir sobre este tipo de conflictos violentos en las organizaciones internacionales. En el 2000, el panel de expertos del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas recomendaba el embargo de las exportaciones de madera de Liberia, argumentando que los beneficios de estas exportaciones, junto con las derivadas de los diamantes, estaban ayudando a financiar el apoyo militar de Taylor a las facciones rebeldes de Sierra Leona.
Junto con Francia, China se opuso objetando que la inclusión de sanciones en la resolución del Consejo de Seguridad sobre Liberia perjudicaba también al pueblo liberiano. En ese momento, el 50% de las exportaciones oficiales de madera liberiana iban a China y el 26% a Francia.

Por lo que se refiere a la institucionalidad económica, los mercados del África Subsahariana están siendo alimentados con bienes chinos baratos que van desde ropa y textiles a bienes domésticos, utensilios, bienes eléctricos y otros productos manufacturados. Los posicionamientos más críticos afirman que el influjo de los bienes chinos baratos está sacando del mercado a los productores africanos.8 Sudáfrica es un ejemplo de cómo el influjo de los bienes chinos baratos en África puede diezmar a la débil industria local.
Las figuras oficiales muestran que los textiles chinos baratos han llevado a la perdida de al menos 67.000 puestos de trabajo en los últimos 4 años.

Los sindicatos sudafricanos han presionado al gobierno, que ha estado negociando un acuerdo de libre comercio con China, para que incluya una cláusula que obligue a China a respetar las condiciones laborales mínimas, los derechos humanos y los estándares medioambientales. Zimbabwe también ha experimentado un colapso similar en la industria textil conforme los bienes chinos están siendo vendidos en el mercado local.

En forma de respuesta a las críticas, en el tour del presidente Hu Jintao por África, se hizo expresa la necesidad de aumentar la asistencia china en materia de formación para ayudar al desarrollo de las industrias africanas, anunciando también la creación de un China Africa Development Fund por valor de 5.000 millones de dólares. Un ejemplo evidente de la política china en respuesta a las críticas sobre los efectos destructivos de sus importaciones sobre desarrollo de las manufacturas básicas de África.
Aunque, ciertamente, mucho hay de retórica respecto a esta cuestión. Por otro lado, cabe señalar los problemas de polución y degradación medioambiental. La polución derivada del sector petrolífero o los derechos sobre la tierra concedidos en el delta del Níger o en las presas en Sudán, son cuestiones vinculadas al impacto de China sobre el medioambiente en África. Un tema en el cual China no parece ser un socio mejor que Occidente.
Incluso muchos argumentan que es un socio peor, afirmando que los agentes chinos están menos sujetos a la presión de los ecologistas locales. Sin embargo, esta afirmación implica ignorar el papel creciente del activismo ecologista dentro de la propia China y el aumento de la preocupación por cuestiones medioambientales del mismo gobierno chino.

Conclusión

África debería poner las cuestiones relacionadas con la buena gobernanza y la democracia en el epicentro de todas sus actividades económicas. Está claro que el modelo chino de crecimiento no puede ser calificado de democrático, ni incluso en el más básico de los sentidos. De hecho, los ciudadanos chinos nunca son consultados en materia de cuestionesmedioambientales, derechos humanos o buena gobernanza. Sin embargo, los países africanos tienen la obligación de tratar estas cuestiones con mucha cautela y con el máximo cuidado. En la actualidad, África necesita diversificar sus economías apoyándose en gobiernos más responsables que ayuden a sus ciudadanos a salir de la pobreza.
Nuevos estudios e investigaciones sobre las implicaciones de los agentes internacionales en general, y China en concreto, así como sobre las implicaciones de las políticas en materia de recursos energéticos, deben ser realizados de forma exhaustiva, país por país, para proteger al continente de otra “carrera internacional por los recursos de África”.

Charles MUTASA, director ejecutivo del African Forum and network on Debt and Development AFRODAD, Zimbabwe

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