domingo, 8 de abril de 2012

Una Europa rica que se llena de pobres


Cuando Melissa dos Santos sale del trabajo al finalizar el día, se va a su casa, a un lugar insólito: a una pequeña casa rodante en un campamento a 30 millas al norte de París, donde viven veintenas de personas que apenas llegan a fin de mes, en un extenso predio diseñado, en un principio, como un retiro bucólico para vacacionistas.
“Crecí en una casa; y vivir en una campamento no es lo mismo”, dijo con nostalgia Dos Santos, de 21 años de edad.
Sus sueños de llevar una vida más normal en un departamento con su novio, se esfumaron cuando los dos aceptaron empleos de medio tiempo – ella en un supermercado y él como barrendero en las calles de París – tras meses de buscar sin ningún éxito por alguno otro mejor pagado. “La gente nos dice marginados”, comentó ella. “Poco a poco, eso nos está consumiendo”.

Es posible que se esté enfriando la prolongada crisis del euro en Europa. Sin embargo, la aflicción económica que ha dejado a su paso está empujando a que una creciente ola de trabajadores padezca estrecheces en Francia y por toda la Unión Europea.
Hoy, cientos de miles de personas viven en campamentos, vehículos y baratas habitaciones de hotel. Millones más comparten espacio con familiares porque no pueden pagar los costos básicos de la vida.
Estas personas están en el extremo de los trabajadores pobres de Europa: un segmento en aumento de la población que se desliza a través de la tan pregonada red de seguridad social de Europa. Muchos, particularmente los jóvenes, están atrapados en empleos mal pagados o temporales que remplazan a los permanentes, destruidos por la crisis económica de Europa.
Ahora, advierten economistas, funcionarios europeos y organismos sociales reguladores, va a empeorar la situación. Conforme los gobiernos europeos responden a la crisis presionando para que haya recortes más profundos al gasto, a fin de tapar huecos en los presupuestos y tener mayor flexibilidad en sus fuerzas laborales, “explotará la población de trabajadores pobres”, dijo Jean Paul Fitoussi, un profesor de Economía en L’Institut d’Etudes Politiques en París.
Para la mayoría de los europeos, y especialmente los franceses, esto no debería estar pasando. Con generosas leyes sobre el salario mínimo y los sistemas de bienestar social más fuertes del mundo, los europeos están acostumbrados a pensar que están más protegidos contra un fenómeno al que asocian con Estados Unidos y otras economías del “laissez faire”.
Sin embargo, el Estado europeo de bienestar, diseñado para asegurar que quienes carecen de empleo tengan un ingreso básico, acceso a la atención de la salud y a la vivienda subsidiada, está demostrando que está mal preparado para lidiar con el incremento sistemático de la gente trabajadora que no gana suficiente dinero para irla pasando.
La tendencia es más alarmante en países duramente golpeados, como Grecia y España, pero está aumentando incluso en los más prósperos, como Francia y Alemania.
“Francia es un país rico”, dijo Fitoussi. “Pero los trabajadores pobres viven en la misma situación en la que se vivía en el siglo XIX. No pueden pagar la calefacción, no pueden pagar la ropa para sus hijos; a veces, viven cinco personas en un departamento de nueve metros cuadrados; ¡aquí, en Francia!”, exclamó, hablando sobre un apartamento de unos 100 metros cuadrados.
En el 2010, el año más reciente sobre el cual hay datos disponibles, 8.2 por ciento de los trabajadores en los 17 países de la Unión Europea que usan el euro vivían con 10,240 euros, o cerca de $13,500 anuales, por debajo del umbral promedio de pobreza para la región para trabajadores adultos solteros, en comparación con 7.3 por ciento en el 2006, según Eurostat. La situación es casi el doble de mala en España y Grecia.
Aunque las comparaciones directas son difíciles debido a los distintos estándares, el Departamento del Trabajo estadounidense estimó que siete por ciento de los trabajadores adultos solteros en Estados Unidos ganó menos de $10,830 en el 2009, el umbral de pobreza para ese año, en comparación con 5.1 por ciento en el 2006.
A Francia le va mejor que a la mayoría de los países europeos, con un 6.6 por ciento, pero es probable que el fenómeno no sea más alarmante en ninguna otra parte. Aunque el país parece exudar prosperidad, la cantidad de trabajadores pobres aumentó en relación al 6.1 por ciento del 2006, y los expertos pronostican que seguirá creciendo.
En Francia, la mitad de los trabajadores ganan menos de $25,000. El salario mensual medio es de $2,199, un 26 por ciento por arriba del promedio de toda la Unión Europea. Sin embargo, el alto costo de la vida y la dificultad que enfrentan muchas personas para asegurar tener una vivienda asequible (los precios de las casas aumentaron 110 .por ciento en la última década, y se piden enormes depósitos por adelantado en la mayoría de los sitios que se rentan), dejan a un creciente número de personas en la calle.
Dos Santos y su novio Jimmy Collin, de 22 años, se mudaron al tráiler porque no querían vivir con sus familias y no tenían dinero para el enganche de un departamento. Collin, egresado del bachillerato con un oficio técnico adicional, buscó trabajo durante más de seis meses antes de conseguir un contrato de salario mínimo el año pasado, de $1,800 mensuales, limpiando calles cerca de las joyas parisinas como la Torre Eiffel. Recibe el reducido estipendio que da el gobierno a quienes ganan bajos salarios, pero aún así les resultó difícil ahorrar después de pagar los impuestos y los gastos básicos.
La espera para la vivienda subsidiada es de más de cinco años. Dos Santos, también egresada de bachillerato, se abalanzó sobre el empleo en un supermercado Carrefour cuando no pudo encontrar trabajo a través de uno de los centros nacionales de empleo de Francia, donde, a últimas fechas, se ha sobrecargado a los asesores que se supone debían manejar 120 casos asignándoles hasta 500 a cada uno. Sin embargo, su jefe no le permite trabajar más de 35 horas semanales y no ha podido encontrar algún trabajo suplementario.
“Hace que se retrasen las personas”, dijo.
Hoy, hasta 120,000 personas viven en campamentos franceses, según Observatoire des Inegalities, un organismo social de vigilancia. Aunque no es un fenómeno nuevo, los funcionarios dicen que se está acelerando.
Incluso, algunas personas con empleos de clase media viven en el límite. Bruno Duboscq, de 55 años, un gerente de recursos humanos en una pequeña empresa en el centro de París, se mudó a un vehículo recreativo en el estacionamiento del Chateau de Vincennes, un espléndido castillo del siglo XII en el este de París, hace tres años, cuando los gastos de un pequeño departamento lo dejaban con muy poco dinero a fin de mes.
“La gente en el trabajo estaba impresionada cuando se enteró que vivo en un cámper”, dijo Duboscq, quien está próximo a retirarse y espera que los ahorros extras lo saquen de apuros cuando ya no trabaje. “Cada vez es más difícil irla pasando”.
Una noche de febrero, cuando el termómetro mostraba 21 grados Fahrenheit, abrió la puerta de su cámper y presumió una pequeña cocina, una televisión, dos camas y una pequeña ducha. Vivir en un campamento oficial habría sido mejor, pero a cerca de $40 diarios, dijo, es demasiado caro.
No obstante, a Duboscq le va mejor que a la mayoría de sus vecinos. “Hay más y más miseria alrededor”, dijo, mirando hacia una fila de vehículos llenos de nieve afuera. “Aquí hay muchas personas, especialmente jóvenes, que viven en sus coches”, notó. “No les pagan bien, es difícil poder pagar un departamento, y el precio de todo ha aumentado en forma considerable”.
Muchos de ellos tienen contratos temporales, con los cuales los patrones sustituyen cada vez más a los empleos permanentes, mismos que conllevan prestaciones y protecciones laborales que muchos empleadores son renuentes a asumir.
Los empleos contractuales han aumentado en los últimos años y lo seguirán haciendo mientras los políticos en Francia y otros países fomentan que se utilicen como una forma para reducir el elevado desempleo. Sin embargo, numerosos estudios recientes, realizados por economistas y organizaciones sociales, advierten que ello podría hacer que aumente la pobreza de las personas con empleo porque les pagan menos y tienen menos prestaciones.
En el 2011, los contratos temporales representaron 50 por ciento de todas las nuevas contrataciones en la Unión Europea, según Eurostat.
Isabelle Maquet Engsted, una analista sénior de la Comisión Europea en Bruselas, dijo que los esfuerzos políticos para alentar el empleo temporal pueden echar cortinas de humo sobre los problemas que tiene Europa para generar un crecimiento económico sólido y empleos bien remunerados. “Tenemos signos de que las cosas no van a mejorar porque los empleos que se están creando son los que conllevan un riesgo más alto de pobreza”, explicó.
Matthieu, un trabajador de la construcción, se pregunta por qué los dirigentes europeos parecen centrar más la atención en proteger a las instituciones financieras que en ayudar a personas como él.

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