martes, 7 de mayo de 2013

México competitivo

EXCELSIOR

Julio Faesler

¡Albricias! El Banco de América-Merill Lynch nos dice que los costos de la mano de obra en México ya son 19.6% más bajos que en China. Hace diez años los salarios eran 189% más altos que los chinos.
De acuerdo con esto, podemos producir más barato que los que nos desplazaron como proveedores principales del muy nuestro mercado al norte. En efecto, entre 2001 y 2007 la participación china en el mercado estadunidense subió de 9% a 16%, mientras que nosotros bajamos de 11.5% al 10.8 por ciento.
¿Habrá terminado, así de súbito, la inferioridad competitiva en que estábamos?  Conforme a esta nueva visión económica podemos situarnos entre los primeros países industriales del mundo en mirarnos  al tú por tú con los países más adelantados de la OCDE.
La recesión mundial no tiene nada que ver. El eje está en que China está subiendo en sus estándares de vida, y su fuerza de trabajo, de más de 600 millones, está exigiendo y obteniendo mayores  remuneraciones. Mientras tanto, los salarios mexicanos no han variado mucho en diez años, es más, su poder adquisitivo disminuyó.
Independientemente de salarios, el factor geográfico nos debería asegurar competitividad. Somos el país geoeconómicamente mejor ubicado de la Tierra. Tenemos un mercado prácticamente inagotable al norte, mercados europeos de alto nivel al oriente, y al sur los de Centro y Sudamérica. La cuenca del Pacífico nos acerca a mercados populosos con imponderables perspectivas de crecimiento. No hay por qué preocuparnos a dónde vender. Pero el problema persiste: qué productos ofrecemos.
Desde los años 60, cuando un entusiasta batallón de consejeros comerciales fue asignado a las embajadas mexicanas, los esfuerzos por ofrecer más y más variado al mundo se han topado con nuestro déficit de oferta exportable. Los acuerdos como ALALC con nuestros hermanos latinoamericanos, los muchos más que suscribimos con países europeos, caribeños, hasta africanos y muy particularmente el TLCAN de 1994 no estimularon una producción ampliada que reflejara nuestro potencial exportador. Por el contrario, usamos esos acuerdos para importar lo que debimos producir.
Décadas sin políticas de desarrollo dejaron a la industria y a la agricultura mexicanas en un limbo, sin los elementales apoyos que otros países sí dieron a sus actividades. Se creyó, además, que los empresarios sabrían maximizar el potencial nacional. Sumados los dos errores, el resultado fue que nuestra abundante fuerza laboral no se encauzó hacia la producción, cosechando  economías de escala, sino a la maquila.
Según los propios industriales de la maquila, sólo 3.3% de lo que sale de sus seis mil fábricas es ingrediente mexicano. La producción nacional de esos mismos artículos ocuparía múltiplos de la gente actualmente empleada para ensamblar componentes extranjeros. El contenido nacional promedio de lo que exportamos es apenas siete por ciento. 
La escasa integración de componentes nacionales significa poco valor agregado y grave desperdicio de la función creadora de empleo del comercio exterior, factor vital de desarrollo. Nuestros intercambios internacionales son una irónica paradoja de aumentos en la exportación de manufacturas y obligados aumentos en la importación de los bienes intermedios para fabricarlas. 
Es tiempo de dar el viraje para crear las cadenas que eslabonen actividades primarias con procesados y manufacturas. Hay que corregir la política de drásticas desgravaciones arancelarias que dejó a los productores sin defensas contra importaciones baratas. Si no damos un paso decidido, seguiremos dependiendo de insumos y productos extranjeros.
En cuanto a los artículos chinos, ahora nos saldrán más caros porque les costará más producirlos… a menos de que con autorizar el Dragon Mart en Cancún el presidente Peña Nieto logre una rebaja.
    
*Consultor
 juliofelipefaesler@yahoo.com

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