DAVID VARONA/
La revuelta popular en Libia contra el régimen de Gadafi ha traído un efecto colateral demasiado frecuente: se ha disparado el precio del petróleo y, con él, el de los combustibles. Se prevén, además, más subidas y las economías occidentales ya están tomando medidas, como ha hecho España con la polémica reducción a 110 km/h de la velocidad máxima en autopista.
Pero, ¿está justificada esta crisis de precios? ¿Hay motivos para pensar que la falta del crudo libio desbarate los mercados y nos lleve a una situación de desabastecimiento? Analizamos la situación buscando respuestas a estas preguntas. Y, de antemano, un dato: el barril estándar contiene 159 litros de petróleo sin refinar.
Libia, un productor pequeño
Libia es un país productor de petróleo, una materia prima que se explota en sus desiertos desde 1959. Produce un crudo muy ligero y de alta calidad, pero no lo hace en grandes cantidades. Según datos de la agencia Reuters, sólo produce un 2,3% del crudo mundial, con una cantidad aproximada de 1,6 millones diarios. Ni siquiera dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) es un productor de gran relieve en comparación con países que flotan en petróleo, como Arabia Saudí. Por tanto, en el conjunto del mercado mundial, Libia no parece un productor tan determinante.
Lo es un poco más para algunos países cercanos, como España, que compra un 16% de su petróleo allí. Y, sobre todo, para Italia, que tiene grandes intereses empresariales en Libia a través de su petrolera de bandera, ENI. De hecho, algo más del 30% del oro negro libio se va a Italia.
A España viene sobre un 9% de su producción. Pero la dependencia de los países occidentales del crudo libio es tan baja en general que sorprende que el barril de petróleo Brent, el de referencia para Europa, se venda estos días sobre los 115 dólares, un precio desorbitado que ha disparado las gasolinas.
¿Falta petróleo?
En el mercado petrolífero se ponen en circulación unos 74 millones de barriles de petróleo diarios, aproximadamente lo que demanda todo el planeta. Pero esa no es la capacidad de producción total: los países de la OPEP están sujetos a un régimen de cuotas que ahora mismo está en torno a los 28-29 millones de barriles diarios, con oscilaciones ligeras, puesto que algunos estados se pasan un poco del límite establecido. Estas cuotas son aprobadas periódicamente por los miembros de este cartel y tienen una influencia decisiva en los precios mundiales por el efecto de la oferta y la demanda.
Si la OPEP abre el grifo, el precio baja. Si lo cierra, sube. Sin embargo, sus movimientos suelen ser muy cortos. Esta capacidad de influencia en una materia prima tan necesaria es un arma en manos de países que no siempre están dispuestos a mantener un precio que agrade a Occidente. De hecho, han sido frecuentes los casos en que la OPEP ha puesto de rodillas a las grandes economías, como en las crisis de 1973 y 1979.
En los últimos años, países halcones, como Venezuela o Irán han querido utilizar de nuevo los precios para presionar a Estados Unidos y Europa, pero la OPEP ha logrado imponer las tesis de los países palomas, especialmente de Arabia Saudí, aliada de Washington y más proclive a una política de precios más sosegada.
Aunque la OPEP está en un nivel de producción alto, tiene mucho margen de maniobra y puede abrir bastante más la espita del petróleo. Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano, considera que Arabia Saudí "tiene una capacidad ociosa de 2,5 millones de barriles [diarios]". Así, el régimen saudí o Rusia pueden movilizar rápidamente pozos que están parados y hacer que el crudo circule.
Otros, como Venezuela o Nigeria, tendrían más problemas, pero en el plazo máximo de un mes, la OPEP puede aumentar notablemente sus cuotas y eliminar las tensiones de los precios. Pero algunos países del grupo han señalado a los movimientos especulativos como los únicos causantes de la situación de carestía e insisten en que el mercado está suficientemente abastecido, postura que defiende sobre todo Irán. De hecho, los cálculos de la OPEP demuestran que la oferta cubre sin problemas la demanda actual, a pesar de que la irrupción de las economías emergentes hace que suban las necesidades del consumo. Así pues, a día de hoy no falta petróleo. Al contrario.
Históricamente se ha hablado del famoso peak-oil, un punto de consumo calculado en los años 90 que vaticinaba que los recursos petrolíferos empezarían a decaer más o menos para nuestros días. El cálculo fracasó y actualmente es raro el año en que no se descubren yacimientos de volumen récord gracias a nuevas y mejores técnicas de exploración y extracción. Aun así, a medio-largo plazo, el petróleo se acabará. Pero no es algo inminente.
¿Qué le interesa a la Opep? ¿Abrir o cerrar el grifo?
La capacidad de control de la Opep sobre los mercados es un arma de doble filo. Cuando se complica la situación y el petróleo se vuelve muy caro, los países de la OPEP ganan dinero, pero pierden clientes. Los compradores acuden a otras fuentes secundarias y, además, se hace interesante la exploración de áreas petrolíferas que no son rentables con un barril barato.
Esto lleva a descubrir más crudo. O también a refinar arenas petrolíferas y bituminosas, materiales que cuesta mucho procesar y que, por lo general, no se utilizan. Venezuela, por ejemplo, es rica en crudo bituminoso que ahora se convierte en una materia rentable.
También en estos momentos la industria aguza el talento y proliferan los coches ecológicos, los motores híbridos o eléctricos... En definitiva, es una buena época para la investigación en fuentes de energía alternativas.
Y no olvidemos que la OPEP tiene las mayores reservas probadas de petróleo del planeta: más de 1,64 trillones de barriles de crudo, según sus propios datos. Esto supone casi el 80% de todo el petróleo conocido bajo la superficie terrestre. Por tanto, le interesa mucho cuidar el equilibrio del mercado para su principal recurso económico. Ni muy barato, ni demasiado caro. Esa es la lucha del cártel con sus propias tensiones internas para frenar a los halcones y animar a las palomas.
La prima del miedo ¿Por qué tan caro?
Si estamos de acuerdo en que no hay escasez de petróleo y los productores cubren las faltas, ¿por qué se dispara con tanta facilidad el precio? Federico Steinberg explica que en entra en juego "lo que denominamos prima geopolítica o de contagio, por el temor de que la inestabilidad se extienda a otros países productores de la zona". Esta prima, que otros llaman 'de miedo’, se produce porque los compradores, ante la previsión de un rápido encarecimiento, compran grandes cantidades de crudo.
La ley de la oferta y la demanda hace que suban los precios. ¿Son movimientos especulativos? Los expertos no siempre coinciden. Para Steinberg, se trata de inversiones especulativas que no cambian la tendencia pero sí la aumentan. Este investigador recuerda que los especuladores se arriesgan: pueden comprar un lote a 115 dólares por barril y, si la situación se calma, tener que venderlo después más barato y perder dinero. Por este motivo, el término especulación no encaja del todo con lo que sucede estos días en el mercado petrolífero.
Es más bien la prima de riesgo la que lleva a los operadores a comprar más de lo que necesitan hoy para no tener que pagar más mañana. Pero el movimiento tensa los precios. Para Pedro Miras, director de Petróleo de la Comisión Nacional de la Energía, CNE, hablar de especulación es utilizar un término demasiado ambiguo. Prefiere hablar de "incertidumbre", que es lo que lleva a que se ponga en marcha esa prima de miedo, "que lleva a que los operadores sobreactúen".
Al margen de este factor psicológico, Federico Steinberg señala otros que están influyendo sobre los mercados actualmente, como la liquidez financiera y los bajos tipos de interés, que ponen mucho dinero en circulación. En años anteriores, ese dinero se iba a países emergentes, "pero ahora los inversores tienen miedo a la inflación en naciones como China y se están refugiando en el oro y las materias primas, como el petróleo". De nuevo, a más demanda, sube el precio.
¿Cómo se negocia el petróleo? Los mercados
Para entender esta volatilidad del precio hay que comprender que el petróleo es una commodity y se negocia en mercados de tipo spot. Esto quiere decir que se compra y se vende en bolsas, como la de Nueva York o la de Londres y se vende al contado. Lo particular de este producto es que se vende a futuro.
Es decir, se negocia hoy lo que se va a servir dentro de un mes. Así, una compañía petrolífera pone a la venta en Londres, por ejemplo, un determinado volumen de crudo al precio de referencia de hoy. Y se vende con la condición de ser entregado en un mes.
Durante el mes que el petróleo tarda en llegar a la refinería de destino, puede cambiar de manos varias veces. De hecho, es recurrente la imagen del superpetrolero cargado que va de un lado a otro siendo comprado infinitas veces sin descargar nunca.
Es una visión muy exagerada del mercado, pero da una idea de cómo se puede encarecer la materia prima. Federico Steinberg aclara que el mercado de futuros es muy líquido: "Hay quien compra ahora y recompra a los seis meses; aunque el último operador debe ya usar la mercancía, en el camino se producen muchas posiciones a corto".
Estas posiciones son las que pueden ir encareciendo el producto por momentos. Así, en un escenario ideal, un barco vendido hoy se entregará dentro de un mes y el comprador hará gasolina con él. Cuando la pone a la venta, lo hace teniendo en cuenta, como base, lo que le costó ese barco un mes más atrás. Pero hay otros factores que componen el precio final del carburante.
¿Cómo se aplica el precio en el surtidor?
A las gasolineras llega un combustible en el que buena parte del precio tiene que ver con los impuestos: estatales, autonómicos… Y, como nos explica Pedro Miras, de la CNE, en el precio final entran otros factores. Además del precio del petróleo, influyen "la paridad euro-dólar y el traslado de la cotización internacional de las gasolinas".
Al final, el combo de todos esos factores es lo que pagamos en la estación de servicio. Es también esto lo que hace que muchas veces los consumidores paguemos la gasolina a un precio alto cuando no hay problemas en el mercado petrolífero y el barril fluctúa a la baja. Sin embargo, es posible que se comprara muy caro y las petroleras tienen que repercutir ese precio de un mes atrás. O puede que los otros factores también estén alterados.
Lo que sí está claro es que la experiencia nos dice que las subidas en la materia prima se repercuten en los precios finales de forma mucho más notable que los descensos. Cuando el petróleo se abarata, tardamos más en notarlo en el surtidor que cuando se encarece.
¿Y qué viene? Qué petróleo estamos pagando
Esto nos puede llevar a una conclusión preocupante: en estos primeros días de abril de 2011 estamos pagando un combustible a precio récord. Pero el crudo con el que se hizo se compró antes, cuando la revuelta en el mundo árabe sólo afectaba a Egipto y Túnez y el barril estaba mucho más barato.
Si ahora, con Libia en ebullición, el barril de Brent está rondando los 120 dólares, habrá que plantearse a qué precio pagaremos la gasolina a las puertas de la Semana Santa. Pedro Miras considera que si el crudo sigue subiendo y si la paridad euro-dólar continúa como ahora, lo más probable es que el precio de la gasolina se incremente. Pero si el crudo se estabiliza y empieza a bajar, no ve motivos para temer más carestía.
A favor del consumidor juega el hecho de que el invierno ya ha terminado y, por tanto, descenderá el consumo de petróleo para calefacciones, con lo que los precios podrían moderarse. En contra juega -y lo hace duro- esa prima de miedo que está afectando a los mercados. Cualquier rumor, cualquier algarada en otro país árabe o de Oriente Medio dispara de nuevo los nervios, hace que los compradores acumulen petróleo y, por tanto, subirán los precios.
Sin embargo, las previsiones no son demasiado malas. Pedro Miras, que también es presidente del Grupo de Emergencia de la Agencia Internacional de la Energía, piensa que "si la situación de crisis no se extiende a otras zonas, el precio debería volver a la senda anterior".
Federico Steinberg comparte este optimismo y señala que si los actos geopolíticos se calman, el petróleo volverá a la senda de crecimiento suave, impulsado por esos otros factores, como la liquidez y el aumento de la demanda. Pero también recuerda que "si se complican, nos esperan más sustos".
¿Está España protegida? Nuestras reservas
La Asociación Española de Operadores Petrolíferos (AOP) explica que España tiene "un origen de crudos muy diversificado y dispone de las existencias mínimas de seguridad (en crudo y refinados) equivalentes a 92 días de consumo".
Es decir, en caso de calamidad máxima, tendríamos reservas para abastecer al país durante algo más de tres meses, unas reservas que garantiza la Corporación de Reservas Estratégicas de Productos Petrolíferos (CORES).
Con esta idea de AOP coincide Pedro Miras, de la CNE: "Somos un país que importamos crudo de Libia en una cantidad apreciable, pero estamos muy bien preparados para una emergencia: diversificamos el abastecimiento, tenemos muchas posibilidades para sustituir el suministro y si hubiera problemas mayores, tenemos un sistema de reservas estratégicas que funciona muy bien".
Federico Steinberg, por su parte, considera irrelevante de dónde venga el petróleo: "Podemos comprar a otros y pagar el transporte". No se muestra tan tranquilo con el gas, porque este combustible viaja por oleoductos y "si las protestas llegan a Argelia, serán palabras mayores, porque habrá que comprobar hasta qué punto somos capaces de sustituir ese suministro".
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