Le Monde Diplomatique
Edición peruana / 16-09-2009
por Olivier Zajec*
Tras haber oficializado el llamado a licitación a los seis principales fabricantes aeronáuticos del mundo para la compra de 126 aviones de combate por un monto de alrededor de 12.000 millones de dólares, India comenzó el pasado 12 de agosto a evaluar las ventajas y desventajas de los distintos modelos. Poco antes, el 26 de julio, había inaugurado su primer submarino nuclear. Nueva Delhi, fortalecida por su sostenida expansión económica, construye poder militar para afirmar su protagonismo en el escenario geopolítico mundial.
India alcanzó el rango de potencia mundial. Finalmente, su expansión económica le brindó lo que la importancia numérica de su población y su estatuto semioficial de nación nuclear desde 1998 (1) no habían alcanzado a garantizarle. Es verdad que el contexto mundial, con el estrepitoso naufragio del modelo unilateral estadounidense, contribuyó fuertemente a mostrarla como lo que es por naturaleza: uno de los cinco o seis polos mundiales de poder y de influencia, junto con Estados Unidos, China, Rusia, Europa, Japón y –quizás– Brasil.
Gigante mundial en pleno ascenso, India pretende instalar este estado de situación en las conciencias. Poner fin a su eterna imagen de simple “actor regional” ligado a una “diplomacia moral” (2) heredada de los años de Nehru (juzgados hoy con extrema severidad), de manera de acceder plenamente a la “fiesta perpetua de las grandes potencias”, según la expresión florida –y ligeramente irónica– del escritor Sunil Khilnani (3). Quedaron atrás los tiempos en que, en 2001, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld, con el programa interpretativo detenido en la Guerra Fría, y preocupado por los fuertes vínculos nucleares entre Moscú y Nueva Delhi, se permitió declarar: India es “una amenaza para otros pueblos, incluidos Estados Unidos, Europa Occidental y los países de Asia Occidental” (4). Ningún oficial estadounidense se atrevería ahora a semejante falta de gusto.
Mutación tecnológica y estratégica
Edición peruana / 16-09-2009
por Olivier Zajec*
Tras haber oficializado el llamado a licitación a los seis principales fabricantes aeronáuticos del mundo para la compra de 126 aviones de combate por un monto de alrededor de 12.000 millones de dólares, India comenzó el pasado 12 de agosto a evaluar las ventajas y desventajas de los distintos modelos. Poco antes, el 26 de julio, había inaugurado su primer submarino nuclear. Nueva Delhi, fortalecida por su sostenida expansión económica, construye poder militar para afirmar su protagonismo en el escenario geopolítico mundial.
India alcanzó el rango de potencia mundial. Finalmente, su expansión económica le brindó lo que la importancia numérica de su población y su estatuto semioficial de nación nuclear desde 1998 (1) no habían alcanzado a garantizarle. Es verdad que el contexto mundial, con el estrepitoso naufragio del modelo unilateral estadounidense, contribuyó fuertemente a mostrarla como lo que es por naturaleza: uno de los cinco o seis polos mundiales de poder y de influencia, junto con Estados Unidos, China, Rusia, Europa, Japón y –quizás– Brasil.
Gigante mundial en pleno ascenso, India pretende instalar este estado de situación en las conciencias. Poner fin a su eterna imagen de simple “actor regional” ligado a una “diplomacia moral” (2) heredada de los años de Nehru (juzgados hoy con extrema severidad), de manera de acceder plenamente a la “fiesta perpetua de las grandes potencias”, según la expresión florida –y ligeramente irónica– del escritor Sunil Khilnani (3). Quedaron atrás los tiempos en que, en 2001, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld, con el programa interpretativo detenido en la Guerra Fría, y preocupado por los fuertes vínculos nucleares entre Moscú y Nueva Delhi, se permitió declarar: India es “una amenaza para otros pueblos, incluidos Estados Unidos, Europa Occidental y los países de Asia Occidental” (4). Ningún oficial estadounidense se atrevería ahora a semejante falta de gusto.
Mutación tecnológica y estratégica
Cortejados por todos los grandes –salvo China–, los indios se dan el relativo lujo de elegir a sus aliados. Con el firme objetivo de convertirse en miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, esperan con impaciencia evaluar las intenciones de la administración de Barack Obama, percibida a priori como menos proindia que la precedente, en particular sobre la eterna disputa que opone Nueva Delhi a Pakistán a propósito de Cachemira.
Para Christophe Jaffrelot, el cambio cultural es profundo: “Así pues, de gran proveedora de ética, India tiende a convertirse en paladín del enfoque realista en las relaciones internacionales” (5). Por su parte Harsh V. Pant, profesor del King’s College de Londres especialista en India, prefiere subrayar el retorno de “la confianza de la propia India en su dimensión internacional” (6).
Para consolidar este estatus, India busca apuntalar tres pilares. En primer lugar, debe cuidar que la crisis económica mundial no destruya sus planes de desarrollo. En segundo lugar, tiene que capitalizar el formidable éxito diplomático que representa el acuerdo sobre la industria nuclear civil negociado en 2005 con Washington (acuerdos George W. Bush-Manmohan Singh) y ratificado por el Congreso de Estados Unidos en 2008; este acuerdo pone en cuestión las sacrosantas reglas del Tratado de No Proliferación (TNP) y vuelve a proclamar a India (y sus 150 cargas atómicas) como potencia nuclear militar “responsable” (7).
Por último, para el tercer pilar bastan tres palabras: Bharatiya Sashastra Senaem: las Fuerzas Armadas. En un Asia en pleno rearme, el poder militar convencional representa para el país un desafío tan importante como los dos primeros. Es sin duda el terreno que concentra más debates y dudas para los estrategas indios.
Respecto de lo no convencional, Nueva Delhi parece haber alcanzado un punto de equilibrio. Es cierto que en febrero de 2008, India procedió a su primer lanzamiento bajo el agua de misiles balísticos estratégicos (K15), y se convirtió así en una potencia atómica de primer rango, dotada de una capacidad de choque en segundos. Pero, fundamentalmente, la postura de disuasión mínima creíble y la de no utilización del arma nuclear en primer término siguen siendo el dogma inalterable de las fuerzas estratégicas indias.
El terreno convencional, en cambio, está mucho más abierto a las mutaciones. Enfrentada a los ejércitos occidentales y a una China que moderniza sus fuerzas a pasos agigantados –desde las comunicaciones tácticas hasta los sistemas espaciales–, Nueva Delhi busca su propio camino para imponer su credibilidad. Aun dependiente del modelo operacional de la Guerra Fría y de suministros rusos preponderantes durante mucho tiempo (hasta el 80% de las importaciones de armamento), desea acelerar su evolución.
Para consolidar este estatus, India busca apuntalar tres pilares. En primer lugar, debe cuidar que la crisis económica mundial no destruya sus planes de desarrollo. En segundo lugar, tiene que capitalizar el formidable éxito diplomático que representa el acuerdo sobre la industria nuclear civil negociado en 2005 con Washington (acuerdos George W. Bush-Manmohan Singh) y ratificado por el Congreso de Estados Unidos en 2008; este acuerdo pone en cuestión las sacrosantas reglas del Tratado de No Proliferación (TNP) y vuelve a proclamar a India (y sus 150 cargas atómicas) como potencia nuclear militar “responsable” (7).
Por último, para el tercer pilar bastan tres palabras: Bharatiya Sashastra Senaem: las Fuerzas Armadas. En un Asia en pleno rearme, el poder militar convencional representa para el país un desafío tan importante como los dos primeros. Es sin duda el terreno que concentra más debates y dudas para los estrategas indios.
Respecto de lo no convencional, Nueva Delhi parece haber alcanzado un punto de equilibrio. Es cierto que en febrero de 2008, India procedió a su primer lanzamiento bajo el agua de misiles balísticos estratégicos (K15), y se convirtió así en una potencia atómica de primer rango, dotada de una capacidad de choque en segundos. Pero, fundamentalmente, la postura de disuasión mínima creíble y la de no utilización del arma nuclear en primer término siguen siendo el dogma inalterable de las fuerzas estratégicas indias.
El terreno convencional, en cambio, está mucho más abierto a las mutaciones. Enfrentada a los ejércitos occidentales y a una China que moderniza sus fuerzas a pasos agigantados –desde las comunicaciones tácticas hasta los sistemas espaciales–, Nueva Delhi busca su propio camino para imponer su credibilidad. Aun dependiente del modelo operacional de la Guerra Fría y de suministros rusos preponderantes durante mucho tiempo (hasta el 80% de las importaciones de armamento), desea acelerar su evolución.
Es verdad que, en menos de quince años, la revolución tecnológica de los sistemas de control y de comunicación, los desafíos de la guerra irregular, la emergencia de la “arsenalización” del espacio, el desarrollo de los programas de seguridad interior (Homeland Security) y el frenesí de la securización de las líneas de comunicación marítimas transformaron profundamente los factores de poder.
A partir de esta comprobación, las elites civiles y militares indias se empeñan en teorizar un “modelo” securitario adaptado: al diversificar los proveedores extranjeros (8) y apostar a una transformación cultural progresiva, esperan revolucionar un instrumento militar que algunos estiman aún inserto en la tradición del Ejército de las Indias. Los medios vendrán a continuación. Para el ejercicio fiscal 2009-2010, el presupuesto militar conoce el alza anual más alta de su historia (+23,7%), para un total de más de 29.000 millones de dólares (9).
Con más de 1.300.000 hombres y mujeres bajo bandera, India posee la tercera fuerza militar mundial en términos de efectivos, sólo superada por China y Estados Unidos. El ejército de tierra reúne el grueso del orden de batalla (ver recuadro en esta misma página). Aunque el país posee unidades de elite (sus fuerzas especiales son famosas), el estado general de los equipos terrestres es relativamente preocupante: el envejecimiento de los materiales, la obsolescencia de los vehículos, la dificultad para mantener los parques en condiciones de operar figuran entre las principales heridas que alimentan el sentimiento de frustración de “los de tierra”, menos favorecidos por los presupuestos de investigación-desarrollo y de adquisición que sus colegas de la aviación y la marina.
La Indian Navy representa una de las fuerzas navales más importantes del mundo. Símbolo de su nuevo estatus reivindicado de fuerza oceánica global, dos portaaviones están en astilleros: uno, comprado a Rusia y “rehabilitado”; el otro, construido por los astilleros indios. El programa de submarino nuclear nacional Advanced Technology Vessel (ATV), que absorbió una buena parte de los créditos de la marina, validó en julio de 2009 una etapa clave con el lanzamiento oficial del submarino de ataque INS Arihant (primero de una serie de cinco unidades, sin embargo no estaría operativo antes de 2012).
La Indian Air Force (IAF), por su parte, es sin duda el componente más prestigioso y más “mimado” de las Fuerzas Armadas indias. Surgida de una creación británica en 1933, había sido prudentemente relegada a misiones tácticas por el colonizador. Tras la independencia, quiso subir de categoría adquiriendo F-104 estadounidenses, pero la alianza Washington-Islamabad se opuso.
A partir de esta comprobación, las elites civiles y militares indias se empeñan en teorizar un “modelo” securitario adaptado: al diversificar los proveedores extranjeros (8) y apostar a una transformación cultural progresiva, esperan revolucionar un instrumento militar que algunos estiman aún inserto en la tradición del Ejército de las Indias. Los medios vendrán a continuación. Para el ejercicio fiscal 2009-2010, el presupuesto militar conoce el alza anual más alta de su historia (+23,7%), para un total de más de 29.000 millones de dólares (9).
Con más de 1.300.000 hombres y mujeres bajo bandera, India posee la tercera fuerza militar mundial en términos de efectivos, sólo superada por China y Estados Unidos. El ejército de tierra reúne el grueso del orden de batalla (ver recuadro en esta misma página). Aunque el país posee unidades de elite (sus fuerzas especiales son famosas), el estado general de los equipos terrestres es relativamente preocupante: el envejecimiento de los materiales, la obsolescencia de los vehículos, la dificultad para mantener los parques en condiciones de operar figuran entre las principales heridas que alimentan el sentimiento de frustración de “los de tierra”, menos favorecidos por los presupuestos de investigación-desarrollo y de adquisición que sus colegas de la aviación y la marina.
La Indian Navy representa una de las fuerzas navales más importantes del mundo. Símbolo de su nuevo estatus reivindicado de fuerza oceánica global, dos portaaviones están en astilleros: uno, comprado a Rusia y “rehabilitado”; el otro, construido por los astilleros indios. El programa de submarino nuclear nacional Advanced Technology Vessel (ATV), que absorbió una buena parte de los créditos de la marina, validó en julio de 2009 una etapa clave con el lanzamiento oficial del submarino de ataque INS Arihant (primero de una serie de cinco unidades, sin embargo no estaría operativo antes de 2012).
La Indian Air Force (IAF), por su parte, es sin duda el componente más prestigioso y más “mimado” de las Fuerzas Armadas indias. Surgida de una creación británica en 1933, había sido prudentemente relegada a misiones tácticas por el colonizador. Tras la independencia, quiso subir de categoría adquiriendo F-104 estadounidenses, pero la alianza Washington-Islamabad se opuso.
La aviación india, que durante mucho tiempo se echó en brazos de la industria de armamento rusa, adoptó la cultura más defensiva de los aviadores soviéticos: los Mig-21 de defensa aérea de la IAF simbolizan esa herencia. Al aspirar de ahora en más a una dimensión “de ataque en profundidad” más estratégica, los aviadores reclaman sistemas comparables a los de las potencias occidentales. Tal es la presión que ejercen que el ejército indio es hoy el único cliente en el mundo a quien los rusos aceptan vender sistemas más modernos que aquellos de que dispone su propio ejército; llegando incluso a desarrollar junto con Nueva Dehli programas de quinta generación (10).
Pero esto ya no alcanza. Hay demandas a Israel –muy importantes–, a Francia y hasta a Estados Unidos, a pesar de un antiamericanismo tradicional todavía fuerte en India. A título de ejemplo, la aeronáutica abrió a la competencia 26 programas de equipamiento, de los cuales el más emblemático es hoy el Medium Multi Role Combat Aircraft (MMRCA: avión de combate multifunción de cuarta generación). El requerimiento indio involucra a 126 unidades por un valor de casi 12.000 millones de dólares (11). Para ese “contrato del siglo” se alinearon las empresas europeas Dassault, Saab y EADS, la rusa MIG y las estadounidenses Boeing y Lockheed Martin, a cuyas ofertas siguieron las recientes visitas a India de Hillary Clinton y de Robert Gates, dos pesos pesados de la administración Obama.
La obsesión china
Pero esto ya no alcanza. Hay demandas a Israel –muy importantes–, a Francia y hasta a Estados Unidos, a pesar de un antiamericanismo tradicional todavía fuerte en India. A título de ejemplo, la aeronáutica abrió a la competencia 26 programas de equipamiento, de los cuales el más emblemático es hoy el Medium Multi Role Combat Aircraft (MMRCA: avión de combate multifunción de cuarta generación). El requerimiento indio involucra a 126 unidades por un valor de casi 12.000 millones de dólares (11). Para ese “contrato del siglo” se alinearon las empresas europeas Dassault, Saab y EADS, la rusa MIG y las estadounidenses Boeing y Lockheed Martin, a cuyas ofertas siguieron las recientes visitas a India de Hillary Clinton y de Robert Gates, dos pesos pesados de la administración Obama.
La obsesión china
Sin embargo, el trauma de aquello que el general de la fuerza aérea de la IAF V. K. Verna denomina “el apartheid tecnológico” de los años de la Guerra Fría hace que los indios apunten a una industria aeronáutica totalmente autónoma. No desean cambiar demasiado rápido los vínculos con unos rusos que conocen a la perfección por una dependencia de occidentales acostumbrados a los cambios de rumbo.
Para el vencedor, sea cual fuere, el programa MMRCA conlleva pues condiciones de transferencia tecnológica rígidas: los 18 primeros aviones serán entregados antes de 2012, pero los 108 restantes serán construidos en India por Hindustan Aeronautical Limited (HAL). Asimismo, el industrial elegido deberá reinvertir en la economía india la mitad del monto del contrato: 6.000 millones de dólares como mínimo.
En los campos aéreo y marítimo por lo menos, esta ambición de equipamiento y de reforma, alejada del jugaad, sistema de reparación casero antes defendido con orgullo por los militares indios, refleja la atracción de Nueva Delhi por una capacidad de intervención lejana. En 1999, en Defending India (12), Jaswant Singh, que por entonces era ministro de Asuntos Exteriores, ya se había convertido en el defensor de esta nueva opción. Pero, mal que les pese a sus defensores encarnizados, ese tropismo de proyección de potencia oceánica y aérea, mezclado con fascinación tecnológica, todavía parece un poco artificial para India. No solamente en razón de la cultura india (las Kalapani, las “aguas negras” del Océano, fueron consideradas tabúes y maléficas durante mucho tiempo), sino sobre todo teniendo en cuenta los inmensos desafíos ya inscriptos en el entorno geográfico inmediato del país.
Asia del Sur y del Sudeste, fuertemente nuclearizada, concentra un gran abanico de conflictos regionales de resonancia planetaria, desde Taiwán hasta Cachemira, pasando por las islas Spratlys. Cualesquiera que fueran sus ambiciones de “exportar seguridad” (según el modelo –o el antimodelo– estadounidense), India no puede descuidar sus disputas de vecindad con Pakistán y China, un dúo de aliados que resumen por sí solos las angustias de asedio de Nueva Dehli.
Los estrategas indios insisten en señalar a Pakistán como un personaje secundario de Pekín –lo cual desmiente (herencia de la historia) una obsesión india siempre viva hacia el hermano enemigo–, pero en cambio siguen paso a paso los progresos tecnológicos y estratégicos chinos, que les preocupan mucho más y que con frecuencia tienden a sobreinterpretar. “La realidad geopolítica asiática torna difícil, si no imposible, una ‘relación fraternal’ de los dos países en el futuro. Si India y China continúan afianzándose, en los próximos años la competencia en el plano de la seguridad será inevitable”, considera Pant (13).
La reciente decisión india de excluir en 2009 al ejército chino de la segunda edición del Indian Ocean Naval Symposium (IONS) (14) confirma esta creciente desconfianza. Para Nueva Delhi, parece inaceptable ver a Pekín inmiscuirse en este foro que reúne a los jefes del Estado Mayor de las marinas de los países costeros del Océano Índico, y que fue creado en febrero de 2008 bajo su égida. Las protestas chinas fueron enérgicas: los diarios oficiales ridiculizaron la noción de “océano de los indios” e hicieron un paralelo con el rechazo de Nueva Delhi –a pesar de las invitaciones de otros miembros menores (15)– de ver a Pekín convertirse en observador de la Asociación de Asia del Sur para la Cooperación Regional (AASCR, conocida bajo su nombre inglés de South Asian Association for Regional Cooperation, SAARC) (16).
La obsesión india respecto al “collar de perlas” –una serie de bases navales chinas en proceso de instalación desde el mar de China meridional hasta las costas de África, pasando por el Océano Índico (ver mapa)– es central en la insistencia de mantener a Pekín alejado de un coto marino claramente reivindicado por Nueva Delhi (17). Sin embargo, la intensidad de los flujos marítimos globalizados en esta área, así como los sentimientos más que divididos de los otros países costeros hacia India (comenzando por Pakistán, Sri Lanka, Myanmar y, hasta hace poco, las Maldivas), se conjugan para facilitar la presencia creciente de la marina del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino en lo que ya no es –si alguna vez lo fue– “el océano de los indios”. Mientras tanto, la carrera entre las dos fuerzas navales para proyectar sus efectivos contra la piratería somalí ilustró con todo brillo esta rivalidad oceánica creciente.
A esta cuestión marítima se agrega la permanencia de puntos de fricción terrestres. Más que nunca, el dispositivo general de los ejércitos indios está organizado en función de los diferendos fronterizos. Cachemira, la Alsacia Lorena india, sigue siendo la principal molestia en el noroeste, con la que se empalma, en la misma zona, el conflicto “congelado” que opone China a India por la posesión del Aksai Chin (una de cuyas partes fue donada a los chinos en 1963 por Islamabad). El más importante de los mandos terrestres indios, el Northern Command, controla esta línea de frente.
En el noreste, el conflicto con China referido al Arunachal Pradesh no está resuelto. Más aun: los ocho estados de esta región, unidos a la península india únicamente por los 21 kilómetros de fronteras del corredor de Siliguri, concentran la preocupación constante de los Estados Mayores de Nueva Delhi. Una parte de la zona fue cerrada a los extranjeros durante cuarenta años. Al estar las culturas mayoritarias alejadas de las de la península, abundan allí las rebeliones separatistas. El Frente Unido de Liberación del ASSAM (ULFA) se sigue oponiendo a la autoridad india, que abriga la sospecha de que Pekín le da una mano.
Más al sur, Bangladesh, “enclave” musulmán con centro en el delta del Brahmaputra y confrontado a una situación demográfica y económica difícil, genera un flujo de inmigración importante hacia India. Esta última utiliza a sus fuerzas armadas (50.000 hombres alistados en la región) para frenar el desborde y, a pesar de las protestas internacionales, emprendió la construcción de un muro de separación (4.000 kilómetros de alambres de púa) para disuadir cualquier transferencia masiva de población.
La reciente decisión india de excluir en 2009 al ejército chino de la segunda edición del Indian Ocean Naval Symposium (IONS) (14) confirma esta creciente desconfianza. Para Nueva Delhi, parece inaceptable ver a Pekín inmiscuirse en este foro que reúne a los jefes del Estado Mayor de las marinas de los países costeros del Océano Índico, y que fue creado en febrero de 2008 bajo su égida. Las protestas chinas fueron enérgicas: los diarios oficiales ridiculizaron la noción de “océano de los indios” e hicieron un paralelo con el rechazo de Nueva Delhi –a pesar de las invitaciones de otros miembros menores (15)– de ver a Pekín convertirse en observador de la Asociación de Asia del Sur para la Cooperación Regional (AASCR, conocida bajo su nombre inglés de South Asian Association for Regional Cooperation, SAARC) (16).
La obsesión india respecto al “collar de perlas” –una serie de bases navales chinas en proceso de instalación desde el mar de China meridional hasta las costas de África, pasando por el Océano Índico (ver mapa)– es central en la insistencia de mantener a Pekín alejado de un coto marino claramente reivindicado por Nueva Delhi (17). Sin embargo, la intensidad de los flujos marítimos globalizados en esta área, así como los sentimientos más que divididos de los otros países costeros hacia India (comenzando por Pakistán, Sri Lanka, Myanmar y, hasta hace poco, las Maldivas), se conjugan para facilitar la presencia creciente de la marina del Ejército Popular de Liberación (EPL) chino en lo que ya no es –si alguna vez lo fue– “el océano de los indios”. Mientras tanto, la carrera entre las dos fuerzas navales para proyectar sus efectivos contra la piratería somalí ilustró con todo brillo esta rivalidad oceánica creciente.
A esta cuestión marítima se agrega la permanencia de puntos de fricción terrestres. Más que nunca, el dispositivo general de los ejércitos indios está organizado en función de los diferendos fronterizos. Cachemira, la Alsacia Lorena india, sigue siendo la principal molestia en el noroeste, con la que se empalma, en la misma zona, el conflicto “congelado” que opone China a India por la posesión del Aksai Chin (una de cuyas partes fue donada a los chinos en 1963 por Islamabad). El más importante de los mandos terrestres indios, el Northern Command, controla esta línea de frente.
En el noreste, el conflicto con China referido al Arunachal Pradesh no está resuelto. Más aun: los ocho estados de esta región, unidos a la península india únicamente por los 21 kilómetros de fronteras del corredor de Siliguri, concentran la preocupación constante de los Estados Mayores de Nueva Delhi. Una parte de la zona fue cerrada a los extranjeros durante cuarenta años. Al estar las culturas mayoritarias alejadas de las de la península, abundan allí las rebeliones separatistas. El Frente Unido de Liberación del ASSAM (ULFA) se sigue oponiendo a la autoridad india, que abriga la sospecha de que Pekín le da una mano.
Más al sur, Bangladesh, “enclave” musulmán con centro en el delta del Brahmaputra y confrontado a una situación demográfica y económica difícil, genera un flujo de inmigración importante hacia India. Esta última utiliza a sus fuerzas armadas (50.000 hombres alistados en la región) para frenar el desborde y, a pesar de las protestas internacionales, emprendió la construcción de un muro de separación (4.000 kilómetros de alambres de púa) para disuadir cualquier transferencia masiva de población.
Hoy, la vigilancia se encuentra reforzada por medio de drones de observación. Esta situación recuerda que a pesar de la decisiva ayuda que en 1971 India aportó a Bangladesh, en el momento de su separación del Pakistán “occidental”, nunca hubo un gran amor entre ambos Estados. Chittagong, principal puerto bangladesí, en el que Pekín no escatimó esfuerzos para rehabilitar el sector militar, dispone ahora de una parada para la marina china.
Para agilizar al paquidermo
Para agilizar al paquidermo
Estos focos terrestres constituyen pues, en la misma medida que los grandes espacios oceánicos, el marco general en el que se despliega la reflexión de la defensa india. Y la opinión pública se apasiona por estos asuntos. Así, desde hace diez años hay una explosión de revistas de doctrina y de think-tanks de defensa, desde el Centre for Air Power Studies de la IAF hasta el Strategic Foresight Group o el South Asia Analysis Group del ex jefe del contraterrorismo indio Bahukutumbi Raman, considerado partidario de una línea de seguridad dura, tanto exterior como interior. El debate es animado, a menudo polémico. Incluye, como en todos los países, las habituales peleas intestinas entre los partidarios de las opciones terrestre, marítima, aérea y espacial.
Para sostener sus puntos de vista, los expertos analizan los “feedback operacionales” indios. Éstos ofrecen a la consideración estratégica modelos de guerra convencionales (campaña de Cachemira de 1947-1948, guerras indo-chinas de 1962 e indo-paquistaníes de 1965 y 1971), guerras “limitadas” (operaciones de la ONU en el Congo en 1961-1962), operaciones de mantenimiento de la paz (Indian Peace Keeping Force (IPKF) en Sri Lanka en 1987, operación “Cactus” en las Maldivas en 1988) y operaciones “mixtas” (guerra de Kargil, llamada “de los glaciares”, en 1999 en Cachemira). Aunque tanto cultural como tecnológicamente, la herencia histórica y las presiones fronterizas favorecen todavía el modelo de las divisiones fuertes, el ejército indio apuesta a la adaptación, a la vez tecnológica y táctica.
Así, el ejército del aire, confrontado a la insurrección naxalita (18) de India Central o a los movimientos separatistas del noreste (19), estudia atentamente las lecciones de la campaña aérea de 2008 en Sri Lanka, buscando allí las recetas para aplicar en materia de contrainsurrección (coordinación aire-suelo, empleo de drones). Por su parte, los ejercicios Hind Shakti del ejército de tierra en mayo de 2009 en Punjab simularon una incursión a Pakistán, y experimentaron una forma más liviana de blitzkrieg inspirada en las tácticas más audaces de la escuela blindada rusa.
Resultaría revelador que estos mismos ejercicios hayan contado con el apoyo de nuevos instrumentos espaciales: en abril de 2009, India puso en órbita un satélite con capacidad de observación permanente, RISAT-2, de origen israelí, destinado a vigilar la frontera paquistaní. Como Pekín (los generales indios envidian el “canal reservado” exclusivamente militar del sistema satelital de geoposicionamiento chino Beidu), Nueva Delhi pretende capitalizar sus propios adelantos espaciales para sacar ventaja del efecto de palanca estratégica de la militarización creciente del espacio. Objetivo: no quedar relegado respecto de Pekín.
Según los militares, llevar a cabo esta estrategia implica invertir en un dispositivo ofensivo de defensa espacial, pues “en un escenario posible de conflicto limitado, China no dudaría en obstruir o deteriorar esos satélites de observación de manera selectiva para debilitar las capacidades indias, negándonos así un conocimiento indispensable del campo de batalla”, advierte el teniente coronel Kaza Lalitendra de la IAF (20). Por sobre estos debates internos respecto a las formas de combate de alta y baja intensidad, de la guerra de montaña hasta la dominación espacial, pasando por la medida ideal de las fuerzas especiales indias, se mezclan dos debates transversales provenientes de los desafíos geopolíticos de la India nueva.
El primer debate tiene la forma de un dilema ya mencionado entre un modelo defensivo concentrado en las prioridades fronterizas, y otro modelo más ambicioso de “proyección de poder” mundial cuyos defensores, aguijoneados como se vio por los adelantos chinos –marítimos en particular, con el “collar de perlas”–, imponen cada vez más sus argumentos en los Estados Mayores. Esta dicotomía teórica es particularmente notable en la marina: algunos, influenciados por la escuela soviética, consideran a la flota como un simple ayudante que concurre al equilibrio nuclear regional, mientras que otros, que pasaron por las academias estadounidenses, desean bloquear la expansión china con una estrategia oceánica antinaval más agresiva (21).
En cuanto al segundo debate, apunta a persuadir al poder político de la fragilidad de la India multicultural frente al terrorismo. Tomando como punto de apoyo los ataques islamistas de Bombay (174 muertos, el 26 de noviembre de 2008), exige una mejor convergencia entre defensa y seguridad (modelo de Homeland Security militarizado). Para el ministro de Finanzas Pranab Mukherjee, que el 7 de julio de 2009 presentó el nuevo presupuesto de la Unión, “los ataques terroristas de Bombay otorgaron una dimensión completamente nueva al terrorismo fronterizo. Un umbral ha sido franqueado.
Resultaría revelador que estos mismos ejercicios hayan contado con el apoyo de nuevos instrumentos espaciales: en abril de 2009, India puso en órbita un satélite con capacidad de observación permanente, RISAT-2, de origen israelí, destinado a vigilar la frontera paquistaní. Como Pekín (los generales indios envidian el “canal reservado” exclusivamente militar del sistema satelital de geoposicionamiento chino Beidu), Nueva Delhi pretende capitalizar sus propios adelantos espaciales para sacar ventaja del efecto de palanca estratégica de la militarización creciente del espacio. Objetivo: no quedar relegado respecto de Pekín.
Según los militares, llevar a cabo esta estrategia implica invertir en un dispositivo ofensivo de defensa espacial, pues “en un escenario posible de conflicto limitado, China no dudaría en obstruir o deteriorar esos satélites de observación de manera selectiva para debilitar las capacidades indias, negándonos así un conocimiento indispensable del campo de batalla”, advierte el teniente coronel Kaza Lalitendra de la IAF (20). Por sobre estos debates internos respecto a las formas de combate de alta y baja intensidad, de la guerra de montaña hasta la dominación espacial, pasando por la medida ideal de las fuerzas especiales indias, se mezclan dos debates transversales provenientes de los desafíos geopolíticos de la India nueva.
El primer debate tiene la forma de un dilema ya mencionado entre un modelo defensivo concentrado en las prioridades fronterizas, y otro modelo más ambicioso de “proyección de poder” mundial cuyos defensores, aguijoneados como se vio por los adelantos chinos –marítimos en particular, con el “collar de perlas”–, imponen cada vez más sus argumentos en los Estados Mayores. Esta dicotomía teórica es particularmente notable en la marina: algunos, influenciados por la escuela soviética, consideran a la flota como un simple ayudante que concurre al equilibrio nuclear regional, mientras que otros, que pasaron por las academias estadounidenses, desean bloquear la expansión china con una estrategia oceánica antinaval más agresiva (21).
En cuanto al segundo debate, apunta a persuadir al poder político de la fragilidad de la India multicultural frente al terrorismo. Tomando como punto de apoyo los ataques islamistas de Bombay (174 muertos, el 26 de noviembre de 2008), exige una mejor convergencia entre defensa y seguridad (modelo de Homeland Security militarizado). Para el ministro de Finanzas Pranab Mukherjee, que el 7 de julio de 2009 presentó el nuevo presupuesto de la Unión, “los ataques terroristas de Bombay otorgaron una dimensión completamente nueva al terrorismo fronterizo. Un umbral ha sido franqueado.
Nuestro entorno securitario se ha deteriorado considerablemente”. Esta tendencia es hoy dominante: en los tres próximos años, el país se aprestará a adquirir, por más de 10.000 millones de dólares, equipamiento de securización de fronteras (drones de vigilancia, embarcaciones livianas de intercepción, pasaportes biométricos, helicópteros de transporte, armamento de combate urbano) (22). En cuanto a las fuerzas especiales indias, su número debería crecer considerablemente, al operarse un reequilibrio entre tropas de elite del Ministerio del Interior y unidades militares, en beneficio de estas últimas. Objetivos: la lucha antiterrorista y las intervenciones urbanas.
El ejército indio –objeto de estos debates estratégicos y culturales–, a pesar de un tropismo tecnológico cada vez más decisivo, no deja de ser un paquidermo lento en transformarse. ¿Puede la coyuntura financiera pesar sobre la ambición de defensa de Nueva Delhi? El discurso oficial lo excluye. Para Pradeep Kumar, responsable de la producción militar antes de ser nombrado ministro de Defensa en julio de 2009, “la modernización de las fuerzas armadas indias continuará (…) La crisis financiera no tendrá ningún efecto sobre su desarrollo” (23). “Moral” y no alineado, víctima colateral del realismo multipolar, el paradigma Nehru vive sus últimos instantes en el espíritu de los responsables indios. ♦
Las Fuerzas Armadas en cifras
El ejército indio –objeto de estos debates estratégicos y culturales–, a pesar de un tropismo tecnológico cada vez más decisivo, no deja de ser un paquidermo lento en transformarse. ¿Puede la coyuntura financiera pesar sobre la ambición de defensa de Nueva Delhi? El discurso oficial lo excluye. Para Pradeep Kumar, responsable de la producción militar antes de ser nombrado ministro de Defensa en julio de 2009, “la modernización de las fuerzas armadas indias continuará (…) La crisis financiera no tendrá ningún efecto sobre su desarrollo” (23). “Moral” y no alineado, víctima colateral del realismo multipolar, el paradigma Nehru vive sus últimos instantes en el espíritu de los responsables indios. ♦
Las Fuerzas Armadas en cifras
Con 29.000 millones de dólares en 2009-2010, el presupuesto indio es considerable pero sigue siendo inferior al de China (estimado en 70.000 millones de dólares). Las Fuerzas Armadas cuentan con alrededor de 1,3 millones de personas. Su composición es la siguiente:
El ejército de tierra. Totaliza 1.100.000 efectivos. Sus fuerzas comprenden cerca de 4.000 tanques de diferente antigüedad, 2.800 vehículos blindados, 12.000 piezas de artillería de todos los calibres, 150 helicópteros de transporte, 3.500 misiles suelo-aire, 2.300 cañones antiaéreos. Están repartidas en tres divisiones blindadas, ocho brigadas autónomas, treinta y dos divisiones de infantería y dos de artillería: el modelo de los “grandes batallones” aún subsiste.
La marina. La Indian Navy reúne 55.000 personas, un tamaño ligeramente superior, en términos de efectivos, a la marina francesa. Sus fuerzas están repartidas entre la Flota Oriental de Visakhapatnam, en la Bahía de Bengala, y la Flota Occidental de Bombay. El tamaño y la modernidad de sus barcos –el portaaviones INS Viraat, 63 buques de navegación marítima, 16 submarinos, 14 cazadores de mina (entre otros)– hacen de ella una de las marinas más importantes del mundo.
La aviación. La Indian Air Force cuenta con 170.000 hombres, 852 aviones de combate y 280 aeronaves de transporte. Están en curso varios programas de renovación de materiales (aeronaval, helicópteros de transporte, defensa aérea, aparatos de superioridad aérea). A diferencia de otros (chinos y estadounidenses principalmente), India no elaboró todavía un estudio profundo sobre “la arsenalización” del espacio, si bien muchos aviadores esgrimen este tema basándose en los sensibles progresos de Nueva Delhi en este terreno crucial.
REFERENCIAS
(1) En mayo de 1998, Nueva Delhi procedía a un ensayo nuclear, seguido algunos días más tarde por Pakistán.
(2) La “diplomacia moral”, que caracterizó a la política extranjera de India en las primeras décadas que siguieron a su independencia, descansaba sobre los principios de la coexistencia pacífica y de la no alineación, que revelaban el deseo de Nehru de desmarcarse de la Realpolitik de los dos bloques, denunciada como predadora y agresiva.
(3) Martine Bulard, “India recupera su jerarquía”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, Buenos Aires, enero de 2007.
(4) Siddharth Varadarajan, “Stop supply of N-fuel to India, U. S. tells Russia”, The Sunday Times, Londres, 18-2-01.
(5) Christophe Jaffrelot, “Inde: la puissance pour quoi faire?”, Politique Internationale, Nº 113, París, edición de otoño (boreal) de 2006.
(6) Harsh V. Pant, “La montée en puissance de l’Inde et ses ambitions nucléaires”, Revue de défense nationale et de sécurité collective, París, julio de 2007.
(7) Los especialistas de la estrategia nuclear aún buscan una definición satisfactoria sobre ese tipo de juicio de valor. ¿Qué es una potencia nuclear responsable? ¿La que no corre el riesgo de utilizar la bomba? En ese caso, señalan algunos, Estados Unidos representa quizás una subcategoría problemática.
(8) En 2007 y 2008, Israel se convirtió en el primer proveedor de armamento a India, destronando a Rusia, instalada en esa posición desde hacía más de cuarenta años. Esta situación tiene que ver con la naturaleza de los productos israelíes de alto valor agregado tecnológico (defensa antimisil, electrónica embarcada, sistemas de comunicación, drones, satélites).
(9) El ejercicio 2008-2009 conoció ya una significativa alza de los gastos de un 10%. India dedica el 2% de su Producto Bruto Interno (PBI) a su defensa (China destina el 7% y Pakistán, el 5%).
(10) El misil de crucero supersónico Brahmos (Brahmaputra-Moskowa) y, más teóricamente, el avión de combate Sukhoi/HAL T-50 FGFA, concebido para responder a los programas estadounidenses F-35 y F-22.
(11) Véase “Le marché mundial des avions de combat”, en DSI, París, Nº 8 (edición especial), junio de 2009.
(12) Jaswant Singh, Defending India, Palgrave Macmillan, Londres, febrero de 1999.
(13) Revue de défense nationale et de sécurité collective, París, julio de 2007, op. cit.
(14) Francia y Australia, en cambio, están incluidos entre los 26 países invitados.
(15) En especial, Sri Lanka que, por otra parte, permitiría a la marina china el uso de las instalaciones portuarias de Hambantota.
(16) Creada en 1985, la AASCR reúne a Bangladesh, Bután, India, Maldivas, Nepal, Pakistán y Sri Lanka. Se le unió Afganistán, con quien India mantiene las mejores relaciones.
(17) “Actualité et réalité du storytelling du ‘collier de perles’”, en Monde Chinois, París, verano boreal de 2009. Véase también, Olivier Zajec, “Pekín reafirma sus ambiciones”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, septiembre de 2008.
(18) El naxalismo es un movimiento revolucionario en actividad en quince estados de India, que apunta a provocar por la fuerza una reforma agraria. Cédric Gouverneur, “La guerrilla naxalita en India”, Le Monde diplomatique, ed. Cono Sur, diciembre de 2007.
(19) Arjun Subramanian, “The use of Air Power in Sri Lanka: operation Pawan and beyond”, en Air Power Journal, Nº 3, Center for Air Power Studies, Nueva Delhi, julio-septiembre de 2008.
(20) Kaza Lalitendra, “Dragon in Space: implications for India”, en Air Power Journal, Nº 3, julio-septiembre de 2008.
(21) Jean-Alphonse Bernard, L’Inde et la pensée stratégique, Institut de Stratégie Comparée, París, 1999.
(22) Vivek Raghuvanshi, “India plans Homeland Security Buys Worth $10 billion”, revista Defense News, Springfield (Virginia, Estados Unidos), 31-12-08.
(23) Declaraciones del 2-1-09, durante el salón Aero India.
--------------------------------------------------------------------------------
* ENCARGADO DE ESTUDIOS EN LA COMPAÑÍA EUROPEA DE INTELIGENCIA ESTRATÉGICA (CEIS).
No hay comentarios:
Publicar un comentario