domingo, 8 de abril de 2012

La amenaza en el Sahel

El Imparcial.es
 Ricardo Ruiz de la Serna



Las consecuencias de la guerra civil en Libia se siguen extendiendo hacia el África negra dejando un reguero de violencia y caos. El armamento de los arsenales libios está ahora distribuido por el Mediterráneo oriental y el Sahel. Los movimientos que antes estaban desarmados y - en cierto modo-neutralizados, gozan ahora del poder que les dan las armas robadas. Desde Níger hasta El Líbano, las armas libias han reforzado a grupos violentos que ahora disponen de nuevas capacidades operativas. Esto es lo que ha sucedido en Malí.
La madre del coronel Gadafi era originaria de Tombuctú y tanto Níger como Malí estuvieron siempre en la órbita de influencia libia. Tras la muerte del coronel el 20 de octubre de 2011, toda la situación en la región se desestabilizó y las armas comenzaron a engrosar arsenales de movimientos terroristas y paramilitares. Parece que Níger logró detener la afluencia con cierto éxito. Parece que Malí no.
Así, no habían transcurrido ni dos meses desde la muerte de Gadafi cuando los tuareg se alzaron en armas en el norte de Malí. El 17 de enero de 2012 estallaba una nueva rebelión después de un periodo de paz que duraba desde los años ochenta. Sin embargo, a diferencia de la anterior revuelta, ahora los tuareg disponen de más y mejor armamento. Desde enero hasta marzo, han venido teniendo en jaque al Gobierno de Amadou Toumani Touré y han ido avanzando. Por otro lado, la supuesta debilidad del Gobierno al enfrentarse con los rebeldes fue el pretexto para que los militares diesen un golpe de Estado el pasado 21 de marzo. Desde hace unas dos semanas, la situación es caótica y esto sólo ha fortalecido a los rebeldes, que han ocupado parte del territorio de los Songhai —otra de las etnias de Malí- y han declarado la independencia del norte del país, unos 850.000 kilómetros cuadrados.
Las noticias que llegan de Azawad -la zona controlada por los rebeldes- son muy preocupantes y, en algunos casos, simplemente aterradoras. En el movimiento tuareg se han infiltrado islamistas que condicionan la agenda política del movimiento rebelde. Tombuctú- que hace siglos acogió una legendaria biblioteca cuya fama llegaba hasta Europa- es hoy un centro controlado por islamistas que pretenden imponer la Sharia. Se han destruido edificios públicos y la amenaza contra la minoría cristiana crece día tras día.
Francia, Argelia, la Unión Europea y la Unión Africana han rechazado la declaración de independencia y la Junta Militar dirigida por el capitán Amadou Haya Sanogo trata de reconducir el proceso golpista hacia unas elecciones que permitan elegir nuevo presidente y pide una intervención militar extranjera en el norte del país. Naturalmente, esto es más fácil de decir que de hacer. Los tuareg controlan el territorio, están bien armados y pueden precipitar una crisis humanitaria en la región de consecuencias imprevisibles si hay una ofensiva militar contra ellos. Tombuctú y toda la región de Gao son puntos estratégicos del avance rebelde. No parece que vayan a rendirse por mucha condena internacional que haya.
Sin embargo, también hay algunos signos de esperanza, esos de los que rara vez se habla al informar sobre África. Ha habido una reacción contundente de la Unión Africana condenando la ofensiva tuareg y Argelia, cuya influencia en la zona no debe minusvalorarse, ha defendido la integridad territorial de Malí. Francia y los Estados Unidos, que vienen librando en la zona desde hace años una dura lucha contra Al Qaeda en el Magreb Islámico, también se han opuesto a la declaración de independencia de Azawad. La sociedad civil de Malí ha reaccionado de modo ejemplar para evitar la violencia religiosa. Cristianos y musulmanes han rezado juntos en Nyoro, en el Sahel, cerca de la frontera con Mauritania, convocados por una de las mayores cofradías islámicas de país.
España suspendió, a raíz del golpe militar, buena parte de la ayuda que venía prestando a Malí. Es de vital importancia para nuestro país todo lo que suceda al Sur del Sahara. Cualquier desestabilización de la región supondría riesgos y amenazas para la seguridad y los intereses de España.
Seguimos sufriendo las consecuencias de la guerra civil en Libia. Malí tiene ante sí un doble desafío político y militar que compromete la seguridad de toda la región. La comunidad internacional no puede cerrar los ojos Si no se restablece la paz en el país, todo el Sahel estará amenazado.

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