lunes, 2 de mayo de 2011

La muerte del hijo de Gadafi, ¿tiro por la culata?



BBCMUNDO.COM
Shashank Joshi
Royal United Services Institute


La muerte de Saif al Arab Gadafi es una probable consecuencia de las tácticas cada vez más agresivas de la OTAN, adoptadas por la alianza para dar una sacudida en un conflicto en un punto muerto.


Pese el asesinato en un ataque aéreo del hijo del líder libio es un grave error estratégico: militarmente insignificante pero diplomáticamente desastroso. Hacia finales de abril, los países de la OTAN implementaron varias novedades operativas. Tres de ellos, Francia, Italia y Reino Unido, infiltraron asesores militares entre los rebeldes del este del país. Otro, EE.UU., puso en liza los aviones no tripulados.


Y lo más importante: los ataques aéreos comenzaron a dirigirse contra los centros de mando, control, comunicaciones y redes de inteligencia (lo que el la jerga militar en inglés se conoce como C3I).


El complejo Bab al Aziziya incluye instalaciones de las tres clases y se supone que su desarticulación desorientará a los soldados del régimen en el frente, interrumpirá la comunicación de Trípoli con los comandantes en el terreno y sembrara la confusión en las filas leales a Gadafi.


Pero, ¿fue el ataque un intento de asesinato? Matar a un jefe de Estado es una acción ilegal en el marco del Derecho Internacional y también prohibido por varios decretos presidenciales de EE.UU. Por otra parte, tratar de matar a la cadena de mando del enemigo es algo que está envuelto en una serie de ambigüedades jurídicas.


Dada la naturaleza personalista del régimen libio y de la autorización de la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para usar "todos los medios necesarios", se podría discutir si ampara acabar con la vida del coronel Muamar Gadafi o algunos miembros de su familia, como el hijo que comanda una brigada militar de elite. Incluso si eso supone poner en riesgo al entorno no combatiente.


Legalmente, sin embargo, no equivale a legitimidad ni prudencia. Este ataque, y la muerte de Saif al Arab, produjo pocos resultados en lo militar y el mayor de los costos diplomáticos y simbólicos para la OTAN.


Valiosa propaganda


Saif al Arab, al contrario que sus hermanos, no era un comandante militar ni un propagandista. Su muerte deja el aroma del ataque de EE.UU. en 1986 contra las mismas instalaciones.


En aquella ocasión, falleció una joven que luego Gadafi alegó que era su hija adoptiva. Luego los escombros dejados por las bombas se erigieron en símbolos del desafío.


El valor propagandístico de tales muertes no intencionales puede llegar a ser enorme. En 1991, en la Guerra del Golfo, aviones estadounidenses lanzaron dos bombas contra lo que creían era un búnker que servía como centro de control operativo, pero era en realidad un refugio de civiles.


El resultado fue de 315 muertos, incluidos 130 niños. Gadafi, como antes que él Sadam Husein, aprovechará cada oportunidad para explotar estos errores de las potencias occidentales de cara a tratar que parezcan ataques deliberados.


Pero además, ya no estamos ante una guerra convencional en la que es crucial la dirección de arriba a abajo. Las fuerzas de Gadafi, tanto en la ciudad sitiada de Misrata como en el este, se han adaptado a la presencia del poderío aéreo de la OTAN y están usado cada vez más tácticas heterodoxas.

No necesitan un flujo de órdenes detalladas llegadas desde Trípoli, sin lo que están en disposición de causar enormes daños a los civiles.


La OTAN está comprensiblemente frustrada por el rendimiento decreciente de los ataques aéreos que ya han destruido la mayoría de los objetivos accesibles. Pero matar a los comandantes e interrumpir las comunicaciones es mucho menos importante que la tarea clave de acabar con el armamento pesado, como tanques y artillería.


¿Y matar a Gadafi?


¿Y si el ataque hubiera matado a Gadafi hubiera sido un éxito militar? Uno de los mayores errores de la Guerra de Irak fue asumir que, con la salida de Sadam Husein, el aparato del estado podía simplemente transferirse a unos nuevos dueños.


La muerte de Gadafi podría venir seguida por la sucesión en favor de su hijo Saif al Islam, mientras sus partidarios cierran filas y continúan la lucha con la misma intensidad.


Podría ser peligroso y una visión cortoplacista incluso matarlo como una solución inmediata.
Tal vez, la demostración al régimen de que no hay nada seguro y de que sólo la capitulación les daría seguridad.


¿Esto justifica el riesgo?


No hay duda de que junto al objetivo militar de cortar las redes de comando y control, la OTAN buscaba un efecto psicológico consciente de la posibilidad de un "asesinato accidental".

Cambio de equilibrio


El problema es que cuál será el camino que tomaría este efecto no está claro. El dramático impacto visual del ataque y de la muerte de quienes no estaban directamente ligados a la política y el liderazgo militar, sólo endurecerá la oposición a la intervención de China y Rusia, entre otros.
Mas consecuentemente, enfadará a algunos de los miembros de la alianza, como Alemania y Turquía, e inflamará la opinión pública árabe y africana.


Podría incluso llegar a dejar a Francia y el Reino Unido tener que soportar toda la carga militar, con una limitada asistencia de la una administración estadounidense ansiosa para que el peso de la guerra recaiga en los europeos.


La estrategia general del coronel Gadafi nunca fue buscar la victoria en una guerra convencional, sino inducir bajas simbólicas que llevaran a abrir una brecha entre los más comprometidos y los más reticentes dentro de la OTAN, y derribar así los pilares políticos en que se apoyó la intervención.


Hasta el momento, la coalición ha buscado, con razón, comprar la longevidad de la coalición al precio de la intensidad de la campaña. Si este equilibrio continúa cambiando hacia lo segudndo, la OTAN corre el riesgo de facilitarle el juego al régimen.


Shashank Joshi pertenece al Royal United Service Institute (RUSI), centro de estudios sobre defensa con sede en Londres. También es doctorando en Relaciones Internacionales de la Universidad de Harvard.

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