“En esta Revolución todo está dicho”, afirmaba Raúl Castro, presidente cubano, en su informe al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) el 16 de abril de 2011. Tras décadas hablando sobre la revolución socialista, ahora toca hablar de otra cosa: cómo colocar a Cuba en la senda del desarrollo.
El último congreso del PCC se celebró en 1997. Desde entonces, Cuba se ha mantenido en los puestos medios altos de la tabla de clasificación del Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que mide el nivel de educación, salud y renta de los habitantes de un país para señalar su nivel de desarrollo. Sin embargo, el país no consigue despegar económicamente, arrastrando una gran deuda pública y severos desajustes.
Castro aboga por reformar el modelo económico y social del país. Seguirá primando la planificación propia de una economía centralizada, pero sin ignorar las “tendencias presentes en el mercado”. Es decir, un sistema mixto. Para ello se potenciará la empresa privada y se reducirá el papel y tamaño del Estado, que controla el 90% de la economía nacional.
“El problema que enfrentamos no es de concepto, radica en cómo, cuándo y con qué gradualidad lo haremos”, explica Castro en su informe.
¿Con qué rapidez se abordarán estas reformas? Castro ha avanzado que se manejan horizontes temporales de cinco años, los famosos quinquenios, marca de la casa de las economías centralizadas de raíz comunista.
En caso de duda, primará la gradualidad frente a la velocidad. “En Cuba, bajo el socialismo, jamás habrá espacio para las ‘terapias de choque’” como las promovidas por el Fondo Monetario Internacional, asegura el mandatario cubano. El en caso del gobierno y la administración, Castro, de 79 años, llama al rejuvenecimiento de los cuadros dirigentes. Para ello propone limitar a dos períodos consecutivos de cinco años el tiempo que pueden ejercer el poder los principales cargos de gobierno y del PCC. En el plano político, Castro pide una reforma profunda del propio PCC, maniatado por “la ortodoxia” y el “dogmatismo” y cuyas laborales administrativas han lastrado la gestión de los asuntos públicos.
De acuerdo con Castro, ha sido un error que la ocupación de un cargo público haya exigido la militancia en el partido. Y es que, según Castro, los errores se han sucedido unos a otros. Como ejemplo, las libretas de abastecimientos, introducidas en los años sesenta. Dos generaciones de cubanos han pasado su vida bajo este sistema de racionamiento que, “a pesar de su nocivo carácter igualitarista”, brindó durante décadas a todos los ciudadanos el acceso a alimentos básicos a precios “irrisorios, altamente subsidiados”, afirma Castro.
Con el paso del tiempo, se ha convertido en una carga insoportable para la economía y en un desestímulo al trabajo, produciendo situaciones absurdas que explica el propio Castro: “Como la libreta está diseñada para cubrir a los más de 11 millones de cubanos por igual, el café se abastece hasta a los recién nacidos. Lo mismo pasaba con los cigarros hasta septiembre de 2010, que se surtían sin distinguir a fumadores y no fumadores, propiciando el crecimiento de este dañino hábito en la población”.
Las cosas deben cambiar en Cuba, según se desprende de las palabras que han dominado el congreso. Y algo está cambiando ya. El propio Fidel Castro, que acaba de dejar la dirección del PCC, lo reconoce en un artículo en Granma, desde donde cuenta sus impresiones sobre la primera jornada del VI Congreso. “No me importaba tanto lo que decían, como la forma en que lo decían. Estaban tan preparados y era tan rico su vocabulario, que yo casi no los entendía”, confiesa el mayor de los Castro, que en agosto cumplirá 85 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario