Juan Pablo Rioseco
El equipo de asesores que ha venido preparando el programa de política internacional del futuro presidente chileno ya tiene una estrategia determinada en materia vecinal para los próximos cuatro años de gobierno.
La primera actividad internacional del presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, ya tiene fecha y lugar: el 21 de febrero asistirá, invitado por la actual mandataria, Michelle Bachelet, a la cumbre del Grupo de Rio en Cancún Chile deberá asumir este año la presidencia pro témpore de la organización hasta 2012, por lo que la asistencia del futuro mandatario tiene lógica.
La ocasión será el primer encuentro de Piñera electo con sus futuros colegas latinoamericanos, un bloque que no será del todo acogedor para el empresario-presidente. Y es que dada la fragmentación ideológica de América Latina, el escenario no será el más propicio para el reestreno internacional de la derecha chilena luego de 52 años sin ganar una elección presidencial.
El equipo de asesores que ha venido preparando el programa de política internacional de Piñera tiene claros los riesgos y ya tiene una estrategia determinada en materia vecinal para los próximos cuatro años de gobierno. “Su foco central no estará en las organizaciones internacionales, sino en los tres países limítrofes: Argentina, Bolivia y Perú”, dice uno de los principales asesores del nuevo presidente en la materia. Se trata de uno de los largos temas pendientes de Chile, un país que ha logrado insertarse exitosamente en la economía global, pero que no ha consolidado relaciones de confianza con sus vecinos.
La relación con Perú es la que presenta más afinidades. El presidente Alan García conoce personalmente a Piñera y fue el primer mandatario extranjero en felicitarlo por su triunfo. No obstante, el juicio que enfrenta a Chile y Perú en La Haya (cuya resolución debiera conocerse a fines del gobierno de Piñera), así como las elecciones peruanas de 2011, podrían dejar de lado las buenas intenciones y abrir espacio a los tradicionales dimes y diretes entre líderes de ambos países. “Los gobiernos van a tener que ver cómo resolver esta fórmula forzada de agendas paralelas, la política y lo económica, y que van a ser elementos permanentes de roce”, dice Rodrigo Álvarez, analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Bolivia es la otra punta del triángulo. Y a pesar de las diferencias ideológicas entre Evo Morales y Piñera –y de que las relaciones con Chile avanzaron mucho durante el gobierno de Michelle Bachelet–, los próximos años no se ven del todo malos. “No creo en la tesis del rechazo ideológico”, dice Juan Emilio Cheyre, ex comandante en jefe del Ejército de Chile y actual director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, en Santiago. “Al revés, la legitimidad de Morales y de Piñera lleva a que ambos tengan piso para articular una política inteligente”, dice el ex militar.
Según colaboradores de Piñera, el foco, no obstante, estará en promover relaciones extra-estatales entre los dos países, para lo cual el nuevo gobierno estaría dispuesto incluso a invertir y transferir conocimientos sin pedir reciprocidad. “No puede haber un país con un alto PIB per cápita con un vecino con niveles bajísimos de desarrollo humano”, dice un colaborador del presidente electo que pidió no ser identificado. “Nos interesa una Bolivia democrática, estable y previsible”.
El equipo de asesores que ha venido preparando el programa de política internacional del futuro presidente chileno ya tiene una estrategia determinada en materia vecinal para los próximos cuatro años de gobierno.
La primera actividad internacional del presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, ya tiene fecha y lugar: el 21 de febrero asistirá, invitado por la actual mandataria, Michelle Bachelet, a la cumbre del Grupo de Rio en Cancún Chile deberá asumir este año la presidencia pro témpore de la organización hasta 2012, por lo que la asistencia del futuro mandatario tiene lógica.
La ocasión será el primer encuentro de Piñera electo con sus futuros colegas latinoamericanos, un bloque que no será del todo acogedor para el empresario-presidente. Y es que dada la fragmentación ideológica de América Latina, el escenario no será el más propicio para el reestreno internacional de la derecha chilena luego de 52 años sin ganar una elección presidencial.
El equipo de asesores que ha venido preparando el programa de política internacional de Piñera tiene claros los riesgos y ya tiene una estrategia determinada en materia vecinal para los próximos cuatro años de gobierno. “Su foco central no estará en las organizaciones internacionales, sino en los tres países limítrofes: Argentina, Bolivia y Perú”, dice uno de los principales asesores del nuevo presidente en la materia. Se trata de uno de los largos temas pendientes de Chile, un país que ha logrado insertarse exitosamente en la economía global, pero que no ha consolidado relaciones de confianza con sus vecinos.
La relación con Perú es la que presenta más afinidades. El presidente Alan García conoce personalmente a Piñera y fue el primer mandatario extranjero en felicitarlo por su triunfo. No obstante, el juicio que enfrenta a Chile y Perú en La Haya (cuya resolución debiera conocerse a fines del gobierno de Piñera), así como las elecciones peruanas de 2011, podrían dejar de lado las buenas intenciones y abrir espacio a los tradicionales dimes y diretes entre líderes de ambos países. “Los gobiernos van a tener que ver cómo resolver esta fórmula forzada de agendas paralelas, la política y lo económica, y que van a ser elementos permanentes de roce”, dice Rodrigo Álvarez, analista de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Bolivia es la otra punta del triángulo. Y a pesar de las diferencias ideológicas entre Evo Morales y Piñera –y de que las relaciones con Chile avanzaron mucho durante el gobierno de Michelle Bachelet–, los próximos años no se ven del todo malos. “No creo en la tesis del rechazo ideológico”, dice Juan Emilio Cheyre, ex comandante en jefe del Ejército de Chile y actual director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, en Santiago. “Al revés, la legitimidad de Morales y de Piñera lleva a que ambos tengan piso para articular una política inteligente”, dice el ex militar.
Según colaboradores de Piñera, el foco, no obstante, estará en promover relaciones extra-estatales entre los dos países, para lo cual el nuevo gobierno estaría dispuesto incluso a invertir y transferir conocimientos sin pedir reciprocidad. “No puede haber un país con un alto PIB per cápita con un vecino con niveles bajísimos de desarrollo humano”, dice un colaborador del presidente electo que pidió no ser identificado. “Nos interesa una Bolivia democrática, estable y previsible”.
El propio Piñera dio su visión de este problema cuando habló en el Consejo Chileno para las Relaciones Internacionales –institución chilena privada que estudia el tema–, en octubre del año pasado: “Debemos desarrollar una política de colaboración mutua más imaginativa y potente en muchos otros frentes, expandir y utilizar nuevos instrumentos, como la colaboración educacional, la innovación, la ciencia, la tecnología”. Un plan de becas que permita cada año a 1.000 bolivianos estudiar en Chile estaría entre las piezas principales de la estrategia.
No obstante, es virtualmente imposible que Bolivia logre avances durante el gobierno de Piñera en su aspiración de acceso al mar con soberanía, tema que tanto el presidente electo como diversos representantes de su sector político han rechazado de plano.
De los tres vecinos, no obstante, será Argentina a la cual el nuevo presidente dedicará más tiempo. Pese a que la derecha chilena ha sido crítica de los gobiernos de los Kirchner y a que Piñera se siente más cercano de líderes opositores como Mauricio Macri, la reactivación de la relación con Argentina será el objetivo principal. “Hay que avanzar, por ejemplo, en la creación de mecanismos de mediación y en la solución de conflictos jurídicos y comerciales”, dice un cercano a Piñera. La integración energética será una parte fundamental del plan Piñera con Argentina. “El problema es que en Argentina no existe cabal conciencia del aporte que puede ser Chile”, reconocen en el círculo de Piñera.
Tomando posiciones. No obstante, la política vecinal no lo puede ser todo. Piñera tendrá que enfrentar el desafío que implica convertirse en el tercer presidente de derecha en una región altamente polarizada políticamente como lo es hoy Sudamérica. “Antes se veían aislados personajes como Uribe y García”, dice Eduardo Gamarra, profesor de Ciencias Políticas de la Florida International University (FIU), en Miami. “Con Piñera la situación tendería a ser diferente. Ya no va a haber una retórica unilateral en contra de EE.UU. en Unasur, la cual podría ver disminuido el dominio de los países del ALBA”.
No obstante, instancias como Unasur no serán las favoritas para el mandatario chileno, quien ha reconocido en el pasado la ineficacia y sobreposición que tienen las multilaterales políticas de la región. “Chile participará, pero no impulsará las organizaciones como Unasur”, dice uno los asesores del nuevo presidente. Aunque Piñera ha demostrado ser pragmático y abierto en distintos aspectos, es posible que tome posiciones agresivas con Hugo Chávez y sus aliados. “Buena parte del partido socialista de Michelle Bachelet tenía cierta simpatía con el venezolano, y por eso ella podía tolerarlo. Pero en la derecha chilena no hay ninguna”, dice Peter Hakim, presidente del think-tank Diálogo Interamericano.
Esto podría concretarse en una eventual inflamación del candente conflicto entre Colombia y Venezuela. Piñera no ha ocultado su admiración y cercanía por Álvaro Uribe, el presidente colombiano, quien probablemente seguirá liderando su país en los próximos años. “No veo ningún conflicto salvo que persista una visión obsesiva de Chávez de que Colombia lo quiere atacar”, dice Cheyre, de la Universidad Católica. “Y para pelear se necesitan dos”.
Piñera tampoco ve con buenos ojos a la Organización de Estados Americanos (OEA). “Creo en la impostergable reforma a la Carta de la OEA, especialmente en lo relacionado con la defensa de los principios democráticos. La crisis de Honduras nos dio una gran lección y una gran señal”, ha señalado el presidente electo de Chile.
Según sus cercanos, Piñera no apoyaría incondicionalmente la reelección de José Miguel Insulza como su secretario general, a menos que garantice una agenda de cambios. El voto de Chile en este sentido es fundamental, pues al no contar con el apoyo de su propio país, Chávez, junto con sus aliados del Caribe, podría buscar un candidato alternativo. Un escenario que no sería el ideal para Piñera dado el poder que tiene el líder de la OEA en el manejo de la agenda regional, por lo que posiblemente el gobierno de Piñera coordinará con EE.UU. respaldar al actual secretario general. “Pero con condiciones”, dice una fuente en Santiago.
Piñera aboga por mantener una política de Estado de unidad nacional en relaciones exteriores, por lo que es probable que haya continuismo en muchas líneas. No obstante, el estilo de Piñera, su sentido de ímpetu y liderazgo es lo que resultará muy distinto a los de los últimos presidentes de Chile, por lo que su llegada al barrio cambiará las cosas, aunque muchos tarden en percibirlo.
No obstante, es virtualmente imposible que Bolivia logre avances durante el gobierno de Piñera en su aspiración de acceso al mar con soberanía, tema que tanto el presidente electo como diversos representantes de su sector político han rechazado de plano.
De los tres vecinos, no obstante, será Argentina a la cual el nuevo presidente dedicará más tiempo. Pese a que la derecha chilena ha sido crítica de los gobiernos de los Kirchner y a que Piñera se siente más cercano de líderes opositores como Mauricio Macri, la reactivación de la relación con Argentina será el objetivo principal. “Hay que avanzar, por ejemplo, en la creación de mecanismos de mediación y en la solución de conflictos jurídicos y comerciales”, dice un cercano a Piñera. La integración energética será una parte fundamental del plan Piñera con Argentina. “El problema es que en Argentina no existe cabal conciencia del aporte que puede ser Chile”, reconocen en el círculo de Piñera.
Tomando posiciones. No obstante, la política vecinal no lo puede ser todo. Piñera tendrá que enfrentar el desafío que implica convertirse en el tercer presidente de derecha en una región altamente polarizada políticamente como lo es hoy Sudamérica. “Antes se veían aislados personajes como Uribe y García”, dice Eduardo Gamarra, profesor de Ciencias Políticas de la Florida International University (FIU), en Miami. “Con Piñera la situación tendería a ser diferente. Ya no va a haber una retórica unilateral en contra de EE.UU. en Unasur, la cual podría ver disminuido el dominio de los países del ALBA”.
No obstante, instancias como Unasur no serán las favoritas para el mandatario chileno, quien ha reconocido en el pasado la ineficacia y sobreposición que tienen las multilaterales políticas de la región. “Chile participará, pero no impulsará las organizaciones como Unasur”, dice uno los asesores del nuevo presidente. Aunque Piñera ha demostrado ser pragmático y abierto en distintos aspectos, es posible que tome posiciones agresivas con Hugo Chávez y sus aliados. “Buena parte del partido socialista de Michelle Bachelet tenía cierta simpatía con el venezolano, y por eso ella podía tolerarlo. Pero en la derecha chilena no hay ninguna”, dice Peter Hakim, presidente del think-tank Diálogo Interamericano.
Esto podría concretarse en una eventual inflamación del candente conflicto entre Colombia y Venezuela. Piñera no ha ocultado su admiración y cercanía por Álvaro Uribe, el presidente colombiano, quien probablemente seguirá liderando su país en los próximos años. “No veo ningún conflicto salvo que persista una visión obsesiva de Chávez de que Colombia lo quiere atacar”, dice Cheyre, de la Universidad Católica. “Y para pelear se necesitan dos”.
Piñera tampoco ve con buenos ojos a la Organización de Estados Americanos (OEA). “Creo en la impostergable reforma a la Carta de la OEA, especialmente en lo relacionado con la defensa de los principios democráticos. La crisis de Honduras nos dio una gran lección y una gran señal”, ha señalado el presidente electo de Chile.
Según sus cercanos, Piñera no apoyaría incondicionalmente la reelección de José Miguel Insulza como su secretario general, a menos que garantice una agenda de cambios. El voto de Chile en este sentido es fundamental, pues al no contar con el apoyo de su propio país, Chávez, junto con sus aliados del Caribe, podría buscar un candidato alternativo. Un escenario que no sería el ideal para Piñera dado el poder que tiene el líder de la OEA en el manejo de la agenda regional, por lo que posiblemente el gobierno de Piñera coordinará con EE.UU. respaldar al actual secretario general. “Pero con condiciones”, dice una fuente en Santiago.
Piñera aboga por mantener una política de Estado de unidad nacional en relaciones exteriores, por lo que es probable que haya continuismo en muchas líneas. No obstante, el estilo de Piñera, su sentido de ímpetu y liderazgo es lo que resultará muy distinto a los de los últimos presidentes de Chile, por lo que su llegada al barrio cambiará las cosas, aunque muchos tarden en percibirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario