martes, 26 de abril de 2011

¿Solución política o salida militar?




Por Luis Dallanegra Pedraza*


Libia y los factores del conflicto. El rol de Naciones Unidas y de la OTAN en la intervención, las contradicciones de las potencias y cómo Muammar Khadafi financió la campaña electoral de Nicolas Sarkozy.


En esta segunda etapa del conflicto en el mundo árabe, luego de que la sociedad civil comenzara a tomar en sus propias manos su destino, la intervención en Libia por Estados Unidos y los aliados fue como fuerza aérea de los rebeldes a la vez que como “árbitros supremos” decididos a establecer el orden para no perder el control estratégico regional.

Se incrementaron las presiones de la comunidad internacional a favor de una mayor claridad sobre la misión encomendada por la ONU, con llamados de Rusia y China de un cese el fuego inmediato. El presidente ruso, Dimitri Medvedev, expresó su preocupación por cómo se está desarrollando la operación en Libia y por las bajas civiles debido al uso indiscriminado de la fuerza aérea. El ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov acusó a la OTAN de apoyar a los rebeldes armándolos, lo que equivale a interferir en una guerra civil, algo que no fue ordenado por el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU. El gobierno chino advirtió sobre la posibilidad de que los ataques aéreos generen un desastre humanitario.

La Liga Árabe ha reafirmado su apoyo a la zona de exclusión aérea, pero Amr Moussa, presidente de la Liga, expresó preocupación de que las acciones aéreas causen bajas civiles en lugar de ayudar a proteger a la población. El secretario general del Consejo de Cooperación del Golfo, Abdul Rahman bin Hamad, planteó que la intervención militar debe ser para proteger a la población civil y no debe convertirse en una invasión.

De los miembros de la Liga sólo Qatar ofreció apoyo concreto a la coalición, al poner a disposición cuatro aviones. Junto a Francia han sido los únicos, hasta ahora, en reconocer al rebelde Consejo Nacional Libio como legítimo representante del país.

La ONU autorizÓ la injerencia extranjera. Para analizar lo que hoy sucede en Libia, es importante remitirnos a lo expresado por el CS de la ONU en la Resolución 1970, adoptada por unanimidad: “Expresa la grave preocupación por la situación en la Jamahiriya Árabe Libia y condena la violencia y el empleo de la fuerza contra civiles. Acoge con beneplácito la condena por la Liga de los Estados Árabes, la Unión Africana y el Secretario General de la Organización de la Conferencia Islámica de las graves violaciones de los derechos humanos. Acude a su prerrogativa, tendiente al mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, exigiendo que se ponga fin de inmediato a la violencia y pide que se tomen medidas para satisfacer las demandas legítimas de la población. Decide remitir la situación imperante desde el 15 de febrero de 2011 al Fiscal de la Corte Penal Internacional”.

En este último punto, lo paradójico es que Rusia, China, India y Estados Unidos no quisieron firmar el Estatuto de la Corte Penal Internacional (CPI), pero dieron respaldo a la Corte.

Debido a que Muammar Khadafi desoyó la advertencia violando el alto el fuego aceptado por su gobierno, el CS de la ONU adoptó una nueva Resolución, la 1973, donde se indica que las acciones realizadas por el gobierno libio son una “sistemática violación de los derechos humanos”, e implican el incumplimiento de la obligación básica que tienen las autoridades libias de proteger a la población. Por ajustada decisión de 10 votos, tres de miembros permanentes y siete de no permanentes, la ONU exigió el establecimiento de un alto el fuego, reiteró la necesidad de intensificar los esfuerzos por encontrar una solución a la crisis que responda a las demandas legítimas del pueblo libio y exigió que las autoridades libias cumplan las obligaciones que les impone el derecho internacional, las normas de derechos humanos y el derecho de los refugiados, a la vez que autorizó a los Estados miembros a que adopten todas las medidas necesarias para proteger a los civiles, aunque excluyendo el uso de una fuerza de ocupación extranjera de cualquier clase en cualquier parte del territorio libio.

China y Rusia, miembros permanentes del CS, en vez de vetar la Resolución, se abstuvieron, lo que hace pensar que no están de acuerdo con la intervención militar, pero si lo están respecto de que Khadafi se retire del gobierno. India, Alemania y Brasil, miembros no permanentes del CS, los acompañaron.

Una vez iniciadas las operaciones para establecer una zona de exclusión aérea, el gobierno de Libia pidió reunión urgente del CS de la ONU, considerando nula la Resolución, al considerar que “Libia no es de la comunidad internacional, sino de los libios”.

DOCTRINA DE LA RESPONSABILIDAD DE PROTEGER. ¿En qué se funda la Resolución del CS de la ONU? En 1979 se celebró la XVII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, para tratar el caso Nicaragua durante la dictadura de Somoza y el sandinismo a las puertas de tomar el poder. El representante de Estados Unidos decía que no había que entrometerse en los asuntos internos de otro Estado –principio de no intervención–, pero el representante venezolano dijo que mientras no se intervenía, Somoza atentaba contra los derechos humanos de los nicaragüenses. Frente a dos principios que entran en colisión, hay que elegir el más relevante, por lo que se decidió “intervenir” en defensa de los “derechos humanos”.

En 2005, la Asamblea General (AG) de la ONU institucionalizó este concepto, adoptando la doctrina de la “responsabilidad de proteger” mediante la Resolución A/RES/60/1. Apareció vinculada a las discusiones sobre la intervención humanitaria en Kosovo y en vista de las experiencias negativas de esta organización en Somalia, Rwanda y Bosnia.

De acuerdo con la Resolución 60/1, “cada Estado es responsable de proteger a su población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. (…) La comunidad internacional debe, según proceda, alentar y ayudar a los Estados a ejercer esa responsabilidad y ayudar a las Naciones Unidas a establecer una capacidad de alerta temprana”. Esto lleva a la “responsabilidad de prevenir” que implica el empleo de sanciones y el uso de la fuerza contra un Estado.

Hay que señalar que la AG de la ONU fue la que adoptó la doctrina, pero no es la que decide en qué casos se aplica; para ello está el CS, la pequeña elite decisora dentro de la comunidad internacional, los que operan como “árbitros supremos”.

En este caso, Barack Obama, como presidente del “árbitro supremo” por excelencia, muestra que se comporta como un Premio Nobel de la “Pax” toda vez que, en lugar de enviar una misión observadora de la ONU y/o la Unión Europea, conjuntamente con representantes de la Liga Árabe y la Organización para la Unidad Africana (OUA) para tratar con el gobierno y los rebeldes, decidió hacer uso de la vía militar, no sólo para proteger a la población civil, sino también para armar a los rebeldes.

¿NECESIDAD DE REFORMA DE LA ONU? En los últimos años se ha escrito mucho sobre la necesidad de reforma de la ONU, ya que no puede cumplir con su objetivo de mantener la paz y seguridad internacionales. Existe la creencia de que se trata de un “actor independiente” cuando, en realidad, no lo fue nunca y mucho menos a partir de 1949 cuando se creó la OTAN y en 1955 su contraparte, el Pacto de Varsovia, que hicieron que el artículo 43 de la Carta, que propone la creación de una fuerza armada del organismo, nunca se implementara, por lo que, o las fuerzas de los miembros permanentes del CS –los occidentales, no China o la ex URSS– o la OTAN debían hacerse cargo, lo que ha hecho que la ONU se subordinara a la OTAN y/o a esa pequeña elite del CS que son los miembros permanentes. Aunque parezca paradójico, todo es legal y todo es legítimo, aunque uno considere que es una injusticia.

La ONU cumple con el objetivo, en la medida de que quienes la “controlan” que son los miembros permanentes del CS así lo plantean, y en especial el más poderoso que es Estados Unidos, y deja de funcionar por los mismos motivos. La ONU, como el resto de organismos internacionales, políticos, económico-financieros y de seguridad, constituye la “institucionalización” de la estructura de poder vigente, tal como lo fue en 1945 en la Conferencia de San Francisco.

EL IMPERIO DE LOS PODEROSOS. A diferencia de lo que ocurrió con la invasión a Irak, interviniendo en un país soberano sin la autorización del organismo, sin sanción alguna que castigara al país invasor, dado que se trata de un “árbitro supremo” de la comunidad internacional, esta vez, la Resolución 1973 transformó la aprobación de intervención internacional en un simple trámite.

La ONU, a través de su órgano de gobierno, el Consejo de Seguridad, muestra que sirve sólo al efecto de avalar los intereses de las potencias centrales, dado que la comunidad internacional no constituye un “Estado mundial” y carece de un sistema de “gobierno”, por lo que los más poderosos son los que establecen las reglas instaladas en los organismos internacionales, que ellos mismos controlan, ya que el poder a su interior, como se puede observar, es visiblemente “asimétrico”. Esta es una característica del sistema internacional y no una anomalía, mas allá de que sea considerada injusta.

La existencia de un CS integrado por poderosos que deciden, rodeado del resto que acompaña para dar imagen de pluralismo democrático, forma parte del funcionamiento del sistema internacional y es independiente de las voluntades orientadas a lograr una igualdad, que puede ser jurídica, pero que claramente no lo es desde el punto de vista del poder.

Que se utilice la acción de la ONU para legitimar un plan complejo, urdido al efecto de despojar a Libia de sus recursos naturales a través de la búsqueda por imponer un gobierno afín, muestra el funcionamiento del poder y también del “no poder”. Acompaña esta visión artificialmente creada por la diplomacia, la idea de una crisis humanitaria producto de violaciones de los derechos humanos a través del control de los medios de información, en los que se destaca lo que el poder indica y no se muestra lo que al poder le interesa.


Los medios internacionales han desarrollado una estrategia para convencer al mundo de la necesidad de una intervención militar extranjera en Libia, lo que no se ha hecho en el caso de Bahrein, donde se dan manifestaciones que demandan reformas políticas en el reino, violentamente reprimidas por las autoridades aliadas de Estados Unidos, por ser la sede de la V Flota y donde han irrumpido tropas de Arabia Saudita, otro de sus aliados.

La idea de una ola de pueblos en la calle reclamando pacíficamente por sus derechos amenazaba la estabilidad de gobiernos genuflexos a los intereses occidentales. Era evidente para Europa y Estados Unidos que había que tomar previsiones para controlar lo que fuera que surgiese de esos cambios y prevenir que la ola se tornara incontrolable para los regímenes de Arabia Saudita, Bahrein, Yemen, Argelia y otros.

A Estados Unidos le importa fundamentalmente que el mundo árabe no se salga de control; influir en los futuros sistemas políticos y evitar que se multipliquen los focos de tensión global.

Respecto del caso libio, aprovechando la ola de manifestaciones, las potencias centrales concibieron la idea de explotar el malestar existente para deponer a un líder molesto como Khadafi y abrir la puerta a un gobierno permeable a los manejos occidentales.

Ya el 27 de febrero, Hillary Clinton decía que la administración Obama estaba preparada para ofrecer “cualquier tipo de ayuda” a los libios que tratan de derrocar a Khadafi; que Estados Unidos estaba tendiendo la mano a muchos libios que intentan organizarse en el este, y cuando la revolución se extienda hacia el oeste, “también lo haremos ahí”. Por ello el gobierno de Estados Unidos se anticipó a oponerse al plan de paz propuesto por Hugo Chávez, que había sido aceptado por Khadafi, cuya implementación, además de frenar la violencia, hubiese abierto las puertas a otro panorama político en Libia.


El plan inicial para desestabilizar y deponer a Khadafi implicaba que la oposición libia hiciera sola el trabajo sucio, mientras que europeos y estadounidenses les aseguraban un flujo ininterrumpido de armas, municiones, asesores y apoyo aéreo a la distancia.

El virtual triunfo de Khadafi y su mantenimiento en el poder genera a los aliados la posibilidad de un escenario inadmisible en el que Libia negaría el acceso al petróleo y al gas.

KHADAFI FINANCIÓ LA CAMPAÑA ELECTORAL DE SARKOZY. Saif al Islam, hijo de Muammar al Khadafi, aseguró que su padre financió la campaña electoral de Nicolas Sarkozy y le pidió que devuelva ese dinero porque “ha decepcionado” a la población libia. Al Islam recalcó que tiene “todas las cuentas bancarias, los documentos y los movimientos de las transferencias”.

Sarkozy ha buscado mostrarse como un impulsor de la operación aliada en Libia. La intervención militar supone un arma de doble filo para él que, según analistas, podría recuperar fuerza política con vistas a una eventual reelección en 2012 o sumar más problemas a su mandato.

Sarkozy se convirtió el 10 de marzo en el primer jefe de Estado que se reunió con insurgentes libios y reconoció su liderazgo en Benghazi. Con estos gestos, buscó enmendar los errores y titubeos que tuvo Francia ante las revueltas populares en Túnez y Egipto, que provocaron una ola de críticas a su gobierno. Libia también tiene una importancia estratégica para Francia, entre otras razones, por tener fronteras con cuatro países francófonos: Túnez, Argelia, Níger y Chad. Francia importa el 6% del crudo libio a la vez que hay un yacimiento petrolífero explotado por la francesa Total.

En diciembre de 2007, Sarkozy ofreció una gran bienvenida a Khadafi en París, pese a las críticas de opositores y miembros del gobierno por la situación de los derechos humanos en Libia. Sarkozy justificó entonces que “Khadafi no es percibido en el mundo árabe como un dictador. Es el más antiguo de los jefes de Estado de la región y del mundo árabe”.

PARTICIPACIÓN DE LA OTAN. La coordinación de las acciones militares pasó a la OTAN, que opera como una fuerza “disciplinadora” y no de paz, ya que suple al artículo 43 de la Carta de la ONU, operando para los “árbitros supremos”, no para la comunicad internacional.

Los veintiocho miembros de la OTAN estuvieron de acuerdo con la decisión, incluso Turquía, que había expresado dudas acerca de los ataques en un país musulmán. El presidente Sarkozy siguió insistiendo en que la coalición se reserva la iniciativa en lo político aunque la operación militar descanse en la maquinaria de la OTAN.

El apoyo árabe y su participación en esta misión siguen siendo cruciales, así como su rol en el final, cuando este llegue.

LIBIA: INTERVENCIÓN MILITAR ¿Y DESPUÉS QUÉ? Para los rebeldes la interpretación de la Resolución del CS de la ONU, habla de proteger a la población civil destruyendo necesariamente la infraestructura militar de Khadafi.

La Resolución 1973 de la ONU no especifica si el fin es un cambio de régimen, incluso aunque eso sea lo que esperan muchos.

¿Es Khadafi el objetivo de los ataques?
El vicealmirante del Pentágono Bill Gortney dijo que “no estaba en su lista de objetivos”. Tanto el gobierno norteamericano como el británico esperan que Khadafi sea expulsado desde dentro.

Algo que los aliados quieren evitar es un quebrantamiento del orden y el caos, como el que surgió a raíz de la acción militar en Irak. Si el régimen de Khadafi cayera, después de 42 años en el poder, podría desatar una ola de ajustes de cuentas y conflictos tribales. No está claro cuán unidos pueden quedar el este y el oeste del país para acordar un nuevo liderazgo.

Hasni Abidi, director del Centro de Estudio e Investigación del Mundo Árabe y del Mediterráneo, en Ginebra, aclara que el actual reparto del territorio entre Khadafi y los sublevados se corresponde con la antigua frontera entre la Tripolitania –tres ciudades– en el oeste y la Cirenaica en el este, ex provincias del imperio romano. Para él, Khadafi se acomodaría más fácilmente a esta solución que a una capitulación. Al este está el petróleo y al oeste, el gas.

La partición de Libia preocupa porque es sinónimo de una situación de caos prolongado a las puertas de Europa. Una posible nueva Somalia. Para el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, sería una fórmula de inestabilidad.

El presidente Sarkozy anunció que Francia y el Reino Unido prepararon una iniciativa común para resolver por la vía política y diplomática la crisis en Libia. Urgieron a Muammar Khadafi a dejar el poder inmediatamente y pidieron a las fuerzas rebeldes que se sumen a un proceso de transición en el país. Reconocen al Consejo Nacional, creado por los rebeldes en Benghazi, un papel pionero en el proceso de cambio, al que deberían asociarse los líderes de la sociedad civil. La transición debe alcanzar una reforma constitucional y la preparación de elecciones libres.

La propuesta franco-británica fue compartida por el presidente Barack Obama y la canciller alemana, Angela Merkel, que expresaron también su apoyo al proceso de transición en Egipto. Fue presentada en la Conferencia de Londres, a la que asistieron los cancilleres de 35 países y representantes de la Unión Europea, OTAN, ONU, la Liga Árabe y la OUA. La Conferencia tuvo por fin principal que la “comunidad internacional” llegue a un acuerdo sobre la misión.

Los líderes de la coalición internacional decidieron continuar con la operación militar en Libia hasta que Khadafi abandone el poder. También acordaron crear un grupo para coordinar la ayuda a una Libia post Khadafi cuya primera reunión fue presidida por Qatar.

Los puntos acordados en la Conferencia de Londres contemplan: 1) Continuar con los esfuerzos hasta que todas las condiciones sean cumplidas: inmediato cese al fuego, fin de los ataques a civiles y acceso total para dar ayuda humanitaria a los necesitados. 2) Actuar para prevenir las operaciones de mercenarios. 3) Que el pueblo libio deber ser libre de determinar su propio futuro.

*Doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales (Universidad Nacional de Rosario, Argentina). Director del Centro de Estudios Internacionales Argentinos (CEINAR) y de la Revista Argentina de Relaciones Internacionales, 1977-1981. Director de Doctorado en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Rosario, 2002-2005. Profesor y Evaluador en Cursos de Grado, Postgrado y Doctorado en el país y en el exterior. Investigador Científico del Conicet.

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