sábado, 17 de diciembre de 2011

Irak teme el contagio de Siria y ofrece mediar en el conflicto


 La voz.com.ar
Bagdad. Irak invitó a la oposición siria a Bagdad para tratar de mediar antes de que el país vecino se suma en una guerra civil. El sorprendente paso, aceptado por los opositores, pone de relieve la enorme preocupación que la crisis siria suscita en el frágil gobierno iraquí, justo mientras las tropas estadounidenses se retiran tras casi nueve años de guerra.

El Ejecutivo iraquí teme que el país se convierta en campo de batalla de una nueva edición del enfrentamiento histórico entre sunitas y chiítas. El gesto además marca cierta distancia con Irán, de quien algunos críticos lo consideran dependiente.

Desde la distancia, la recién estrenada democracia iraquí debería congratularse de que los sirios aspiren al mismo objetivo. Pero al acercarse al entramado de etnias y sectas que salpican esta parte del mundo aparecen los matices.

El derrocamiento de Saddam Hussein puso fin al monopolio del poder por parte de los árabes sunitas y dio paso a un gobierno controlado por la comunidad árabe chiíta, a la que pertenecen dos tercios de los iraquíes.

La situación en Siria es la contraria. Un sistema democrático arrancaría el control a la minoría alauí (una rama del chiismo) en favor de la mayoría sunita, y los mandatarios iraquíes temen que ese país sirva de base para los desafectos.

El dilema quedó reflejado en declaraciones que el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, realizó durante su visita a Estados Unidos esta semana.

“Sé que los pueblos deben obtener su libertad y ejercer su libre arbitrio para alcanzar la democracia y la igualdad. Es­tamos a favor de esos derechos porque nosotros los logramos. Pero no tengo derecho a pedir que un presidente dimita”, afirmó Al Maliki, refiriéndose al sirio Bachar el Assad.

Siria está a 350 kilómetros de Bagdad y tras la invasión estadounidense cientos de miles de iraquíes buscaron refugio en el país vecino.

De desatarse una guerra civil en ese país, la marea cambiaría de dirección y las fuerzas iraquíes no podrían controlar los 600 kilómetros de frontera común. Y, sobre todo, una revuelta sunita podría reavivar la insurgencia de esa comunidad en Irak, donde se siente no sólo desplazada, sino objeto de la venganza chiíta.

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