sábado, 13 de febrero de 2010

El éxito de Corea del Sur

Newsweek /El Argentino
Por B. J. Lee


Por primera vez en la historia moderna, Corea del Sur reclama el liderazgo del club de las naciones ricas. Corea del Sur se convirtió en el primer miembro de la Organización para el Desarrollo y la Cooperación Económica (OCDE) —el grupo de las 30 naciones más ricas— en salir de la recesión global cuando registró un crecimiento de 0,4 por ciento en el tercer trimestre del año pasado. Este año, la OCDE espera que el PBI del país se expanda 4,4 por ciento, la tasa de crecimiento más alta entre sus miembros.

El presidente Lee Myung-bak quiere convertir el fin de la crisis económica en una oportunidad. Sabe que la crisis aceleró la disminución del poder de EE UU, así como también el surgimiento de China y otras potencias emergentes, y tiene la intención de sacar provecho de las diferencias entre ellos. Su objetivo es transformar a Corea del Sur de una potencia económica exitosa pero egocéntrica, en una respetada potencia global suave, con la capacidad de mediar entre naciones ricas y pobres en temas globales como el cambio climático y la regulación financiera.
En particular, Lee presiona para dar un nuevo impulso a un acuerdo global de libre comercio —detenido en gran parte por la hostilidad de las naciones pobres— al tiempo que defiende a los pobres al luchar por una mayor supervisión internacional hacia el sistema financiero global. Para muchos coreanos, la elección de Seúl como sede de la cumbre del G20 a realizarse en noviembre de 2010, es un reconocimiento a lo bien que han manejado las actuales crisis económica y ambiental. “El viejo orden está siendo desmantelado y reemplazado por el nuevo”, dijo Lee. “Tenemos que hacer que nuestra visión sea la visión del mundo”.

Lee es uno de los dos ex directores ejecutivos en una de las principales potencias comerciales —Silvio Berlusconi de Italia es el otro— y dirige a Corea del Sur como el exigente jefe que era en Hyundai, donde el personal le decía “la excavadora.” Dirigió una compañía conocida por sus valerosas incursiones en el extranjero, ya sea construyendo enormes puentes en Malasia o vendiendo autos con gran éxito en el abarrotado mercado estadounidense. Ahora, trata de hacer que la cultura sudcoreana —que aún se encuentra a la defensiva después de una larga historia de ocupaciones coloniales— sea tan cosmopolita como la cultura de Hyundai. Lucha por un mayor uso del inglés, y en términos generales, tratar de que Corea del Sur esté abierta al mundo.
La gran ambición de Lee como presidente es un plan de varios billones de dólares para remozar los cuatro ríos principales de Corea del Sur, a pesar de las protestas de los activistas ecológicos y de la oposición. Lee cree que el proyecto fomentará las economías locales al crear empleos y promover el turismo y el comercio. Los índices de popularidad de Lee, después de una caída anterior provocada por la decisión de permitir las importaciones de carne roja estadounidense, están ahora en más de 50 por ciento, conforme los electores adpotaron su visión de la recién desarrollada Corea del Sur como una nación modelo a ser emulada por muchos países en desarrollo.

El exitoso manejo de la crisis económica por parte de Corea del Sur seguramente contribuye a ello. Muchos de sus líderes son veteranos de la crisis asiática de 1998, y sabían cómo manejar una caída libre. El equipo de Lee actuó inmediatamente para salvar a los bancos y compañías amenazadas al designar US$ 200 billones en fondos diversos para garantizar el pago de sus deudas y otras formas de ayuda de emergencia. La atención del gobierno en proteger los empleos mantuvo el ánimo de los consumidores relativamente alto, y el Banco de Corea redujo las tasas de interés en 3,25 puntos hasta alcanzar 2 por ciento, un punto bajo histórico.

Todo el tiempo, Lee trabajó implacablemente para acallar los llamados al proteccionismo dentro y fuera del país, en un tiempo en el que muchos otros líderes, entre ellos Barack Obama y Hu Jintao, comenzaban a sucumbir. El gobierno de Lee impulsa una gran cantidad de acuerdos de libre comercio con EE. UU. la UE, Perú, Colombia, Canadá, Australia e incluso China y Japón, si es posible, afirma Abraham Kim, un analista experto en Corea del Grupo Eurasia, una consultora especializada en evaluar el riesgo político. Lee también hizo lobby en la reunión del G20 en Pittsburgh del año pasado para hacer que Seúl fuera elegida como sede de la siguiente reunión.

Corea del Sur estuvo aún más protegida de la crisis porque su economía está construida bajo pilares distintos de la decadente industria de servicios financieros. Las décadas de esfuerzos gubernamentales para alimentar a los conglomerados globalmente competitivos a través de una enorme infusión de capital habían ayudado a fortalecer a las grandes empresas de exportación como Samsung, Hyundai, y LG.
Conforme se desarrollaba la crisis, la desfalleciente divisa permitió que estas empresas ampliaran su participación en el mercado global, especialmente en contra de Japón y de otros competidores del mundo rico. Como resultado, Corea del Sur registró un superávit comercial sin precedente de US$ 42 billones el año pasado, sobrepasando por primera vez al de Japón. Las compañías y los bancos surcoreanos también estaban listos para competir porque la crisis de la década de 1990 los había obligado a mejorar su gobierno corporativo, a poner sus finanzas en orden e invertir fuertemente en nuevas tecnologías.

En resumen, el modelo surcoreano es un primo más maduro que el de China —una economía híbrida, parte libre mercado, parte controlada por el Estado— pero con mayor libertad para el mercado y para la disensión política. Ahora, Lee sitúa a Corea del Sur dentro de Asia como una alternativa dinámica ante la poderosa economía china y la economía sin crecimiento de Japón. En el sureste de Asia, Corea del Sur es admirada desde hace mucho tiempo por realizar un milagro económico en sólo una generación, sacar de la pobreza a sus 48 millones de habitantes y entrar en las filas de las naciones totalmente industrializadas, con un ingreso per cápita promedio que superó los US$ 20.000 en 2007.
Y, a diferencia de China, Corea del Sur ha logrado un crecimiento económico y político al mismo tiempo, con una democracia de varios partidos cada vez mejor establecida que respeta la libertad de expresión y los resultados de las elecciones.
Corea del Sur, afirma la embajadora estadounidense Kathleen Stephens, es “el mejor ejemplo en la era después de la Segunda Guerra Mundial de un país que venció obstáculos para lograr esta clase de éxito”.

Lee dice que todo es parte de un esfuerzo mayor para apartar a su país “de la periferia de Asia”, como declaró recientemente, “y ponerlo en el centro de mundo”. n

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