miércoles, 24 de abril de 2013

Dejen gobernar a Maduro en Venezuela

Editorial 
Una muestra de ecuanimidad y espíritu democrático es lo que dio el Consejo Nacional Electoral de Venezuela al anunciar que se auditará el 100% de los votos emitidos en las presidenciales del 14 de abril. Ecuanimidad y espíritu democrático es lo que ha dado también el candidato opositor, Henrique Capriles, al decir que acepta esa decisión del tribunal electoral.
El resultado de la elección, que da al oficialista Nicolás Maduro el 50,8% de los votos contra el 49% de Capriles, ha sido impugnado por la oposición. Pero si bien ese 1,8% de diferencia a favor del heredero de Hugo Chávez es pequeño en términos porcentuales, significa más de 270.000 votos a la hora de contar los sufragios uno a uno.
El 54% de los votos ya fue auditado, el mismo día de la elección, frente a observadores de ambas candidaturas. El 46% restante corresponde a 12.000 máquinas de votación, que serán auditadas frente a representantes de ambas candidaturas a un ritmo de 400 máquinas diarias, de modo que el proceso tardará un mes.
Maduro, sin embargo, ya asumió la presidencia. Sus aliados Dilma Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica viajaron a Caracas para a acompañarlo en la ceremonia. Y todos los jefes de estado latinoamericanos, con excepción del paraguayo, reconocieron la victoria de Maduro, dándole su apoyo en una declaración conjunta divulgada casi al mismo tiempo en que el tribunal electoral venezolano anunciaba la auditoría del 100% de los votos como pedia la oposición.
La auditoría despejará las dudas de irregularidades pero no cambiará el resultado de la elección. Es verdad que durante la campaña los venezolanos recibieron mucha más propaganda electoral de Maduro por el creciente control estatal de los medios de comunicación. Es verdad que hubo algunas irregularidades el día de la elección. Pero una diferencia de 260.000 votos sólo podría revertirse si hubiera habido fraude planificado y sistemático, y eso claramente no ha ocurrido.
La auditoría le conviene al gobierno porque le dará más legitimidad a Maduro y a la oposición debiera darle la convicción de que no le robaron los resultados.
Los venezolanos tendrán seis años más de chavismo. Y la oposición debe darse cuenta de que, si quiere tener un proyecto de largo plazo, es mejor que ahora gobierne Maduro. A él le tocará luchar contra la inflación y el desabastecimiento. A él le tocará reducir el gasto público para equilibrar las cuentas, a costa de los programas sociales. A él le tocará ver de dónde saca fondos para reparar la dilapidada infraestructura. A él le tocará tratar de resolver el creciente problema de la delincuencia y la seguridad ciudadana. Todo eso le podría haber tocado a Capriles.
Y los problemas de Maduro comenzarán de inmediato. Una de las pocas promesas que hizo en la campaña es aumentar en 40% el salario mínimo. Cumplirá la promesa, sin duda, para descubrir rápidamente que subir los salarios hace subir la inflación, y que la inflación hace bajar los salarios.
En ese intento por gobernar, Maduro se desgastará como líder y el chavismo como aparato de gobierno. Se hará más evidente la burocracia corrupta. Más importante quizá, la gente comenzará a entender la irresponsabilidad de dar dinero a la gente sin tener fondos para hacerlo. La inviabilidad de largo plazo del chavismo se hará evidente, así como su inevitable fragmentación.
Han comenzado seis años en los que la oposición tiene la responsabilidad de crear una alternativa viable de poder y un programa viable de gobierno. Por ahora, debe dejar gobernar a Maduro y observar como solo se derrumba. Y en seis años más, ganar la elección con 15 ó 20 puntos de ventaja, la legitimidad que da la verdadera mayoría. Necesitará esa amplia mayoría para implementar las profundas reformas y correcciones que el pais necesita para salir del marasmo en que lo deja el chavismo.

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