sábado, 24 de diciembre de 2011

Armenia, entre Francia y Turquía



EL NORTE DE CASTILLAS 

Hace ya unos quince años un eminente orientalista norteamericano, Bernard Lewis, hoy de 95 años y activo, fue condenado por un tribunal francés a… un franco de multa tras ser procesado por negacionismo del así llamado genocidio cometido por tropas turcas en 1915-17 contra armenios deportados, de los que habría muerto alrededor de un millón y medio. El gobierno armenio expresó a renglón seguido su “emocionada gratitud”.
El juez que impuso la sanción, solo simbólica y moral, sin duda hizo lo que tenía más a mano: cumplir como pudo declarando al sabio culpable del delito genérico de negacionismo (reservado en exclusiva a la aniquilación masiva de judíos por el régimen nazi en Alemania) y enviando al tiempo un mensaje implícito de que los jueces no están para arbitrar polémicas históricas.
En Francia, hay una estimada, organizada y antigua comunidad de origen armenio de unas quinientas mil personas que son objeto, además de respeto por sus orígenes y las causas que obligaron a sus abuelos a emigrar a Francia, de una atención muy particular cuando llegan las elecciones. Y eso, pero no solo eso, sucede ahora: ayer la Asamblea Nacional francesa votó una ley que prescribe un año de cárcel y multa de 45.000 euros (o ambas a la vez) para la negación de que hubo un genocidio, convertida en delito.
La iniciativa de Sarkozy
Lo de Lewis del principio prueba que el asunto es ya viejo, pero, gracias al activismo incansable de los franco-armenios, no solo no se extingue, sino que crece y complica las cosas a todo gobierno francés en el plano internacional. Sarkozy se unió al criterio mayoritario entre la clase política y decidió cuidar al medio millón de votantes dando un paso más que ninguno de sus predecesores había dado: pedir a Turquía que aceptara de una vez que hubo un genocidio. Prometió que lo haría nada menos que en Erevan, la capital del Estado de Armenia, en visita oficial hace relativamente poco tiempo.
Tal vez el presidente contaba – y cuenta aún – con que, como en el pasado, la ley será aprobada en la cámara baja pero no llegará al Senado para su preceptiva ratificación y, por tanto, nunca estará en el BOE como una ley de obligado cumplimiento. Si tal cosa ocurre estaremos de nuevo ante un ejercicio de oportunismo político que, sin embargo, no merece un gran reproche social: hasta los armenios se contentarían, como en el pasado, con haber agitado la causa, ponerla en los titulares durante un par de días, verse cortejados y… esperar otra oportunidad.
Con estos antecedentes ¿por qué esta vez parece diferente, más inquietante y políticamente grave? Porque Turquía… no es la que fue y había hecho saber que tomaría graves represalias políticas y económicas si se producía el voto. Pero también porque, en un plano puramente interior, no está nada claro que el campo sarkoziano esté satisfecho con lo ocurrido. Y un examen de lo sucedido ayer en la Asamblea no ilumina bastante.
Sí, pero…
Para empezar, la proposición de ley enviada desde la comisión correspondiente llegó, muy oportunamente, cuando – Navidad obliga – la gran mayoría de diputados ya se habían ido a sus circunscripciones a pasar las vacaciones, de modo que solo había 50 parlamentarios presentes (la Asamblea cuenta con 577 diputados) y la votación se previó, visto lo visto, a mano alzada. Una mayoría muy holgada la aprobó, con diputados de todos los colores, pero más disciplinados en la izquierda y con curiosas conductas en el campo gubernamental.
Cinco diputados oficialistas (de la UMP) votaron en contra, otro, Axel Poniatovsky, presidente de la comisión de Asuntos Exteriores, se abstuvo y otro, Hervé de Charette, ex-ministro, sencillamente se largó antes de la votación. Solo un socialista, Jean Glavany, se opuso por considerar la ley anti-constitucional. Este punto de vista, por cierto, está muy extendido y lo ha argumentado el antiguo presidente del Tribunal Constitucional, Robert Badinter, quien sostiene que el parlamento francés no es quien para legislar sobre asuntos “ocurridos hace un siglo en Asia menor donde no hubo participación ni víctimas francesas”. El candidato presidencial François Bayrou dijo, por su parte, que el texto es “irrazonable y peligroso”…
De modo que la votación, perfectamente legal aunque no llegue a convertirse en ley porque la fase senatorial no funcione mediante un manejo adecuado de los calendarios insertado en el proceso electoral (abril próximo), no es un modelo de unanimidad genuina, ha puesto a muchos diputados en una tesitura complicada y la mayoría han resuelto el conflicto… ausentándose. Pero la crisis con Turquía está servida y tiene mala solución.
La “nueva Turquía”
Si es verdad que hasta hoy, y en un contexto casi idéntico por iniciativas semejantes en el pasado, la relación con Ankara se había tensado, lo de ahora es particularmente grave no en el plano comercial, como se cree de inmediato, sino en el más duradero, y más grave, de la cooperación política, militar y estratégica. Y la razón es que Turquía se ha convertido en una potencia regional en claro auge, su éxito y su influencia son muy importantes, tiene cartas cruciales en la mano y su capacidad de complicarle las cosas a Francia no es pequeña.
En lo comercial, la tozuda realidad siempre se impone y un boicot popular, si llega a darse, de los centros comerciales franceses en Turquía (los Carrefour y Aucham) terminará antes o después. Y Francia es el cuarto receptor de exportaciones turcas, mientras Turquía es el decimoprimero de las ventas francesas. Hay, en cambio, una fuerte probabilidad de que el gobierno turco elimine a las grandes compañías francesas de las licitaciones para grandes obras o las ventas del plan de privatizaciones en ejecución.
Con todo, es en el orden político donde la crisis será peor. Turquía, por ejemplo, se separará de París sobre el gravísimo dossier sirio, en el que ambos tienen un interés directo y en el que están fuertemente implicados diplomáticamente. Y lo mismo, como un eco, sucede con Líbano, un viejo feudo post-colonial de la influencia francesa y, más allá, con el criterio en relación con Irán y otros expedientes regionales menores.
Para empezar Ankara ha llamado “a consultas” a su embajador en París y ha cancelado toda iniciativa bilateral política, económica y militar, incluidas las facilidades, hasta ayer rutinarias de permisos de vuelo a aviones franceses sobre suelo turco. Los dos países son socios en la OTAN y el insólito espectáculo es muy preocupante para Washington donde todos los presidentes, Obama incluido, resuelven el asunto del genocidio con una promesa de recordarlo como una parte del acervo de los armenio-norteamericanos… pero sin llamarlo nunca por ese nombre y convenciendo a los diputados de que aplacen toda decisión al respecto y no compliquen más el trabajo del gobierno…

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