lunes, 4 de mayo de 2009

ARGENTINA: Los límites del hiperpresidencialismo


Marcela Valente

BUENOS AIRES, may (IPS) - Cuando faltan menos de dos meses para las elecciones legislativas de Argentina, que encuentran debilitado al gobierno de Cristina Fernández, analistas debaten cómo enfrentar mejor eventuales crisis políticas: ¿pasar del presidencialismo al parlamentarismo o aceptar la flexibilidad en el actual sistema?

Para el politólogo Fabián Bosoer, el régimen cuenta con recursos para un presidencialismo "atenuado", que sería la mejor opción. Ni presidencialismo estricto ni parlamentarismo de manual. Un régimen mixto, flexible, que funcione con el Poder Ejecutivo y el Congreso legislativo, dijo a IPS.

"El mismo régimen político se va adaptando a las circunstancias cambiantes y lo hace en dirección a una mayor flexibilidad del hiper-presidencialismo", sostuvo. Bosoer es investigador de la Universidad de Buenos Aires y autor de "El auto-rescate de las democracias sudamericanas. Una hipótesis sobre la eficacia del componente parlamentario", donde plantea que ante la inestabilidad generada por una crisis, hay soluciones dentro del propio sistema.

El trabajo analiza las crisis político-institucionales de Ecuador, Paraguay, Perú y Argentina entre 1999 y 2003 y muestra que, en esos casos, presidentes que perdieron legitimidad por diversas causas, fueron reemplazados por acuerdo parlamentario para completar los períodos interrumpidos. En Argentina, el "juego bicéfalo" entre Fernández y su esposo --el ex presidente Néstor Kirchner (2003-2007) que conserva gran influencia en el gobierno--, atenúa el poder presidencial. Y también lo modera un vicepresidente opositor, señaló en referencia a Julio Cobos, enfrentado con la mandataria desde hace casi un año.

Para Aníbal Pérez Liñán, profesor asociado de ciencia política de la Universidad de Pittsburgh, es "improbable" que en América Latina se pase del presidencialismo al parlamentarismo. Por desconfianza en el Poder Legislativo, "los votantes quieren preservar su derecho a seleccionar al jefe de gobierno en forma directa", remarcó.

El politólogo, autor de "Juicio político presidencial y nueva estabilidad política en América Latina", consideró que aun cuando fuera viable una propuesta de parlamentarismo, ésta "no necesariamente garantiza un estilo político consensual, que es la aspiración de quienes proponen ese modelo, ni asegura mayor estabilidad política".

Lo deseable, opinó, es que las grandes decisiones políticas se tomen en procesos de negociación entre amplias mayorías legislativas. Ese esquema, que estabiliza la democracia y facilita la adopción de políticas de largo plazo, existe en Brasil, Chile y Uruguay, un "presidencialismo de coaliciones", lo llamó.

LA ACTUAL COYUNTURA

Fernández fue investida en diciembre de 2007 tras ganar las elecciones con casi 47 por ciento de los votos. Pero en 2008, el conflicto con gremios agropecuarios por medidas impositivas causó a su gestión un acelerado desgaste, intensificado con la ruptura con el vicepresidente, un socio político proveniente de un partido opositor. Más tarde, la inflación y la crisis financiera global, con su impacto local, acentuaron el descontento. Pero hay también críticas a su gestión.

Dos aspectos cuestionados son la falta de políticas para combatir la inseguridad ciudadana y la nula voluntad de diálogo con la oposición. La empresa encuestadora IPSOS-Mora y Araujo sostiene que en sus sondeos la imagen negativa de Fernández llega a 66 por ciento. Un sondeo similar de la consultora Poliarquía expone que la imagen positiva de la mandataria cayó de 56 a 26 por ciento en poco mas de año, y que el gobierno es desaprobado por 59 por ciento de los votantes entrevistados.

En este escenario, Fernández propuso adelantar las elecciones legislativas del 27 de octubre, su primera prueba electoral, al 28 de junio, y lanzó una campaña centrada en la idea de que si la fuerza gobernante pierde esos comicios, "el país explota", según Kirchner, y "está en juego la estabilidad democrática", según la propia mandataria. El oficialismo podría ganar por escaso margen, según encuestas, pero también podría perder.

En este caso, rumores reiterados señalan que la presidenta renunciaría o adelantaría las elecciones presidenciales de 2011 a este mismo año. En este clima de zozobra para el gobierno, algunos estudiosos de la política plantean la necesidad de pensar en un sistema diferente, a fin de evitar que unas elecciones para la renovación parcial de las cámaras legislativas terminen con el sustento de un gobierno que lleva apenas 16 meses.

PARLAMENTARISMO NO ES PANACEA

Algunos advierten que el tránsito requiere una reforma constitucional, otros sostienen que la adecuación podría instrumentarse a partir de recursos de la carta magna. Tras la reivindicación popular de la figura del ex presidente Raúl Alfonsín (1983-1989), fallecido en abril, muchos recordaron su proyecto de 1984 de adopción de un sistema parlamentario que evitara que la figura presidencial se mantuviera en el poder cuando perdía apoyo de la mayoría.

En la década de 1980 el presidente gobernaba seis años y enfrentaba elecciones legislativas cada dos. Alfonsín debió entregar el mando a su sucesor seis meses antes de que concluyera su mandato, por el desgaste que enfrentaba su gobierno y el rechazo reiterado a su fuerza política, expresado por los votantes en las urnas. La reforma constitucional de 1994 acortó el mandato a cuatro años, con posibilidad de una reelección.

También introdujo elementos de atenuación del presidencialismo, como la Jefatura de Gabinete, que podía incluso ser ejercida por una figura opositora, y de organismos de control. Pero aun con esos cambios, varios temporales políticos arrastraron a gobiernos que no pudieron concluir su mandato. Fue el caso de Fernando De la Rúa (1999-2001), Adolfo Rodríguez Saá (2001) y, en cierto modo, de Eduardo Duhalde (2002-2003). Los dos primeros renunciaron y el último adelantó en seis meses los comicios presidenciales.

En opinión de Bosoer, "los ciclos políticos se agotan más allá de cómo se gobierne". Fernández arrastra, como si fueran propios, los años de gestión de su esposo. "Cristina estaría en el sexto año de gobierno, que es el período presidencial que la reforma de 1994 redujo a cuatro para evitar el desgaste", recordó. "No hay país de América que haya salido del presidencialismo para ir al parlamentarismo.

Los únicos parlamentarismos que funcionan son monarquías constitucionales o repúblicas con tradición parlamentaria, y aun en esos casos el debate actual es cómo reforzar el poder del primer ministro o como ‘presidencializar’ el parlamentarismo", aseguró. En un texto que escribió antes de ser presidente, Kirchner señalaba que el parlamentarismo era "una mejor opción" para dar estabilidad a la democracia. Ante una crisis se convoca a elecciones para que la nueva mayoría esté representada, alegaba.

Pero desde que fue mandatario, Kirchner abandonó la idea. El magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, opinó que "el presidencialismo está agotado" y propuso una reforma parlamentarista. La dinámica política, estimó, está demostrando que se necesita superar la rígida institucionalidad. Zaffaroni se refirió a las llamadas "candidaturas testimoniales", como se denominó a la idea de postular a funcionarios, gobernadores o intendentes que no ocuparán su escaño si ganan, y cuyo único fin es que el elector exprese si aprueba o no la continuidad de la gestión del Poder Ejecutivo.

La historiadora Matilde Ollier, de la Universidad Nacional de San Martín, opinó que el parlamentarismo podría no solucionar cuestiones de fondo. "La cultura presidencialista en América latina es muy fuerte y es difícil ir contra eso", declaró en una entrevista con el diario La Nación, a fines de abril.

"Con nuestra inestabilidad institucional corremos el riesgo de que tengamos un cambio de primer ministro todos los meses", advirtió. Bosoer prefiere flexibilizar el presidencialismo, sin reformar la Constitución. Eso es lo que ocurre de hecho en Argentina en los últimos años.

La elección de Duhalde por parte del Congreso para que asumiera la Presidencia tras el colapso social y político de 2002, fue una prueba de ello. "Argentina fue paulatinamente flexibilizando su sistema presidencialista", aseguró. "Duhalde, que había sido un exponente de ese sistema en los 90, fue elegido en 2001 presidente de un gobierno de transición de cuño parlamentarista", recordó.

"La designación de Duhalde por una coalición parlamentaria fue vista como una anomalía, pero ¿no será que aquella aparente anomalía fue en realidad la manera en que la democracia resolvió el problema?", se preguntó Bosoer. (FIN/2009)

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