viernes, 23 de diciembre de 2011

IRAK: LO QUE EE UU DEJA ATRÁS



Foreign Policy


El 16 de diciembre, unos Marines arriaron la bandera de Estados Unidos en el aeropuerto de Bagdad y, con ello, pusieron fin oficial a la guerra de Irak. El conflicto, que costó la vida de 4.484 estadounidenses y al menos 100.000 iraquíes, terminaba con una discreta ceremonia, pero el proceso de salir de Mesopotamia ha sido todo menos tranquilo.

La salida de EE UU de Irak ha sido posible gracias a uno de los esfuerzos logísticos más amplios y complejos de la historia. Cerrar cientos de bases, empaquetar millones de piezas de material y dar la vuelta a buques cargueros, aviones de transporte y caravanas de camiones, todo eso ha representado una “tarea monumental”, según el general de brigada del Ejército Bradley Becker, que ha supervisado los últimos meses de la retirada.

Para comprender la dimensión de la retirada estadounidense durante los últimos dos años y medio, es útil repasar la enorme huella que EE UU había dejado durante más de ocho años de guerra. En los cuatro meses de preparación que precedieron a la invasión de marzo de 2003, el Mando de Transporte de Estados Unidos –el servicio interno de logística y transporte del Pentágono– llevó a la región más de un millón de toneladas de cargamento y a 258.000 pasajeros, mediante 3.900 viajes de ida y vuelta en aviones y 150 en barcos. Contando a los pilotos, las tripulaciones, los encargados de manipular el cargamento, los contables, los trabajadores de los almacenes y otros profesionales, la campaña de abastecimiento previa a la guerra dio trabajo a 150.000 soldados, marineros, Marines, aviadores y contratistas civiles.

En comparación, en un periodo típico de cuatro meses, United Parcel Service (UPS), la mayor empresa de envíos urgentes del mundo, con aproximadamente 425.000 empleados, transporta alrededor de cinco millones de toneladas de carga a todo el planeta. En otras palabras, el Mando de Transporte llevó a un solo país más o menos la quinta parte de lo que UPS lleva a más de 200 Estados, todos juntos.

Esta enorme presencia de EE UU no hizo más crecer durante el apogeo de la guerra, en 2007 y 2008, años en los que las fuerzas armadas tenían unas 505 bases en Irak, 165.000 soldados y cientos de miles de armas y vehículos. A esa fuerza de ocupación la alimentaban, suministraban combustible y abastecían en general decenas de miles de especialistas en logística, tanto militares como civiles, en un esfuerzo continuo que costó, por término medio, 307.000 millones de dólares al año (unos 235.000 millones de euros).


Los soldados estadounidenses dicen que las tropas iraquíes suelen saquear las bases en cuanto se las entregan 

Este esfuerzo no solo era caro, sino también peligroso. A medida que la invasión se transformó en una ocupación, los camiones del Ejército estadounidense asumieron la mayor parte del transporte de suministros entre los puertos de Kuwait y las bases en primera línea en Irak. Era un trabajo sucio y rutinario, y los rebeldes iraquíes pronto aprendieron a atacar a las fuerzas estadounidenses donde eran más vulnerables: en sus cadenas de suministro.

En enero de 2005, acompañé a miembros de la 1052ª Compañía de Transporte de la Guardia Nacional de Carolina del Sur en sus viajes de ida y vuelta por el norte y el centro de Irak, en grandes camiones pintados de color pardo. Casi en cada misión, se encontraban con bombas colocadas en la cuneta cuando paraban junto a baluartes insurgentes como la ciudad natal de Sadam Husein, Tikrit, y el bastión chií de Nayaf. Si veían las bombas a tiempo, los equipos de Desactivación de Explosivos llegaban a hacerse cargo de ellas. Pero no siempre tenían esa suerte: el 27 de octubre de 2004, el sargento Jermone Lemon, de la 1052ª compañía, fue decapitado por un terrorista suicida que pasaba en moto. Lemon no fue más que uno más de los cientos de militares responsablesde la logística que murieron en ocho años de guerra.

Los esfuerzos de los conductores de camiones contribuyeron a establecer bases como la Área de Apoyo Logístico Anaconda, a las afueras de la ciudad de Balad. El perímetro de Anaconda era de 18 kilómetros. En su momento álgido, la base albergaba a más de 36.000 militares y contratistas.

El equipo de Becker tenía fundamentalmente la tarea de deshacer toda esa costosa e inmensa acumulación de efectivos. El desmantelamiento de la ocupación estadounidense fue, por suerte, mucho menos mortal que la construcción. En total, entre 2010 y 2011 murieron 114 estadounidenses en Irak, frente a un promedio de 703 anuales entre 2003y 2009.

Una a una, EE UU vació sus 505 bases y las entregó al Gobierno iraquí. A finales de noviembre, Becker informó de que solo quedaban 317.000 piezas de material, suficientes para 1.700 camiones. Parte del material se transfirió al Gobierno iraquí, entre otras cosas, cientos de vehículos blindados que el Ejército había comprado específicamente para la guerra en Irak. El resto regresó por las mismas rutas por las que había llegado a Irak: primero por carretera, hasta una base aérea para volar hasta territorio estadounidense, o hasta Kuwait para ser trasladado en barco.

El Ejército iraquí podría utilizar muchas de las instalaciones traspasadas, pero también es muy posible que muchas permanezcan abandonadas y se vengan abajo. Los soldados estadounidenses dicen que las tropas iraquíes suelen saquear las bases en cuanto se las entregan, en busca de cable de cobre y otros materiales valiosos.

El cierre de la base aérea de Sather en Bagdad, el 1 de diciembre, constituyó la entrega de la última base estadounidense, aunque esta va a pasar a manos del Departamento de Estado, y no del Gobierno iraquí. Los soldados de aviación empaquetaron todo, incluidos los estantes y los materiales de empaquetado que antes contenían los suministros recién llegados. “Va a haber literalmente gente trabajando para asegurar el aeródromo hasta el último momento; entonces correrán al avión y despegarán”, dijo el coronel de la Fuerza Aérea Michael Gaal, segundo en la jerarquía de mando de la base.

Y luego, por supuesto, está la marcha de los soldados propiamente dichos. El número de tropas estadounidenses en Irak ha disminuido sin cesar desde que el presidente Barack Obama anunció el plan de retirada en febrero de 2009, de 146.000 soldados a los 4.000 que quedan hoy. Todos ellos, salvo un puñado, tienen prevista su salida del país antes del 31 de diciembre.

La base aérea de Sather es una de las pocas instalaciones que permanecerán en manos de los estadounidenses, aunque del Departamento de Estado. Porque, aunque el Ejército de Estados Unidos se va de Irak, los diplomáticos se quedan. Dieciséis mil personas, entre ellas 5.000 guardias de seguridad contratados, mantienen el funcionamiento de la embajada estadounidense en Bagdad y varias instalaciones diplomáticas más pequeñas. El Departamento de Estado de EE UU planea gastar más de 6.000 millones de dólares en Irak el año próximo, mucho menos que los 50.000 millones de dólares gastados por el Pentágono este año, pero tampoco una nadería. La embajada en Bagdad es una de las más más grandes, más lujosas y más defendidas en todo el mundo.

El equipo del Departamento de Estado incluirá a 150 asesores militares, que están encargados de supervisar las ventas de armas a Bagdad. Una prueba más de que, incluso después de llevarse el material y cerrar las bases, las guerras de Estados Unidos no terminan nunca de verdad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente blog!!! Gracias, muy buena información..

Maria Nieves Martes dijo...

Interesantísimo!! Gracias..